De patrulla con los rastreadores beduinos de Israel

SAL EMERGUI

Cinco de la mañana. Las primeras luces aparecen tímidamente en la frontera entre Israel y la Franja de Gaza. Esta tensa y habitualmente violenta zona se despierta con una calma majestuosa. Desconfiada desde el interior del Land Rover blindado a pocos metros de las localidades palestinas de Deir El Balah y El Bureij. Los efectivos armados del grupo islamista Hamas observan a los observadores israelíes.

Rutina.

“No hay nada como despertarse tan pronto y ver la naturaleza así pero sabemos que todo puede cambiar en un segundo y de repente estar en una situación muy diferente”, avisa el beduino Tamir Saad (47 años) al volante del jeep militar mientras explora un terreno que conoce mejor que su propia casa en el norte de Israel. La unidad de rastreadores beduinos del ejército israelí es su primer hogar.

Armados con intuición y experiencia en el desierto, los Gashashim deben encontrar e interpretar huellas que pueden avisar de la infiltración de un comando desde Gaza, así como de túneles y explosivos. “Tenemos el sexto sentido del rastreador. Es una habilidad innata beduina”, comenta el jefe de la unidad en la zona.

Descifrando una pisada.

Acompañamos a Saad y sus soldados en un amanecer muy tenso 24 horas después de que un explosivo sorprendiera un vehículo militar israelí. Cada día, al salir el sol y caer la noche, los rastreadores beduinos exploran el terreno para asegurarse de que está “limpio”. Analizando una pisada, deducen si su autor entra o sale de Gaza, si está cansado, si lleva peso (insinuaría que va armado), si camina con miedo, etc. “Podemos intuir si se trata de un terrorista que viene a cometer un atentado o de un pobre joven en busca de trabajo en Israel”, apuntan en el jeep. No hay patrulla en la frontera sin sus ojos. Son la avanzadilla. “Somos los primeros en la misión y también en ser disparados. Debido a la amenaza constante de los francotiradores, pasamos ahora más tiempo en los vehículos blindados y menos fuera donde estamos muy expuestos”, nos cuenta Saad.

Tras rastrear la zona y confirmar que no hay rastros sospechosos, prepara una “trampa” a uno de los suyos, el joven Amad. El ejercicio consiste en dejar huellas que engañen al rastreador haciéndole creer que el infiltrado ha regresado a Gaza. Al cabo de unos minutos, el examen. Desde el primer jeep, Amad detecta las huellas y ordena parar el convoy. Baja, escruta y sentencia: “Estas pisadas nos quieren hacer pensar que ya se ha ido de Israel pero en realidad ha caminado para atrás y sigue aquí”, informa Amad señalizando los rastros. Su mentor asiente con orgullo.

“Es fácil hallar las huellas. Lo aprendimos en la infancia. Sigo el camino de mi padre que estaba en la unidad”, nos comenta Amad. “Ningún robot actúa con nuestra intuición”.

La labor casi primitiva de estos soldados contrasta con los cada vez más numerosos artilugios tecnológicos en uno de los ejércitos más sofisticados del mundo. Saad entiende el uso de altas tecnologías pero aclara: “Ningún robot o cámara puede actuar con nuestra intuición natural. Se puede aprender a ser rastreador pero es difícil que tenga la habilidad de un beduino”.

Gaza está presente en cada paso del explorador. “Yo sé que los tipos de Hamas me vigilan de la misma forma que como yo los veo a ellos”, señala. Coincide en que cuanto más sufrimiento haya en Gaza, más cerca estallará una guerra. ¿Prevé un nuevo enfrentamiento? “Hamas intenta que no haya infiltraciones armadas a Israel pero no lo consiguen al 100%. Hamas es el padre y la madre de Gaza e Israel le considera con razón el responsable de cualquier ataque desde la zona que controla”, responde .

Saad recuerda con satisfacción que en esta zona descubrió cinco explosivos en los dos últimos años y con pesar la muerte de varios compañeros en un ataque palestino en el 2004.Pero no sólo los comandos les preocupan. Debido a la pésima situación en la Franja, se ha disparado el número de jóvenes que atraviesan la verja jugándose la vida. “Encontré a uno de ellos con un cuchillo que buscaba trabajo y me dijo: No aguanto más en Gaza. Quiero trabajar y ganar dinero.

“Beduino, musulmán, israelí”

No ve dilema entre su origen y el ejército. “Soy beduino, musulmán y ciudadano israelí. Tengo mis derechos y obligaciones. Debo contribuir a la seguridad de Israel. Los beduinos siempre fuimos los guardianes de las fronteras. Desde que me alisté en 1990, he recibido el mismo trato que cualquier otro soldado”, asegura. Una situación diferente cuando están sin uniforme. “Tuve un soldado beduino y casado que me vino con los ojos lagrimosos porque iban a destruir su casa al estar construida ilegalmente. El Estado no ha hecho suficiente para ayudar a los beduinos”, añade.

Su opinión sobre Hamas no difiere de la que tiene el resto de israelíes. Para Hamas, él es peor incluso que un judío israelí. “En sus medios nos llaman traidores. Los palestinos que he detenido tras infiltrarse saben que soy beduino. Conocen a los Gashashim”.

Ya en su base, Saad recibe un aviso urgente:”¡Sospecha de infiltración!”. El beduino regresa al jeep y vuela. Falsa alarma. Lo que no será falso al cabo de tres horas son los disparos contra una patrulla. La calma puede ser más efímera que una huella.

Fuente: cciu.org.uy

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