Para el primer ministro israelí está claro que, sin Israel, la expansión del ISIS sería aún mayor
VON GIL YARON | DIE WELT (LENA)
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu recibe al diario alemán Die Welt —socio de LENA, alianza de periódicos líderes europeos en la que también está EL PAÍS— en su despacho, conocido como “el acuario”, y se apresura a confesar: “Antes de empezar con la entrevista, permítanme que les diga lo mucho que apreciaba a Axel Springer. Mi padre lo conoció poco después de que mi hermano cayera en la operación de liberación de rehenes de Entebbe, en 1976. Se entrevistaron en el despacho de Springer. Él condujo a mi padre a la ventana, le señaló el Muro y le dijo: “Es una línea divisoria. Hasta aquí hay libertad. Más allá, esclavitud”.
Añade que celebra que, en el 70º aniversario de Die Welt, Alemania se haya reunificado y sea libre. “Pero el mundo está sacudido por una nueva guerra por la libertad, por los derechos humanos fundamentales, y contra una ideología todavía más cruel: el islamismo. Su objetivo es conquistar el mundo, sojuzgar a una buena parte y destruir a otra, incluido mi país. Volvemos a tener una misión común: garantizar la victoria de la libertad”.
El puro apagado y a medio fumar no deja de pasar del cenicero a su mano, para volver a aterrizar en el cenicero, después de describir varios círculos en el aire, cuando Netanyahu se dispone a golpear enfáticamente la mesa con su dedo índice para subrayar un argumento. A veces da la impresión de que el puro forma parte de un decorado, y uno se pregunta si llegará a encenderlo alguna vez.
Pregunta. Israel es la única democracia de Oriente Próximo. No obstante, la actitud hacia su país, incluida la de Alemania, es cada vez más crítica. ¿Es usted consciente de ello?
Respuesta. Naturalmente que somos conscientes, y nos preocupa. Por una parte, porque no concuerda con la realidad. Israel es una isla de paz, progreso y democracia en un mar de regímenes autoritarios que propagan un islam radical peligroso para todos nosotros. También para Europa, y para Alemania.
La única fuerza en Oriente Próximo que les hace frente es Israel, precisamente porque la base de nuestra sociedad es la paz y los derechos fundamentales. Sin embargo, se nos difama exactamente igual que se ha difamado al pueblo judío durante siglos. Las mismas leyendas que se inventaron en el pasado contra los judíos se invocan hoy contra el Estado judío: que somos asesinos de niños y provocadores de crisis.
Muchas veces quienes las difunden son un puñado de islamistas e izquierdistas partidarios de la anarquía que no levantan sus voces cuando en Irán cuelgan a los homosexuales de las grúas o en Gaza los persiguen. Pero a Israel, la única democracia de Oriente Próximo, se la difama. Es un error y una estupidez, porque Israel es la línea defensiva más importante de Europa en esta zona de crisis.
Sin Israel, la región occidental de Oriente Próximo colapsaría, y otros 100 millones de personas se sumarían a las que ya han sido arrastradas por la vorágine islamista. Sin duda, muchas de ellas huirían hacia Europa. Por eso, al defenderse a sí mismo, Israel defiende también a Europa.
P. ¿Qué quiere decir con eso?
R. Hoy en día, 50 millones de personas viven bajo el yugo del islamismo. Medio millón han sido asesinadas, ocho millones están huyendo, casi todas en dirección a Europa, y todavía habrá más. Por eso debemos derrotar al Estado Islámico. Es posible hacerlo.
Tanto Israel como Jordania y Egipto están amenazados por el Estado Islámico en la misma medida. La organización ya está en los Altos del Golán, y lucha contra Egipto en el Sinaí. Pero, sin Israel, no se podría impedir su expansión. Imaginemos que el Estado Islámico llegase a imponer su dominio a las poblaciones de esos países. ¿Hacia dónde huirían? Hacia Europa.
Por eso debemos reforzar inmediatamente a Egipto y a Jordania, y también a Israel, la principal fuerza del trío. Sin Israel, la zona occidental de Oriente Próximo perdería estabilidad y podría derrumbarse. Las consecuencias del colapso se sentirían inmediatamente en toda Europa. Por eso, si Israel se defiende a sí mismo, al mismo tiempo está defendiendo a Europa.
P. Últimamente ha habido algún malentendido entre usted y Angela Merkel respecto a la prioridad que el Gobierno Federal concede a que se alcance la solución de los dos Estados. ¿Sigue creyendo en esa idea?
R. No me parece que de los excelentes encuentros con la canciller Merkel resultase ningún malentendido. Aunque se haya escrito que fueron muy difíciles, ocurrió exactamente lo contrario. Y lo mismo se puede decir de la última reunión. Soy firme partidario de la idea de un Estado palestino desmilitarizado que reconozca al Estado judío. ¿Cómo pueden los palestinos esperar de nosotros que reconozcamos el Estado nacional del pueblo palestino si ellos no están dispuestos a reconocer el Estado nacional del pueblo judío?
La solución no puede ser regalarles un Estado en Cisjordania, a 150 kilómetros de Tel Aviv, para que se convierta en una dictadura islamista que proclame en sus banderas nuestra aniquilación. Eso no es paz. Queremos el reconocimiento mutuo de dos Estados nacionales. Esa es mi postura.
Por otra parte, es necesaria la desmilitarización, sobre todo en vista del odio y la propaganda con que los palestinos llevan años alimentando a sus hijos. Les inculcan que el objetivo no es un Estado en Cisjordania, sino la destrucción de Israel para volver a Jaffa, Haifa y Acre. Se les repite miles de veces al día en los jardines de infancia, los colegios y las mezquitas palestinos de Cisjordania.
Por eso, aunque hayamos alcanzado el reconocimiento mutuo, es evidente que no podemos fiarnos de que vayan a permanecer fieles a su compromiso con la paz. En consecuencia, tenemos que asegurarnos de que el futuro Estado palestino está desmilitarizado. Y la única forma de garantizarlo es que la responsabilidad de la seguridad al oeste del Jordán esté en manos de Israel.
Además, esto también sería bueno para la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Cuando nos retiramos de Gaza, la ANP tardó pocos días en caer tras la toma del poder por Hamás. Sin las medidas de precaución a las que me refiero, la situación se repetiría en Cisjordania.
P. ¿Por qué ha sido tan mala su relación con el presidente estadounidense Barak Obama?
R. Entre Israel y Estados Unidos existe una relación excelente que va más allá de los presidentes y los primeros ministros, porque descansa sobre valores comunes como la democracia, la libertad y la ética de un nuevo comienzo en una tierra prometida. Son lazos muy profundos y duraderos. Los sondeos indican que Estados Unidos está mayoritariamente de parte de Israel. El apoyo es de alrededor del 70% y va en aumento, mientras que solo el 17% apoya a los palestinos. Las relaciones entre nuestros Gobiernos también lo reflejan.
¿Me pregunta si hay divergencia de opiniones entre nosotros? Desde luego, sobre todo en lo que se refiere al acuerdo con Irán. Pero, no obstante, hemos tenido siempre una relación de respeto. Aparte de eso, hemos contado con su apoyo decidido, como en el caso del programa de defensa antimisiles, algo que yo valoro profundamente.
P. ¿Ha cambiado de opinión con respecto al acuerdo nuclear con Irán?
R. Debemos seguir presionando a Irán para que cumpla el acuerdo. Tenemos que acabar con el terrorismo iraní en la zona, que no deja de aumentar. Irán vulnera las obligaciones impuestas por Naciones Unidas a su programa de misiles. Este país debería cumplir lo que imponen todas las resoluciones, y también las que se refieren al acuerdo nuclear.
En este preciso momento, Irán está abriendo un nuevo frente contra Israel en los Altos del Golán. Está enviando a las milicias de Hezbolá misiles modernos y otras armas para que hagan la guerra a Israel. Apoya a Hamás, promete a los que sobreviven a los terroristas muertos miles de dólares por cada israelí que maten, y organiza células de sabotaje en Jordania.
Hace poco, Irán probó un misil balístico que llevaba la inscripción en hebreo “Israel será destruido”. Tenemos que defendernos contra eso.
P. Ni siquiera los mejores amigos de Israel en Alemania entienden su política de asentamientos. ¿Podría explicar cuál es su idea a largo plazo para Cisjordania?
R. Nosotros no somos como Bélgica, que estableció una colonia en Congo. Nosotros somos como los belgas que están en Bélgica. El vínculo del pueblo judío con Cisjordania se remonta a hace 4.000 años, a la época del patriarca Abraham. Por supuesto, admitimos que en esa tierra vive otro pueblo, aunque llegase miles de años después. No queremos expulsarlo.
Pero ellos sí que quieren expulsarnos a nosotros, y de todo el país. Si los palestinos conversasen por fin con nosotros —lo que siguen rechazando a pesar de mi oferta— hablaríamos conjuntamente de la cuestión de los asentamientos. Pero ese no es el meollo del problema.
La chispa del conflicto saltó medio siglo antes de que se levantase el primer asentamiento debido a que, por principio, los palestinos no estaban dispuestos a tolerar un Estado judío, independientemente de cuáles fuesen sus fronteras. LaOrganización para la Liberación de Palestina (OLP) se fundó en 1964, tres años antes de que conquistásemos Cisjordania en la Guerra de los Seis Días [de 1967].
¿Qué se suponía que Palestina iba a liberar? Jaffa, Haifa, Acre, Tel Aviv. Y después de que nos retirásemos de la franja de Gaza y desmantelásemos todos los asentamientos que había en ella, no obtuvimos la paz, sino que nos lanzaron 15.000 misiles en agradecimiento. ¿Con qué fin? ¿Para liberar Cisjordania? No, se trataba de nuevo de Haifa, Jaffa y Acre. La cuestión no son los asentamientos, sino la negativa obstinada y sin concesiones a aceptar cualquier forma de Estado judío. Esta es la verdad, y algún día se reconocerá.
P. ¿Qué puede hacer entonces la comunidad internacional por el proceso de paz?
R. Responder a esta increíble campaña de difamación que se lleva a cabo en los jardines de infancia, los colegios, las mezquitas y los medios de comunicación oficiales palestinos a favor del exterminio de Israel. Ese es el meollo del conflicto. Nadie habla de ella, solo de los asentamientos.
Sin el diagnóstico correcto no se puede tratar la enfermedad. Y esa es la causa del mal. Tenemos la obligación de reclamar que los palestinos asuman por fin que su Estado se tiene que crear al lado de Israel, y no en su lugar.
P. Israel también tuvo un problema de refugiados y supo manejarlo. ¿Qué aconseja a los Gobiernos europeos?
R. No hace mucho estuvieron aquí varios representantes del Gobierno alemán para aprender de nuestra experiencia con la integración de grandes cantidades de inmigrantes. Hay tres puntos principales. El idioma: tenemos escuelas especiales de idiomas, básicas para la integración y la transmisión de valores sociales.
En segundo lugar, la incorporación al mercado de trabajo. Y, en tercero, el reparto de los inmigrantes por todo el país en vez de concentrarlos en un único lugar. Ahora bien, una cosa es acoger a los inmigrantes, y otra enfrentarse a unamarea de refugiados. Por eso es aún más importante poner fin a esta tragedia, que afecta a tantos países, atajando de raíz el islamismo.
P. ¿Fue una ingenuidad por parte de Alemania estar dispuesta a acoger a tantos refugiados de Oriente Próximo?
R. No. Creo que es un sentimiento comprensible. No obstante, hace falta un esfuerzo internacional para derrotar al Estado Islámico. Y no es difícil. Se puede lograr que sus ingresos disminuyan destruyendo los pozos de petróleo en su poder. No hace falta conquistar todo el territorio de Irak y de Siria. Los centros neurálgicos del Estado Islámico están en cinco lugares de dos ciudades. Allí se puede actuar contra la organización.
P. A consecuencia de la oleada de refugiados, los populistas de derechas gozan de gran capacidad de convocatoria en Europa. ¿Los ve Israel como posibles socios o como una amenaza más?
R. No identifico a los socios en función del espectro político, sino que me pregunto si tenemos valores comunes. Para mí, cualquiera que comparta nuestro mundo es un socio en potencia.
P. Usted fue un ferviente partidario de la invasión estadounidense de Irak. Sin embargo, actualmente los expertos ven en esa ocupación el principio de la inestabilidad en Oriente Próximo. ¿Se arrepiente de su posición de entonces?
R. Siempre estuve convencido de que era importante frenar la agresión de Sadam Husein. Pero, al mismo tiempo, pensaba que el mayor peligro procedía de Irán. Lo he dicho muchas veces. Sadam hizo la vida imposible a sus vecinos, pero Irán aspira a establecer un gobierno regido por los imanes. Se trata de una misión imperialista muy peligrosa, sobre todo combinada con armamento nuclear.
Entonces pensaba, y así se lo dije también a nuestros amigos estadounidenses, que la invasión de Irak solo tendría sentido si la rápida victoria sobre Sadam, que yo predije, servía como ultimátum para que Irán pusiese fin a su programa nuclear.
El mundo está amenazado por dos peligros: el islamismo chií, encabezado por la República Islámica de Irán, y el islamismo suní, que proviene del Estado Islámico. Es cierto que luchan entre sí, pero solo por dominar un mundo islamizado. Para ellos está fuera de toda duda que el mundo tiene que ser islámico.
Y, a propósito: difiero de quienes opinan que la invasión de Irak es la causa de la inestabilidad en la zona. El origen del problema son las fuerzas que llevan largo tiempo estancadas en el mundo árabe y musulmán debido a que se ha desperdiciado un siglo que habría servido para el desarrollo de las poblaciones desde el Norte de África hasta la India.
Por eso nos encontramos ante este combate entre estas dos fuerzas de corte medieval, que a veces estallan con una brutalidad difícil de creer, y las ideas modernas, que defienden los derechos y la libertad de decidir que hacen poderosas a las personas. Es exactamente lo opuesto a la idea totalitaria de la fe ciega en una autoridad que propaga el islamismo.
P. Existe el temor de que en Israel la derecha liberal esté en retroceso, no solo en su partido, el Likud, sino también en la sociedad en su conjunto. ¿Se está volviendo menos democrático su país?
R. Se escriben demasiadas cosas negativas sobre Israel, que es un país estable y libre. El Tribunal Supremo, formado por cinco magistrados, entre ellos uno árabe, acaba de dictar una sentencia contra el primer ministro, es decir, contra mí. Estoy decepcionado. Pero, indudablemente, voy a acatar la sentencia y a buscar otras maneras de explotar el gas de la costa israelí.
Esto demuestra la solidez de nuestra democracia, no solo en comparación con nuestros vecinos, sino con cualquier otra democracia. Dígame otro país del tamaño de Israel al que hayan lanzado en total 25.000 misiles, que esté permanentemente amenazado por el terrorismo, y que, a pesar de todo, permita la afluencia de inmigrantes y preserve la democracia, la independencia de la justicia y la libertad de expresión. Son cosas que no habría que perder de vista antes de juzgar a Israel.
Fuente: El País – Edita: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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