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viernes 15 de noviembre de 2024

El descaro de mi abuela ayudó a rescatar miles de judíos

ALYZA D. LEWIN

La historia de Chiune Sugihara – el cónsul japonés en Kovno, Lituania, que desobedeció órdenes de su gobierno en 1940 y emitió visados de tránsito por Japón para miles de judíos que trataban de huir de la Europa desgarrada por la guerra – no fue muy conocida hasta 1985, cuando Yad Vashem, la autoridad de Israel para la Memoria del Holocausto, lo distinguió como uno de los Justos entre las Naciones.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Pero yo crecí oyendo la historia de Sugihara porque salvó la vida de mi padre. Mi padre, el abogado Nathan Lewin, es un sobreviviente de Sugihara.

También tengo una relación familiar con algo que muy pocos han sabido hasta ahora – la respuesta a un largo misterio sin resolver que rodea el rescate de unos 6.000 judíos de Sugihara.

¿Por qué el cónsul holandés en Kovno, Jan Zwartendijk, comenzó a emitir las visas “Curaçao” – los endosos holandeses que parecían permitir viajar a la isla de Curazao, el territorio de Holanda frente a Sudamérica en el que basó Sugihara la expedición del visado? ¿Por qué Zwartendijk comenzó a escribir en los pasaportes judíos que no era necesaria una visa para viajar a Curaçao?

La respuesta: mi difunta abuela. Peppy Sternheim Lewin, destinataria de la primera visa de Curaçao, es el “eslabón perdido” en la historia.

Mi abuela era ciudadana holandesa, criada y educada en Amsterdam. Después se casó con mi abuelo, el Dr. Isaac Lewin, se trasladó a su país de origen, Polonia. Cuando el ejército nazi invadió Polonia en septiembre de 1939, los padres de mi abuela y su hermano estaban de visita en Lodz, lugar de nacimiento de mi padre. Mi bisabuelo voló rápidamente de vuelta a Amsterdam para cuidar de su negocio. Más tarde pereció en Auschwitz.

La madre de mi abuela, Rachel Sternheim, y su hermano, Leo Sternheim, se introdujeron de contrabando con mis abuelos y mi padre, que entonces tenía 3 años, por la frontera a Lituania.

En Lituania, mi abuela buscó ayuda de diplomáticos holandeses porque su madre y su hermano eran ciudadanos holandeses y porque había sido ciudadana holandesa antes de casarse con mi abuelo. Al principio ella preguntó a Zwartendijk, que estaba en Kovno, si pudiera emitirle una visa a las Indias Orientales Holandesas, que incluye Java y Sumatra. El se negó. Entonces escribió al embajador holandés en Riga, LPJ de Decker. También rechazó su solicitud de una visa para Java o Sumatra.

Negándose al desánimo, mi abuela, que entonces estaba en Vilna – a poca distancia de Kovno – volvió a escribir a De Decker y le preguntó si había alguna manera de poder ayudar a su familia, ya que entre ellos había holandeses. El embajador respondió que las Indias Occidentales holandesas, incluyendo Curaçao y Surinam, eran destinos disponibles donde no se necesitaba ninguna visa. El gobernador de Curaçao podría autorizar la entrada a los que llegaran allí.

Mi abuela volvió a escribir a de Decker preguntando si podía notar la excepción de que Curaçao o Surinam en su pasaporte polaco seguía siendo válida. Le pidió al enviado omitir la nota adicional que requiere permiso del gobernador de Curaçao. Después de todo, señaló, no tenía intención de ir a Curaçao o Surinam.

“Envíeme su pasaporte”, respondió de Decker. Y así lo hizo.

El 11 de julio de 1940, de Decker escribió en su pasaporte en francés, “El Consulado de los Países Bajos, Riga, declara que para la admisión en Surinam, Curaçao y otras posesiones de los Países Bajos en las Américas, no se requiere visado de entrada”.

Mi abuela mostró entonces a Zwartendijk lo que el embajador holandés había escrito en su pasaporte y le pidió que lo copiara en los ‘leidimas’ de mis abuelos – el documento de viaje temporal que había sido emitido por el gobierno letón después que la existencia de Polonia fuera anulada oficialmente por la invasión nazi. El 22 de julio de 1940, Zwartendijk aceptó y escribió la anotación de De Decker en los documentos de viaje de mis abuelos. Así es como mis abuelos y mi padre recibieron la primera visa de Curaçao.

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Los endosos de Chiune Sugihara y Jan Zwartendijk, cónsules japonés y holandés, respectivamente, en Kovno, Lituania, aparecen en el ‘leidimas’, o documento de viaje, que permitió a Isaac Lewin y su familia escapar de Lituania en 1940. Nathan Lewin, ahora un prominente abogado, es el niño de 4 años de edad, en los brazos de su madre, Peppy Sternheim Lewin. (Cortesía de Alyza D. Lewin)

Basándose en la anotación de Zwartendijk, Sugihara acordó dar a mis abuelos (y la madre y el hermano de mi abuela, que seguían siendo ciudadanos holandeses) visados de tránsito por Japón en su pretendido viaje a Curaçao. Sugihara emitió su visado el 26 de julio de 1940. El cónsul japonés llevaba una lista con los nombres de las personas a las que expidió visas. Mi bisabuela, Rachel Sternheim, es la número 16 de la lista; mi abuelo, cuya ‘leidimas’ incluía a mi abuela y mi padre, es la número 17, y mi tío abuelo, Levi (Leo) Sternheim, recibieron la visa número 18 de Sugihara.

El número de visas que Sugihara emitió dio un salto exponencial el 29 de julio de 1940, cuando cientos de judíos que habían escapado a Vilna se enteraron del esfuerzo exitoso de mi abuela. Se reunieron frente al consulado japonés en Kovno (Kaunas, en Lituania) con la esperanza de que Sugihara les emitiría una visa. Sugihara trabajó todo el día durante un mes, emitiendo 2.139 visas, que incluían familias enteras. Estos permitieron a los refugiados tomar el ferrocarril transiberiano de Moscú a Vladivostok, y luego viajar en barco desde Rusia a Japón, supuestamente en ruta hacia Curacao.

La historia de Sugihara y su rescate es contada en un largometraje, “Persona Non Grata”, que tuvo su estreno en octubre y ahora está haciendo las rondas en festivales de cine judío en todo el país. Se proyectó recientemente en el Festival de Cine Judío de Washington y de nuevo en Washington, DC, el mes pasado como parte de CineMatsuri, el festival de cine japonés en la capital del país. Aunque el papel de la abuela es uno de los misterios no resueltos en la película, se le pidió a mi padre compartir el relato de su madre después de una proyección CineMatsuri.

Hay quizá 100.000 descendientes de supervivientes de Sugihara vivos hoy en día. Es gratificante pensar que se trató de la iniciativa y perseverancia de mi abuela lo que abrió esta ruta de viaje a un lugar seguro para tantos.

Fuente: JTA – Edita: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico


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