BENJAMÍN TROYSE EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Con 24 años de edad y 2.80 dólares en el bolsillo Jerzy pisó el suelo de Nueva York (difícil de creer pero fue eso lo que dice su leyenda personal). En vez de ir a vivir con un pariente que había sido su patrocinador garantizando que tendría medios para mantenerse, se alojó en la YMCA del centro de Nueva York.
Contaba con algunos meses antes de tener que presentarse en la Universidad de Alabama.
Antes de salir de Polonia había enviado su solicitud de inscripción al programa doctoral de sociología de la Universidad de Columbia en Nueva York. Esta le fue aceptada. Con esto, tramitó ante el Servicio de Inmigración de Estados Unidos su transferencia, que le fue aprobada rutinariamente.
Ahora tenía que resolver el asunto del dinero. Contaba con los 500 dólares que su tío había tenido que depositar como garantía para su visa más el resto del préstamo del papá de su amigo polaco.
Recurrió al Instituto de Educación Internacional Norteamericano, el mismo que había organizado el intercambio estudiantil a través de la Fundación Ford, al cual, inexplicablemente, Kosinski no había ingresado solicitud.
Haciendo uso otra vez de la técnica que iría refinando y utilizando con tanto éxito a lo largo de su vida, la guerra de documentos y papeles, escribió una enérgica carta al director del Instituto, anexando cartas de sus profesores, expedientes académicos, artículos escritos y hasta posters de exposiciones fotográficas en las que había participado, haciendo énfasis en sus viajes a Rusia en donde había estudiado el ambiente social, deslizando sutilmente la noción de que podría haber sido un espía polaco entre los rusos y un espía ruso entre los polacos. Esto, en los inicios de la guerra fría, resultó muy interesante para el Instituto del que se rumoraba que estaba relacionado con la CIA. Así empezó otra de sus leyendas, la de que en realidad era un espía reclutado por el gobierno de Estados Unidos. Este tema lo utilizó como telón en una de sus novelas.
El protocolo requería que se consultara con la contraparte polaca, que respondió favorablemente y Jerzy recibió una beca de la Fundación Ford consistente en 230 dólares mensuales para subsistencia, más 200 para libros, 100 para viajes y toda la colegiatura en Columbia. Esto era un ingreso muy decente tomando en cuenta que 1 dólar de 1958 equivale a 8.37 dólares de 2015.
Resuelto esto, solicitó una extensión de su visa, que le fue aprobada por un año más.
De inmediato ingresó al programa de verano de la universidad. Aunque ya no tenía problemas para comunicarse en inglés, su acento era muy marcado y su vocabulario muy limitado. Frecuentemente, cuando tenía duda acerca del significado o pronunciación de alguna palabra, llamaba al servicio de información telefónica para preguntar a la operadora.
El asunto del dinero apremiaba, pues empezaría a recibir la beca hasta julio, para lo que faltaban todavía tres meses.
En sus libros y en su mitología personal hace ver que trabajó como empleado en un estacionamiento, removiendo pintura de barcos, manejando camiones de carga, limpiando apartamentos, como ayudante en un restaurante y chofer de un narcotraficante de Harlem. Hasta ahora solo los dos primeros han sido autentificados. Acostumbraba robar comida de supermercados, especializándose en lo que consideraba el alimento con mayor contenido calórico – caviar negro.
Mientras tanto, fue invitado para dar una plática en la escuela de Economía de la Universidad de Hunter, iniciándose su carrera como intérprete del marxismo a la sociedad norteamericana, que sería la base de su carrera literaria.
Al día siguiente de su llegada a Estados Unidos llamó a la periodista Mira Michalowska, esposa del delegado de Polonia en las Naciones Unidas, diciéndole que era un lector y admirador suyo recientemente emigrado.
Ella lo invitó a tomar café, quedando tan bien impresionada que lo invitó a una fiesta a la que asistirían varios delegados de la ONU.
Ahí Jerzy encantó a los asistentes. Despertaba un instinto paternal en los hombres y en las mujeres, el instinto maternal y un poco más. Era ocurrente, con elegancia estudiantil sencilla y exóticamente atractivo.
La periodista se convirtió en su protectora. Desayunaban cada semana y Jerzy la entretenía contándole sus aventuras, siempre interesantes.
Entre estas, estaba la historia que se convertiría en la columna vertebral de su vida – y de su muerte -. Contó que al inicio de la guerra había sido separado de sus padres, quienes le habían dejado al cuidado de un hombre que lo abandonó de inmediato y había pasado los seis años de la guerra vagando solo por los bosques de Polonia, siendo testigo de las mayores brutalidades hasta que, por puro azar, se reunió de nuevo con sus padres después del fin de la guerra.
Entre lo que padeció durante ese tiempo, – decía- cuando aceptado como acólito en la iglesia católica de un pequeño poblado, durante una misa dejo caer el misal. La comunidad, enfurecida, lo golpeó y lo lanzó al pozo de excremento del pueblo. A consecuencia de esto perdió el habla, quedando mudo por más de seis años, pudiendo volver a hablar después de un accidente esquiando.
Sus historias eran al mismo tiempo entretenidas, escalofriantes y totalmente persuasivas.
Mira le recomendó que viera a un psiquiatra o escribiera un libro de su vida. Y eso hizo. Esa fue la base de “El pájaro Pintado” que escribiría seis años después.
Su primer semestre en la universidad no fue fácil. Tenía problemas especialmente con inglés y matemáticas y terminó con calificaciones apenas aceptables.
Inexplicablemente hasta hoy, en esa época, la editorial Doubleday firmó con él un contrato para escribir un libro. Así, sin más; sin título, tema, ni autor.
Resultó un recuento de sus viajes de estudiante de sociología a Rusia con el título preliminar de “En casa con los rusos” que finalmente quedó en “El futuro es nuestro camarada”, publicado con el pseudónimo de Joseph Novak. En este proceso estuvo involucrado un corresponsal de la revista Life especializado en historias de espías comunistas desertores que tenía relaciones con la CIA, quien en esa época tenía mucho interés en apoyar publicaciones anticomunistas y que a su vez tenía una estrecha relacion con el Instituto Polaco de Artes y Ciencias de América. Todo esto, probablemente sin el conocimiento de Kosinski.
Desde su llegada, Kosinski frecuentó el Instituto, estableciendo contacto con afamados poetas y escritores polacos. Ahí consiguió un empleo como traductor de los trabajos de un importante sociólogo. El entonces presidente del Instituto se convirtió en el principal protector y apoyo de Kosinski y en otra de sus figuras paternas, probablemente la más duradera y la que más respetó. Lo llevó a vivir a una casa de asistencia que manejaba, lo invitaba frecuentemente a cenar a su casa y, más importante, fue su hija Ewa quien tradujo el texto de este libro, del polaco al inglés, ya que el dominio del idioma por parte de Jerzy todavía era débil.
Durante el segundo semestre en la universidad obtuvo la mejor calificación en la materia “Organización del poder en Estados Unidos” y empezó a, según sus palabras, “…aprender cómo tener acceso a la élite de la sociedad americana. Era más fácil llegar a un miembro del Congreso o al director de una transnacional que con una chica en el metro, ya que ella estaría pendiente de extraños, mientras que los poderosos, con su sentido de invulnerabilidad, eran, en ocasiones, blancos más fáciles…”
Su padrino le ayudaba a mantener la beca incluyéndolo en proyectos del Instituto como la edición de libros de sociología estadounidense para ser publicados en Polonia. Así, Jerzy apareció como traductor y editor en varios de ellos.
Empezó a recibir invitaciones para dar conferencias en los Club Kiwanis y de Leones acerca de la visión de los Estados Unidos a través de los ojos de un europeo del este.
Solicitó y obtuvo otra ampliación de su visa y un permiso de trabajo para las áreas de Estudio de Mercado, Química Fotográfica, Fotografía de Modas y Publicidad. Tenía 25 años de edad.
Mientras tanto, el plazo de la beca de la Fundación Ford se acercaba a su vencimiento. Ya había obtenido una ampliación que recibió con la condición de que presentara su examen doctoral en un lapso no mayor a seis meses. Cuando este transcurrió solicitó otra ampliación que inicialmente le fue negada. Inició una nueva guerra de papel enrolando a su lado a sus tres profesores, dos en Polonia y uno en Columbia y al director del Instituto Polaco. Finalmente recibió la extensión por seis meses más, con condiciones muy estrictas.
El dilema era que el contenido del libro en proceso era casi el mismo del de su tesis doctoral, lo que no estaba permitido. Por esto construyó una estructura de ocultamiento frente a la universidad, a la editora y a Ewa, su amiga y traductora, argumentando que lo hacía por la seguridad de sus padres en Polonia y de paso aumentando el mito de que podía ser un espía. Esto también justificaba la publicación bajo un pseudónimo.
El libro se publicó en verano de 1960, un momento de efervescencia y cambio en Estados Unidos. Fue un éxito instantáneo para ser la opera prima de un desconocido. Recibió críticas muy favorables en las secciones de literatura de los principales periódicos pues “…era una importante contribución para comprender la URSS…”. Novak-Kosinski recibió una carta de felicitación de Bertrand Russell y Reader’s Digest publicó una versión condensada. Esto lo colocó de lleno en la escena intelectual en Estados Unidos pero no resolvió sus angustias económicas. Aunque se manejó que pudo haber recibido por concepto de regalías la cifra de 150,000 dólares, en realidad fue solo una fracción de esa suma.
Su beca estaba por terminar. Su protectora de siempre, la periodista Mira acudió a una amiga suya, heredera de la cadena de tiendas Sears quien manejaba varias beneficencias en Nueva York. Esta le preguntó a Mira si Jerzy era judío, a lo que ella contestó que no. La respuesta fue que no se lo podría ayudar ya que todos esos apoyos estaban dirigidos a judíos pero que podía ayudarle de otra manera. Kosinski mantenía una ambigüedad desconcertante respecto a su origen judío
Lo recomendó con una amiga suya, Mary Weir, mujer muy rica, viuda de un magnate acerero que buscaba alguien que catalogara su biblioteca de cerca de 8,000 libros mientras ella hacía un viaje por Europa. Mira le propuso esto a Kosinski diciéndole que recibiría un sueldo y comidas en la mansión de Mary. Él aceptó.
Mary y Jerzy se conocieron cuando ella regreso del viaje. Él ya había trabajado en su casa por más de un mes. Su primer encuentro aparece – muy adornado- en una de sus novelas.
Mary provenía de una familia de clase media. Trabajaba como secretaria en la National Steel Company. En 1941 se divorció para casarse con el Director de la empresa, Ernest T. Weir, cuarenta años mayor que ella quien también se divorció para casarse.
Conoció a Kosinski cuatro años después de enviudar. Se dedicaba a atender su departamento en Park Avenue, las cuatro casas en diferentes partes de Estados Unidos, caridades y a sus pasiones, el arte y las antigüedades. También a viajar sola por el mundo. Jerzy representaba todo lo que no había sido su esposo; joven, rebelde e independiente, encantador, ingenioso, intelectual e interesado en el arte. Pero sobre todo, divertido.
Su atracción, por un lado incongruente, estaba prácticamente predeterminada. Él representaba todo lo que ella pudiera haber soñado, aún sin saberlo. Nunca había conocido a un hombre que pudiera dejar todo para pasar un día completo con ella, tomando café, paseando a la orilla del río y platicando.
Para Jerzy, Mary era la encarnación del Sueño Americano, en especial en lo referente a posibilidades y medios materiales. Además, aunque era una “pobre niña rica”, estaba conectada con la gente más influyente de Nueva York y Washington y le abrió las puertas a ese mundo, al principio como invitado, luego como habitual para llegar a ser amigo especial de muchas personalidades. El mundo de Jerzy cambió de color, del gris de Europa Oriental al Tecnicolor americano. Mary se encargó de vestirlo con los mejores trajes, haciéndolo sentir un verdadero pavorreal.
Esta parte de su vida es el tema de su novela “Being there” que en español se tituló “Un Jardinero con Suerte” y fue protagonizada por Peter Sellers y Shirley Mc Laine. La película recibió un premio Oscar por mejor actor secundario y Jerzy obtuvo los premios BAFTA y Golden Globe de 1980 por mejor guion.
En enero de 1962, dos años después de haberse conocido, Mary y Jerzy se casaron en una boda secreta. Esto fue una navaja de doble filo para él. Por un lado, vivía como príncipe en un grandioso departamento en Manhattan, tenía a su alcance la mejor ropa, asistía a reuniones en donde convivía con artistas, empresarios y políticos importantes y viajaba con Mary por todo el mundo. Su pasión por un coche americano grande y potente se veía cumplida cuando paseaba por Nueva York en un legendario Lincoln Mark II, generalmente acompañado de su novia de muchos años, Krystyna Iwaszkiewicz o alguna de sus muchas compañeras ocasionales.
Por el otro lado, no recibía dinero en efectivo de Mary y lo que ganaba de las regalías de su libro y trabajos ocasionales, apenas le alcanzaba para las propinas de las comidas en los restaurantes lujosos de los que eran habituales y la imagen que se tenía de él de un mantenido le era insoportable. Las columnas de chismes sociales de los periódicos neoyorkinos lo llamaban un “cazafortunas”, sombra que lo persiguió por muchos años.
En esa época firmó un nuevo contrato con Doubleday para otro libro con tema similar al primero. La elección de Kennedy como presidente había intensificado la Guerra Fría y con ello, la fascinación por conocer al adversario ruso. El título fue “No third path” (No hay tercer camino) y también fue firmado por Joseph Novak.
Jerzy entraba por la puerta grande a su Etapa Dorada.
…continuará
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