Después del dolor

ANA JEROZOLIMSKI

“Al principio sentía que me tenía que concentrar para poder respirar […]. Me habían arrancado algo”, dijo Rajel Frenkel, cuyo hijo fue secuestrado y asesinado por Hamas hace dos años.

Rajel Frenkel (47) sigue hablando de sus siete hijos, aunque el segundo de ellos, Naftali, fue secuestrado y asesinado por Hamas junto a Gil-Ad Shaer (16) y Eyal Yfrah (19), el 12 de junio del 2014. Durante 18 días los buscaron, hasta que fueron hallados sus cuerpos sin vida en la zona de Hebron. De cara a Iom Hazikaron, el Día Recordatorio de los caídos en combate y atentados terroristas conversamos con Rajel. La escuchamos con un nudo en la garganta.

Este es un resumen de la entrevista que se publica en el Semanario Hebreo, en su edición especial con motivo del Día de la Independencia de Israel.

Rajel, no sé cómo empezar, cómo poner en palabras una pregunta adecuada, al entrevistar a una madre que perdió a su hijo, tan jovencito como era Naftali, en un atentado terrorista. Y me pregunto si ayuda el hecho de que el pueblo todo participe del dolor personal.

“A veces me han preguntado esto al revés, si no siento que me “nacionalizaron” a mi hijo. Mucha gente me paraba por la calle y yo sentía que compartía realmente mi dolor, que vivimos algo juntos. Porque el secuestro y el asesinato de los chicos fue algo que le pasó también al pueblo de Israel. Claro que desde el punto de vista de la nostalgia, de la sensación de lo perdido, de lo que falta, esto siempre será algo muy personal. Pero el abrazo y el apoyo del pueblo son muy significativos, y realmente no creo que se pueda concebir un abrazo más grande que el que las familias recibimos.

Claro que están los momentos que son totalmente personales. Cuando estoy sola en el coche, o de noche, y me pongo a llorar. Pero no me olvido nunca que en esta zona, decenas y centenas de personas son asesinadas diariamente y nadie parpadea siquiera, pero aquí, tres chicos no volvieron a casa después de sus estudios, y millones de personas en el mundo dejaron de dormir. Ante todo, eso dice mucho sobre lo que es el pueblo judío y de lo que somos capaces. Además, claro que eso nos abraza muy fuerte.”

EL RECUERDO

¿Cómo describirías a Naftali?

Te diré que fue secuestrado el último día de estudios, en el penúltimo año de secundaria. Era un chico muy musical. Había aprendido solo a tocar instrumentos. Cantaba en coros, estudiaba también la teoría de la música. Hacía un tiempo había pasado a la memoria de su teléfono varios tipos de música, muy distintos. Tenía jazz, música clásica, rock, música jasídica, canciones en hebreo, realmente variado. También me pidió “oldies” y yo le pasé Simon y Garfunkel. Mis amigas le preguntaron si realmente era eso lo que escuchaba y él contestaba: “Hay que escuchar cada cosa tres veces antes de decidir si a uno le gusta”.

Era un gran deportista. Le gustaba el basketball, jugar al freezbee, muy atleta. Y por otro lado, siempre supimos que cuando era necesario, sabía actuar con seriedad. Vimos cómo estudió para el examen final de Matemáticas en el liceo, cómo se iba desarrollando tan bien en todo. Estudiaba en una yeshivá de secundaria, que le gustaba mucho. Tenía muchos amigos a los que quería muchísimo. Por un lado tenía un sentido del humor muy cínico y por otro, parecía otro cuando rezaba, era increíble verlo. En resumen, como muchos adolescentes, un poco cínico y muy sensible.

Y LA VIDA QUE CONTINÚA

Está el dolor de su muerte, y también, me imagino, el pensar en todo aquello que no llegó a hacer. ¿Te permites pensar a qué habría llegado?

“No lo he pensado muy en detalle, pero te puedo decir que estoy muy en contacto con sus amigos y eso tiene mucho que ver. Estuve en la ceremonia de fin de estudios de secundaria, cada uno tomó su camino, más que nada los marcos previos al ejército, así que al ver lo que ellos están viviendo, puedo imaginarme lo que Naftali elegiría.

Yo tuve una alumna que murió en un accidente de tráfico. Cuando Naftali fue asesinado, sus padres me recomendaron mantenerme en contacto con sus amigos. Y eso lo mantiene vivo entre nosotros. Sus amigos son maravillosos con nosotros, mis hijos los adoran y su presencia es una forma de traer a casa un poco a Naftali también. Sé que llegará el día en que se casen y traigan hijos al mundo.

En uno de nuestros encuentros, en las primeras semanas luego de terminar toda la espera, de saber que Naftali ya no volvería, les dije: “Les pido que no anden como pisando huevos al lado nuestro, no actúen como cuidándose de qué decir y qué hacer, actúen con naturalidad y libertad”. Y realmente así funciona, y es bueno.

Lo central era decirles a sus amigos “no piensen demasiado, no dejen de hacernos ser partícipes, manden invitación cuando quieran y si vamos a tener fuerza, allí estaremos”. En ese momento, fue lo que sentimos. Y en ese momento, al principio, aún no sabíamos cuán importante sería ese vínculo con ellos para nosotros.

Claro que esto significa que nos acercamos mucho a parte del mundo de Naftali y por otro, vemos con claridad que él ya no está en él. Y eso duele profundamente.

Y mis otros hijos crecerán, pasarán distintas etapas, y yo también pensaré en Naftali que no las vivirá.”

“CADA UNO CON SUS HERRAMIENTAS DE DUELO”

Además, hay diferentes formas de lidiar con el duelo ¿verdad?

“Sin duda. En la semana de duelo, la shivá, cada uno se te acerca y te cuenta su historia, para decirte que te entienden y también para que sepamos que hay vida después de algo así. Uno ve diferentes estilos. Cada uno tiene sus herramientas. Me encontré con una familia que me dijo “nosotros no lloramos”. Traté de entenderlo y pensé que quizás sienten que su soldado caído los mira. Conocí un caso de un chico que cayó y su hermana contó que durante siete años en su casa estaba prohibido reírse.

Hay quienes nos dicen “volvimos a trabajar, nos dedicamos a los hijos y a los nietos, pero tú y yo sabemos que todo es una máscara”. Y yo aprendí a dar crédito a la máscara porque eso les da fuerza de hacer cosas que quieren hacer. Pero yo dije que no quiero andar con una máscara.”

Años atrás entrevisté al Dr. Itzjak Aizenman, oculista oriundo de Colombia, que perdió a su hijita Gal en un atentado con explosivos en Jerusalem, en el que también murió su suegra y su hijito quedó herido. Lo volví a entrevistar uno o dos años después del atentado y me hablaba de cómo se lidia con el duelo, de que en determinado momento uno siente nuevamente que quiere reír, aunque siga sufriendo el dolor de la pérdida irreparable…

“Soy aún nueva en esto. Sé que hay gente que 30 años después, sigue adentro de la historia. Cada uno, como decía, con sus recursos. Yo quiero intentar dar el mayor espacio posible a todo el espectro, a poder reír cuando uno quiere reír y poder llorar cuando uno quiere llorar.

Recuerdo que, al principio, a veces sentía que me tenía que concentrar para poder respirar. Era como un parto, cuando una espera que se pase la contracción. Venía la ola de dolor indescriptible pero el resultado era el opuesto al parto. Me habían arrancado algo.

Pero nunca me sentí culpable si sentía alegría por algo. Y siempre traté de transmitirlo a mis hijos. Una vez sentí que una de mis hijas parecía que pedía permiso con su mirada, si podía llorar. Y le dije que está bien llorar y está bien sentir alegría. Y a todo esto agrego: imagino que hay etapas que aún no conozco.

Espero que uno pueda recordar con alegría y una sonrisa, sin que cada recuerdo sea como un cuchillo que te clavan. Hay muchas cosas hermosas para recordar, pero van tan de la mano de la sensación de la pérdida irreparable, que es difícil. En algunos sentidos, diría que Naftali está hoy más cerca mío que antes. Otra madre que perdió a su hija me dijo “siento como si me la hubiera tragado y ella hablara desde adentro mío, como si no la puedo extrañar porque la llevo adentro”. Te diré que yo no lo siento así, pero sí es cierto que hay algo en la presencia de Naftali, que es más fuerte que antes.”

Ustedes trajeron al mundo siete hijos, una casa con mucha vida, donde cada uno tiene su lugar…

“Así es. Tenemos siete hijos, de entre 5 y 20 años. Naftali es el segundo. Es una gran bendición un hogar con muchos hijos. También los otros dos chicos asesinados vienen de familias con muchos hijos. Gil-Ad tiene cinco hermanas y Eyal seis hermanos y hermanas, una gran bendición indescriptible. Pero además de la cantidad de hijos, el hecho que en las tres familias varios de ellos son chicos, empuja. Si una quiere esconderse debajo del acolchado y salir dentro de seis meses, no puede, porque otro de tus hijos, de 3 o 4 años, entra por abajo y te requiere por lo que necesita, lo cual, gracias a Dios, te empuja a seguir viviendo.”

EL SECUESTRO Y LA GUERRA

¿Qué te hace sentir el hecho de que a raíz del secuestro también estalló una guerra? Recordemos, la guerra contra Hamas en la Franja de Gaza, de aquel verano israelí del 2014.

“También esto se puede preguntar a la inversa. Hubo gente que nos dijo: “Vuestros hijos son tzadikim, justos, porque gracias a ellos fueron descubiertos los túneles cavados desde Gaza hacia Israel, gracias a ellos fueron frustrados a tiempo mega atentados”. En mi fuero íntimo me reía y me decía, “Naftali no es ningún tzadik, tiene solamente 16 años, se pelea con sus hermanas, es un niño…”.

Realmente no entiendo el comportamiento de Hamas. Tenían una serie de atentados espectaculares ya prontos, con motos dentro de los túneles, que podían salir en cualquier momento, y cuando el ejército presionó a la población de Hebron porque tenía claro que allí estaban los secuestradores, Hamas comenzó a provocar desde Gaza disparando cohetes hacia Israel, como para ayudar a la gente de Hebron. Querían distraer la atención de lo más grande, los túneles. Pero no creo que se pueda decir que la guerra empezó por eso… hay aquí procesos más complejos.

Se buscó a los chicos durante 18 días, luego la guerra duró 51 días y en todo ese tiempo, muchas semanas, el nivel de sacrificio y solidaridad tanto dentro de Israel como de comunidades judías en el mundo, fue algo que una persona común no ve durante decenas de años.”

¿Podrías compartir conmigo algún ejemplo de esa solidaridad?

“Tendría decenas de ejemplos, de la diáspora, de acá. Nos llamaron a casa desde Sudamérica, Katmandú, Australia, Sudáfrica… fue una locura… la gente llamaba simplemente para decir que está con nosotros. No hay algo igual en el mundo. Llamaban para que sepamos que oran por los chicos. Miembros del Congreso norteamericano coordinaron un encuentro con el papa. Cada uno hacía lo que podía. Llegó a casa una delegación de Argentina y otra de Roma. Y en una de las comunidades me dijeron que por esta situación, habían vivido un milagro, que en la oración por los chicos, los haredim, jasidim, conservadores, judíos no afiliados, todos estaban juntos, que no había precedentes de algo así. Y yo me decía, mejor encontrar otra excusa para estar unidos.

Hay miles de historias pequeñas, de la gente que venía a casa, y cada uno ocupa un punto de mi corazón, del norte, del sur, gente de derecha, de izquierda, drusos, beduinos. Llegó un soldado con su boina, y yo sé cuántos kilómetros tuvo que caminar para recibirla, y con una carta nos dijo “esto es para Naftali, para cuando vuelva”. Al día siguiente vinieron soldados del Najal Haredí, y nos dan su broche de combatiente. Y un agricultor del sur que nos trajo enormes cantidades de semillas de girasoles para que cuando Naftali vuelva las plantemos juntos. Al final las plantamos todas en el jardín y en el invierno teníamos girasoles gigantes. Una señora mayor llegó y me dijo que me vio en la televisión y se dio cuenta de que me gusta vestirme de color violeta, que tiene una pequeña joya que me combina… Le dije que no, que por favor no me dé su joya, pero ella quería entregarnos con ella parte de su corazón… Y los niños que escribieron miles de cartas… y mucho más.”

OPTIMISMO REALISTA

“Es para Naftali cuando vuelva”, les dijo el soldado… ¿Y tú pensabas que volvería?

“En ese entonces nos reunimos con el ministro de Defensa, con el comandante en Jefe del Ejército y todos fueron muy directos con nosotros. Siempre que había alguna información relevante, nos ponían al tanto. Sabíamos que había habido disparos en el coche. Eso quedó grabado en el llamado que Gil-Ad logró hacer a la central de la policía para avisar que habían sido secuestrados. Pero por otro lado encontraron muchos elementos que indicaban que la intención de los terroristas era mantener secuestrados. Nos dijeron que podía ser que los disparos fueran sólo para asustarlos. También podía ser que habían matado a dos y dejado a uno con vida, podía ser que estaban heridos, o también, claro, que los tres estaban muertos.

Nos dijeron claramente que la premisa en base a la cual trabajan, es que se busca a gente viva. Si no hubieran trabajado con esa premisa, con la intensidad que derivaba de ella, no sé si habrían llegado al lugar en el cual estaban los cuerpos.

Yo esperé a mi hijo durante 18 días. Me encontré con Rajel Sasportas, que esperó al suyo, Avi, 81 días. A la madre de Ilan Saadon le llevó 7 años… y sabemos de casos en los que nunca se encontraron los cuerpos.

Hay quienes dicen que la incertidumbre es lo peor, pero yo dije que no, que estoy dispuesta a esperar otros cinco años, pero que al final entre a casa. Y lo repito. Hoy, que ya sabemos que para ellos todo se terminó en dos o tres minutos, porque los mataron enseguida, siento que es increíble que los hayamos encontrado y que hayamos podido traerlos a casa.

Éramos optimistas, pero realistas al mismo tiempo. Sabíamos que todas las posibilidades estaban abiertas.”

NO EN SU NOMBRE

Ustedes, las tres familias, destacaron siempre la necesidad de unidad, y las expresiones de solidaridad que recibieron de distintos segmentos, diversos por cierto, de la sociedad israelí. El secuestro y asesinato, lamentablemente, llevó a otro tipo de expresiones de parte de algunos extremistas del lado israelí. Presentadas algunas de ellas como venganza por el secuestro. Y ustedes dijeron no en nombre de nuestros hijos. ¿Cómo vivieron este tema?

“Para nosotros, unidad es estar unidos en lo bueno, en acciones positivas, no en vandalismo. El ejemplo más extremista fue el asesinato del jovencito Muhamad Abu Khdeir, que nos estremeció y enfureció. Para nosotros, eso equivalía a llegar al nivel más bajo concebible.

Recordemos, un grupo de ciudadanos israelíes, judíos, un mayor y algunos menores, secuestraron a Muhamad cerca de su casa y lo asesinaron, lo quemaron vivo. Están hoy todos presos.

Así es. Más allá de la afrenta moral que eso supuso y la identificación que yo siento con cualquier familia que está en mi situación, hay inclusive otro aspecto, desde el punto de vista religioso. Yo puedo, Dios no permita, llegar a perder el derecho en esta tierra si se derrama sangre limpia. Esta es mi concepción de mundo, sumamente sencilla.”

Y en efecto, ustedes se manifestaron con firmeza después de dicho asesinato.

“Es lo más elemental, no es difícil entenderlo. También tratamos de reunirnos con la familia Abu Khdeir, pero ellos no quisieron. Soy consciente de que en toda sociedad hay fenómenos e individuos que deben ser corregidos. También en la nuestra. Y al mismo tiempo, hay muchas cosas buenas.”

Rajel, ¿eres capaz de ver a Israel viviendo en paz?

“Así lo espero. Pero no soy ingenua. No creo que haya soluciones a corto plazo. Pero no soy ni General ni política, tampoco experta en seguridad. Quiero que haya paz, duradera, y con seguridad. Dentro de esta lucha, hay que respetar derechos y preservar códigos morales. Y necesito que haya aquí un Estado seguro para los judíos del mundo. Y si se llega a esa etapa, creo que también nosotros tendremos que hacer algunos cambios, y también que ambas partes tendrán que hacer concesiones. Lo claro es que acá no hay soluciones instantáneas. Y si logramos soluciones temporarias que nos permitan 40 años de tranquilidad, también está bien…”

Fuente:cciu.org.uy

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