Juntos venceremos
miércoles 18 de diciembre de 2024

Relato de una dama alemana

ROBERTO SALADRIGAS

Tú no eres como otras madres’ es un magnífico ejemplo de novela de no ficción que narra el nazismo y la posguerra desde el punto de vista de una familia judía burguesa

 En principio llama la atención algo tan poco usual como que dos editoriales pequeñas pero con catálogos literarios de prestigio, se unan apostando por una misma obra como punta de lanza de la actual temporada. Hablo de las editoras Periférica y Errata Naturae, y la obra que ha despertado tan inusitado interés es una suerte de novela, Tú no eres como otras madres (Du bist nicht so wie andre Mütter, 1992) de la autora judía alemana Angelika Schrobsdorff (Friburgo, 1927), autora hoy de culto que tras varios años en París, Munich e Israel (casada con el cineasta Claude Lanz­mann, director de Shoah) ahora vive en Berlín. Tras ella queda un largo y fatigoso viaje, como aquel de varios días que en mi imaginario realizó Mozart en 1787 desde Viena a Praga para asistir al estreno de Don Giovanni.

¿Qué me hace pensar en Mozart y sus óperas leyendo el potente libro de Schrobsdorff? No lo sé. También es cierto que me ha venido a la memoria, de forma absolutamente inducida y justificada, la estupenda Iréne Némirovsky de Suite francesa. La diferencia es que siendo ambos textos de extracción autobiográfica, Tú no eres como otras madres propone y lleva a cabo un hábil juego literario que funciona con precisión gracias a la autenticidad y la experiencia de la narradora. Angelika cuenta la historia de su madre judía Else Kirschner que vivió entre 1893 y 1949, nacida en una familia pequeñoburguesa de Berlín que quiso vivir a su antojo, sin prejuicios ni someterse a imposiciones, disfrutando de la libertad social y las variantes del amor, tuvo tres hijos (un chico y dos chicas) de los tres hombres que amó, consumió a tope las oportunidades que le ofrecía el período distendido de entreguerras, no quiso interpretar los inquietantes augurios del futuro y de pronto cayó sobre ella y su familia la brutal hecatombe del nazismo que la obligó a huir a Bulgaria para volver en la posguerra a una Alemania asolada como lo estaba ella por dentro y por fuera.

Esta es la historia de un trágico destino que une a unos personajes con su raza y su país en el contexto de un continente que, tras una serie de episodios previsibles, emergía de las ruinas con el espíritu maltrecho, sentenciado a morir sin derecho a una resurrección digna. Así muere Else Kirschner. Ella, como la vieja Europa arruinada por las bombas, había quedado reducida a “huesos y pellejo”.

Toda esta historia la narra muy bien Angelika Schrobsdorff en unas páginas que cautivan por su veracidad. Para que se me entienda: la autora utiliza los nombres reales de los personajes, es decir: su madre se llamaba, en efecto Else Kirshner, su segundo marido y padre de Angelika fue Erich Schrobsdorff, primogénito de una arrogante familia de industriales arios del mismo apellido, y Angelika se las ingenia para contar simultáneamente la historia de su madre, escrita en tercera persona, y la suya que por ló­gica narra en primera. Así conseguimos ver el relato en una doble perspectiva, desde fuera y desde dentro, y advertimos que Angelika no se muestra tolerante consigo misma a la hora de referirse a sus “rarezas”, egoísmos y contradicciones, sobre todo durante su juventud en los duros años de la posguerra. En este sentido el relato es admirable, como las páginas dedicadas a describir las medidas nazis contra los judíos, el progresivo acoso y extinción de familiares y amigos –la abuela Kirschner murió en Theresienstadt–, el declinar físico de Else, la manera con que supo aferrarse a su dignidad al despertar de golpe, en medio de una violencia bestial, a una realidad que negaba los sueños.

Tú no eres … me parece un magnífico ejemplo de non fiction novel, el término con que Truman Capote designó A sangre fría. Pero le guste o no a uno, el dilema es insoslayable: partiendo de la base que los protagonistas aparecen con sus nombres y apellidos civiles, qué hay de verdad en la historia que leemos y qué porcentaje de ficción legitima nuestra sensación de estar ante una soberbia novela expresionista que parece clásica pero no lo es. Como no lo son las partituras de Mozart.


Fuente: La Vanguardia Edita: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico

 

 

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