IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Confieso que me resulta difícil decidir por dónde comenzar la respuesta, porque no quiero redundar en lo ya dicho en mi respuesta anterior. Pero tengo un problema: Leonardo, en esencia, me repite lo mismo que en su primera respuesta. En realidad, me deja con la sensación de que su última respuesta fue aquella, la primera, y esta sólo es una suerte de eco.
Lamento, en ese mismo orden de ideas, que no se lance a discutir el punto medular que le señalé. Ni siquiera para explicar su postura; menos aún para intentar mostrarnos que tiene razones sólidas para sustentarla. En vez de ello, divaga un poco sobre ciertos detalles que tienen más que ver con estilos de escribir, que con ideas y argumentos.
En mi respuesta anterior le señalé de manera muy precisa que lo que me parece preocupante y alarmante de posturas como la suya –generalizada en la izquierda israelí– es ese discurso que no pasa del “mea culpa”, en el que la mayoría de los judíos israelíes y su gobierno parecieran ser lo peor de este mundo.
Él se queja de que “llevo sus argumentos hasta el extremo”, y sí. Lo hago porque uno debe ser consciente de cuáles son las implicaciones completas de lo que uno dice. No puedes abrir una puerta y luego decir “entra, pero nada más dos pasos”. Si ya abriste la puerta, ya dejaste el acceso abierto con todo lo que eso implica.
He ahí la primera inconsistencia de su respuesta: habló sin medir las consecuencias totales de lo que dijo; luego, se limitó a quejarse de que yo llevé sus palabras hasta sus últimas consecuencias. Lo demuestra, involuntariamente, cuando me dice “conozco sobremanera el argumento de que para los palestinos la ocupación es la de toda la Palestina entera. Pero el problema fundamental sigue siendo el de la realidad objetiva, el de tres millones de palestinos que por casi cincuenta años viven privados de los derechos de que yo gozo…”.
Es una frase terrible. Conoce la idea de que la lucha palestina contra “la ocupación” es, en realidad, una lucha por la destrucción de Israel. Pero Leonardo se niega a admitirlo como una realidad objetiva. Para él, sólo es un argumento. Es decir, se parece más a una telaraña mental mía que a una realidad que se verifica todos los días.
Para él, lo fundamental son las condiciones de vida en la que viven los palestinos desde hace cincuenta años.
Yo no voy a cometer el error de decir que eso no es un problema, de rebajarlo a “argumento”. Pero sí debo señalar que, sorprendentemente, Leonardo menciona ese hecho como si fuera una realidad aislada cuyo único responsable es Israel.
Aunque me diga que trabaja con la Historia de Israel, tendré que recordarle que las condiciones de miseria en la que vivían las poblaciones árabes de la zona se remontan al Imperio Otomano; y, en su etapa moderna, las condiciones de marginación en las que surgieron y se consolidaron los campamentos de refugiados palestinos, fueron establecidas por Egipto, Jordania, Siria y Líbano entre 1949 y 1967. Y tendré que recordarle también que no existe grupo humano que haya recibido más ayuda económica que los palestinos. En los últimos 40 años han recibido casi 32 billones de dólares (imagínense: Alemania, con una población ocho veces mayor, sólo recibió 1.2 billones después de la II Guerra Mundial; y con eso se hizo una potencia).
Aprovecho el trance para recordarle que, tal y como los propios árabes admitieron en su momento, a los refugiados de la guerra de 1948-1949 se les mantuvo en esas condiciones de marginación para que no se asimilaran a una nueva realidad, y estuvieran siempre dispuestos a apoyar cualquier proyecto de destrucción de Israel.
Vez tras vez, los hechos se han encargado de demostrar que la violencia palestina tiene vida propia, agenda propia. No depende de lo que el gobierno o la sociedad israelí hagan o dejen de hacer. Si la propia sociedad se ha decantado hacia un tipo de gobierno renuente a hacer concesiones a los palestinos, es porque ha visto a lo largo de los años que cuando hubo gobiernos dispuestos al diálogo y dispuestos a ceder, la respuesta palestina siempre, inequívocamente, fue la misma: violencia.
Pero eso no existe para Leonardo. Queda reducido a mero argumento. Por eso, cuando procede a hacer una lista de los actos violentos que fastidian la situación y hacen imposible una solución, sólo hay menciones a los ataques judíos. Supongo que porque hemos de ser terribles.
Los palestinos que salen con cuchillos a intentar matar judíos no son parte del problema. No son una realidad objetiva. No son un dato fundamental. Sólo son mi argumento. El asesino que se subió a un camión con una bomba y trató de matar judíos tampoco. La incitación permanente desde la oficina de los sátrapas palestinos que viven en la opulencia y no arriesgan un solo centímetro cuadrado de su piel, porque prefieren mandar como carne de cañón a la gente pobre e ignorante, tampoco.
Recuerden (lo señalé en mi nota pasada): en el mapa mental de Leonardo, a los palestinos sí se les concede la posibilidad de la violencia extrema. Son animales. Se les tiene que permitir que reaccionen de esa manera brutal, y a la hora de hacer el recuento de los hechos violentos, sólo hay que mencionar los cometidos por judíos israelíes. Eso es la única realidad objetiva.
Pues con la pena, me rehuso. Sigo creyendo que los palestinos son seres humanos y que pueden comportarse como seres humanos. Afortunadamente, hay muchos que lo han demostrado y han apostado por la no violencia, corroborando que la marginación y la miseria pueden terminar si el esfuerzo se encausa por la ruta correcta.
Sí, yo sé que hay israelíes derechistas desquiciados que han atacado esos proyectos donde israelíes y palestinos construyen la paz, pero no porque me moleste el hecho tengo que negarlo. No necesito reducir esos hechos a “argumento” y pretender que la realidad objetiva está en otro lugar. Al contrario: agradezco que, en general, la sociedad israelí en general siempre ha condenado esa violencia que no le aporta nada a nadie, y que el gobierno incluso ha perseguido y encarcelado a muchos de los promotores de esa violencia judía de derecha.
Oh, pero a la Autoridad Palestina no se le puede exigir algo semejante. Son palestinos. Su rol en esta vida es fomentar la violencia, porque gobiernan a gente arruinada y marginada por ellos mismos, y eso les da permiso de ser brutales e irracionales. Por eso supongo que está bien que ellos llamen “héroes” a los palestinos que matan judíos, que le den pensiones a sus familias, que les pongan sus nombres a las calles y a los parques, que les hagan homenajes, y que hasta propongan a uno de ellos como candidato al Premio Nóbel de la Paz.
De todos modos, cuando hagamos la lista de actos violentos, sólo vamos a incluir los cometidos por judíos.
¿Estaré siendo demasiado quisquilloso? ¿Estaré llevando demasiado lejos las palabras de Leonardo?
No. Sólo estoy siguiendo la lógica que él propone. Abrió una puerta; yo sólo estoy viendo qué hay en el interior del cuarto, y me resulta infantil que me acuse de ello, como si me hubiera dicho “mira, voy a abrir la puerta, pero sólo asómate un poco y no mires demasiado…”.
Por eso no entiende cuando le señalo que la sociedad israelí se está hartando de eso, y que la violencia en contra de los sectores de izquierda tiene que entenderse en esa realidad objetiva.
No voy a justificar que se ataquen centros israelíes-palestinos, o que se importune a los ancianos padres de algunos activistas con llamadas telefónicas a deshora, o todo lo demás. Lo repruebo, porque me parece una violencia tan absurda como innecesaria.
Pero me decepciona que la izquierda no se dé cuenta que es una reacción lógica (injustificable, pero lógica) hacia la absurda rutina de sentarse a reflexionar sobre la violencia, pero sólo condenar la violencia judía (ficticia o real; y lo digo porque en el momento en que se cree que las condiciones de marginación palestinos son consecuencia única y exclusivamente de lo que hacen los judíos israelíes, se está viviendo en la absoluta ficción), y expresarse siempre como si la violencia palestina fuera normal.
Leonardo no se da cuenta, pero eso es lo que está provocando que las actividades de la izquierda israelí sean las que más estorban para lograr una paz verdadera. Solapando a los palestinos y diciendo “mea culpa, mea culpa…” todo el tiempo no se va a llegar a nada. Sólo van a convencer a los palestinos de que vale la pena seguir intentando matar judíos, si de todos modos nosotros mismos nos echamos la culpa.
En el otro extremo, la sociedad israelí va a cerrarse aún más a lo que pueda decirse desde la oposición al discurso oficial.
Los palestinos tienen muchos problemas como sociedad. Están llenos de prejuicios y vicios cuyo origen no tiene nada que ver con Israel. Son parte de los prejuicios y vicios de las sociedades árabes, heredados del feudalismo brutal e inhumano que todavía se vive en muchos espacios de estas naciones. Asumir una postura paternalista y decir “oh, pobre gente, tanto que sufren y yo tan malo que soy…” no ofrece ninguna solución.
Es un simple regla de educación: si quieres que tu hijo deje de comportarse de cierta manera, no lo premies cuando se comporte de esa manera.
Los palestinos sufren. Mucho. Es una de las tantas partes objetivas del problema. Pero la culpa no es de Israel, en primer lugar. En realidad, ni siquiera se tiene que hablar de culpa, porque se trata de un problema social e histórico donde son muchos los factores determinantes que se conjugaron para construir la realidad que se tiene hoy día.
Pero ni modo: hay que lograr que ellos mismos se den cuenta de las digresiones en las que viven, de las taras culturales que no les permiten salir del hoy en el que se han metido, y obligarlos a que se comprometan con una solución benéfica para todos.
Se puede. Yo estoy seguro que se puede.
Pero evadiendo la incómoda realidad de que en este preciso momento la mayoría de la sociedad palestina sigue atorada con la idea de que “hay que destruir a Israel”, o reduciendo esa realidad objetiva a “un argumento” y pensando que todo lo fundamental está en otro lado, no aporta absolutamente nada. De hecho, es contraproducente.
No me queda más remedio que reiterar: la izquierda israelí ha perdido el contacto con la realidad. Y se obstinan en ello. Lo refleja esta terrible frase de Leonardo: “… sé que llegará el tiempo en que mi hijo tenga la edad de ese soldado, que sirve en condiciones imposibles para él, ya que su gobierno, Y NO LOS TERRORISTAS, insisten en perpetuar un estado de cosas que no se segui´ra sosteniendo sin que se vayan volviendo normales y cotidianas las aberraciones y las conductas violentas…”.
Las mayúsculas las puse yo, naturalmente. Lo hice para señalar el punto donde Leonardo ya perdió de vista el problema en toda su dimensión.
Y reitero: no digo que no haya problemas en el gobierno israelí; no voy a reducir esa faceta a un “argumento” del otro. Pero en el momento en que puedes quejarte del clima de violencia en Israel y decir que es culpa de tu gobierno, pero exhonerar a los terroristas palestinos (porque eso hizo Leonardo, le guste o no: los ha exhonerado), algo está mal. Muy mal.
Yo no puedo con ese discurso. Es evidente que una amplia mayoría de la sociedad israelí tampoco puede. Los propios palestinos tampoco pueden. Se aferran a eso, pero sólo les ha servido para perpetuar el terrible limbo en el que viven.
Mientras, supongo que no tendré más alternativa que seguir contemplando cómo la izquierda israelí ha optado por marginarse de la realidad, cerrarse a la posibilidad de aportar ideas y soluciones, fascinados con la autocomplacencia con la que creen que protegen su estatura moral, confundiendo eso con el solapamiento de una sociedad que se ha dañado profundamente a sí misma, y que está pidiendo a gritos que la saquen de ese marasmo.
Pero no. La ayuda hacia los palestinos no va a venir de la izquierda. No con esos discursos, no con esa lógica, no con ese complejo de culpa.
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