Una mujer de la tercera edad relata a Enlace Judío cómo fue víctima de una estafa en Polanco.
ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- Hombre, joven, anciano, profesionista y un largo etcétera- tú o yo somos posibles víctimas del fraude o de ser timados, por no hablar de cosas peores.
Volviendo al caso que nos ocupa: Raquel, por llamarla de alguna manera, caminaba por la calles de Polanco cuando fue abordada por una mujer indígena que lloraba y le preguntaba por un despacho de abogados. Ella contestó que no conocía ninguno, pero entonces pasó un hombre que dijo ser arquitecto, y que conocía tal despacho.
La mujer, ya más en confianza, comentó que traía un billete de lotería premiado, pero que no podía cambiarlo debido a que su identificación estaba en manos de los mencionados abogados.
El hombre, mediante una llamada, confirmó que el boleto era premiado.
En esta estafa, llega una persona, generalmente se disfraza como alguien muy humilde, de algún pueblo del interior de la República, y se acerca a ti para pedirte ayuda.
Resulta que ganó al Melate o a la lotería y trae el periódico con los números ganadores. No necesariamente será el máximo premio, pero sí algo jugoso para que despierte en ti la ambición.
Para reforzar, suele llegar una tercera persona, que coteja los números y te dice, sí, sí es el boleto ganador. Es entonces que la persona humilde te dice que no conoce la ciudad, ni sabe de trámites y ni siquiera cuenta con identificaciones o documentos.
Te propone que le des lo que traigas en efectivo e incluso hasta puede pedirte que saques algo del cajero a cambio del billete premiado. Generalmente la ambición puede más y le entregas el dinero que tienes.
El arquitecto le propone ayudar a la indígena a cambiar el boleto a cambio de una buena tajada del premio. Como prueba de su buena voluntad, él iría a su “casa” por unas alhajas ; Raquel aportaría dinero y algunas pertenencias.
Raquel entonces lleva a ambos a su domicilio; luego se va con ellos al banco, donde cambia un cheque por gran parte de sus ahorros. Ahí mismo, entrega el dinero al supuesto arquitecto.
Al salir del banco, la indígena se quedó en la esquina, mientras el hombre caminó con Raquel a a la casa de su “cuñado”, quien era supuesto poseedor de una camioneta con guarura, indispensables para ir a cambiar el documento.
Raquel se quedó parada afuera de la casa, esperando al arquitecto, pensando en la recompensa que le habían prometido por haber ayudado a una persona que lo requería. Algo en su interior se agitaba, tratando de romper el ensueño que la envolvía. Después de un buen rato, el hombre no salió.
Nunca más volvió a ver a la “indígena” ni al “arquitecto”: desaparecieron con su dinero.
Raquel mencionó que fueron varias horas las que pasó con esta pareja y que es muy probable que le hayan suministrado alguna sustancia. “Yo no estaba en mí”, declaró a este medio. Sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia y vergüenza, pero sobre todo, enojo por haber caído en el engaño.
Muchos, como Raquel, hemos transitado por la calle del desamparo, temiendo sobre todo la burla de quienes piensan “nunca me va a pasar a mí”.
Este tipo de delito tiene varias vertientes, siendo el “Billete de Lotería” uno de los más empleados. Otros son: el ofrecimiento de una pieza de “oro” alhaja o joyería, que por un motivo de “urgencia” alguien remata. En cuestión de horas, se habrá despintado. O también: alguien aparenta encontrar, al mismo tiempo que uno, un fajo de billetes, y tras una negociación le ofrece al interlocutor quedarse con él a cambio de un reloj o incluso dinero.
Pero hay también otro tipo de estafadores, que emplean tanto el medio telefónico como el digital, estos llaman para anunciarnos que hemos ganado un gran premio. Ante esto, lo primero es dudar. En muchas ocasiones ¡nos daremos cuenta que ni siquiera hemos comprado boleto!
La cuestión aquí, es estar alerta, saber que nadie da nada a cambio de nada. Y sin embargo, el reto es no cegarse ante una verdadera urgencia o necesidad.
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