La cinta Céline se acaba de estrenar en Francia y es la historia de un judío que quiso defenderlo.
En diciembre de 1945, Louis-Ferdinand Céline no sólo era uno de los escritores más grandes de Europa, también era uno de los enemigos más famosos de la Francia de posguerra. Después de haber escrito Viaje al fin de la noche (1932), una de las novelas capitales de la literatura francesa, el autor no encontró mejor idea que desatar su antisemitismo arrebatado en tres panfletos infames: Mea culpa (1936), Bagatelas para una masacre (1937) y La escuela de los cadáveres (1938), en los que, lejos de todo afán poético, escribió frases como ésta: “Los judíos, racialmente, son monstruos, son híbridos, lobos cazadores que deben desaparecer”. Tras la caída del régimen de Vichy y la inminente derrota de Alemania, Céline huele el peligro de sus textos y en junio de 1944 abandona París para refugiarse en Dinamarca, donde pasará 18 meses en la cárcel tras ser acusado de traición por la justicia francesa.
Boicoteado por el mundo literario y perseguido en sus tierras, el escritor se refugia junto a Lucette, su mujer, en una casa de campo en las afueras de Copenhague, lugar al que, cuatro años más tarde, arribará una visita insólita: Milton Hindus, un joven profesor judío estadounidense, llega con la idea de pasar dos meses con el genio literario, al que ha defendido a golpes y por quien escribió una petición de apoyo firmada incluso por Henry Miller. Así comienza Céline, dos payasos para una catástrofe, la película del director Emmanuel Bourdieu.
“El interés de esta historia es que se desarrolla en un período reducido de tiempo y muy crítico en la vida de Céline: los tribunales franceses lo persiguen por haber colaborado con el enemigo, la resistencia comunista danesa lo amenaza, está solo, lejos de su hogar y en medio de una naturaleza que detesta. Es en estas situaciones críticas que nuestra verdad más profunda emerge. De ahí que el exilio danés sea la ocasión ideal para capturar su esencia”, explica Bourdieu a La Tercera, quien escribió el guión a partir del libro Céline tal como lo vi, del propio Milton Hindus.
La película, construida alrededor de tres personajes -el profesor, el escritor y su mujer- muestra a un Céline explosivo y abominable, incapaz de controlar sus arrebatos antisemitas frente al único hombre que quiere y puede ayudarlo a volver a Francia. “¡Un judío que defiende a Céline es una bendición inesperada!”, dice Lucette sobre Hindus, quien llega a Dinamarca con la convicción de que el genio literario y el racismo de Céline son facetas disociables. “Hindus apela a una concepción ‘internalista’ de la crítica literaria, según la que uno puede y debe separar la obra de las características contingentes de su autor. Esta idea funciona mientras permanece en el ámbito teórico, pero vuela en pedazos cuando se confronta con la personalidad del autor. Es lo que descubre cuando visita a Céline”, explica Bourdieu.
Aunque no es primera vez que el cineasta aborda el tema del antijudaísmo en las letras francesas, el caso de Céline es particularmente polémico: considerado uno de los autores más trascendentes de la literatura del último siglo, su figura sigue dividiendo a Francia. En 2011, el ministro de Cultura de ese país anuló una ceremonia por los 50 años de su muerte debido a sus “inmundos escritos antisemitas”, mientras que el expresidente Nicolas Sarkozy desató un escándalo tras decir que es su escritor preferido. “¡Se puede amar a Céline sin ser antisemita de la misma forma en que se puede amar a Proust sin ser homosexual!”, dijo en su defensa. De ahí que la cinta haya reavivado los debates en torno al autor, una de las caras más visibles del gran tabú que existe en Francia hasta hoy: el colaboracionismo con los nazis.
Pero esa no era la única arista que a Bourdieu le interesaba. “Se subestima mucho la violencia extrema del mundo intelectual. Esta violencia oculta, negada, me interesa, tanto a través de las figuras tiránicas de los grandes ‘maestros’ maléficos, como a través de los discípulos atormentados que corren detrás de ellos. La cuestión central aquí es cómo Hindus puede negarse a sí mismo y traicionar sus valores por amor a su ‘maestro’”, detalla.
Pero Hindus no es el único. “Céline es mi Proust, incluso si su antisemitismo lo convierte en una persona abyecta e intolerable. Para leerlo, tengo que suspender mi consciencia judía”, afirmó alguna vez Philip Roth. El peso aplastante de su talento, según Bourdieu, es lo que más desconcierta: “A Céline se le debe una revolución en la novela: la invención de lo que algunos llaman ‘la novela hablada’. De ahí que su antisemitismo sea mucho más difícil de comprender y mucho más inquietante cuando se es amante de la literatura”.
Fuente: La tercera
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