Hezbolá no quiere un presidente porque no quiere una República Libanesa

DAVID DAOUD

El Partido de Dios está usando las elecciones fallidas para desacreditar al gobierno.

Hezbolá parece haber cambiado lealtades en la interminable carrera presidencial de Líbano. A pesar de mantener apoyo de largo tiempo por la candidatura del ex general pro-sirio, Michel Aoun, el movimiento chií está respaldando ahora, según se informa, a su rival para el puesto, Sleiman Frangieh. Si es cierto, la medida es prueba adicional que el grupo no busca llenar la largamente vacante presidencia – ni siquiera con un candidato simpatizante – sino más bien asegurar un vacío presidencial para deslegitimar más a la República Libanesa.

Líbano ha estado sin un presidente desde mayo del 2014. A principios de este mes, su parlamento falló por 39a vez en elegir un candidato, posponiendo nuevamente las elecciones hasta el 2 de junio. Como antes, Hezbolá y sus aliados políticos causaron el fracaso boicoteando la sesión. Hassan Nasrallah, jefe de Hezbolá, había prometido previamente respaldar a Aoun en tanto él fuera un candidato, y el partido había prometido boicotear las elecciones a menos que Aoun se presentara sin oposición, y se le garantizara la victoria.

Pero según informes del diario kuwaití Al-Seyassah, Hezbolá está usando tácticas de estancamiento para impedir la elección de cualquier candidato en lo absoluto. Días después que según se informa dijo a ambos contendientes que no esperen una elección hasta que fuera resuelta la Guerra Civil Siria en favor del régimen, Hezbolá pidió que Frangieh no sólo mantenga su candidatura, sino que también convenció a Aoun que dé un paso al costado en la carrera.

Ambos candidatos son aliados firmes del partido chií. Ambos se han opuesto constantemente a su desarme, están alineados con su política exterior, comparten su enemistad hacia Israel y apoyan su intervención en Siria. Cualquier candidato terminará probablemente la política oficial de neutralidad de Líbano en la Guerra Civil Siria y proporcionará un sello oficial de aprobación a la lucha de Hezbolá en nombre del régimen sirio. La victoria por parte de cualquiera beneficiaría ostensiblemente a Hezbolá.

Pero la realidad es que el poder de Hezbolá es tal que no necesita ese sello de aprobación.

Más importante, permitiendo al estado continuar funcionando la elección de cualquier presidente – incluso uno aliado – haría retroceder el objetivo ideológico central de Hezbolá, pronunciado por Nasrallah a fines de la década de 1980. El objetivo final del grupo, entonces como ahora, es transformar a Líbano en “parte de la gran república islámica gobernada por el Wali al-Faqih,” o el Jurista Guardián – el clérigo islámico encargado de gobernar los asuntos terrenales hasta el retorno del llamado “Imán Oculto.”

Hezbolá declaró por primera vez ese objetivo en su documento fundacional, la Carta Abierta de 1985. En ella, el partido rechazó “operar dentro de las restricciones de la actual constitución libanesa”, o apoyar siquiera cualquier reforma interna, a menos que sea para implantar “cambios fundamentales en las raíces del sistema.”

En su libro del 2005 sobre la historia e ideología de la organización – ahora en su octava reimpresión – el jefe adjunto de Hezbolá, Naim Qassem, llama al objetivo de un estado islámico la “expresión natural” de las creencias chiíes del partido, y “la representación suprema de la felicidad humana” no sólo para los musulmanes sino también para cristianos y judíos. Qassem dice que un estado islámico sigue siendo el objetivo del partido hoy, volviendo a enfatizar ese punto tan recientemente como en una entrevista en enero del 2016.

En los últimos años, algunos analistas han sugerido que Hezbolá ha abandonado estas metas, volviéndose más “moderado” y libanés, notando que el manifiesto del 2009 del partido omitió referencias a muchos de los objetivos de la Carta Abierta. Sin embargo, el propio liderazgo de Hezbolá ha desmentido tal opinión. Según Nasrallah, el nuevo manifiesto era sólo un “documento político,” uno que no afectaba cuestiones de “credo, ideología, o pensamiento” – particularmente Wilayat al-Faqih, que “no es una posición política que pueda ser sometida a revisión.” De igual manera, Qassem ha insistido en que la Carta Abierta es un “documento permanente y continuo,” y el manifiesto del 2009 ofreció meramente “ajustes menores o triviales”, dirigidos a actualizar la Carta a los hechos modernos, pero no a renunciar a ella en forma alguna.

Hay una advertencia importante para la implementación del modelo islámico de Hezbolá: insiste en que el sistema islámico debe ser adoptado libremente por la “mayoría desbordante” de los libaneses, quienes son llamados a “arrancar completamente” la república libanesa laica. Según la Carta Abierta, y como fue repetido por Qassem, esto se debe a que el Corán dice, “Que no haya ninguna compulsión en la religión.” Hezbolá “no desea imponer el Islam sobre nadie”, dice la Carta, llamando en cambio a que sea instalado un orden islámico por “la elección directa y libre ejercida por la población.”

Pero el grupo nunca tuvo realmente intención de dejar la opción a los libaneses. Hezbolá se ha dado cuenta hace tiempo que la disfunción rutinaria del sistema libanés no alcanzará para convencer a sus ciudadanos que lo intercambien voluntariamente por otro, particularmente no un modelo que impondría un código islámico austero sobre su sociedad multi-sectaria, y relativamente laica. Para convencerlos de implementar ese sistema, Hezbolá tiene que mostrar que el actual sistema del país está inherentemente quebrado y es “injusto”, como dice la Carta. Hezbolá lo hace aprovechando cualquier oportunidad para mutilar al gobierno.

La oficina del presidente es la piedra angular del sistema político libanés y la autoridad titular del estado. En la ausencia de un presidente, el gobierno ahora está en un punto muerto virtual, ya que el presidente, por la Constitución, es necesario para firmar proyectos de ley, negociar y ratificar tratados, confirmar embajadores, y nombrar al primer ministro, ministros de gabinete y empleados civiles. Hezbolá y sus aliados precipitaron de igual manera la crisis política del 2006-2008, llevando a cabo sentadas y protestas violentas por parte de cientos de partidarios para obligar al entonces Primer Ministro Fouad Siniora a formar un gobierno de unidad nacional y concederle el número requerido de posiciones en el gabinete para vetar las decisiones y hacer colapsar al gobierno, a pesar de tener apenas el 45% de las bancas parlamentarias.

Cuando no puede desactivar al gobierno, el Partido de Dios habla permanentemente sobre los fracasos del gobierno. Hezbolá explotó la crisis de recolección de basura de ocho meses para hacer hincapié en que no se podía confiar las decisiones de guerra y paz en un estado demasiado débil para recoger la basura. Y a pesar de fingir respeto por el Ejército Libanés, Hezbolá resta importancia a los éxitos del ejército, presentándolo como muy débil para defender al país. Este discurso ha influenciado a Aoun, quien ha dicho que Hezbolá debe asumir la tarea de la defensa nacional en su lugar.
Impidiendo que el estado lleve a cabo siquiera estas funciones muy básicas y señalando sus deficiencias, Hezbolá espera demostrar que la Constitución de Líbano resultará inevitablemente en un estado fallido. Por el contrario, la organización presenta su sistema teocrático como una alternativa ideal. En un discurso reciente, Nasrallah promocionó abiertamente la superioridad de ese sistema, elogiando a “la República Islámica”, como “la preeminente grande y gran potencia regional”, cuya “amistad” el mundo se estaba apresurando para obtener.

Por el contrario, Nasrallah dio a entender que Líbano era inferior – no debido a diferencias en tamaño o recursos, sino a su sistema de gobierno. El argumentó que mientras las elecciones libanesas apenas funcionaron, incluso en tiempos de paz, las elecciones de Irán nunca habían sido suspendidas, “ni siquiera bajo cohetes y bombardeo de artillería” durante la guerra entre Irán e Irak. A diferencia de Líbano, el Consejo de Conveniencia de Irán actuó como uno “a prueba de fallas constitucionales” para impedir que los desacuerdos dañen al sistema. “¿Vamos a criticar al Consejo de Conveniencia cuando no podemos siquiera resolver el problema de la basura?”, preguntó.

Durante casi dos décadas, Hezbolá se ha dado cuenta que su proyecto para reemplazar a la república libanesa sería largo y gradual. Por lo tanto adoptó el pragmatismo por sobre el enfrentamiento, trabajando desde adentro del sistema para desmantelarlo y desacreditarlo un paso a la vez. Hezbolá tiene la llave para resolver la crisis presidencial, y rechazando eficazmente a dos aliados para ocupar la presidencia, Hezbolá está mutilando al sistema para mostrar a los libaneses que el único camino a la gobernancia eficaz y justa es el suyo propio. Aún si la crisis presidencial fuera a ser resuelta pronto, asegurando una vacante de dos años en el puesto, Hezbolá ya habrá alcanzado ese objetivo.

Fuente: NOW Lebanon
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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