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jueves 21 de noviembre de 2024

ISIS utiliza los libros de texto para convertir a los niños sirios en terroristas

MIKEL AYESTARAN

La manipulación empieza en las aulas y continúa en las calles de las plazas fuertes que controlan.

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«El martirio por Alá es el momento deseado por todo musulmán. Los fieles siempre lo han añorado porque permite verse cara a cara con Alá. Ver que te quiere. Sonríe solo para ti», así comienza «La felicidad de obtener el martirio», uno de los textos clave que ISIS difunde conforme gana terreno el «califato» y al que este medio ha tenido acceso tras encontrar varias copias en Palmira, ciudad del centro de Siria ocupada por los yihadistas durante diez meses hasta su liberación por el Ejército el 27 de marzo.

La estrategia militar de los yihadistas basa gran parte de su éxito en las operaciones suicidas y para ello necesita convencer al mayor número de seguidores posible del «califa» de las virtudes de colocarse un cinturón y saltar por los aires o hacerse estallar al volante de un vehículo cargado de explosivos contra una posición enemiga.

ISIS define al mártir como aquel que «muere por alzar la palabra de Alá, por instaurar la ley de Alá, no el que muere por una nación o región» y asegura que «Alá le perdonará sus pecados, le garantizará un asiento en el paraíso, le bendecirá con la fe, se podrá casar con 72 vírgenes y podrá pedir el perdón para 70 de sus familiares el día del juicio final». El texto, salpicado de citas del Corán y hadices (dichos y las acciones del Profeta Mahoma relatadas por sus compañeros), insiste en que «el auténtico fiel no sufre al morir, es solo como un pellizco, no se siente nada» y alienta a los combatientes a tomar esta decisión que es «el camino más corto para llegar al paraíso».

«La felicidad de obtener el martirio» es parte del material de propaganda que los yihadistas difunden sin descanso entre la población que reside en el «califato». Entre las ruinas de la comisaría de la Policía Islámica de Palmira, también pudimos encontrar manuales para explicar la vestimenta correcta, la obligatoriedad de dejarse barba, instrucciones para intentar captar a musulmanes de Europa para la yihad… todos los documentos en clave didáctica, con los castigos que se deben aplicar en caso de infracciones claramente especificados, con el sello de la «Biblioteca Al Hima» la encargada de su divulgación, y la bandera negra del grupo.

«No pierden el tiempo, tienen todo el material que emplean en lugares como Raqqa y Mosul, y si avanzan militarmente, lo llevan con ellos para acelerar el adoctrinamiento, piensan que son un estado de verdad», confiesa el coronel Samir Ibrahim, oficial del Ejército sirio que participó en la batalla por Palmira y que guarda este tipo de material en su oficina, un lugar ocupado previamente por los yihadistas como demuestran las pintadas que ensalzan a Alá en las paredes.

El adoctrinamiento empieza desde las aulas. En los libros de texto consultados por este enviado especial, fotocopias en color encuadernadas con espiral, los primeros capítulos se dedican siempre al islam y poco a poco van entrando en materia. En matemáticas los niños aprenden a contar con dibujos de balas de Kalashnikov y esta arma es también el recurso gráfico que emplean para llenar cualquier página en la que quede un espacio en blanco. Sea cual sea la asignatura, los libros se abren con una primera página de introducción en la que explican que el «califato» es «un oasis fresco en medio de una región invadida por diablos» y que tiene por delante «un enorme trabajo para alejar ideologías como el socialismo o el capitalismo».

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Expertos en yihadismo como Luis de la Corte, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid especializado en temas de seguridad, defensa e inteligencia, destacan la importancia del análisis de este tipo de documentos a los que ha tenido acceso ABC, ya que «puede ayudar a desarrollar estrategias de contranarrativa para prevenir la radicalización».

ISIS atacó la ciudad de Palmira por sorpresa el 20 de mayo de 2014 y en su avance no solo conquistó la conocida como «perla del desierto», sino que llegó hasta Qariaten, estableciendo la frontera del «califato» a apenas cien kilómetros de Damasco «El grueso de los yihadistas es extranjero, de todos los países árabes, pero en Palmira contaron con el apoyo de vecinos que fueron quienes golpearon primero al Ejército para generar confusión y luego llegó el gran ataque», recuerda Tarek Assad, hijo de  Jaled Al Assad, el arqueólogo más célebre del país a quien los yihadistas decapitaron en la plaza situada frente al museo bajo la acusación de apoyar el Gobierno.

Una parte de la población escapó, pero otros muchos, los que no tenían forma de salir y recorrer los 160 kilómetros de desierto que separan este oasis de Homs, se quedaron. «Los primeros días estaban ocupados en asegurar la zona, localizar a funcionarios del Gobierno, policías… fue cuando llevaron a cabo ejecuciones públicas para aterrorizar a la gente. A partir de la primera semana comenzó a regir el califato», recuerda Tarek. Una semana, ese es el tiempo que tardaron en aplicar en Palmira una interpretación del islam similar a la de los talibanes en Afganistán.

Entonces llegó la Policía Islámica con los manuales sobre vestimenta en los que se detallan cosas como que «no hay que desabrocharse los botones» y que «los pantalones no pueden nunca estar ni por encima, ni por debajo del tobillo» porque esto supondría «rebelarse contra Alá porque sería una muestra de orgullo». En el caso de las mujeres, la ropa debe cubrirles «cinco dedos por debajo del tobillo» y los brazos hasta los nudillos. Este cuerpo policial también vela porque los hombres luzcan barba porque «solo se afeitan los cruzados, seculares y demócratas».

Decapitados por no llevar barba

Los yihadistas del califato consideran que llevar barba es «una muestra de solemnidad y fuerza, que distingue al hombre de las mujeres y los niños». También marcan muy claramente cómo debe llevarse la barba: extensión mínima en «un puño» y advierte de que afeitarse supone «mostrar en público desobediencia a Alá», una advertencia que extiende a los barberos porque con su trabajo «colaboran» con esta desobediencia. El castigo por no lucirla puede ser la decapitación ya que «sin barba el islam ya no protege tu cuello».

Fuente:abc.es

 

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