ARI VOLOVICH
El Führer tiene sus adeptos en diversas partes del mundo. Ellos se disputan la definición de pureza racial donde el color sí importa.
Danny Balint viste una chaqueta militar que lleva las insignias de la SS nazi; su fluido monólogo es registrado por la grabadora de un reportero del New York Times. El joven neonazi habla sobre la jerarquía de las razas, sobre la supremacía de los cristianos blancos y de la amenaza judía. “Eres increíblemente articulado”, confiesa el sorprendido reportero. “Pero, ¿cómo puedes creer en todo esto cuando tú mismo eres judío?”, pregunta el joven periodista en una de las escenas más impactantes de The Believer (2001), una película que narra la historia de un militante que esconde y reprime su bagaje cultural para encajar en las filas de la ideología neonazi.
El personaje de Danny Balint no es un producto enteramente ficticio. Está basado en Danny Burros, quien formaba parte del American Nazi Party y que finalmente se voló los sesos en 1965 después que el reportero McCandlish Phillips —también del New York Times— diera a conocer la identidad judía de este ejemplo extremo del wannabismo. “Me interesa el lado más provocativo del tema, el que alguien pueda ser judío y nazi a la vez”, dijo en una entrevista Henry Bean, director de ese controvertido largometraje.
Hace un año, en las inmediaciones del Laboratorio de Arte Alameda, me encontré por primera vez con un neonazi mexicano. El descubrimiento me hizo oscilar entre la risa y una fuerte sensación de absurdo. Posiblemente mi piel blanca y mis ojos azules lo motivaron a preguntarme con tono expectante cuál era mi país de origen. Su rostro no pudo ocultar la decepción cuando le respondí que Israel. “Ah, pos no nos vamos a poder llevar; yo soy nazi”, me aseguró, tibiamente, señalando la suástica que llevaba en su cinturón.
Intenté visualizar a aquel moreno regordete, de ojos saltones, sobre los carteles de propaganda aria o marchando en los imponentes desfiles militares del Tercer Reich a la vez que me venía a la mente una fuente inagotable de malas bromas. Después de este breve encuentro con la incongruencia me pregunté si acaso el sujeto ignoraba el hecho de que los inmigrantes mexicanos figuraban entre las víctimas favoritas de los neonazis en Estados Unidos.
Tal parece que el síndrome Daniel Burros se ha infiltrado a este lado de la frontera. La lista de agrupaciones neofascistas en México ha crecido; Eugenia Jiménez Cáliz lo detalló en este mismo espacio (MILENIO Semanal, No. 500, 07 -05-2007). La novedad es la cómica polémica que se ha desatado entre grupos de neonazis blancos contra los denominados morenazis o morenarios (términos despectivos utilizados por los primeros para referirse a los nacional-socialistas mestizos o de rasgos étnicos distintos a los caucásicos puros). El debate cibernético se dio a raíz de una delirante teoría racista expuesta en el sitio web de Último Reducto —una organización morenazi encabezada por Carlos Roger Priego Huesca— para justificar su derecho a denominarse como un grupo nacional-socialista.
El siguiente es un fragmento publicado en www.ultimoreducto.com: “La genética determina no solamente el aspecto físico y fisiológico, sino también el comportamiento, el sentido moral y el pensamiento de un ente. Durante la transmisión hereditaria, esas cuatro cosas pueden disociarse según las leyes de Mendel. Resulta que podemos tener un hombre rubio con ojos azules, grande, etcétera, de tipo exterior totalmente germánico, pero de sentimiento, comportamiento y pensamiento totalmente semítico. Al contrario, hombres de tipo semítico pero de mente y comportamiento totalmente germánicos. Así los pequeños españoles de tipo semita pero de comportamiento totalmente germánico iban a luchar contra el bolchevismo a la URSS. Eso hay que decir a los paliduchos que andan por ahí cantando el himno gringo […] Lo que importa no es la genética física, sino el corazón y la genética mental y comportamiento” (re-sic).
La declaración arrancó una reacción inmediata por parte de grupos neonazis latinoamericanos. He aquí la respuesta de uno de éstos. “Por medio de la presente, Visión Blanca —un portal cibernético neonazi que promueve la supremacía blanca y denuncia a los denominados morenarios— hace constar que: bien sabido es que nosotros hemos denunciado tanto a UR, como al señor Carlos Roger Priego Huesca debido a la incorporación a las filas de UR (grupo supuestamente NS) de individuos que nada tienen que ver con el NS (es decir, individuos no caucásicos), y a la promoción que UR hace del NS entre mestizos e indios. Asumimos enteramente la responsabilidad de la lucha que hemos emprendido contra UR y el señor Carlos Roger Priego Huesca, y no vamos a ceder en nuestro empeño de dar a conocer a la escena NS a nivel mundial de qué forma UR y Carlos Roger Priego Huesca han tergiversado y mixtificado el ideal NS a conveniencia”.
La respuesta de www.stormfront.org (otra organización neonazi) es menos sutil: “No existe la ’sangre NS’, lo que existe es la sangre caucásica, y sólo los caucásicos podemos ser NS. La única ’sangre NS’ que se encuentra presente en la casa de los indios, es de los caucásicos que habitamos estas latitudes. Hasta donde yo sé, el proyecto de Estado que Hitler esbozó fue un proyecto de Estado racista, donde la eugenesia era algo de suma importancia para la conservación y expansión de la raza, por lo que eso de que ‘lo que importa no es la genética física, sino el corazón y la genética mental y comportamiento’ es una tontería, e inclusive es un argumento que atenta contra los principios nacionalsocialistas. Si lo que importara fuera el corazón y las buenas intenciones, entonces llenemos a Europa de negros, asiáticos y judíos con buenas intenciones. Ahora resulta que cualquier indio cuyo color es más oscuro que la suela de mi bota pero que sabe comportarse en sociedad, y que desarrolla algunos valores como la honestidad, el honor, etcétera, es un buen candidato para ser NS. ¿Qué diría el Führer si escuchara toda esta sarta de tonterías? […] Además debemos recordar que Hitler en Mein Kampf, al hablar sobre América Latina, considera que la causa del subdesarrollo que se sufre en dicha región es la mezcla racial. Nadie está promoviendo una campaña de odio racial, lo único que queremos es que se entienda que el Nacionalsocialismo es inherente al hombre blanco, y si al momento de explicar esto herimos susceptibilidades y generamos odio, eso se debe a que no han comprendido la ideología nacionalsocialista”.
En otro foro de discusión en la red encontré la contestación de un morenazi en lo que ha sido la primera vez que soy testigo de la hipersensibilidad de un nazi frente a manifestaciones racistas: “Como mexicano que soy, me da vergüenza leer estupideces como las tuyas. Entiende que el ser nazi no significa ser un racista”. (¿?)
“El racismo es para aquellos pobres estúpidos que no tienen una amplia cultura, pues aunque seas blanco eso no te hace mejor que los morenos. No necesito a un idiota que piense que es mejor que otros sólo por el color de su piel”.
“¡Saludos! camaradas Blancos”, contesta otro usuario de este mismo foro. “Exijo respeto al movimiento, no tiene por qué desvirtuarse con cretinos que creen que por llevar una suástica son parte de nuestro movimiento. Es tu obligación como integrante de este naciente movimiento en México parar a los simios con este tipo de insignias y exigirles respeto al símbolo que tratan de falsear a un círculo de moda. Suplico a todos los morenos que se unan a otro grupo apto para ellos como los amigos de África, o el club de Calimba (sic), pues el verdadero movimiento Skinhead NS no les da la cabida. ¡Fuera de aquí!”, advierte este vocero de la “raza superior” para cumplir con un intercambio de analfabetismo racial que amenaza con extenderse ad infinitum.
Me pregunto en qué mundo vivimos cuando un judío se ve obligado a intervenir a favor de la postura de un grupo neonazi. Aunque, si bien sería completamente cierto calificar a los morenarios como un grupo conceptualmente errado debido a las irregularidades de su discurso en comparación con las exigencias raciales impuestas por la ideología nacional-socialista, los neonazis quedan igualmente expuestos ante el ridículo: las dos facciones de este conflicto caricaturesco pueden dar por sentado que en el fondo ambas comparten un desprecio orgullosamente descarado hacia el humanismo y la misma habilidad para repeler el conocimiento lógico y abrazar el dogma con su militantismo atroz. Una vez más, la realidad supera a la ficción. Danny Balint al menos se mostraba reflexivo.
Fuente:spectator.blogspot.mx
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