Una historia increíble de dedicación religiosa durante la Segunda Guerra Mundial en Europa, y que dejó una huella tan significativa en la memoria del hombre que dos años más tarde, después de fallecer por su enfermedad, sus deudos encontraron un trozo de matzá de ese mismo Seder todavía en el bolsillo.
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Primavera de 1944. Los italianos habían capitulado ante los aliados seis meses antes, y los alemanes comenzaron a tomar control del hermoso país. Sin embargo, para un residente en la pequeña ciudad de Tagliacozzo, la ocupación no iba a impedirle realizar la antigua tradición del Seder de Pesaj.
Situado a 80 km. (50 millas) al este de Roma, iba de un lado a otro con las tareas habituales para la festividad. Lejos de cualquier centro judío importante (no es que eso hubiera hecho gran diferencia habida cuenta de que esto era en medio de la Segunda Guerra Mundial), los locales se veían obligados a ir mucho más allá de los esfuerzos habituales.
Sin los medios físicos para hornear matzá, fue a un pueblo cercano a solicitar a los propietarios de una fábrica de ladrillos refractarios que le permitieran restaurar y limpiar el horno.
Con todas las ganas de realizar la mitzvá principal del Seder, pero sin los conocimientos prácticos adecuados para preparar matzot, el hombre modesto pidió a uno de sus amigos que residía con él entonces que le ayude en el mandamiento bíblico. Enrico Orvieto, que tenía experiencia de su juventud de hornear el pan sin levadura para la comunidad judía en Florencia, acudió al llamado, amasó la masa, perforó el pan plano para que no se levantara y luego lo puso en el horno. Las matzot salieron más grandes y más gruesas que en años anteriores, pero eran 100% kosher para el Seder, sin duda, en parte gracias a los esfuerzos del hombre modesto.
Al no conocer la fecha exacta de cuándo debía celebrarse la fiesta, la figura religiosa calcula la fecha de la luna nueva, y a partir de allí fue sencillo saber cuándo comenzó el mes de Nissan y cuándo celebrar el Seder el día 15.
Luego siguió su camino, adquirió un nuevo conjunto de platos y los otros ingredientes especiales para el Seder, tales como hierbas amargas y jaroset, una pasta de frutas y nueces, que simboliza el mortero que los israelitas usaron en Egipto.
Es una historia increíble de dedicación religiosa durante la Segunda Guerra Mundial en Europa, y que dejó una huella tan significativa en la memoria del hombre que dos años más tarde, después de fallecer por su enfermedad, sus deudos encontraron un trozo de matzá de ese mismo Seder todavía en el bolsillo.
Este hombre sencillo, Don Gaetano Tantalo, sin embargo, no tenía ninguna obligación religiosa para celebrar Pesaj. Porque no era judío. Era el sacerdote de la Iglesia de San Pietro.
Todos los preparativos que hizo para celebrar la festividad eran para siete miembros de las familias Orvieto y Pacifici, dos familias judías que habían venido a buscar su ayuda para esconderse de los nazis. Este Gentil Justo hizo todo lo posible por ayudar a salvar judíos y les ayudó a realizar sus rituales religiosos a pesar de las duras condiciones que les rodeaban. Los Pacificis y la Orvietos viajaban regularmente a un lugar de veraneo en las zonas rurales de Magliano dei Marsi, y desarrollaron una buena relación con la gente del lugar. En agosto de 1940, el sacerdote local les presentó a su amigo Tantalo, y continuaron reuniéndose en los años siguientes hasta la invasión alemana. Cuando los nazis invadieron, las familias escaparon al campo. Buscando a Tantalo, los Pacificis y Orvietos no pudieron encontrar al cura, pero les dijeron que estaría de vuelta en la ciudad poco después y que debían esperarlo en su casa.
Cuando Tantalo finalmente llegó, ver a los escapados hacinados juntos en su pequeña casa, el sacerdote lo interpretó como una oportunidad para proteger a las criaturas de Dios.
Las familias se escondieron nueve meses con Tántalo hasta la liberación de Italia, observando el Shabat y rezando con el pequeño libro de oraciones, un Siddur del tamaño de la palma de la mano perteneciente a la abuela, de vez en cuando leían juntos de la Biblia del sacerdote.
“Recibí un acto especial de la bondad de Dios, que dio a un pobre cura rural la oportunidad de acoger a sus hijos escogidos en mi muy humilde casa”, se sabe que dijo.
Tantalo murió en 1947 por una serie de problemas de salud, entre ellos enfisema, tuberculosis y miocarditis, tenía 42 años. El 31 de mayo de 1978, Yad Vashem reconoció a Tantalo como Justo entre las Naciones.
Esta historia se basa en el relato personal de Guiliano Orvieto tal como se cuenta en su libro Caras y Voces, traducido al italiano del hebreo por Gabi Padovano, y en el fondo histórico de Yad Vashem – Centro Mundial de Investigación del Holocausto, que se encuentra en Jerusalem, Israel.
Fuente: The Jerusalem Post / Benjamin Glatt – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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