DANIEL K. EISENBUD
El statu quo desigual en el Monte del Templo ha impedido que el caldero se derrame en algo mucho peor.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – De todos los sitios sagrados en los anales de la historia judía, ninguno ilustra la enloquecedora milenaria paradoja existencial que enfrenta al pueblo judío más instructiva y simbólicamente que lo más sagrado del judaísmo – el Monte del Templo.
Desde la triunfante creación del Primer Templo durante el reinado del Rey Salomón, hasta el conflicto actual, continúa encarnando la dicotomía discordante de tragedia y triunfo que ha llegado a definir la experiencia judía.
De hecho, es la última metáfora de la guerra judía/palestina de desgaste en curso.
Basados en la letal incitación propagada por la Autoridad Palestina, Hamas y la rama norte del Movimiento Islámico sobre su pretendida soberanía del Monte, uno sería perdonado por creer que la mezquita de al-Aksa es el sitio más sagrado del Islam.
No lo es. En los anales de la fe musulmana, Al-Aksa es medalla de bronce, después de La Meca y Medina.
Sin embargo, para los judíos, el Monte del Templo en gran medida representa el oro. Por lo tanto, no debería sorprender que los musulmanes radicales se hayan apoderado de él como arma definitiva para producir violencia contra los judíos de Israel.
En muchos aspectos, el Monte del Templo ha sido objeto de los mayores secuestros y rescates en la historia judía.
Y a pesar de ser la joya de la corona del judaísmo, hay una razón muy simple y práctica por la cual el gobierno dio la custodia al Waqf islámico de Jordania después de apoderarse de él en 1967 durante la guerra de los Seis Días: Si no lo hubiera hecho, la guerra nunca habría terminado, y un sinnúmero de soldados musulmanes habrían tratado de aniquilar al pueblo de Israel.
Nos guste o no, la lógica sigue siendo válida.
Por otra parte, lo que mucha gente olvida de la ola terrorista que dura ya siete meses que se ha apoderado de la capital, y el país, es que su catalizador fue la restricción del gobierno de dos grupos de odio, la Rama Norte del Movimiento Islámico, el Murabitun (para los hombres) y Murabitat (para las mujeres), en el lugar desde septiembre pasado para detener sus ataques crónicos contra visitantes judíos.
Desde entonces, el liderazgo y los medios de comunicación palestinos se han confabulado imprudentemente para manipular la expulsión de los grupos del sitio propagando la narrativa mortal y patentemente falsa de que los judíos tienen intención de capturar y destruir al-Aksa, lo que ha alimentado lo que para muchos está siendo una tercera intifada.
Esta afirmación desmesuradamente irresponsable y falaz es lo que ha llevado a niños árabes tan jóvenes como de 10 años a intentar asesinar y otros comportamientos abusivos contra los judíos en todo el país.
Y mientras que cada uno de los posteriores ataques terroristas de lobo solitario perpetrados contra judíos ha sido impredecible, el denominador común es que cada uno de los asaltantes citó la “defensa de al-Aksa” como la fuerza impulsora detrás de su violencia letal.
Ahora, después de un período de relativa calma de la violencia en el complejo después de la expulsión de los radicales islámicos, el incumplimiento de los protocolos de seguridad por una pequeña fracción de visitantes judíos durante la festividad de Pesaj ha vuelto a encender el conflicto en la propia zona cero.
En los últimos días, la policía ha retirado a más de una docena de judíos del sitio por rezar, o hacer caso omiso de las claras órdenes de la policía puestas en marcha para preservar el delicado statu quo, que restringe severamente a los no musulmanes los derechos allí mientras abrumadoramente favorece los derechos de los musulmanes.
El statu quo no equitativo en el complejo puede tener oscuros pros y contras en este conflicto. Pero como el entonces primer ministro Levi Eshkol entendió muy bien al otorgar a Jordania su supervisión después de la victoria de Israel en 1967, los judíos nunca han tenido una lucha justa en esta región.
Para estar seguros, a pesar de la famosa proclama del comandante de paracaidistas Motta Gur en junio de 1967, “el Monte del Templo está en nuestras manos!” Israel concedió la custodia al Waqf, sabiendo bien que el pleno control judío del sitio impugnado aceleraría una guerra sin precedentes por parte del mundo musulmán.
Desde entonces, extremistas de ambos lados han definido en gran medida el conflicto como de apostarlo todo por el todo – un juego de suma cero, pero asegurando que la distensión sigue siendo inalcanzable.
Mientras tanto, la dirección palestina entiende de manera inequívoca que retratar a al-Aksa como bajo amenaza es su último carta de triunfo para alentar a sus partidarios e incitar más violencia contra judíos.
Pero es una trampa transparente que el liderazgo israelí puede ver desde millas de distancia.
Por supuesto que al primer ministro Benjamin Netanyahu, y muchos otros judíos de derecha, nada les gustaría más que anunciar definitivamente que el “Monte del Templo está en nuestras manos”, pero es lo suficientemente inteligente como para apreciar la sabiduría de sus predecesores, que sabían que la paz duraría solamente si el lugar sagrado es compartido con los musulmanes a través del odiado statu quo.
Y a pesar de la disposición – que otorga a los musulmanes acceso ilimitado y derechos de oración allí, mientras restringe radicalmente la visita judía y prohíbe a los judíos incluso mover los labios en silencio para que no parezca que están orando – profundamente injusta, sigue siendo el único medio viable para mantener una apariencia de orden y prevenir más muertes sin sentido.
Por lo tanto, a pesar de la ideología política, la mejor manera de neutralizar esta amenaza es seguir el ejemplo de Netanyahu mostrando al mundo que la incitación palestina es una mentira cínica utilizada en un esfuerzo para destruir a un enemigo que no tiene ninguna posibilidad de derrotar por medios convencionales, o “justos”.
En el análisis final, el desequilibrado statu quo ha impedido que el caldero en el Monte del Templo se derrame en algo mucho peor.
Y mientras el mundo no entiende que los israelíes continúan yendo a hacer la paz con un enemigo que no reconoce su derecho a existir – incluyendo hacer concesiones que ninguna otra nación haría – sigue siendo una necesidad existencial aceptar este tipo de concesiones como una amarga realidad para salvar vidas inocentes. Aunque sea profundamente injusto.
Fuente: The Jerusalem Post – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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