FRANCISCO DE ANDRÉS
Los atentados contra clubs de hinchas del Real Madrid en Irak revelan las reservas de los clérigos radicales.
Ver o jugar al fútbol se ha convertido en un deporte de mucho riesgo en Irak. Al menos 24 hinchas del Real Madrid iraquíes murieron en dos atentados terroristas perpetrados en cafés en lo que va de año, el último durante la final de la Copa de Europa. En marzo, al menos 43 murieron, muchos de ellos niños, cuando un suicida se hizo estallar en un estadio al sur de Bagdad.
Todo indica que el deporte fue solo el pretexto, o más bien el contexto: los terroristas suníes de ISIS buscaban una aglomeración de chiíes para causar el mayor número de víctimas. Pero puede haber algo más. Un clérigo saudí, Al Qhayti, miembro del Consejo de Ulemas del reino, emitió el pasado 23 de mayo una fatua (edicto religioso) contra el club blanco al que acusó de alinearse con los «infieles chiíes», secta del islam a la que pertenecen los muertos en los dos cafés de Balad y Baquba. La razón: el comunicado del Real Madrid mostrando su solidaridad con las víctimas de los ataques y sus familias.
Algunos expertos se plantean también posibles reservas del islam radical hacia el deporte de masas. El Corán no prohíbe el deporte. Al contrario, defiende su práctica, por los beneficios que reporta para el cuerpo y para el espíritu humano. Una de las historias de Mahoma relata que en cierta ocasión retó a una carrera a Aisha, su esposa más joven y también su favorita (se casó con ella cuando tenía 7 años), y esta le ganó; años más tarde, cuando Aisha ganó en peso, volvieron a correr juntos, y esta vez se impuso el profeta; “ahora ya estamos en un pie de igualdad”, dijo Mahoma.
Hasta el tobillo
Según la Sharía, la ley islámica, no todos los deportes tienen la misma consideración moral. Según algunos juristas mahometanos, la caza, por ejemplo, está permitida si se practica para comer o vestirse, pero no cuando se hace por placer.
Es en el campo de la vestimenta donde el deporte dispara todas las rivalidades. La jurisprudencia islámica es muy precisa, y casi obsesiva, a la hora de definir qué partes del cuerpo pueden descubrirse al practicar ejercicio. En los hombres, desde las rodillas hasta el ombligo; deportes como, por ejemplo, el “sumo” están prohibidos en el islam. En las mujeres la cobertura debe ser completa. Durante mucho tiempo por eso las iraníes solo pudieron competir en la especialidad de tiro en los Juegos Olímpicos. Hoy, las firmas de la moda han logrado auténticas filigranas para adaptarse a las normas islámicas y permitir el acceso masivo de la mujer musulmana al deporte.
Por supuesto, el islam prohíbe la presencia de mujeres en los estadios donde practican deporte hombres, y viceversa. Y se muestra muy crítico respecto al llamado “culto al cuerpo” y al deporte en general. Los clérigos musulmanes más fundamentalistas observan en la pasión de masas por el deporte atisbos de la idolatría que en el siglo VII combatió Mahoma con la palabra y con la espada. Algo de esa predicación puede salpicar al club blanco español, y hacerlo diana de las iras de muchos juristas musulmanes.
Fuente:abc.es
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