Adonis: «La religión musulmana ha impedido siempre la gran cultura árabe»

JUAN PEDRO QUIÑONERO

El poeta sirio, eterno candidado al premio Nobel y autor del libro «Violencia e islam», denuncia que «Occidente apoya a los regímenes donde la ley musulmana funciona como una dictadura»

Adonis, pseudónimo de Ali Ahmad Said Esber (Al Qassabin, Siria, 1930), quizá sea el poeta árabe más importante de nuestro tiempo. Nominado en varias ocasiones como posible premio Nobel de literatura, sus ensayos han contribuido a transformar de manera radical nuestra visión de las culturas árabes, víctimas de la tiranía religiosa. Su último libro, «Violencia e islam»(Planeta), es un diálogo con Houria Abdelouahed, indispensable para comprender las trágicas convulsiones que nos amenazan e hipotecan el futuro de la civilización musulmana.

Si lo entiendo bien, la religión musulmana es una amenaza mundial: impide la liberación y modernización de las sociedades árabes y atiza un terrorismo que sueña con imponer un modelo universal totalitario.

—Cuando la religión es la única ley que rige la vida de las sociedades se convierte en un foco de violencia permanente, una amenaza totalitaria. Impide la emergencia de una sociedad civil, impide la existencia de una cultura, atiza un fanatismo amenazante para cualquier forma de libertad. En el caso de la religión musulmana, el caso tiene una dimensión trágica: un solo libro, el Corán, es la fuente única de toda la jurisprudencia política, social, cultural e institucional, hoy como ayer. De alguna manera, pudiera decirse que Dios mismo «está fuera de la ley»: Mahoma es el único y último profeta y su palabra es inmutable. Para colmo, Occidente apoyó y apoya a los regímenes donde la ley musulmana funciona como una dictadura, impidiendo incluso la emergencia de una sociedad civil. Como el islam permite la formación de imanes autoproclamados, cualquier fanático puede «ordenar» la matanza de infieles. Y cualquier fanático musulmán, de cualquier nacionalidad, puede precipitar matanzas espantosas.

 Fanáticos de cualquier nacionalidad, dice usted.

—Mire lo ocurrido en Francia el año pasado, en Bélgica, días pasados. Los guetos suburbanos franceses, belgas, europeos, están habitados esencialmente por franceses, belgas, alemanes, etcétera. La inmensa mayoría de los asesinos de las últimas generaciones han ido a las escuelas públicas. Y no se han integrado. Han descubierto la religión a través de internet, en la cárcel, en los suburbios de París o de Bruselas. Esa religión musulmana les promete ir al cielo si mueren matando, esa religión musulmana les promete un sinfín de mujeres vírgenes, cuando lleguen al cielo, matando. Y ellos se creen esa mentira fanática. Iluminados con esa luz ensangrentada, esos fanáticos son una amenaza inmediata allí donde se encuentran y su mueven con libertad, como ocurre en la vieja Europa.

Esos fanáticos europeos, de religión musulmana, matan con bombas y pistolas que les llegan de Oriente Medio o los Balcanes. Los especialistas dicen que Daesh los utiliza como «peones» de su estrategia terrorista internacional.

—Vaya usted a saber… Los traficantes de armas pueden poner bombas y pistolas en las manos de los asesinos; pero el deseo de morir matando viene del fanatismo religioso, crecido en el fracaso de las escuelas públicas europeas, crecido con la falta de integración en las sociedades donde viven con libertad y descubren su posible «integración» en una religión que promete el paraíso a quienes sean capaces de morir matando.

Muchos presuntos estrategas antiterroristas dicen o fingen creer que la guerra militar contra Daesh «pondrá fin» al terrorismo.

—Una ilusión. Militarmente, quienes tienen la fuerza suficiente, los EE.UU. o Rusia, no dejan de hacer una guerra más o menos limitada. Bombardear este o aquel bastión islamista puede matar a mucha gente. El problema de fondo es mucho más grave. Daesh no tiene ningún éxito entre los árabes ni entre los musulmanes. Esos asesinos dan miedo, incluso el pueblo musulmán más o menos piadoso. Por el contrario, rusos, americanos, europeos, siguen apoyando a regímenes políticos donde solo impera la ley religiosa más imperiosa. Es posible combatir a una banda terrorista, es posible combatir a una tiranía política. Es mucho más difícil combatir a regímenes religiosos. Ya que esos regímenes niegan la identidad del individuo, niegan la sociedad civil. Los seres humanos no valen nada. Daesh comercia con mujeres, que compra y vende como si fueran ganado. Los regímenes apoyados por Washington y Europa se fundan en la única a ley de la religión musulmana. Esos mismos regímenes financian grupúsculos islamistas, que, con frecuencia, se matan entre ellos. Vea lo que está ocurriendo en Siria. Se puede «modernizar» o derrocar una tiranía. Pero sustituir una tiranía política por una tiranía religiosa puede ser peor.

Hace años se pensó que la primavera árabe consumaría un cambio radical, prólogo a una liberalización generalizada de los países árabes musulmanes.

—La primavera árabe se ha transformado en una pesadilla. Pudo pensarse que era algo parecido a un amanecer, la floración de un mundo nuevo. Con el tiempo, advertimos que, en verdad, no se trataba de una revolución. Era otra cosa. La sublevación contra la tiranía precipitó nuevas formas de tiranía. La religión musulmana había impedido la formación de una auténtica sociedad árabe. Sin una ruptura completa con la religión musulmana, sin una ruptura entre la religión y el poder político, la ruptura que Europa consumó hace siglos, las sociedades árabes musulmanas están condenadas a seguir hundiéndose en una decadencia sin fin.

¿Están enterradas definitivamente todas las difuntas esperanzas puestas en las primaveras árabes?

—Quedan ilusiones y esperanzas, aquí o allá. Pero se ha impuesto el oscurantismo. La importancia que ahora tiene Daesh o Al Nusra muestran, bien a las claras, que el nuevo fanatismo es una suerte de «prolongación» de las primaveras árabes. Es una evidencia que los occidentales apoyaron la emergencia de Bin Laden, luego apoyaron a otros grupúsculos financiados por Arabia Saudita o Qatar. Ahora, seguimos en esa misma línea.

La gran cultura árabe clásica ¿no pudiera ser una suerte de «defensa» contra los gérmenes de barbarie que han florecido por todas partes?

—La gran cultura árabe clásica siempre ha estado al margen de la religión. No hay ningún autor árabe que haya escrito poesía, novela, teatro, si no es al margen y en contra de la religión. Los místicos musulmanes fueron grandes herejes. La religión ha sofocado las culturas árabes. No hay grandes universidades musulmanas, no hay grandes laboratorios musulmanes, no hay gran cultura árabe: la religión musulmana lo ha impedido, siempre. No puede escribirse poesía, no pueden escribirse ensayos o novelas, respetando una legislación coránica que comienza por negar la identidad de la persona. Un poeta como Claudel, un novelista como Bernanos, pueden ser al mismo tiempo, grandes escritores y grandes creyentes. La religión católica les permite esa libertad. Eso es impensable en las sociedades árabes musulmanas. Las mujeres han sido y son las primeras víctimas de esa tiranía religiosa.

Algunas películas, una saudita, una marroquí, varias iraníes, alguna kurda, hablan de una suerte de revuelta de las mujeres en algunas sociedades árabe / musulmanas. ¿Cree posible la emergencia de un movimiento de liberación de la mujer musulmana?

—Ese movimiento es una realidad. Pero los Estados apoyados por occidente siguen persiguiendo a las mujeres que sueñan con un estatuto de ciudadanas libres. Ese comportamiento occidental rinde un flaco favor a la libertad de los pueblos, en general, y a la libertad de las mujeres, en particular. El islam ha separado de manera espantosa lo masculino y lo femenino. El hombre domina e impone una ley tiránica. La mujer se convierte en un objeto sexual, que se usa, se compra, se vende, y se tira. En la religión musulmana se institucionaliza de alguna manera la relación entre el amo y el esclavo, la esclava. La mujer es un sexo mecánico, al servicio del deseo y el placer del hombre. Daesh, culminación histórica de una forma bien actual de «Estado islámico», compra y vende mujeres. Las niñas son las mujeres que se venden más caras: son vírgenes. A los asesinos dispuestos a matar se les promete ir al paraíso, donde los esperan un montón de vírgenes / esclavas, para que pueden realizar sus fantasías después de muertos.

¿Qué hacer para intentar ayudar a las sociedades árabes víctimas de la teología musulmana y para intentar combatir las amenazas criminales que amenazan a las sociedades libres?

—Intentar favorecer la separación de la religión y el poder político. Los regímenes políticos pueden cambiar, evolucionar. Cuando la religión y la palabra coránica son la única todas las libertades están en cuarentena. Las mujeres están jugando un papel importante: aspirando a la libertad, están contribuyendo a cambiar las mentalidades. El hombre árabe musulmán más modesto es víctima de la pobreza y la ignorancia, favoreciendo la miseria sexual. Combatir la miseria sexual a través de la cultura es una forma de ayudar a los pueblos árabes a salir del pozo negro donde se encuentran.

Fuente:abc.es

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