Resisim es una organización que ayuda a los israelíes a expresar sus emociones tras las guerras, ya que no sólo los soldados en el frente son afectados por el combate.
ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Shlomi Askira es director general del Proyecto Resisim, un grupo israelí dedicado al diálogo en torno a la guerra, el duelo y las FDI. Los voluntarios del proyecto desafían la cultura del silencio en relación al trauma ocasionado instan a examinar los efectos de la guerra en la sociedad israelí y promover una cultura de compartir y procesar las experiencias de guerra.
Askira fue comandante de división en la brigada de Nahal durante la Segunda Guerra del Líbano y participó en una operación de rescate durante la batalla de Wadi Saluki. A pesar de que han transcurrido diez años, la batalla sigue con él todos los días.
“Recuerdo cuando recibí una llamada en la radio diciendo que otro grupo fue atacado, y que había muertos y heridos. Yo estaba evacuando un cuerpo de uno de los soldados. Cuando elevamos la camilla, fui golpeado por una de sus botas. Es algo que realmente me afectó, y siento como si lo estuviese viviendo en estos momentos,” expresó Askira.
Los voluntarios de Resisim recopilan, escuchan y documentan las historias de estos soldados y de sus familias. Ellos creen que el compartir estas historias tiene un impacto a nivel personal, social y cultural. El proyecto también organiza las ceremonias en Yom Hazikarón (Día del Recuerdo) y sus miembros se reúnen una vez a la semana en Jerusalem.
“Resisim no trata el trastorno de estrés postraumático (TEPT), porque esa es una condición médica. Nos ocupamos de la población en general, de aquellos que no sufrieron daños físicos. Yo no fui diagnosticado con trastorno de estrés postraumático, pero voy a terapia y expreso mis experiencias del combate.”
“Hay un tabú en la sociedad israelí. La gente teme pedir ayuda en voz alta. Siente que no hay dónde hablar porque no estuvieron al frente, no son héroes de guerra ni recibieron medallas o reconocimiento del Estado y no fueron dañados físicamente.
Reut Stoller, de 28 años, era educadora en la unidad Egoz de fuerzas especiales. La Segunda Guerra del Líbano estalló dos meses después de haberse reclutado al ejército y fue asignada a una nueva función: asistir a los entierros de los soldados caídos, encabezar las procesiones funerarias, y colocar coronas de flores en la tumba de los soldados. Diez años más tarde, aún recuerda las emociones y los momentos de esos funerales.
“Nadie cuestiona lo que siente una adolescente de 18 años de edad, de pie sobre el suelo húmedo, recién cavado, con otro ataúd y otra corona de flores,” dijo Stoller. “Ser la primera en llegar a la tumba, escuchar a más gente llorar, otro ‘El Male Rahamim’ (oración funeraria judía), otro Yizkor. Ir al hospital de Nahariya y ver a los soldados todavía cubiertos de sangre tras la batalla. Los jóvenes vuelven de la guerra y callan, porque se supone que no se habla de lo sucedido.”
Stoller es un ejemplo de alguien que no estuvo al frente pero ha sido afectada por los acontecimientos. Alguien que aún no puede expresar y catalizar sus emociones y el dolor. Una de las muchas consecuencias de la guerra sobre el alma humana y las repercusiones de este tema en la sociedad israelí.
“Diez años después, lloro las mismas lágrimas que no dejé salir durante la guerra.”
Ravid Cohen, de 27 años, sirvió como paramédico de combate en la División de Gaza durante la Operación Plomo Fundido, donde trató a decenas de heridos. Una de las experiencias más difíciles fue durante un incidente de varios muertos y heridos. Aún recuerda y huele el campo de batalla, los gritos de las víctimas – las pilas de vendajes usados y charcos de sangre en el suelo.
“Siempre sentí que lo que yo experimentaba era anormal e irracional, y me avergonzaba de mis emociones. Luego de compartir mis experiencias, he comprendido que hay otras personas que sienten lo mismo que yo, que todo lo que sentía era natural.”
Fuente: Ynet / Asaf
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