ALBERT MEMMI
*Cortesía de Antonio Escudero Ríos
A Leopold Sédar Senghor
“No se ayuda a la cultura africana cuando se la cuelga como una ostra, a nociones superadas por la Historia. El concepto de negritud, revolucionario en los años 1940-1950, hoy está bien para el museo de la Literatura.”
Este juicio es más bien severo para un concepto que sigue siendo cómodo. Creo que podría, sin embargo, beneficiarse de un rejuvenecimiento y una saludable precisión para ser refundida y desmenuzada en tres categorías como he hecho con la expresión “Judaísmo.”
La expresión Judaísmo creada y empleada por Albert Memmi parece ser el equivalente a Judío de “Negritud.” En su libro “Les voies du Hassidisme”, el escritor y ensayista, Arnold Mandel, sugiere que la palabra “Negritud” me inspiró para acuñar la expresión “Judeidad.”
Es posible que el esfuerzo de los negros para definirse, y la cristalización de sus inquietudes y sus esperanzas en ese concepto de negritud, me hayan animado en mi propia búsqueda. Y aunque la reflexión sobre la identidad judía haya precedido históricamente estas tentativas, y ha dejado una preocupación persistente a todo intelectual judío, yo también estaba preocupado por este despertar contemporáneo de los pueblos dominados, para que pueda descartarse que haya podido ser influido por este o aquel de sus descubrimientos sobre ellos mismos.
Querría únicamente añadir aquí que mi itinerario podría, en correspondencia, contribuir a precisar y rejuvenecer una herramienta metodológica que después de haber sido tan elogiada por su fecunda comodidad, es a veces censurada por las nuevas generaciones de negros.
No quiero insistir en los tres conceptos que he propuesto y definido: Judeidad, Judaicidad y Judaísmo. Cuando decidí considerarme un judío, necesité inmediatamente una palabra que pudiera expresarlo (con la exclusión de otros usos) el hecho de ser Judío. Estaba a la vez perplejo y sorprendido al ver que tal palabra no existía. Para ser más exacto, está la palabra “Judaísmo,” pero tiene demasiados significados diferentes para ser usada de una manera específica e inequívoca. Necesitaba, por tanto, adoptar o acuñar una palabra específica, así que inventé la palabra Judeidad.
Debo insistir que, sin disminuir la importancia del significado de este término, mi primera meta era satisfacer una necesidad metodológica. Necesitaba mejores herramientas antes de poder abarcar la compleja realidad que todavía se me escapaba. Fue solamente tratando de explicar la realidad del fenómeno del judío, estudiando todas las dimensiones del problema por separado, lo que me llevó a establecer lo siguiente: a) buscar una definición de Judeidad que fuera tan específica y adecuada como fuera posible; b) distinguirla de todas las otras dimensiones; y c) distinguir y definir cada dimensión por separado.
La existencia de varias interpretaciones de los temas incluidos en estas definiciones, inevitables por un serio fenómeno histórico que siempre ha provocado fuertes reacciones emocionales y opiniones divergentes, no debía de ser motivo para oponerse a la creación de tales distinciones. Al contrario, se debe estructurar un tema tan confuso y molesto. Aún hoy no estoy seguro que haya agotado las tres dimensiones de la realidad Judía con estas definiciones.
Estoy dispuesto a aceptar críticas, pero estoy más convencido que nunca que deben separarse para asegurar alguna idea de su naturaleza específica.
No tardé mucho en darme cuenta que la expresión Judaísmo, que abarcaba múltiples significados, no solo era complejo y vago, sino también demasiado restrictivo e ineficiente para una búsqueda objetiva y exacta. El término referido a la vez a valores tradicionales, religiosos y morales que gobiernan la vida colectiva de los Judíos, de cualquier comunidad judía (se habla del “Judaísmo Francés”, por ejemplo), de la pertenencia a su grupo de un individuo judío, y al grado de sujeción del judío a creencias tradicionales. Incluso, desde el movimiento Sionista, su fidelidad a valores judíos que no serían estrictamente religiosos. (Se diría: “El Judaísmo de Fulano”). ¿No es evidente, entonces, que sería mejor asignar solo uno de estos significados a Judaísmo y encontrar términos diferentes para los otros? Un poco de orden, incluso a expensas de un aparente empobrecimiento del vocabulario, no podría sino ser saludable. Me parece, por tanto, que el significado más adecuado para Judaísmo sería “el conjunto de tradiciones culturales y religiosas”.
Es un problema grave saber cuál es el dominio exacto de la herencia Judía
Me di cuenta inmediatamente que debía buscar un significado de mayor precisión cuando traté de hacer un inventario más completo de la situación Judía. ¿De este conjunto de valores culturales no deberíamos distinguir la herencia religiosa propiamente de las prescripciones éticas que forman la filosofía moral de los judíos? ¿Todas las palabras nuevas de los filósofos y ensayistas judíos deben quedar bajo la denominación de “Judaísmo”? Aunque estos hombres se puede decir que están sujetos a la tradición cultural, sus hallazgos son completamente nuevos. Es un grave problema, al menos para el especialista, saber claramente los límites de la herencia judía. ¿Tiene una clara delimitación que la hace incompatible con la innovación? ¿Debe adoptar un camino dinámico y de evolución que, aunque la enriquezca, la transforme al correr de la Historia?
Para evitar multiplicar indebidamente mi concepto inicial del trabajo, he incluido bajo el mismo encabezado todas las instituciones que organizan la vida colectiva judía y que mantienen sus valores. Debemos darnos cuenta, sin embargo, que para hablar y escribir con más exactitud sobre la ideología judía y sus trabajos, y acerca de los judíos –como individuos y como grupo- que comparten esta ideología y en varios grados la incorporan a sus vidas, es urgente e importante considerar las dos facetas por separado.
Con el fin de designar específicamente al grupo judío, elegí la palabra Judeidad. Al elegirla, también hice un pequeño descubrimiento. Tenía una vaga idea de que esta palabra ya existía y que yo necesitaba únicamente atribuirle un solo significado. Pero la palabra no estaba en ningún diccionario. Propongo, por tanto, que su situación sea “legalizada”.
Sugiero que nos quedemos con este concepto con el que he denominado el término Judeidad, pero dejándolo abierto a la discusión. Llevando en mente la fisionomía demográfica del pueblo judío, es necesario definir el término en ambos sentidos: ancho y estrecho. Judeidad abarcaría así lo siguiente: a) la población total judía –la Judeidad a lo largo de todo el mundo; y b) cada comunidad local judía, con el fin de tener en cuenta la fragmentación de esta Judeidad en múltiples comunidades en todo el mundo (por ejemplo, la Judeidad francesa, la Judeidad americana, etc.)
Es esencial, sin embargo que se preserve el sentido demográfico: Judeidad designa a un grupo de judíos.
Judeidad, pues, describiría exclusivamente la manera en que un judío es un judío, subjetiva y objetivamente –la manera en que él se siente judío y reacciona a la condición de judío. Como he establecido previamente, tuve que inventar una palabra totalmente nueva para expresar un hecho original indiscutible.
Naturalmente, si se pretende adoptar una perspectiva sociológica, y más particularmente, la perspectiva de la sociología del conocimiento, el concepto de Judeidad no puede tener una existencia aislada.
Me parecería absurdo considerar globalmente valores judíos por separado, que naturalmente no existen en un vacío. Deben verse a la luz de los judíos como grupo, y más específicamente, a la luz de la evolución de los sucesos socio-históricos que han dado forma al destino particular del grupo judío. Debo, sin embargo, manifestar que el Judaísmo incluye la ideología y el marco institucional de la Judaicidad. Judeidad casi siempre se refiere a los valores tradicionales judíos, aunque quizás no en términos conscientes y totalmente explícitos. Al contrario de la palabra Judaicidad, Judeidad mide objetiva y subjetivamente el grado en que el individuo pertenece al grupo. Como componente final del triángulo, está claro que la pertenencia a un grupo es raramente definido negativamente por el acto de solidaridad automática de cara a un peligro. Al pertenecer a un grupo, uno siempre expresa reconocimiento a sus valores en un cierto grado.
Sobre todo, me gustaría manifestar que Judeidad varía en intensidad y en composición de un individuo a otro. Por esto es por lo que mis colaboradores y yo pudimos hablar sobre un “coeficiente de Judeidad”. Hemos intentado incluso establecer los factores que entran en dicho cálculo, sabiendo sin embargo que utilizar una expresión matemática para una realidad compleja y difícil de entender, estábamos pisando un terreno peligroso. No obstante, es necesario considerar la Judeidad de cada individuo por separado.
En resumen, parece necesario separar claramente los siguientes elementos distintos: a) el grupo judío, o Judaicidad; b) los valores del grupo, o Judaísmo; c) el grado en el que el individuo participa en su grupo y comparte sus valores, o Judeidad.
Siempre he dado cuenta detallada de estos tres conceptos y las definiciones que siguen servirán como tema de recuerdo:
“La judaicidad consiste en el colectivo de los judíos, es decir, en sentido amplio, el número total de judíos de todo el mundo; en sentido reducido, un determinado grupo de judíos situados geográficamente (por ejemplo, la Judaicidad de Francia o de Nueva York)”
“El Judaísmo es el grupo de doctrinas judías, creencias e instituciones –regularizadas o no, escritas u orales. Es el conjunto de valores y la organización que constituye y regula la vida de un grupo judío. El Judaísmo incluye también la cultura en un sentido amplio –costumbres comunes, religión, filosofía, leyes y arte”
La Judeidad es el hecho y la forma de ser judío –el objetivo sociológico, sicológico y las características biológicas que hacen judía a una persona; la manera en que vive un judío, su pertenencia a la Judaicidad y su lugar en el mundo no judío.”
II
Construyamos ahora el paralelo entre Negritud y Judeidad. Es interesante destacar que mi situación como judío me afecta de forma parecida a la de los Negros. Mi problema fue describir, dibujar y definir mi personalidad como judío, es decir, mi relación con la personalidad colectiva del grupo al que pertenezco. El grupo judío fue sometido a una condición particular –una condición de opresión. De tal situación surgen dificultades que deben ser analizadas objetivamente.
Existen ilusiones, en parte producto de las acusaciones de otros pero también del rechazo propio y la invención de otros mitos para contrarrestar las acusaciones. Estas ilusiones también han nacido en parte –y este es un problema más serio- por un objetivo y una condición atípica que difiere mucho de que un pueblo que es dueño de su propio destino y del que la relación entre religión y cultura, por ejemplo, es de un estilo diferente en conjunto. El concepto de Negritud, en conjunto, responde a la misma necesidad de definición, delineación y descripción: el término proporciona un reconocimiento de la singularidad del hombre negro, resumiéndolo en una palabra adecuada. Fue un concepto que se proponía ser el emblema de un movimiento de auto liberación y de autorrealización.
No sorprende que un concepto que intentaba expresar e ilustrar la situación de los negros –su riqueza, sus deficiencias, sus revoluciones y sus aspiraciones- pueda reflejar al mismo tiempo los problemas complejos de la definición. Una breve lectura de textos autorizados firmados por los inventores y actuales defensores del término Negritud descubre el mismo sentimentalismo intenso y de confusión, resultado de un vocabulario que abarca una miríada de significados.
Aimé Césaire, que, creo que fue el inventor de la palabra Negritud, buscó sobre todo sugerir una definición aproximada con un lenguaje magnífico y poético.
Fue L. S. Senghor quien intentó definir el término con más vigor. Definió la Negritud como: “El cuerpo de valores culturales de los negros en los que encuentran una expresión de sus vidas, instituciones y logros.” Esto coincide con mi definición estricta de Judaísmo: una palabra que expresa las tradiciones culturales y religiosas que los hombres siguen exponiendo hoy –y no los hombres por sí mismos o los grupos a los que pertenecen.
Además, cuando Senghor expone, “Nuestro único pensamiento ha sido aceptar esta Negritud y habiéndola vivido, darle pleno significado” suministra el equivalente de Judeidad, es decir la forma de vivir y cargar con los valores propios.
Sin embargo, cuando los organizadores de la conferencia de Dakar hablaron de ellos mismos como “Los Estados Generales de la Negritud” (Ahoune Diop) utilizaron aparentemente la palabra Negritud con el significado de “una congregación de hombres” y una completa representatividad a la vez. La prueba es que la discusión se centró alrededor de la utilización de Negritud, que sería el equivalente a la palabra Judaicidad.
Cuando otro de los organizadores declaró que se debe “defender la Negritud y hacerla honorable,” no se entendió si se refería a hombres o a valores –probablemente en este caso a valores. ¿No se corresponde mejor esta idea que el título oficial de la reunión, “El Festival del Arte Negro?” Sin embargo, esta denominación es por sí misma totalmente limitada, si estamos de acuerdo en que la cultura no es exclusivamente la suma de las artes. Esto sería especialmente cierto en la cultura Negra, pues los organizadores hablan del “humanismo Negro” y su contribución a la “civilización de lo universal” (Senghor). Admitamos al menos que existe aquí cierta ambigüedad entre hombre y cultura.
No construyamos nuestra metodología demasiado ingenuamente. Negritud, de una manera más o menos confusa, significa todas estas cosas –el grupo de hombres negros como un total, sus valores, y la participación de cada hombre y de cada grupo de negros en su mundo y con sus valores. No estamos tratando con tres cajones fuertemente cerrados cuyo contenido no debe mezclarse; debo establecer esto forzosamente cuando hablo de la trilogía conceptual relativa a los judíos. ¿No es por tanto, totalmente necesario, tener herramientas adecuadas para descubrir cada perspectiva –descubrir cada operación de la existencia del hombre negro?
Podemos, sin embargo, ver claramente por qué la generación más joven de la que hablaba anteriormente experimente tal ansiedad y enfado. “Hay tanto que hablar sobre Negritud y el humanismo negro”, exclaman con indignación, “que los valores están haciendo que la gente se olvide de los hombres”. Todos los negros no viven en naciones libres, y en las nuevas naciones negras todos los negros están lejos de ser socialmente libres. Esta situación se materializó en algunos casos con la complicidad de los colonizadores y en otros después de que se marcharan. Pero el hecho permanece todavía hoy “Negros están explotando a Negros” “Hoy vivimos en la era de los Tshombes”.
La apariencia de naciones en grandes sectores del mundo negro ha disminuido indudablemente los sentimientos negativos hacia los hombres negros, tal como la fundación del Estado de Israel ha reducido afortunadamente los sentimientos negativos hacia los judíos –tanto que ciertos judíos muy olvidadizos dudan de que hubieran existido antes. Los habitantes de Senegal y de Costa de Marfil, que son, ahora al menos, dueños de sus destinos políticos, insisten solo en los aspectos positivos del arte negro y de sus valores. Podemos fácilmente entender por qué. Ellos desean conservar solo la parte afirmativa y gloriosa de la Negritud. Pero si bien es cierto que la opresión contra los negros ha disminuido, no obstante, no ha desaparecido. Tal actitud eufórica puede mostrar una falta de implicación, y parece prematuro y de alguna manera ofensivo para todos aquellos para los que la Negritud sigue siendo más una carga que una fuente de felicidad. La insatisfacción que experimentaron numerosos participantes en el festival de Dakar es una oposición a este tipo de actitud. El Festival mostró otra versión del conflicto entre los ricos y los pobres, pero en esta ocasión ambos eran negros. Así, se comprende por qué los organizadores simplemente prefirieron no invitar a ciertos negros: los sudafricanos, por ejemplo, o incluso a los guineanos o a los cubanos. Estas personas probablemente hubieran insistido obstinadamente en los aspectos negativos de las condiciones de los negros hoy.
Los jóvenes que se sublevaron contra esta desmesurada euforia trataron de condenar tan en su totalidad como aquellos que trataron de alabarla. Si afirmar lo positivo de los valores de los negros oculta su contrapartida negativa, el infortunio del hombre negro, estos seudo valores deben ser denunciados: “una cultura mirando hacia el pasado”, “un pasado petrificado”. “Los tantán de la variedad de la Negritud del Cesaire-Senghor retumban como calderos rajados”. El Alto Comisionado para Dahomey presenta su declaración final: “La Negritud o es una fuerza liberadora o no será nada”. En su amarga revuelta contra la condición de los negros, le escritor negro americano, Leroi Jones, combate la existencia de una cultura negra: “No existe una cultura negra”.
Es un paso serio para una persona no negra interferir en una de los más convulsos y graves conflictos internos a los que se enfrenta hoy el hombre negro. Yo creo en las virtudes del racionalismo incluso en los más acalorados debates. Es sencillamente, permitan que lo repita, que me parece interesante comparar las condiciones de los negros con las de los judíos. El uso de la metodología, que me ayudó en gran manera para aclarar el concepto de Judaísmo, puede ser capaz de darme una ayuda similar para el concepto de Negritud, aunque pudiera ser necesario desmenuzar el concepto de Negritud como tuve que hacer con el de Judaísmo.
La Negritud, por tanto, es mayoritariamente todavía un concepto negativo, y debe reconocerse así o creará más misterios de los que aclarará. Sería prematuro hoy, para un negro terminar con su auto rechazo. ¿Pero no sería también catastrófico rechazar de una limpia barrida todos los valores de los negros, los que pertenecen al pasado o los que están en proceso de creación, simplemente porque la condición del hombre negro sigue siendo miserable? Nos damos cuenta del peligro que amenaza cuando leemos la declaración del Alto Comisionado de Dahomey que manifiesta que África necesitará “el martillo de los trabajadores antes que el cincel del escultor… ¡África cantará su más bella canción solo cuando sea libre!” Puede que no esté totalmente equivocado, pero atañe a dos cosas totalmente diferentes, aunque interrelacionadas, niveles que no deben de confundirse. Es de vital importancia comenzar diferenciando inmediatamente entre: valores culturales de las diferentes comunidades negras, sean del pasado, presente o futuro; sus diferentes problemas socio políticos; la forma en que cada negro se acerca a estos valores; la forma en que los vive y los combate; y finalmente como reacciona ante su comunidad –aceptándola o rechazándola. ¿No es urgente nombrar y definir por separado la Negridad, el Negrismo, y la Negritud? a) Negridad contendría el conjunto de grupos de negros y pueblos. b) Negrismo incluiría a todos los valores culturales y tradicionales de los negros. c) Negritud se usaría estrictamente para definir la forma con la que una persona que es negra se siente como negra: su sentido de pertenencia a un grupo de hombres, y su lealtad a los valores del grupo.
III
No pretendo satisfacer las complejas necesidades metodológicas en estas pocas páginas; pertenecen tanto al dominio de la epistemología como al de la sociología el conocimiento. Es suficiente haber señalado una dirección para futuras investigaciones, y al mismo tiempo, haber contribuido con un argumento a la hipótesis de que hay una cierta similitud entre la mayoría de las condiciones de opresión.
Añade paso que la misma necesidad, nacida de una confusión similar, existe en el mundo Islámico. El mismo término, Islam, se refiere a los que creen en la religión de Mahoma, a la religión en sí y a los valores éticos que la acompañan. ¿No sería hora de diferenciar entre estos significados?
Los paralelos que he trazado entre las condiciones de la Negritud y la Judeidad, naturalmente, no merman la especificidad de cada término y de sus contenidos, en primer lugar porque las diferencias entre las condiciones y las tradiciones de las dos situaciones son de extrema importancia. La opresión del judío no es la misma que la del negro o la del colonizado. La opresión del individuo negro no es la misma que la del grupo de negros. Armados con estas herramientas y esquemas comunes, los negros deben de conducir sus propios inventarios. Yo solo puedo sugerir cómo diferenciar los contenidos del mundo de la Negritud, o más exactamente, de cada sentido de Negritud. Si se acepta mi propuesta, y la Negritud es definida solo como el grado de participación de cada negro en la personalidad colectiva del grupo, el concepto será esencialmente dinámico, sujeto a distintas variables. ¿Cuál sería el papel en cada ocasión de los aspectos positivos y negativos? ¿Se puede describir y al mismo tiempo calcular un coeficiente de Negritud con el patrón del coeficiente de Judeidad?
Veremos también que la dialéctica negativa-positiva que fue tan importante para cada tipo de Negritud se convierte en un tema de menor importancia cuando hablamos de Negrismo, es decir, valores culturales de los negros.
Estrictamente hablando, una determinada cultura no puede ser negativa; puede ser insuficiente, obsoleta, mal adaptada a las nuevas necesidades, incluso contradictoria y dispersa geográficamente, y diluida por diferentes influencias a las que se ha visto sometida, pero nunca puede llevar un signo menos. Esto es lo que me quedó al hablar de la negatividad del Judaísmo, la Negritud o el Islam: un absurdo. He distinguido en cambio entre tradición y cultura. Tal distinción te hace posible ver en perspectiva tu fidelidad al pasado o para adoptar una actitud funcionalista con respecto a los valores. También hace posible adoptar o rechazar relativamente normas religiosas, éticas o estéticas, así como hace posible querer ir más allá de ellas con el deseo de recrear reglas y logros para adaptarlas mejor al hombre moderno. La existencia de una variación en el punto de referencia posibilita vencer el “problema” de todo o nada, de total aceptación o de absoluto rechazo.
En mi opinión, el paso más importante hacia la resolución de estos problemas mareantes es una tarea de clarificación, de construir distinciones. Solo esta aproximación nos permitirá dividir un único término erróneo y sofocante en diversas partes que componen la condición del hombre negro. (Los cristianos no sustituyeron accidentalmente el concepto de Cristianismo al principio de su historia por el término Cristiandad; y la decisión demostró ser beneficiosa para ellos.)
El hombre negro debe conservar el derecho a cuestionar su tradición así como tener derecho a mantener distancias con respecto a su grupo. Para hacer eso, necesita ser capaz de aislar la tradición misma del sistema de vida organizado en su entorno, que es lo mismo que decir que necesita ser libre de aceptarla o rechazarla, o tomar la parte que desee de ella. Necesita ser capaz de afirmarse sin ser asfixiado ni por la tradición ni por el grupo. Ni su espíritu de rebeldía debe de ser reprimido. Necesita poder rechazar partes de sí sin estar obligado a renunciar totalmente a su herencia. Para hacer todo esto debemos dotarle de las herramientas adecuadas.
Los críticos pueden encontrar poco elegantes mis términos y proponer otros ellos mismos. No excluyo en absoluto esta posibilidad. Los conceptos, por otra parte, me parecen que son indiscutibles, independientemente del nombre que se les de. No negaré que estos conceptos pueden útiles solo temporalmente. Cuando todos los pueblos negros consigan, por ejemplo, constituir sus propias naciones independientes, la palabra Negridad debido a su naturaleza específica puede desaparecer, fundida de manera identificable con la palabra más general de “humanidad”. A pesar de las apariencias, el concepto de Negridad no identifica fundamentalmente a un grupo racial sino a un grupo que sufre las mismas condiciones, condiciones de opresión, ocultas por la cuestión mítica de la raza. Negridad no es más que la respuesta étnica de los negros a las acusaciones étnicas de los blancos. Podemos encontrar la misma respuesta global –probablemente también temporal- entre la mayoría de los pueblos colonizados que llegan a ser, ellos mismos, racistas por reacción, manteniendo una solidaridad seudo étnica entre ellos a base de alimentar continuamente su auto estima y rechazando a los colonizadores con argumentos racistas.
Incluso el concepto de Negrismo puede ser finalmente rechazado por arbitrario e inútil. Es posible hablar de una comunidad universal de cultura negra. ¿En qué se ha convertido hoy el “humanismo negro” de Senghor en un mundo donde se encuentran negros entre los musulmanes, cristianos, protestantes, animistas y judíos? ¿Este término hace algo más que referirse a un color de piel? Durante los años recientes la mayoría de los líderes negros han enfatizado en la única agrupación geográfica de todos los pueblos negros, África, para tratar de ir más allá o de enriquecer una referencia étnica que se ha convertido en algo demasiado específico y demasiado restrictivo. Parece que no saben si África debería quedar como un mito poético unido al pasado o convertirse en un programa político. Malcolm X, el líder disidente de los negros musulmanes en los Estados Unidos, parecía que estaba considerando, justo poco antes de su muerte, una verdadera convergencia de la Negridad en la patria africana.
Y África, la Madre, es un tema de inspiración extraordinariamente fértil para sueños similares de Aimé Césaire, poeta de las Anillas Francesas. Pero, repito, corresponde a los mismos negros especificar cual es su relación con el África real o mítica, así como especificar los factores que influyen en su condición. En el momento en que empiecen a hablar de una comunidad cultural, sea esta real o imaginaria, necesitan una palabra precisa para designar dicho concepto.
Si un día se hace necesario reclasificar la terminología no me extrañará, ni lamentaré el cambio: creo en le dinamismo de todos los grupos humanos y de todas las condiciones humanas. Esto significa que también creo en la naturaleza dinámica de los conceptos, incluidos su muerte periódica y su sustitución.
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Este texto se escribió en el verano de 1966 para formar parte de una publicación colectiva sobre la Sociología del Conocimiento, publicada por las Ediciones Anthropos, París. En el momento en que enviaba el manuscrito a los Editores, el presidente Léopold Sédar Senghor tuvo la amabilidad de hacerme saber su interés en mi sugerencia de que el término negritud fuera redefinido y finalmente dividido en varios términos. . Esto iba a ser sometido a la consideración del Congreso de Africanistas (Segunda sesión) en Dakar, en diciembre de 1967.
Traducción: Francisco Mateos
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