HENRY A CRUMPTON – ALLISON MELIA
Teherán y Riad no operan bajo las presunciones occidentales: la religión es su ideología política.
A los oficiales de inteligencia se les enseña a evitar la “imagen espejo.” O sea, asumir que tu adversario comparte tus puntos de referencia analíticos y piensa como tú lo haces. Los estadounidenses tendemos a atribuir a otros países lo mejor de nuestros propios valores: tolerancia, igualdad de oportunidades, imperio del derecho, libertades de expresión y culto, y separación de iglesia y estado. Pero muchos países no comparten estos valores. Dos de ellos están entre nuestras relaciones exteriores más problemáticas: Arabia Saudita e Irán.
Estos estados, uno amigo y el otro enemigo, promueven ideologías que compiten con la visión de Estados Unidos de instituciones liberales, democracia laica y orden mundial. Pero en vez de enfrentar sus narrativas iliberales, represivas y a menudo reprochables, intentamos reconciliar sus opiniones con las nuestras, dándoles un pase libre basados en nuestra propia tolerancia de las diferencias religiosas. El problema es que en estos estados la religión no existe en un vacío. Al contrario, su religión es su ideología política—y un elemento crucial de su política exterior.
A pesar de su estatus como un aliado importante, Arabia Saudita presenta un desafío principal para Estados Unidos. La familia real saudí gobernante depende del apoyo del clero wahabita, que representa una doctrina ultraconservadora que es la piedra angular de la identidad del país y la fuente de legitimidad de la monarquía. El reino ha exportado durante mucho tiempo la ideología wahabita con miles de millones en financiación para escuelas religiosas, o madrasas, mundialmente. Aunque los gobernantes saudíes prohíben a los líderes religiosos apoyar en forma activa la revolución violenta, grupos terroristas como al Qaeda y el Estado Islámico citan con frecuencia o distorsionan principios wahabitas para justificar la represión a las mujeres, el gobierno autocrático y la violencia contra los no musulmanes.
Aunque Arabia Saudita, a veces con apoyo de Estados Unidos, ha lanzado operaciones contraterroristas eficaces contra al Qaeda y el ISIS, estos esfuerzos se ven defraudados si el reino saudí no aborda también la ideología subyacente que inspira los ataques del ISIS en todo el globo. Y Riad, como custodio de los sitios más santos del Islam, está posicionado en forma única para actuar. La aversión natural de los estadounidenses a la participación del gobierno en los asuntos religiosos no debe convertirse en una excusa para la falla estadounidense en abordar este desafío ideológico.
Según un sondeo reciente a miles de jóvenes árabes en 16 países, la abrumadora mayoría rechaza al ISIS, creen que éste fracasará, y quieren que los líderes de su gobierno “mejoren las libertades personales y derechos humanos de los ciudadanos, especialmente de las mujeres.” Claramente es hora de que Estados Unidos promueva una defensa más rigurosa de los valores liberales y abandone nuestra aquiescencia a la agenda política wahabita envuelta en una doctrina religiosa.
La política de la República Islámica de Irán está aún más entrelazada con la religión. La preocupación principal del Líder Supremo, Ayatola Ali Khamenei, quien controla fundamentalmente la dirección política del país, es preservar y promover los ideales revolucionarios de Irán. Bajo el estandarte de la religión, Irán participa directamente en el terrorismo internacional, apoya a representantes violentos tales como Hezbolá, desafía el derecho y normas internacionales, y pide la muerte para Estados Unidos e Israel. Al mismo tiempo, el Sr. Khamenei y sus subordinados explotan frecuentemente el respeto de Estados Unidos por la religión distorsionando cualquier crítica a las políticas de Irán como un ataque contra el Islam.
Andar con cautela alrededor de estas cuestiones coloca a Estados Unidos en una desventaja estratégica cuando en realidad tenemos influencia considerable en ambas relaciones. La transformación reciente de los mercados petroleros—impulsada por la demanda global debilitada y la explosión del esquisto bituminoso—ha reducido la dependencia de Estados Unidos del petróleo saudí. Aunque la política exterior saudí se ha vuelto más asertiva en algunas áreas, tales como Yemen, la seguridad de Rial continúa dependiendo del armamento avanzado, entrenadores y asesores estadounidenses. Además, el país parece estar moviéndose hacia una economía más orientada al mercado, lo que es de buen augurio para más cooperación comercial de Estados Unidos.
Estados Unidos debe redoblar sus esfuerzos para contrarrestar al terrorismo iraní—con fuerza letal si es necesario. Mientras tanto, el poder económico de Estados Unidos continúa siendo una herramienta valiosa. Aún después de la remoción de algunas importantes sanciones como parte del acuerdo nuclear, Teherán ha buscado acceso adicional a los dólares estadounidenses para conducir transacciones internacionales y ha solicitado que sean levantadas las sanciones restantes. Pero eso sólo debe ocurrir si Irán cesa su comportamiento violento y desestabilizador, lo cual es improbable bajo el régimen actual.
La tolerancia religiosa es uno de los ideales más altos de nuestro país. Los estadounidenses somos afortunados de vivir en una sociedad que respeta a todas las religiones. Pero nunca debemos permitir que esta inclinación desvíe nuestros análisis del comportamiento de otras naciones. Es importante que veamos a estos estados no como una imagen en el espejo, sino como actores dispuestos a utilizar la ideología basada en la religión en formas que socavan nuestros intereses.
Henry Crumpton, un veterano de la CIA durante 24 años y ex coordinador estadounidense de contraterrorismo, es el CEO de Crumpton Group LLC.
Allison Melia, una ex analista de la CIA y directora para Pakistán y Afganistán en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, es directora de análisis.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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