ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Esta mañana, al caminar por el pasillo que conduce al Shul de la Comunidad Bet-El, una sensación extraña, mezcla de incomodidad, acompañada de un escalofrío, empezó a apoderarse de mí. La causa, gran parte de las imágenes expuestas en la víspera de Yom HaShoá, lo miran a uno.
Comencé el rezo, me puse la kipá y luego el Talit, para después atar las filacterias y las Bendiciones Matutinas:
“Bendito eres TÚ, Adonai, D-os, que reintegras la vida a los cuerpos inertes.
Bendito eres TÚ, que concediste a nuestra mente la facultad de distinguir entre el día y la noche. (…)
Bendito eres TÚ, (…) que proporcionas vestimenta a los desprovistos de ella. (…), que liberas a los cautivos. (…)”.
Pero las imágenes, ya dentro de mí, me observan: hombres, mujeres, madres, padres, niños, abuelos, hombres de fe, mujeres que cuidaban a su familia y, especialmente, a sus hijos. Niños que estudiaban, la mayoría de ellos, los principios del judaísmo. Jóvenes que días antes de las fotos forjaban su futuro, donde el amor, el trabajo y las ilusiones, iluminaban sus mentes. Las jóvenes se veían al espejo e imaginaban como luciría el velo nupcial sobre su rostro. Y los padres, luchaban por labrar una mejor vida para sus hijos, con todo y lo duro que se presentaba.
Me cubro el rostro para recitar el Shema y, al cerrar los ojos, los rostros de niños y madres, jóvenes y ancianos, perpetuados por las cámaras que captaron ese momento al lado de las vías o acorralados entre los vagones y una fuerza que no aparece en la imagen, pero que seguramente, los acosaba, me miran. Su impotencia, su desconcierto me llena de ira, de rabia y una pregunta me azota: ¿Qué hubiera hecho yo? ¿Ya como niño, como hombre, madre, abuelo, padre?
Las imágenes me miran, me interrogan, esperan una respuesta… Kadish de duelo, anuncia el Baal Tefilá (quien dirige el rezo), y me entrego a la oración donde se ensalza el nombre de Dios. Sin embargo, la pregunta ¿Qué haría? Se me clava como una filosa espina. No puedo, no quiero responder, pero sé que yo y cada uno de los que conformamos una comunidad no podemos olvidar, no debemos aparecer nunca en fotos como estas, que dan cuenta de cómo una maquinaria asesina trató de exterminar al pueblo judío, uno a uno, hasta llegar a 6 millones. Un millón y medio de niños fueron aniquilados. Eso no fue casualidad, la intención nazi fue acabar con la simiente y el futuro. Guardo mis Tefilim, mi Talit y regreso a ver unas fotos, quiero que también quienes están ahí, sepan que he captado sus miradas, su temor, pero también el coraje de quienes sacaron la casta, y lucharon con todo, para vivir, contar y para hacer gritar que ¡Am Israel Jai! (¡El Pueblo de Israel Vive!).
Y, esta noche, el Yishuv, la Comunidad Judía en pleno, estará en Bet-El para recordar y para dar testimonio del vigor de un pueblo milenario, del pueblo del libro, del pueblo judío.
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