PILAR RAHOLA
A pesar de su gravedad, el tema ha pasado desapercibido porque nuestro país tiene sensibilidad cero con la lacra del antisemitismo. Y es tal su impune práctica, que a menudo no lo percibe como tal ni quien lo practica. Pero en otros lares donde la piel no es inmune a ese ancestral –y letal- prejuicio, el escándalo ha sido considerable.
Resumen rápido: la CUP decidió que el día en qué se celebraba la independencia de Israel –la fiesta del Yom Ha’atzmaut-, era el propicio (mira que hay días) para llevar al Parlament a un palestino que explicaría la maldad israelí al mundo. En lógica proporción, JuntsPelSí planteó que debía comparecer alguien que hablara desde otra perspectiva, y fue Uriel Benguigui, presidente de la comunidad judía de Catalunya, quien respondió a los diputados. Me ahorro detalles del numerito de los cuperos que acababan de hablar de “diálogo” con el palestino, y salieron de la sala, negando la palabra al judío, lo cual es una práctica dialogante suprema.
Pero lo brutal vendría después, cuando en otra sesión el diputado Benet Salellas tildó a Uriel de “agente exterior” y de “verdugo” de los palestinos y, por supuesto, culpó al famoso “lobby sionista” de su presencia en el Parlament, no fuera caso que el viejo estigma antisemita no sacara la patita. Aunque, hablando en plata, todo el discurso de Salellas fue un monumento a los Protocolos de los Sabios de Sión, el libelo antisemita por excelencia.
Primero, despojó a Uriel de cualquier condición de ciudadano catalán y lo criminalizó por su identidad judía. Es decir, le puso la insignia amarilla en el brazo. Segundo, aprovechó dicha identidad para convertirlo en una especie de espía internacional, despojándolo de su derecho a pensar distinto. Tercero, negó toda posibilidad de que alguien explicara el conflicto desde otra mirada, imponiendo su dogma ideológico como única verdad pausible. Y finalmente, achacó la comparecencia a una especie de comité clandestino sionista –¿masón, también?- que mueve los hilos del mundo. Vomitivo.
Demos la vuelta para darle la dimensión delirante a la cosa. ¿Qué pasaría si usáramos la identidad, ideas y acciones del tal Benet para señalarlo en los mismos términos? Fue el abogado de unos acusados de yihadismo, de manera que podríamos decir que es un “agente exterior”, comandado por el lobby islamista, verdugo de los israelíes asesinados con bombas, que está en el Parlament para imponer su credo imperialista. ¿Suena desproporcionado, estúpido, increíble, intolerante, soez, prejuicioso, inaceptable? Pues es exactamente lo que ha hecho Salellas con Uriel Benguigui, solo que cuando el cuento se aplica a los judíos o a Israel, ya no suena tan malvado, ni tan totalitario.
En fin, otra barbaridad en sede parlamentaria en nombre de la causa palestina. Solo cabe añadir que pobres palestinos defendidos por tales ideas y tales personajes.
Fuente:cciu.org.uy
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