El jueves 7 de abril, un testimonio excepcional se hizo escuchar en la junta mensual de la Unión de Sobrevivientes del Holocausto: Norma Ramos, una mujer que llegó a lo más bajo de la miseria, la prostitución y la enfermedad, relató cómo la intervención de una judía mexicana logró devolverle salud y dignidad.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- Estas son las palabras de Ramos en Bet El:
“Soy la mayor de cuatro hermanas, hija de una madre soltera, alcohólica y drogadicta. A través de su alcoholismo perdió un poco la cabeza y llegó al grado de explotarme, de prostituirme. Tuve que padecer mucho en mi niñez porque mi madre nos vendía: mis tres hermanas más pequeñas se perdieron. Yo fui la única que me quedé con ella,
A mí me tenía encerrada, me golpeaban; eran golpizas muy feas. Me quedaba días sin comer o me hacía comer vómito. Pero recuerdo que pasando todo eso, siempre vivió dentro de mí la esperanza de no desfallecer, de decir “algún día he de ver la bondad de Dios aquí”.
Porque yo decía: “No puedo creer que toda la gente sea mala, que todos sean indiferentes”, porque yo clamaba también y pedía ayuda, mas nunca la hubo en la familia, pues mi madre no tenía familia; entre las pocas personas cercanas, no hubo un apoyo, una instrucción; pero Dios me sacó de lo más vil y menospreciado. Me miró y siempre ha tenido cuidado de mí, porque cuidó de mi vida, de todo lo que pasó durante ese tiempo.
No todo fue que me causaran daño, también yo cometí errores y cosa malas. Me pude escapar de mi madre casi a la edad de 18 años. Cuando salí del lugar donde me tenía mi madre, yo salí descalza; sin blusa ni sostén y llena de sangre. Toda una semana anduve sin zapatos hasta que conseguí mi primer trabajo, pero en las condiciones que yo estaba, lo tuve que dejar. Tuve que robar algunas veces para poder comer o solventar mis necesidades. No es una justificación, porque robar no es bueno, es una mala opción y deja consecuencias y hechos terribles, pero aun así Dios tuvo misericordia de mí y me mandó hasta la cárcel; allí fui a parar, pero pude conocer más de él, se pudo avivar más ese amor y decir: “Sí existes, tengo que conocerte y tengo que seguir luchando”.
Cuando Norma salió de la cárcel, le fue aún más difícil conseguir un trabajo, pues tenía antecedentes penales y empeoraron las cosas: “Dos años después, enfermé de cáncer. Mi cuerpo se empezó a llenar de moretones; empecé a tener hemorragias y me desmayaba cada rato. Los médicos no encontraban qué era lo que tenía hasta después de un tiempo”.
Norma no tenía seguro social; utilizó el seguro popular pero “la hoja de gratuidad no cubría enfermedades catastróficas. Fue muy difícil pero tuve que reconocer mi gran insignificancia y el gran poder de Dios, tuve que doblar mis rodillas, pedirle perdón y decirle que me permitiera conocerle y que transformara mi vida”.
Norma aun no había tocado fondo. Faltaba el último golpe del destino.
“Ese día me encontraba yo trabajando en los baños de un restaurante donde entregaba toallas a las clientas. Mi cabello se había caído, estaba encorvada, no podía caminar… Me anunciaron que estaba despedida: “Das mal aspecto y asustas a los clientes”.
“Pero ahí Dios escuchó mi clamor. Ingresó al baño del restaurante un bello ángel, la Srita. Milly Cohen”. Cohen es una de las fundadoras del Museo Memoria y Tolerancia y había ido este día al restaurante de las Lomas. En los baños, encontró a Norma destrozada, ahogada en llanto.
Cabe mencionar que Milly es, además, voluntaria del Hospital General Centro Médico Nacional “La Raza”, donde apoya niños con cáncer. Dice Norma:
“Esta mujer, que no conocía, mostró gran misericordia conmigo y a pesar de que yo le platiqué, tal vez hasta con más profundidad, toda la porquería que había yo vivido en mi vida, ella me extendió su mano y me abrió su corazón. Tuvo confianza en mí.
Pude palpitar por primera vez en todo mi ser el verdadero amor de nuestro creador. Jamás lo había experimentado así, aunque ya había tenido la oportunidad de conocer algunas religiones. Buscaba el amor, trataba de ver donde podía yo buscar la ayuda, de buscar a Dios. El hombre siempre busca muchas manera de poder acercarse a Dios, yo la encontré y me puse a estudiar mucho: es muy importante poder alimentar nuestro espíritu, eso nos ayuda a crecer y encontrar paz y tranquilidad”.
Hoy, Norma Ramos es asistente de Milly Cohen en sus labores de voluntariado en La Raza:
“En el hospital, veo también muchas personas y veo la necesidad de que se muestre el amor de Dios; hay muchas personas que no saben cómo encontrar ese apoyo, hay otras personas que están enfadadas.
Quiero que D-os me permita seguir creciendo, que mis ramitas crezcan y florezcan, quiero poder seguir compartiéndoles a mis niños. Voy al hospital los martes y los viernes. Los martes voy a hacer manualidades con ellos y los viernes les leo Tehilim (Salmos) porque eso fue lo que confortó mi espíritu y mi alma, eso fue lo que me levantó.
Si definimos sabiduría, en la Torá, en el libro de Mishle, se dice que el principio de la sabiduría es el temor a Dios y el verso ocho nos dice: “Oye hijo mío la instrucción de tu padre y no desprecies la dirección de tu madre”.
La sabiduría es ver las cosas desde la perspectiva de Dios y reaccionar a ellas conforme a los preceptos de la Torá; no es suficiente ver las cosas como las ve Dios: debo actuar conforme quien soy, y soy una sierva de Dios. Acorde con lo que dice la Torá, así es tener la perspectiva de dios y seguir los preceptos de la Torá que Él nos da. Al hacerlo queda de manifiesto que podré evaluar las circunstancias y a la gente que amo para tomar decisiones acertadas y basar mis decisiones en experiencias vividas, sabiendo que esta prueba es para hallar o probar si nuestra fe es genuina”.
¿Vale la pena sufrir tanto cuando Dios prueba nuestra fe?
“Claro que vale la pena pasar por dificultades y debemos tener sumo gozo en nuestro corazón cuando pasamos por ellas. Dios ayuda de esa manera a que nuestra fe aumente y se fortalezca en nosotros, de esa manera crecemos. La fe que nunca ha sido probada, es incierta, una persona que nunca ha sido examinada o probada no sabrá si tiene fe.
Cuando nos instruimos y nos acercamos a Dios Él nos edifica y nos hace ser mejores. No es importante lo que uno haya sufrido, muchas persona han padecido, lo importante es la manera en que Dios actúa en cada uno de nosotros, lo que hace en nuestras vidas, cómo nos levanta, cómo nos fortalece, cómo tiene misericordia de cada uno de nosotros, cómo nos escuchó al clamar, porque creo cada uno de nosotros hemos clamado con todo el corazón y Él siempre ha permanecido fiel.
Dios lo es todo para mí y creo que para cada uno de nosotros. Agradezco mucho que me hayan permitido estar con todos ustedes”.
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