ÓSCAR GUTIÉRREZ
EE.UU. pasa a la ofensiva en su ciberguerra a los yihadistas; las redes cortan sus canales de propaganda.
Primer escenario: el campo de batalla de la propaganda. Un miembro del Estado Islámico (ISIS, en su siglas en inglés), o quizá un simpatizante avezado, sube un vídeo al canal Agencia Amaq de la aplicación móvil Telegram. En la grabación, con el sello precisamente de Amaq —brazo mediático de la organización—, un yihadista muestra un arsenal expoliado compuesto por munición, fusiles, ametralladoras, lanzagranadas… Están cerca de Azaz, a unos cinco kilómetros de la frontera turca. Entre las armas, dicen, las hay de fabricación estadounidense, aunque el metraje no permite confirmarlo. Pero la bala propagandística ya está en el aire para posibles acólitos. ¿Y si el cibermando norteamericano pudiera hackear y meterse de lleno en este canal? No lo sabríamos o perdería su efecto en cuanto Telegram subsanase el agujero tecnológico con un parche.
Otro escenario: el campo de batalla físico. Los servicios de inteligencia estadounidenses localizan en el este de Siria a Abu Sayyaf, un responsable yihadista del tráfico ilegal de crudo y gas. Entre el 15 y 16 de mayo de 2015, un equipo de fuerzas especiales lanza una operación y Abu Sayyaf es abatido. El Pentágono informa del operativo, que permite reunir una gran cantidad de documentación sobre el ISIS de la que la prensa norteamericana está informando periódicamente.
Ciberguerra y operaciones especiales son dos de los puntales de la guerra contra el yihadismo que está liderando EE.UU. Con una diferencia: sobre las operaciones en el ciberespacio, por su naturaleza, poco o nada vamos a saber y, por tanto, el control democrático sobre ellas es limitado. El presidente Barack Obama informó recientemente, y por primera vez, de que el cibermando estadounidense estaba llevando a cabo operaciones contra el ISIS. Sin más detalles. “Creo que la nueva estrategia en [Washington] DC es lanzar al ISIS el fregadero de la cocina”, señala en un intercambio de correos el analista norteamericano Max Abrahms. Esto es, golpear al grupo yihadista con lo que le queda, tras 20 meses de bombardeos.
El Cibermando de EE.UU., con sede en Fort Meade, en el Estado de Maryland, como la polémica NSA (Agencia de Seguridad Nacional), cuenta con cerca de 5,000 empleados a cargo del almirante Michael Rogers. Posibles objetivos, según apunta al teléfono el profesor Manuel Torres, experto en el estudio de los yihadistas en Internet: infiltrarse en las redes y servicios informáticos a través de implantes para manipular o destruir los sistemas; captar comunicaciones entre mandos y hacia posibles reclutas; hackear los foros cerrados de Internet (deep web) para controlar a sus usuarios y esparcir virus si conviene; explotar la vulnerabilidades de sus software… “La novedad”, explica Torres, “está en el reconocimiento expreso de que se está atacando”. Hasta ahora, en el radar podrían estar países como Rusia, China o Corea del Norte, con aliados e intereses varios que hacían que las operaciones no tuvieran publicidad alguna. ¿Quién se va a quejar de que Washington ponga en su ciberdiana al ISIS?
Valga la paradoja, la campaña emprendida por las propias compañías propietarias de redes sociales para cortar la conversación entre los yihadistas y sus simpatizantes, ha hecho que los servicios de inteligencia estén atentos para rastrear la deep web. “Telegram está repitiendo los errores de Twitter al suspender el canal en árabe del ISIS”, se quejaba hace poco en un tuit Rita Katz, directora de Site Intelligence, grupo de referencia en el monitoreo del yihadismo en la Red. La encriptación de Telegram (100 millones de usuarios activos), que dificulta el acceso a espionaje y piratas informáticos, hizo de esta aplicación una de las favoritas de los yihadistas tras la cancelación de miles de cuentas en Twitter (300 millones de usuarios activos). Pero Telegram ha emprendido también un control riguroso sobre estos perfiles de usuarios y ha bloqueado más de un centenar desde los atentados del 13 de noviembre en París.
¿Qué busca el cibermando en su guerra al ISIS? Michael Sulmeyer, experto en ciberseguridad y exfuncionario en el Departamento de Defensa lo resume así en un correo electrónico: “Interrumpir y deteriorar el mando de la organización terrorista y sus redes“. ¿Cómo? “Con toda una variedad de capacidades a imaginar y emplear para hacer frente de forma continuada a sus vías de comunicación”. Aquí es donde coinciden los analistas consultados: lo más tangible de esta guerra tan intangible es el canal de comunicación en la cúpula del califato y hacia sus emires. Y es ahí hacia donde parecen apuntar lasciberbombas de Fort Meade.
“Cuanto más difícil es para los líderes comunicar a sus subordinados”, afirma Abrahms, “mayor autonomía tendrán [que asumir] estos últimos”. Y esto puede conducir a errores tácticos. “[Los ciberataques] pueden hacer más paranoicos a los líderes [de un grupo terrorista]”. El profesor Torres va un poco más allá: “Es fundamental para generar desconfianza en un grupo que aspira a ser transnacional; así pierden eficacia”. Más allá de que el cibermando de EE.UU. haya incrementado o no sus ataques desde que Obama se pronunciase, sin duda que el mero anuncio siembra la duda entre los yihadistas que se pongan frente a un teclado: ¿Estará infectado?
Fuente:elpais.com
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