Los participantes en el gran Seder de Pesaj en Gondar rezan por que la última decisión del gobierno israelí realmente signifique “El próximo año en Jerusalem”
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Fueron los niños Bnei Akiva que iniciaron el baile, por supuesto, al final del Seder de Pesaj cuando dijimos “L’Shaná haba’á B’Yerushalayim” – El próximo año en Jerusalén. Estos niños, que han estado esperando durante años para hacer aliá a Israel, cantaron las palabras con pasión, bailando en círculos entusiasmados, saltando abrazados por la espalda y alzando a los niños más pequeños sobre sus hombros. Una emprendedora niña de cinco años se lanzó de la tarima a la multitud que bailaba y fue aupada en el aire.
Las palabras “El próximo año en Jerusalem” son agridulces para la comunidad judía de Gondar. Contienen momentos de esperanza, pero también décadas de añoranza, un sinnúmero de frustraciones, obstáculos burocráticos, el dolor de la separación de las familias, y miles de años de tradición. El Seder de Pesaj, que vuelve a contar la historia de la salida de Egipto a Israel, de la esclavitud a la libertad, trae su lucha por convertirse en israelíes sobre el tapete.
Algunos de los 6.000 miembros efectivos de la comunidad judía de Gondar han estado esperando más de 25 años para trasladarse a Israel, atrapados en el limbo, mientras ven desde lejos las disputas políticas en Israel.
Cerca de 135.000 judíos de origen etíope viven en Israel. Decenas de miles de judíos de Etiopía fueron transportados por aire a Israel durante la Operación Moisés en 1984 y la Operación Salomón en 1992. Desde entonces, otros 50.000 judíos de Etiopía han hecho aliá a Israel, a un ritmo de alrededor de 200 por mes.
Pero todavía quedan aproximadamente 9.000 judíos en Etiopía, según la comunidad. Los judíos que aún quedan en Etiopía son los llamados “falash Mura”, descendientes de judíos convertidos al cristianismo hace generaciones, a menudo bajo coacción.
En noviembre, los judíos en Etiopía celebraron la decisión del Gobierno de aprobar la aliá de 9.000 judíos de Etiopía. La aprobación falló tres meses más tarde, cuando la Oficina del Primer Ministro se negó a poner en práctica el programa, porque los $ 1 mil millones necesarios para financiar la absorción no estaban previstos en el presupuesto. Se encontró financiación y la aliá fue aprobada de nuevo el 7 de abril.
Se espera que la aliá de los “últimos” 9.000 judíos comience en junio y continuará aproximadamente unos cinco años.
El Seder de Pesaj el viernes para aproximadamente 3.000 personas en Gondar tenía un aire de celebración, ya que muchos en la comunidad creen que tal vez esta vez, por fin, celebrarán sus futuros Séder de Pésaj en Israel.
“No estáis solos, en todo el mundo hay gente pensando igual que vosotros las mismas palabras esta noche”, dijo el rabino Menajem Waldman al comienzo del Seder. Waldman, un rabino de Haifa que ha sido rabino de la comunidad judía en Etiopía durante los últimos 35 años, ahora trabaja para la Agencia Judía. Mencionó los nombres de los diputados que visitan o apoyan a la comunidad, entre ellos los diputados del Likud David Amsalem y Avraham Neguise, que se negaron a votar con la coalición durante dos meses hasta que la Knesset aprobó el plan para llevar a los 9.000 etíopes a Israel.
Waldman recordó a la comunidad que la Agencia Judía volvía a patrocinar la comida del Seder por primera vez desde que se anunciara el “fin” de la aliá de Etiopía en agosto de 2013. Y les dijo que miles de judíos en todo el mundo, en Israel y Estados Unidos, abogan por reanudar la aliá y reunificar a las familias extendidas entre Etiopía e Israel.
Un seder para 3,000 es caótico, ruidoso, bullicioso, excitante. Requiere dos semanas de preparación hornear 50.000 matzahs hechas a mano sobre el fuego. El jueves transcurrió barriendo la sinagoga de piso de tierra de arriba a abajo, y el viernes fue para preparar los alimentos: hirviendo 2.000 huevos y 400 kg de patatas, elaborando a mano la mezcla de maníes-dátiles-plátanos para el haroset con dos grandes mazos de madera.
A primeras horas de la tarde del viernes, cuando el sol se volvió dorado y las banderas de Etiopía e israelí revoloteaban en la brisa, los frenéticos preparativos se completaron por fin.
La gente comenzó a llegar con dos horas de antelación, las mujeres vestidas con hermosos velos blancos y los niños limpios y excitados. Decenas de líderes de la sinagoga trabajaron durante todo el día del viernes para hacer bolsas de “golosinas de Seder” para cada participante, con una patata cocida, un huevo, una hoja de lechuga, y la matzá. Tal vez el mayor milagro fue que las bolsas se repartieron más de tres horas antes del comienzo del Seder, y casi nadie, ni siquiera los niños más pequeños, abrió la bolsa para tomar un aperitivo antes del Seder.
La velada comenzó con Kabalat Shabat (ceremonia de bienvenida al sábado), ya que Pesaj comenzó el viernes por la noche. Cuando la multitud comenzó a cantar la canción tradicional local de la noche del viernes “Sambuse, Sambuse”, las mujeres estallaron en aullidos y la multitud se volvió loca, bailando y lanzando sus brazos al aire.
A los líderes de la comunidad les tomó un tiempo conseguir que todos se sentaran de modo que Waldman pudiera comenzar el Seder.
Mientras recorrían el texto abreviado – este es el pan de la pobreza, esta es la hierba amarga, esta es la primera copa de vino – las personas alzaban los objetos en alto, un mar de huevos duros se levantaron por toda la sinagoga. Unos 50 niños cantaron las Cuatro Preguntas a todo pulmón que el resto de la comunidad aplaudió.
El vino dulce casero, elaborado con 40 kg de pasas de uva fermentadas en dos grandes cubos de basura durante una semana, fue el mayor éxito del Seder, con los niños trepando para conseguir una taza.
Un Seder de 3000 personas no deja mucho espacio para discusiones profundas o reflexiones sobre los temas de la Pascua. Pero tal vez tenga menos que ver con las palabras, y más con la realidad del anhelo por Israel, y la esperanza de que este sea el año en que sus propios éxodos llegarán a su fin.
Cuando la noche terminó cantando el Hatikva, el himno nacional de Israel, la triste melodía se transformó. Fue un canto de despertar gritado con resolución y fuerza. Era una promesa, no un ruego. Y cuando lo cantaron, no pude evitar romper a llorar.
Porque vivo en Israel, sé que no es el lugar perfecto de sus sueños, ni de los sueños de los demás. “¿No sabes lo difícil que será cuando llegues?” Parte de mí quería decirles. ¿No sabes del racismo, la violencia y el terrorismo sin sentido que Israel enfrenta de sus enemigos?”
No importa cuán difícil pueda ser Israel, también hay momentos de belleza que quitan el aliento. “Extrañaré Etiopía, pero mucho más, mi alma ahora añora Tierra Santa”, me dijo uno de los cantores en Etiopía mientras supervisaba la preparación de matzá. Y comprendí.
En algún momento el viernes, casi todos los judíos del mundo volcaron sus pensamientos hacia un solo lugar, Jerusalem, y volvieron a contar la historia de la salida de Egipto.
Para los judíos de Etiopía, estas palabras no son una historia tradicional. Son una realidad, una esperanza, una petición, una promesa. Este año somos esclavos, el año que viene seremos libres. Ahora estamos en nuestro Egipto, pero tenemos la esperanza: ¡El próximo año en Jerusalén!
Fuente: The Times of Israel / Melanie Lidman – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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