MELISSA GROMAN
Lo admito. Cuando se trata de amor, me vuelvo un poco loca.
No tiene ningún sentido, pero estoy enojada. No es el tipo de enojo con taquicardia, mente nublada y dedos acusadores, sino el tipo de enojo de amurrarse y esconderse. Mi esposo está de vacaciones.
Le dije que debía irse. Lo alenté. Y además no son unas vacaciones reales. Él está visitando a sus padres que viven lejos. Él no está holgazaneando en la playa o tomando un crucero por el mar con un trago en su mano (aunque se que habrá cerveza y bistec). Él está haciendo largas caminatas, durmiendo hasta tarde y jugando mucho Scrabble.
No es que me importe quedarme en casa y sostener el fuerte. Y de hecho ni siquiera me gusta el Scrabble. Podría tomar unas vacaciones propias si quisiera. Pero de alguna manera, de todas formas, estoy sintiendo el zumbido.
Mi amiga Debbie me dijo que una noche, la semana pasada, su esposo llamó para decir que llegaría tarde. Él le dijo que había algún tipo de atascamiento en la Interestatal. Ella fue amable con él por el teléfono, pero por dentro estaba furiosa. ¿Por qué no salió más temprano? ¿Por qué no tomó una ruta alternativa? ¿Tráfico? ¿En serio? Sí, seguro.
Después de escuchar la radio, ella oyó que de hecho había una pesadilla de tráfico y que las personas estaban siendo retrasadas por horas. Pero ella aún estaba enrabiada cuando su marido entró por la puerta principal, como si lo mínimo que él debiera haber hecho es tomar un helicóptero para llegar a casa esa noche.
No es que ella no le creyera acerca del tráfico, es solamente que las mujeres no siempre son criaturas de “hechos” tanto como son criaturas de “sentimientos”. Los hombres no entienden esto. Intentar explicar cómo un hecho concreto y objetivo como el tráfico podría posiblemente tener algo que ver con el amor que sientes por tu esposa, es como intentar explicarle el color azul a un daltónico. Ya sea que lo entiendes demasiado bien, o no lo entiendes del todo.
Aquí es lo mismo: las mujeres a veces son irracionales, especialmente cuando se trata del amor. Distinguimos la lógica de la emoción pero de alguna manera seguimos manteniendo nuestras expectativas. No es que no estemos agradecidas por las cosas buenas que hacen nuestros hombres, o por el sólo hecho de que sean nuestros hombres, es sólo que vemos las cosas a través de lentes femeninos y tenemos aparentemente una fuga de combustible en nuestros tanques de gasolina emocional. La mayoría de los hombres que conozco trabajan duro; ellos toman su rol dentro del matrimonio seriamente. Hacen sus “cosas de hombres” y le ofrecen a las mujeres todo el amor que tienen y esperan recibir amor a cambio. Al hacer esto, ellos creen que están poniéndole combustible a la relación. Y así es.
Solamente que las mujeres necesitan más. Nosotras necesitamos recargas regularmente en forma de palabras y acciones tranquilizadoras, detalles sobre su día, reconocimiento – cosas que crean conexión emocional – que hacen mucho para llenar y rellenar el tanque. Escuchar “Llegaré tarde a casa”, no es ni cerca de reconfortante (o satisfactorio) para una mujer como escuchar en cambio “Estoy atascado en la autopista detrás de una camioneta roja y hay mucho tráfico. Desearía poder llegar más rápido a casa”. (Léase: tú eres la cosa más importante en mi vida y volaría si pudiera).
Las mujeres obtienen nutrición emocional de muchas fuentes: amigas, mentoras, líderes espirituales, creatividad. Sabemos que tenemos que cuidar nuestro propio crecimiento y autoestima. Pero sin importar cuán concientes estemos o cuán seguras nos sintamos, cuando se trata de nuestro hombre, siempre estamos buscando la conexión emocional, “esa sensación de amor”. Vivir sin ella es doloroso para una mujer como lo es la negación de la intimidad física para un hombre. Cuando las mujeres están dispuestas a admitir de buena gana su propia naturaleza y los hombres están dispuestos a aprender cómo avanzar emocionalmente, las relaciones se desarrollan mucho mejor.
Nosotras entendemos el tráfico. Nosotras entendemos la ocasional salida nocturna sólo de hombres. Incluso podemos apoyar sus vacaciones. Es tan sólo que, a pesar de que queremos que los hombres salgan de la casa y hagan, en cierto nivel emocional profundo, no queremos que los hombres quieran hacerlo. Queremos que nuestros hombres quieran solamente estar con nosotras. Y sólo entonces pueden ir.
Justo después de las 11 p.m. en mi hora (son solamente las ocho en la Costa Este), suena el teléfono. Es mi esposo llamando para decirme buenas noches. Me cuenta que lo está pasando muy bien con su familia, me dice que me quiere. Y me agradece por enésima vez por “haberlo dejado” ir. Él me dice que me corresponde una parte en su mitzvá de honrar a su padre y a su madre. Él dice que nos extraña a todos mucho y que no puede esperar para volver a casa.
Música para mis oídos femeninos.
Fuente:aishlatino.com
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