DR. NORMAN BAILEY
Las condiciones políticas y económicas en Estados Unidos auguran un enfriamiento permanente hacia Israel, e Israel tiene que adaptarse.
Israel acaba de celebrar su cumpleaños número 68 . Desde que el Presidente Harry Truman pasó por alto a la comunidad entera de política exterior de su tiempo, dentro y fuera del gobierno, y reconoció al nuevo Estado de Israel, Estados Unidos ha sido su patrocinador externo. No hay nada inusual en esto–en 1948 y desde entonces, Estados Unidos ha sido el país más poderoso en el Mundo Occidental, y desde la implosión de la Unión Soviética en 1989-91, en el mundo entero. Estados Unidos también tenía la población judía más grande de cualquier país, luego del Holocausto, y ese segmento de la población, entonces y a partir de allí, ejerce influencia política y económica mucho más allá de sus números.
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La relación no ha pasado sin altibajos, y no tiene sentido mencionar aquí esta historia muy conocida. Pero ningún presidente desde Truman ha tenido una peor relación con el gobierno israelí que Barack Obama, aun cuando durante su presidencia, ha continuado la cooperación en defensa e inteligencia en un nivel superior. Previamente, los períodos de hostilidad fueron seguidos siempre rápidamente por la restauración de la relación especial entre los dos países. Hay razón para creer que puede no ser el caso en el futuro.
La deuda nacional de Estados Unidos es monumental, debido a la irresponsabilidad fiscal de los dos últimos gobiernos. Es matemáticamente imposible bajo cualquier nivel probable de crecimiento futuro pagar esta deuda o incluso reducirla a proporciones que harían posible el restablecimiento de tasas de interés “normales.” Sin eso, el crecimiento del crédito para propósitos productivos, basado no en el crédito del banco central creado de la nada, sino más bien en los ahorros reales del pueblo e instituciones estadounidenses, no será posible, y por lo tanto el crecimiento continuará estancándose a niveles que no sólo harán imposible la reducción de la deuda, sino que asegurarán que siga creciendo.
Para evitar la necesidad eventual, ya sea de entrar en moratoria o inflar la deuda, los futuros gobiernos estadounidenses tendrán que cortar gastos o aumentar los impuestos, o ambos, en una forma masiva. Y eso, a su vez, someterá la ayuda a Israel a presión cada vez mayor por parte de un electorado al que se le está pidiendo que reciba menos y dé más al gobierno.
Aunque en el presente el apoyo por Israel continúa contando con una mayoría entre el pueblo estadounidense y su Congreso, nada puede ser dado por hecho. Ninguno de los tres candidatos a presidente que quedan en las elecciones de noviembre es un partidario especialmente fuerte de Israel, y el primer judío en ganar una primaria política en Estados Unidos, el Senador Bernie Sanders, acaba de nombrar a tres delegados anti-Israel para el Comité de la Plataforma de la Convención Demócrata. El apoyo a Israel en la comunidad judía estadounidense se está debilitando rápidamente.
Dos tercios de siglo es un largo tiempo para que dure una relación especial. Nadie debe sorprenderse si ésta está comenzando a deshacerse. El gobierno y pueblo de Israel deben comenzar a prepararse de inmediato para un futuro en el cual tal relación se transforme en apenas otro socio u oponente en política exterior, basada en el interés nacional individual. Como dijera Winston Churchill, “Los países no tienen aliados permanentes; ellos sólo tienen intereses permanentes.”
En las clasificaciones internacionales, Israel, pequeño como es, ya clasifica entre los líderes mundiales tanto en términos económicos como militares. Pronto tendrá que ponerse a la altura de su potencial en términos diplomáticos también.
Norman A. Bailey, es Profesor de Economía y Seguridad Nacional, del Centro de Estudios de Seguridad Nacional, Universidad de Haifa, y Profesor Adjunto de Liderazgo Económico, en el Instituto de Política Mundial, Washington, DC.
Fuente: Globes
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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