TONY BADRAN
El final del juego sirio de Barack Obama y las nuevas alianzas que le están dando forma.
John Gotti alguna vez puede haber tenido el título, pero el fallecido jefe de la familia mafiosa Gambino no tenía nada del “Don Teflón” del Medio Oriente, Bashar Assad. Si Gotti hubiese vivido para verlo, habría estado asombrado por cuán fácilmente el jefe insignificante de una familia mafiosa siria se está saliendo con la suya con el asesinato en masa.
Sorprendentemente, cinco años después del estallido del levantamiento contra él, en el cual han sido tiroteadas, bombardeadas, y gaseadas más de 450,000 personas por el crimen de no querer ser gobernadas por un dictador genocida, Assad está siendo aclamado por muchos en el Occidente como un protector de los grupos minoritarios en peligro—por no decir como un salvador de artefactos arqueológicos. “Hurrah,” escribió el alcalde de Londres, Boris Johnson, luego del ataque por parte de los aliados de Assad que recapturaron la ciudad de Palmira, “Bravo—y sigan adelante.” Seguro, dijo Johnson—principalmente por razones de etiqueta—Assad es un monstruo, un asesino y un dictador que, como su padre, ha gobernado a través de la tortura, violencia y terror, pero no hagamos que eso se interponga en el camino de aclamarlo.
No sólo Assad está siendo elogiado como la punta de lanza de la lucha contra el terrorismo yihadista, sino que el gobierno de Obama ha sido notablemente laxo hace poco al repetir su insistencia de que abandonará el poder. Tras bambalinas, pesos pesados de la administración como Rob Malley, el solucionador de problemas regionales favorito del Presidente Barack Obama; Brett McGurk; y otros han estado moviendo cielo y tierra para asegurar que el régimen prevalezca militarmente en Aleppo y otros lados en el campo de batalla sirio. De hecho, cuando Rusia y sus aliados en el terreno parecen estar movilizándose para una ofensiva sobre Aleppo, la respuesta de la administración ha sido darles cobertura total, afirmando falsamente que la ciudad está siendo retenida principalmente por el Frente Nusra. Luego el lunes, el portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, prácticamente aconsejó a los grupos rebeldes en Aleppo que salgan de sus posiciones en la ciudad para no “salir heridos.”
Y si el régimen de Assad es visto ahora como un bastión contra el ISIS y el Frente Nusra, la administración no oculta el hecho que no puede haber un régimen de Assad sin Assad. Comentando sobre la visita reciente del Secretario de Estado John Kerry a Moscú, el Viceministro del Exterior de Rusia, Sergei Ryabkov, fue citado diciendo que Rusia “encontró comprensión en Washington” de que “el futuro del presidente de Siria no debe estar en la agenda en esta etapa.”
Información reciente en la prensa árabe afirma que Malley ha estado negociando con el enviado especial presidencial de Rusia, Alexander Lavrentiev, sobre la forma de un acuerdo político en Siria. Malley y Lavrentiev han estado discutiendo según se informa un plan que se basa en cierta forma en el modelo libanés de reparto del poder, por el cual Assad y cualquier “oposición” susceptible “compartirían” la autoridad ejecutiva, de seguridad, legislativa y judicial. El Enviado Especial de la ONU, Staffan De Mistura explicó cómo sería tal acuerdo en una propuesta sorpresa a la delegación de la oposición en Ginebra. Assad quedaría como presidente, mientras nombra a tres vicepresidentes seleccionados por la oposición que tendrían autoridad no especificada—presuntamente, para hacer lo que sea que Assad les dijo, al riesgo de sus vidas. Malley según se informa informó al Presidente Obama sobre sus conversaciones con los rusos, que el presidente puede haber llevado con él en su gira reciente al Golfo.
Si bien la política para Siria de Obama podría parecer como una respuesta a los acontecimientos recientes, es continua con una posición de largo tiempo de la Casa Blanca. Las propuestas que dejarían a Assad como presidente, pero con autoridades presuntamente limitadas, han sido planteadas regularmente desde el año 2012, el año de la famosa línea roja de Obama. Para el año 2013, la Casa Blanca ya estaba publicitando sus arrepentimientos sobre haber pedido alguna vez que Assad diera un paso al costado y estaba informando a los sustitutos de los medios de comunicación que “no estaba buscando ayudar a la oposición a ganar una guerra civil.” En el año 2014, después de ser informados por la Casa Blanca, dos pilares de lo que ha quedado del establishment de política exterior estadounidense, Leslie Gelb y Frank Wisner, llamaron a redefinir “agudamente y públicamente” los objetivos estadounidenses, argumentando en favor de colaborar con el régimen de Assad contra el “extremismo yihadista.” Gelb y retransmitieron la opinión—presuntamente compartida por la Casa Blanca—que el presidente estadounidense, habiendo sido “muy rápido en salir y muy absoluto” al solicitar la remoción de Assad, “quizás ahora” estaba “preparado para pensar en un acuerdo de trabajo transicional”, el cual ha sido formalizado por la serie de conferencias de Ginebra sobre Siria.
John Gotti sólo podría maravillarse de cuan dispuesta ha estado la administración Obama y su claque en la prensa a ignorar el río de sangre que continúa dejando Assad a su paso, el cual espantaría incluso al jefe de la Mafia más endurecido. La sed de sangre de Assad tampoco está confinada a los civiles sirios que se oponen a su gobierno—él asesina a gran cantidad de otras personas también, incluidos estadounidenses. Poco después de asumir el poder, Assad comenzó a dirigir a yihadistas de todo el mundo a través de Siria a Irak a fin de matar a soldados estadounidenses luego de la invasión norteamericana del 2003 a ese país. Los servicios de inteligencia de Assad dirigieron la misma red para dar golpes y detonar bombas en Jordania y Líbano. Los bombardeos y asesinatos en Líbano continuaron firmemente a lo largo del 2013, matando o mutilando a más de una docena de objetivos previstos (por no hablar de los transeúntes inocentes). De esos, 10 eran cristianos—eso sin contar una serie de bombardeos al azar específicamente en áreas cristianas dirigidos a enviar una advertencia a esa comunidad. En el año 2012 Assad trató de usar a un asociado cristiano libanés, Michel Samaha, para plantar una serie de bombas tomando como blanco tanto a objetivos cristianos como musulmanes suníes para aumentar las tensiones sectarias en Líbano y luego endilgar los bombardeos a los yihadistas. Samaha fue atrapado, pero el jefe de inteligencia que descubrió la conspiración fue volado, en una escena que habría hecho sonreír a Francis Ford Coppola.
Assad difícilmente es tu asesino típico. Mientras su padre, un jefe de la vieja escuela, era conocido por disolver los miembros de sus víctimas en ácido, Bashar gaseó a miles de personas. Y lo hizo repetidamente durante algunos meses mientras Estados Unidos observaba—y no hacía nada. Para entonces, Assad comprendió que podía salirse con la suya en casi cualquier cosa, ya que el gobierno de Obama quería mantenerse fuera de Siria a toda costa. Cuando él presionó más el sobre con un importante ataque químico en agosto del 2013, todos pensaron que fue. Pero Obama, con ayuda de Vladimir Putin, lo descolgó del gancho con un acuerdo dulce que le permitió seguir asesinando gente—pero con gas de cloro, en vez de sarín.
Assad ha estado asesinando impunemente durante años. Sólo que ahora es visto como un socio crucial contra el terrorismo—aun cuando colabora con Hezbolá en el campo de batalla. No sólo eso, él es un héroe por “liberar” las ruinas antiguas de Palmira. “La victoria de Assad es una victoria para la arqueología,” exageró Boris Johnson. Seguro, sus matones rebanaron los genitales de un niño de 13 años y enviaron su cuerpo hinchado, con cicatrices, y magullado a sus padres, pero al menos él cree en un “grado de civilización.”
Y ahora, con cerca de medio millón de muertos, millones de refugiados, muchos limpiados étnicamente en forma deliberada, él logra ser parte de una “transición política” en Siria y ayudar a redactar una nueva “constitución” y presentarse en “elecciones” que organizará él. De acuerdo con los principios del enviado de la ONU, De Mistura, habrá conferencias de donantes para pagar la reconstrucción de Siria, la cual Assad y sus amigos bombardearon hasta los escombros, mientras el mundo paga también por los millones de refugiados lo suficientemente afortunados como para no estar enterrados bajo esos escombros. Y como Assad será parte de la “transición” indefinida de Siria, pocos de esos refugiados, si es que alguno, podrán o estarán dispuestos a regresar a casa alguna vez.
Que John Gotti supere eso. Lo máximo que él pudo esperar, aparte de la primera plana del Daily News o la tapa de la revista People magazine, fue ser aclamado en una fiesta barrial del Cuatro de Julio en Queens. Pero Obama tiene negocios que son importantes con Ali Khamenei. Él no quiere ser molestado. Y como Assad es respaldado por los socios del acuerdo de Obama en Teherán, no debe ser tocado.
Fuente: Tablet
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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