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domingo 22 de diciembre de 2024

Poligamia: la estadística oculta en Europa

JUDITH BERGMAN

Hace unos años, el Partido del Centro de Suecia, uno de los cuatro partidos que formaban entonces la coalición de gobierno, propuso legalizar la poligamia. La idea causó indignación y la propuesta fue retirada. La sección juvenil del partido, sin embargo, se negó a dejarlo pasar: “Creemos que es importante que cada uno decida con cuántas personas se quiere casar”, dijo Hanna Wagenius, líder de las Juventudes del Centro, prediciendo que la poligamia sería legal en diez años, cuando su generación entrara en el Parlamento y se asegurara de ello.

Suecia no es el único lugar de Escandinavia donde los jóvenes “idealistas” han defendido la poligamia. En 2012, la sección juvenil del partido danés Radikale Venstre (“La Izquierda Radical”), que entonces formaba parte de la coalición de gobierno en Dinamarca, también propuso que se legalizara la poligamia en Dinamarca. La iniciativa llegó cuatro años después de que un solicitante de asilo iraquí, que había trabajado para el ejército danés en Irak como traductor y que después huyó a Dinamarca, llegara con dos esposas. Como Dinamarca no reconoce la bigamia y él se negó a divorciarse de su segunda esposa, regresó a Irak. “Es inaceptable que seamos tan estrechos de mente en Dinamarca, y que no ayudemos a un hombre que nos ha ayudado a nosotros. Queremos hacer algo al respecto”, dijo entonces Ditte Søndergaard, líder de las Juventudes de Radikale Venstre. Sin embargo, la propuesta no tuvo el apoyo de ninguno de los demás partidos políticos.

Por disparatadas que puedan sonar estas propuestas, representan los cambios que están teniendo lugar en Occidente en relación con asuntos éticos fundamentales como la igualdad de género y la voluntad de adaptarse a la ley islámica de la sharia. También son una prueba de una duradera ceguera voluntaria ante los nocivos efectos de la práctica de la poligamia, no solo en términos de coste económico para el Estado, sino también para las mujeres y niñas musulmanas, cuyos derechos afirman defender estos jóvenes políticos.

La poligamia musulmana solo se debate muy rara vez en los medios. Por lo tanto, dicha práctica, pese a su difusión en todo el continente europeo –ampliándose a, entre otros países, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Francia y Países Bajos–, sigue pasando muy desapercibida a la opinión pública. Como la práctica es ilegal en todo el continente, y por lo tanto se supone que no existe, no hay estadísticas oficiales de los matrimonios polígamos en ningún lugar de Europa.

Varios países, como Reino Unido, Países Bajos, Suecia y Francia, reconocen no obstante los matrimonios polígamos si se han contraído en el extranjero en determinadas circunstancias, como que la poligamia sea legal en el país donde tuvo lugar el matrimonio. Se calcula que existen hasta 20.000 matrimonios polígamos musulmanes en Gran Bretaña. En Francia, como la poligamia fue legal hasta 1993, el mínimo calculado ya en 2006 era de en torno a 20.000 matrimonios polígamos. En Alemania, se calculó en 2012 que, solo en Berlín, el 30 % de los árabes estaban casados con más de una mujer.

En abril, el profesor sueco Göran Lind dijo que era hora “de ponerse firmes” respecto a la poligamia en Suecia, después de que se revelara que Suecia había reconocido “cientos” de matrimonios polígamos contraídos en el extranjero. El profesor Lind señaló que la poligamia no es compatible con la ley sueca, especialmente con los principios de igualdad para las esposas, la igualdad de todos los seres humanos, y la prohibición de la discriminación por motivo de género, como está tipificado en el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Se podrían añadir los principios consagrados en el artículo 16 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de la ONU, que dice:

Los Estados adoptarán todas las medidas adecuadas para eliminar la discriminación contra la mujer en todos los asuntos relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares y, en particular, asegurarán, en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres:

a) El mismo derecho a contraer matrimonio.

b) El mismo derecho a elegir libremente cónyuge y contraer matrimonio solo por su libre albedrío y su pleno consentimiento.

Considerando cuánto tiempo han invertido los políticos europeos a convencer a sus electorados de su dedicación a los derechos humanos, resulta bastante peculiar su tácita aceptación de estas flagrantes violaciones de los derechos humanos de las mujeres, consagrados en las convenciones antedichas, como es el caso de la poligamia.

La gran cantidad de matrimonios polígamos atestigua el hecho de que dichos matrimonios también se introdujeron en Europa, en secreto, mediante bodas islámicas oficiadas por imanes. En la mayoría de los países europeos no se exige a los imanes que informen de estos matrimonios a las autoridades. Por lo tanto, a pesar del probable conocimiento de las autoridades, se permite que esta práctica ilegal prospere sin cortapisas. Como el matrimonio islámico no tiene validez jurídica en Europa, se deja a la mujer contrayente legalmente encallada y vulnerable, sin medios –más allá del imán local o el consejo de la sharia– para salir del matrimonio. Incluso si las mujeres pudieran en teoría ir a la policía o presentar denuncias, se arriesgan a recibir palizas, o posiblemente al divorcio. Los refugios para mujeres están “llenos de mujeres musulmanas”, como atestigua Ayaan Hirsi Ali, que ha trabajado en ellos.

Los matrimonios musulmanes polígamos están destinados a convertirse en un problema aún mayor tras la crisis de los migrantes.

En estos días, Daham Al Hasán está generando algunos titulares en Dinamarca. Tiene veinte hijos con tres esposas, pero hace dos años huyó él solo de Siria a Dinamarca, y dejó atrás a sus esposas y sus hijos. Hace poco, con las normas danesas sobre reagrupación familiar, una de sus mujeres y ocho de sus hijos se han reunido con él en Dinamarca. Pero Al Hasán quiere que todos sus hijos estén con él, y también sus esposas. Se le ha concedido permiso para que se le unan otros nueve hijos más, pero como en Dinamarca la poligamia es ilegal, no permite que, bajo las mismas normas de reagrupación familiar, se le unan las dos mujeres restantes. Sin embargo, algunos abogados creen que las restantes esposas podrán unirse independientemente a sus hijos en Dinamarca, una vez que estén allí.

El caso ha causado bastante conmoción en Dinamarca, no solo por el extraordinario tamaño de la familia, y por lo que costará al Estado danés solo en subsidios por hijos, sino porque Al Hasán afirma que está demasiado enfermo para trabajar, e incluso para aprender danés. “No solo tengo problemas psicológicos, sino también físicos”, dijo a modo de explicación. “Me duelen la espalda y las piernas”. Ha admitido que esta “enfermedad psicológica” se debe a que echa de menos a los niños que abandonó voluntariamente. Esto significa que él y su familia viven exclusivamente del dinero de los contribuyentes daneses.

Lo que vale la pena destacar sobre el actual debate es precisamente lo que no se está debatiendo: en concreto, que Al Hasán es un polígamo. Aunque es natural que los políticos y los ciudadanos se sientan invadidos y agraviados por los costes económicos para el Estado danés, también deberían preocuparse igualmente por la práctica de la poligamia. En cambio, no ha habido ni una sola feminista danesa que se haya pronunciado al respecto.

En un documental televisivo, La sharia en Dinamarca, se grabó a varios imanes con cámara oculta que respondieron afirmativamente y sin la menor vacilación a la pregunta de si el marido de una mujer tenía permiso para tener otra mujer contra el deseo de la primera esposa. Lo cierto es que para ellos, a pesar de que viven en un país donde la bigamia y la poligamia están prohibidos, que un hombre tome a una segunda, tercera o cuarta esposa al margen de lo que cualquiera de ellas opine es perfectamente natural.

Un estudio cualitativo sobre las mujeres en Dinamarca de 2009, llevado a cabo por Tina Magaard para el Ministerio de Bienestar danés, documentaba la práctica de la poligamia entre los musulmanes daneses. Una mujer turca les dijo a los entrevistadores:

“Hay cada vez más mujeres que se casan con un hombre que ya está casado. Se casan mediante un imán, porque creen que serán más aceptadas. Al parecer, no tienen alternativa. Si se divorcian o viven por su cuenta, son condenadas al ostracismo. Muchas preferirían vivir una vida donde puedan tener una identidad, y pertenecer así a algún sitio y ser después aceptadas. Y es triste que eso suceda en Dinamarca. Creo que si tuviésemos las cifras, lo cual es muy difícil, serían probablemente mucho más altas de lo que pensamos.”

Otra mujer, una musulmana conversa, dijo:

“Esto [la poligamia] es algo que he visto muchas veces, hubo una época en que se puso de moda. Creo que fue hace cinco o seis años, era una locura, y creo que en todas las segundas parejas que he conocido, el hombre se había buscado una esposa más. Pero después, al cabo de un año o así, se arrepentía o se divorciaba de la primera mujer. En realidad, creo que en mi círculo de amigos había unas doce parejas donde el marido se había casado con otra mujer más.”

En un documental alemán de 2013, los periodistas descubrieron que los hombres musulmanes utilizaban la poligamia como medio para defraudar y obtener más prestaciones sociales. La táctica era que sus esposas dijeran al Centro de Empleo que eran solteras y que no conocían al padre de sus hijos. El truco funciona porque Alemania, como cualquier otro país europeo, no tiene forma de comprobar la existencia de un matrimonio islámico, sobre todo porque la ley alemana no obliga a las mujeres a informar a las autoridades de su estado civil.

En el documental, los periodistas le preguntaban a la portavoz de la Agencia Federal de Empleo –supervisora de las agencias de empleo locales responsables de pagar las prestaciones sociales– si la Agencia Federal de Empleo era consciente de muchos de esos ejemplos de fraude. Respondió que eran conscientes de la poligamia y del consiguiente fraude, e incluso citó los lugares donde estaba más extendido: en Alemania Occidental, por ejemplo en Berlín, y en Colonia y Frankfurt. El periodista le preguntó después por qué no se había hecho nada al respecto. “Creo que estas diferencias culturales son muy delicadas, y somos un país muy tolerante”, dijo la mujer. Cuando se le preguntó si la Agencia Federal de Empleo estaba siendo tal vez demasiado tolerante, dijo que ella misma se estaba preguntando cómo iba a acabar todo esto.

La mujer dijo después que la creación de un registro central de matrimonios islámicos sería muy útil y conveniente, ya que permitiría investigar las denuncias de fraude, pero que eso es un asunto para los políticos.

“¿Cómo acabará todo?”. No muy bien.

Fuente:es.gatestoneinstitute.org

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