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domingo 22 de diciembre de 2024

Marcos Aguinis/ “El kirchnerismo superó a Calígula con sus robos y abusos”

El prestigioso escritor y médico habló sobre su nuevo libro, la autobiografía “La novela de mi vida”, su decepcionante paso por la política durante el gobierno de Alfonsín y por qué es tan difícil escribir ficción sobre los últimos doce años de la Argentina

—Después de decenas de novelas, ensayos y biografías de otros personajes, decide ahora publicar su autobiografía. ¿Por qué?

—Este libro lo terminé de escribir hace muy poquito, ahora que he cumplido 82 años, pero en realidad me está dando vuelta hace años, debido a que editores, libros y amigos insisten en que yo he tenido muchas vidas en una sola vida, y que tendría que contar mi historia. Yo nunca lo pude explicar, pero siempre sentí deseos de expresarme, de experimentar, de vivir. A lo largo de todo este tiempo viví muchos momentos de felicidad, y muchas frustraciones; hubo momentos de temeridad y de temor. Comencé con mis actividades artísticas de chico, luego actividades científicas, me he manejado en esos dos andariveles al mismo tiempo. Siempre recuerdo una frase del gran escritor ruso Anton Chéjov: “La medicina es mi esposa, pero la literatura es mi amante”. Puede parecer algo poco serio, pero es muy divertido, y yo he tenido relaciones simultáneas con la ciencia y el arte, y me han dado ambas muchas satisfacciones.

—Su historia es la de alguien que se hizo desde muy bajo, un caso ejemplar de la cultura del esfuerzo del siglo XX en la Argentina.

—Es importante recordar que hay dos palabras que no se suelen diferenciar bien pero son muy diferentes: instrucción y educación. Instrucción es el cúmulo de información, pero educación es el cúmulo de valores. Yo desde chico tuve las dos cosas de mis padres. Mi mamá era una inmigrante europea, que sabía muchos idiomas pero que no pudo estudiar, mientras que mi padre era un hombreador de bolsas en Dock Sud. De manera que yo conocí el esfuerzo y al mismo tiempo los valores: el valor del estudio, del trabajo, pero al mismo tipo de la instrucción. Me estimulaban a leer. Cuando era chico me llevó mi madre de las orejas a la biblioteca pública que estaba a lado de la casa y le encargó a la bibliotecaria que controlara que yo leyera. Empecé con historietas, como todos los chicos, pero después avancé y a los 15 años ya había leído toda la biblioteca. El esfuerzo fue siempre algo permanente en mi vida y eso llevó a que en muchos momentos corriera grandes riesgos por defender esos valores

—Denos un ejemplo.

—Por ejemplo, a poco de haberse producido la última dictadura, yo organicé un coloquio de plurarismo cultural, a fines de 1976, en el Centro Cultural San Martín, que recién se inauguraba, con voces y discursos muy fuertes. Luego, antes que cayera la Dictadura, en 1982, publiqué un libro, “Carta esperanzada a un general”, en el que hice una disección muy cruel sobre la mente militar, que provocó un gran estremecimiento. Los editores no se animaron a publicarlo ni en Brasil, que estaba en plena dictadura, ni en España, donde había ocurrido hace poco el “Tejerazo”.

—Reconoce en el libro que su paso por la política durante el gobierno de Alfonsín no fue satisfactorio. ¿Por qué?

—No pude hacer todo lo que quise. Hubo obstáculos, envidias y sabotajes. Sin embargo, fue importante ganarme el apoyo de algunos funcionarios de antigüedad en la Secretaría de Cultura, especialmente de dos, ambos peronistas, que me dijeron que confiara en ellos, que me iban a ayudar para que no me equivocase. Muchas veces yo estaba por firmar cosas y me decían “Doctor, no firme”. Pero no me puedo olvidar que fui saboteado y que ejercí el cargo de Secretario de Cultura la mitad del tiempo del que debía hacerlo. Es la mezquindad típìca de la política, por eso no puedo decir que haya sido lo más satisfactorio de mi vida, pero sucedió durante un momento muy especial que muchos argentinos ya han olvidado. Fue una verdadera primavera cultural, el pais salía de la oscuridad de la Dictadura y había un estallido de júbilo, de alegría y de libertad.

—Uno de los pasajes más fuertes del libro, con el que elige abrir y cerrar su relato, es el recuerdo de haber visto llorar a su padre cuando se entera por carta que su abuelo había sido asesinado por los nazis.

—Me marcó mucho. Yo admiraba a mi padre, era un hombre fuerte, alegre, que me narraba muchas historias, y verlo llorar me conmovió. Pero eso fue acompañado de ser testigo de otras manifestaciones de discriminación, y eso llevó que yo desarrollara otros valores, en honor a la igualdad, a la democracia, que fueron marcando mi vida.

—Un aspecto extraordinario de su trayectoria es que siempre fue un autor muy prolífico, incluso durante los años en los que ejercía la profesión de neurocirujano y psiquiatra. ¿Cómo encontraba tiempo para realizar todas estas actividades?

—Efectivamente no sé cómo encontraba el tiempo para escribir los libros, porque muchas veces no era solo escribirlos, sino también hacer largas investigaciones previas. Te cuento una anécdota de cómo escribí “La cruz invertida”. En esa época yo estaba trabajando muchísimo, y era prácticamente el único neurocirujano de todo el sur de la provincia de Cordóba. Yo estaba radicado en Río Cuarto, donde estaba el sanatorio grande en el que trabajaba, y de allí me llamaban y yo iba con mi autito a atender, a operar. Y en esos viajes iba imaginando los capítulos de esa novela. En otros momentos he sufrido mientras escribía. Por ejemplo, en “La gesta del marrano”, cuando tenía que describir las torturas que realizó la Inquisición, yo realmente la pasaba mal.

 

—Usted abordó el kirchnerismo desde el ensayo, pero nunca desde la novela. ¿Tiene planeado escribir una ficción sobre estos doce años, como lo hizo sobre otros momentos históricos del país?

—El kirchnerismo es muy tentador, porque supera todo lo que se ha visto, pero el problema es que han cometido tal nivel de tropelías, de barbaridades, que se ha debilitado nuestra capacidad de asombro. Todos los días se conocen nuevos abusos, nuevos robos, y esa debilidad en el asombro lleva a una debilidad en la indignación. Y pienso ¿qué podría escribir sobre el kirchnerismo? Si es una especie de circo que supera a Calígula, que supera a Nerón, ¿qué voy a inventar? No hay espacio para la fantasía, supera lo que uno puede imaginar.

Fuente: Infobae

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