Los analistas señalan que Obama, a pesar de seguir siendo representante de un país amigo, se ha equivocado en su política respecto a Irán.
ESTHER SHABOT PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO – Los medios de comunicación en el reino saudita son capaces de mostrar una considerable diversidad de posturas políticas al analizar situaciones internacionales de las que se sienten lejos. Otra cosa es cuando se trata de asuntos que conciernen directamente a su país y en los que evidentemente están involucrados la casa reinante o las instituciones nacionales. En esos casos, no hay espacio más que para la alabanza y justificación de todo aquello que tenga que ver con las decisiones oficiales sea cual sea el área de la que se hable. La crítica a la figura del rey o a la alta oficialidad gubernamental es inexistente, en concordancia con la naturaleza del régimen cuya legitimidad se basa en criterios de alcurnia religiosa heredada y de voluntad divina. Es por ello que los comentarios de la prensa saudita alrededor de la visita que el presidente Obama hará en estos días son bastante uniformes en sus análisis y conclusiones.
Lo primero que aparece en la mayoría de quienes tratan el tema es la constatación de los fuertes lazos que han unido y siguen uniendo a Riad con Washington: económicos, energéticos, militares y de seguridad. Esto es el prólogo que anuncia el gran reclamo actual del reino saudita, el referente a que la administración de Obama, a cambio de un dudoso acuerdo con Irán en la cuestión del programa nuclear de éste, haya pavimentado el camino para una eliminación de las sanciones internacionales contra Teherán promoviendo así la reinserción y el fortalecimiento del régimen de los ayatolas en el concierto internacional. Lo cual implica, por supuesto, un desafío al liderazgo regional de Arabia Saudita, crecientemente amenazado por la expansión del poder chiíta de los iraníes. Abundan en ese sentido, en la prensa saudita, los recuentos de las fechorías de Irán: en la guerra civil en Yemen; en territorio libanés vía el activismo terrorista del Hezbolá; en el tema del apoyo al régimen de Bashar al-Assad en Siria; y en maniobras de tráfico de armas e intentos de control del gobierno iraquí.
Las conclusiones de los analistas sauditas son así, en pocas palabras, las siguientes: Obama, a pesar de seguir siendo representante de un país amigo y socio de Arabia se ha equivocado en su política respecto a Irán y ha descuidado sus responsabilidades en la región en su calidad de gran potencia. Por ello —dicen— son absolutamente legítimas y encomiables las decisiones recientes del rey Salman, de proceder a cubrir los frentes que han quedado desprotegidos a partir del “abandono de Obama”. Tanto la intervención militar saudita en la guerra civil en Yemen, como la consolidación de acuerdos en diversas áreas con los países del Consejo de Cooperación del Golfo van en ese sentido. De igual manera, se habla en términos muy positivos de la reciente visita del rey Salman a Egipto, visita que sirvió para anunciar un abanico de muy ambiciosos acuerdos y empresas conjuntas entre los dos países y también para situar a ambos en un mismo frente en cuanto a la política regional. El aplauso va así al monarca que está siendo especialmente proactivo al tomar decisiones enérgicas destinadas a contener los avances de Irán, su rival y competidor con quien están rotas las relaciones diplomáticas desde hace medio año.
Pero a pesar del entusiasmo que despierta la política saudita entre sus comentaristas locales, es un hecho que el signo dominante en Oriente Medio sigue siendo la incertidumbre. Las guerras civiles, el terrorismo islamista (del cual ha sido, sin duda, corresponsable el propio régimen saudita), la fragmentación étnico-religiosa, la nueva participación de Irán, los millones de refugiados, el estancamiento de los precios del petróleo y los erráticos comportamientos de Estados Unidos, Rusia y las naciones europeas en este vecindario, hacen que el panorama, aun en el futuro cercano, sea más impredecible y caótico que nunca. Ello a pesar de las maniobras del liderazgo saudita o de cualquier otro de los actores que se mueven en este escenario pretendiendo modelarlo según sus particulares conveniencias e intereses.
Fuente: Excelsior
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