GEORGE CHAYA
Cuando una nueva cortina de hierro ha sido erigida por el Islam contra el resto del mundo en un escenario como el actual, donde el avance islamista ha excedido las fronteras de los países árabes para convertirse en una amenaza mundial, los nuevos héroes son los musulmanes disidentes, a quienes los yihadistas consideran apóstatas, rebeldes y herejes.
Este grupo de disidentes musulmanes es el mejor movimiento de liberación para millones de otros musulmanes que aspiran a practicar su religión en paz, sin someterse a los dictados de los fundamentalistas y fanáticos.
Estas personas están solas contra la barbarie del radicalismo. Contra el islamismo que utiliza la Kalashnikov y contra un terrorismo intelectual que los somete a la intimidación en los medios de prensa. Son vistos como “traidores” por sus comunidades y acusados por las élites occidentales de estigmatizar su propia religión de origen, cuando en realidad, Occidente debería apoyar a estas valientes personas.
Todos estos defensores de la libertad provienen de países con regímenes islámicos perversos, por lo que Occidente debe brindarles apoyo financiero, moral y político a estos amigos de la civilización occidental. Sin embargo, mucha de la intelectualidad del denominado “mundo libre” pareciera estar dedicada a calumniarlos tal como lo hacen los islamistas.
En un informe reciente de la revista alemana Der Spiegel, se aborda esta problemática que padecen varias personas que se han rebelado contra su religión. El novelista argelino de mayor venta en su país, Boualem Sansal, es un ejemplo de ello, Sansal alertó sobre la división de las sociedades europeas. En varias entrevistas con medios de comunicación alemanes, este valiente escritor árabe dio una visión de Europa subyugada por el Islam radical. De acuerdo con Sansal, “a los ataques terroristas de París y Bruselas le seguirán otros con el mismo objetivo: quebrantar la forma de vida occidental y, si tienen éxito, las sociedades europeas caerán”.
Sansal, ha sido amenazado de muerte, pero pertenece a un grupo cada vez mayor de disidentes musulmanes que confronta el dogmatismo del islamismo radical. Ellos son el mejor movimiento de liberación pacífica para millones de musulmanes que aspiran a practicar su religión en paz sin someterse a los fundamentalistas fanáticos. Estos disidentes persiguen la libertad de conciencia, la convivencia entre religiones, el pluralismo en el ámbito público y el respeto al estado de derecho. Para los islamistas, su mensaje es devastador. Es por eso que salen a cazarlos y ponen precio a sus cabezas. No es casualidad que la primera víctima de una fatwa fuera Salman Rushdie, un escritor indio-británico de familia musulmana.
Un exiliado iraní en los Países Bajos, el jurista Afshin Ellian, que trabaja en la Universidad de Utrecht, donde fue asesinado el director de cine Theo Van Gogh, está protegido por una docena de guardaespaldas después de la matanza de Charlie Hebdo. Mientras que los medios de Europa estaban ocupados en culpar a la revista por sus dibujos “estúpidos”, Ellian promovió un llamamiento a la ciudadanía europea en general: “No dejen que los terroristas determinen los límites de la libertad de expresión”. Nadie, o pocos, lo escucharon y, luego de Charlie Hebdo, los terroristas redoblaron su apuesta en París con su ataque a gran escala.
Otra disidente y valiente escritora, Ayaan Hirsi Ali, tuvo que huir de Holanda a los EEUU, donde se convirtió rápidamente en una de las intelectuales más relevantes en materia de islamismo yihadista. Ayaan Hirsi Ali, es una disidente musulmana autora de varios libros que explican el fenómeno de la yihad global. El alcalde marroquí de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb, también es custodiado por la policía por sus dichos a sus colegas musulmanes que protestaban contra las libertades que encontraron en Europa. A ellos les advirtió que, si no les agradaba como vivían allí, podían “hacer sus maletas y volver a sus países de origen.” Eso le valió una fatwa con sentencia de muerte. Hoy vive con custodia encerrado en su oficina y ha tenido que mudarse de vecindario con su esposa e hijos.
Muchas disidentes son mujeres, Shukria Barakzai, una analista y periodista afgana, declaró la guerra a los fundamentalistas islámicos después que policías religiosos de los talibanes la golpearon por atreverse a caminar sin un acompañante masculino. Ella padeció varios intentos de asesinato, en el ultimo un atacante suicida se inmoló cerca de su coche, matando a tres personas, Barakzai se salvo de milagro.
Kadra Yusuf, una periodista somalí que se infiltró en las mezquitas de Oslo para denunciar a los imanes en relación con la mutilación genital femenina. Tuvo que pasar a la clandestinidad y está protegida actualmente por la policía sueca en lugar no revelado.
La escritora y psicóloga siria exiliada en EEUU Wafa Sultán, también es considerada una infiel y pesa sobre ella sentencia de muerte por criticar al Islam.
Le Figaro publicó recientemente un informe sobre personalidades franco-musulmanas en peligro de “asesinato”, que han sido puestas bajo protección policial permanente, pues son considerados traidores por los fundamentalistas musulmanes. A los ojos de los islamistas, son traidores a la umma (comunidad islámica mundial).
Todas estas personas son colegas, escritores y periodistas de cultura árabe-musulmana que denuncian la amenaza islamista y la violencia inherente del Corán. Ellos están solos contra el islamismo que utiliza el terrorismo físico.
Tampoco provienen de Raqqa, Siria, las amenazas contra otra disidente, Nadia Remadna, sino de su propia ciudad: Sevran, en Sene-Saint-Denis. Esto evidencia la creciente influencia de los islamistas en los territorios perdidos de la República Francesa. ¿Su crimen? Fue encontrada culpable de crear la “Brigada de Madres” para proteger a sus hijos y otros jóvenes musulmanes de la influencia islamista y sus intentos por radicalizarlos.
En Italia, un escritor de origen egipcio, Magdi Cristiano Allam, está protegido por guardaespaldas por haber criticado el Islam político. Allam es editor del principal periódico de Italia, Corriere della Sera, y publicó un libro cuyo título era suficiente para poner en peligro su vida: “Viva Israel”.
El bloguero palestino Walid Husayin también es una rareza: está encarcelado por “satirizar el Corán”. El joven publicó recientemente un libro en Francia sobre su experiencia en los territorios palestinos, donde su “ateísmo” casi le cuesta la vida.
En Túnez hay un puñado de cineastas e intelectuales que luchan por la libertad de expresión, especialmente después que el líder de la oposición laica, Chokri Belaid, fue asesinado. También Nadia El-Fana, gerente de Nessma TV, está en peligro de muerte y ha sido citada a los tribunales para responder por cargos de “blasfemia”.
Estas valientes personas saben lo que sucedió con sus predecesores en “la guerra contra los intelectuales árabes.” El escritor Tahar Djaout murió en 1993 a manos de los islamistas de Argelia, al igual que el periodista Farag Foda, famoso por sus agudas sátiras sobre el fundamentalismo islámico. Antes de su asesinato, Foda había sido acusado de “blasfemia” por la gran mezquita de al-Azhar.
Ante el avance del terrorismo islamista, estos librepensadores del mundo musulmán deben ser apoyados. Porque si los enemigos de la libertad provienen de las sociedades libres y estas se arrodillan ante los soldados de Alá, el mundo no tendrá futuro. Estas personas son la resistencia orgullosa y dolorosa de quienes se rebelan a Alá y configuran uno de los más bellos testimonios de nuestro tiempo. Estos “rebeldes” de Alá son también la única esperanza real de la reforma para el mundo islámico y para la preservación de la libertad de todos nosotros y no deben ser abandonados por Occidente.
Fuente:infobae.com
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