El pasado martes, un grupo de arqueólogos encontró las primeras pruebas físicas de las atrocidades de uno de los más siniestros campos de exterminio.
RADOSLAV YORDANOV
Restos de cámaras de gas y fosas comunes. Esto es lo que encontró un grupo de arqueólogos británicos de la Universidad de Staffordshire, que por primera vez excavaron en uno de los más siniestros campos de exterminio nazis, el de Treblinka, en Polonia.
Si durante muchas décadas los negacionistas del Holocausto no querían admitir la existencia de este campo de concentración, alegando que se trata de “una propaganda de los aliados”, las primeras evidencias físicas de las atrocidades nazis demuestran que el terror de Treblinka, que se cobró la vida de al menos 900,000 judíos y gitanos, no es un mito, sino una realidad histórica que no se puede seguir negando.
Tal y como informa El País, el descubrimiento se produjo cuando los investigadores empezaron a excavar en tres zonas muy distantes entre sí, donde encontraron huesos humanos en un nivel muy superficial y con extraños cortes, así como los cimientos y materiales que fueron base de las cámaras de gas y unas losas de cerámica con la estrella de David en relieve.
Así comenzó el terror de Treblinka
A partir de finales de 1940, cuando todavía parecía que el Tercer Reich estaba ganando la guerra, toda la población judía de Polonia, Bielorrusia y Alemania fue recluida en decenas de ghettos en Varsovia, Lublin, Radom, Grodno, etc. El escritor ruso de origen judío, Vasili Grossman asegura que el encierro de cientos de miles de judíos en ghettos fue “la fase previa y preparatoria del plan hitleriano de aniquilamiento de los judíos”.
En este contexto, el 20 de enero de 1942, quince dirigentes nazis se reunieron en una villa situada a orillas del lago Wannsee, en un próspero suburbio de Berlín, donde diseñaron las líneas maestras para el exterminio de más de once de millones de judíos europeos.
Así pues comenzó una segunda fase, la de la “destrucción de los judíos” mediante su deportación en varios campos de concentración y exterminio. Uno de ellos fue el de Treblinka, que comenzó a funcionar en julio de 1942, cuando llegaron los primeros trenes desde el ghetto de Varsovia.
Cámaras de gas disfrazadas de baños judíos
El campo de la muerte de Treblinka estaba ubicado en una zona boscosa y escasamente poblada, lo que permitió a los nazis ocultar sus crímenes. El sector de exterminio del campo contaba con tres cámaras de gas, donde los encarcelados fueron asesinados mediante varios métodos: mediante la emisión de los gases de escape del motor de un tanque pesado, sacando el aire de las cámaras por medio de bombas especiales… Los nazis también emplearon en ocasiones otro método, el del asesinato mediante el vapor que, al expulsar el aire de la cámara, también privaba las víctimas del oxigeno.
Los vigilantes engañaban a los prisioneros asegurándoles que iban a bañarse en un mikvé, el baño ritual judío, por lo cual en la entrada de las cámaras del gas había losas de cerámica con la estrella de David en relieve. En los primeros días del campo de exterminio, los nazis decidieron experimentar con la dosificación de los gases venenosos, por lo cual las víctimas tardaban varias horas en morir sufriendo terribles dolores.
Una vez muertos los prisioneros, se les arrancaba los dientes de oro, que se enviaban a Alemania, mientras que los cadáveres fueron enterrados en varias fosas comunes.
Torturas y asesinatos de mujeres y niños
Supervivientes del terror de Treblinka aseguran que vigilantes de las SS disfrutaban asesinando a diario a cientos de personas, y que incluso ensayaban distintos métodos de asesinato al disparar a los prisioneros al corazón, en los ojos, en la boca o en la nuca. Los nazis también mataban con arma blanca: con hachas o martillos. Las mujeres jóvenes fueron violadas y torturadas antes de que los mismos violadores les condujeran a las cámaras del gas.
Uno de los monstruos nazis fue un alemán llamado Sviderski. “El Maestro del martillo” se había especializado en el asesinato de niños. Supervivientes cuentan que en solo unos minutos, Sviderski mató a martillazos a quince niños de 8 a 13 años. Otro de los vigilantes de las SS un tal S.S.Zepf también disfrutaba asesinado, sobre todo, a niños al golpearles sus cabezas contra el suelo. Mientras tanto, otros asesinos como Schwartz y Ledek mataban diariamente entre 20 y 40 personas cuando regresaban del “trabajo”.
Sin embargo, los nazis consideraban que el proceso de exterminio no era lo suficientemente eficiente, por lo cual decidieron construir en otoño de 1942 diez cámaras de gas adicionales. A medida que avanzaba la guerra, y sobre todo a partir de febrero de 1943, cuando los nazis sufrieron importantes derrotas en el este de Europa, los vigilantes de las SS empezaron a destruir las pruebas de sus crímenes hasta que en otoño del mismo año clausuraron el campo de Treblinka.
Después de la guerra algunos de los monstruos nazis de Treblinka, como Franz Strangl y Kurt Franz fueron condenados a cadena perpetua.
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