Palabras de Miguel León Portilla en el marco del homenaje por su 90 aniversario.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
El pasado 29 de mayo, el Centro de Documentación e Investigación Judío de México, en alianza con el Instituto Cultural México Israel, llevó a cabo un homenaje al Dr. Miguel León-Portilla, en el auditorio Carlos y Tere Metta de la comunidad Monte Sinaí, con motivo de su nonagésimo aniversario.
A continuación compartimos el mensaje del Dr. León-Portilla:
“Las culturas originarias son muy antiguas. Yo las identifico con el atributo de haber surgido de manera independiente hasta convertirse en civilizaciones muy importantes, que han influido en grandes regiones donde su influencia todavía perdura.
Y encuentro una que florece en torno al mar Mediterráneo, con Mesopotamia, con Egipto, y que luego se va enriqueciendo con la participación de otros pueblos. Uno pensaría inmediatamente en los griegos; pero yo pienso en Israel.
Israel, a diferencia de China, la India e incluso de Mesoamérica, no concibió al tiempo cíclicamente; lo concibió como flecha: desde el principio –el génesis– hasta la consumación de los tiempos que habrán de llegar. En ese sentido, Israel va a convertirse en el dueño del tiempo.
Ese foco que, además del Mediterráneo, influyó, con ese legado judeocristiano, grecolatino, grecorromano, y después se proyectó sobre Hispania, Lusitania, Galia, Britania, Germania, y que pasó al Nuevo Mundo: en el norte a través de Britania, a nosotros a través de Hispania y Lusitania. Ese foco es la raíz de la cultura occidental.
El cristianismo es impensable sin el judaísmo. Todos los mexicanos lo sabemos. Hay un texto náhuatl que dice: ¿para qué te quieres hacer pasar por español si somos todos hijos de nuestra madrecita Eva y de nuestro padrecito Adán? ¡Claro! Todos somos de ahí. ¿Quién no sabe quién fue Isaac, quién fue Jacob, quién fue el Rey David? ¿Quién no sabe quién fue el Santo Job, que incluso usamos como metáfora: parece la paciencia del Santo Job? Todo eso es nuestro. Y luego, los nombres: José, Miguel y muchísimos otros. Claro, hay nombres de origen latino o germánico, pero muchos son judíos.
Nosotros tenemos un enorme legado judío. Enorme. Y yo le digo a mis alumnos: ¿por qué no nos fijamos en algunas cosas de los judíos? El judío tiene esta capacidad que es envidiable: como hombre que está situado en su tiempo, que tiene esa idea de que el tiempo es una flecha, el judío le comunica a sus hijos su visión del mundo.
Un filósofo y pensador francés, Blas Pascal, dice de Israel: Primus Amore Dei: primer amor de Dios. Y ese primer amor de Dios, ese pueblo, es capaz de transmitir a sus descendientes su visión del mundo. Pero eso no significa que haya una raza superior: bien lo saben los judíos, que no hay raza superior. Más aún: no hay raza judaica. ¿Por qué no hay raza judaica? Porque hay judíos de origen semítico, hay judíos que vienen de Rusia, de Lituania, de Alemania, hay judíos chinos, hay judíos indígenas, en Ventaprieta, aquí en el estado de Hidalgo. Así, pues, no hay raza judía.
Tampoco hay una sola lengua judía: no todos los judíos necesariamente saben hebreo. Muchos lo saben ahora, que se han vuelto para construir en Israel, pero ni siquiera la religión los une, porque hay judíos que son agnósticos.
Entonces ¿qué hace a un judío, judío?
Yo tuve la temeridad de dar una conferencia, nada menos que en el colegio Tarbut. Había varios rabinos, yo tenía miedo de que me tiraran una piedra, que dijeran: ¿Viene usted a decir quiénes somos? Pero entonces les dije: ustedes son los dueños del tiempo.
Y por eso, cuando los judíos logran recrear un estado, pequeñito, vacío en su tiempo ¬(yo estuve en Israel en 1960, estaba apenas fortaleciéndose, me acuerdo que había carreteras de un solo carril que eran para ida y vuelta; y ahora vayan a Israel y verán un estado moderno), con el esfuerzo de los judíos de dentro y de fuera, los dueños del tiempo vacían el tiempo en un pequeño espacio y lo transforman…
Entonces nosotros los mexicanos somos herederos de la cultura mesoamericana y de la cultura mediterránea con ingredientes tan valiosos como Grecia, que piensa al hombre moderno; como Roma, que nos enseña el derecho; y como Israel, que nos enseña lo que es vivir en el tiempo y esforzarse y transmitir ese regalo que después se transmite también a través del cristianismo.
A mí por eso me parece doloroso que en la Historia haya habido enfrentamientos entre cristianos y judíos, cuando realmente hay una similitud enorme.
Yo les digo a mis alumnos esto: Si nosotros somos herederos de dos focos de civilización originaria ¿por qué estamos mal? Entonces se quedan viendo uno al otro y yo les digo: hijo mío, estamos mal por flojos, por corruptos y por tontos.”
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