Jacobo Zabludovsky, a un año del adiós

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El micrófono se apagó; el que durante muchos años se mantuvo encendido para magnificar una maravillosa voz, la voz de Jacobo Zabludovsky, la que tanto informó, la que preguntó, la que entrevistó, la voz que fue la mejor herramienta de trabajo para un hombre que conoció de frente al periodismo y no sólo eso, sino que además lo reinventó y lo amó.

Hoy, que su voz ya no produce ningún sonido, sobrevive el eco de sus noticias, de sus reportajes, de sus entrevistas; hoy, que su voz se volvió silencio permanecen palabras de gratitud y reconocimiento de todos aquellos que lo escucharon y que lo conocieron.

La noticia de su partida deja una enorme melancolía; pues la muerte de Jacobo viene a confirmar que por más eficiente y productiva que sea la vida, sin duda se termina.

Jacobo Zabludovsky Kravesky murió el jueves 2 de Julio del 2015 a causa de un derrame cerebral, pero Don Jacobo, como muchos le llamaban, logró escribir su nombre en la historia. Esta página rinde un homenaje a su admirable trayectoria.

Corría el año de 1926 cuando el Señor David Zabludovsky decidió abandonar su ciudad Bialystok, en Polonia. El nazismo asomaba la cara con máscara de antisemitismo, y David prefirió probar suerte en otro país. Tomó el barco para “hacer América” desconociendo el destino final. Buenos Aires y Nueva York eran dos de sus opciones, pero un folleto lo hizo decidirse por un país de libertad y oportunidades, así llegó al México de Plutarco Elías Calles.

Un año después David trajo a su esposa Raquel y a sus 2 hijos. El 24 de Mayo de 1928, la calle Doctor Barragán de la Colonia Doctores vio nacer a Jacobo. Inició así una etapa de constantes mudanzas, provocando que Jacobo se adentrara en el barrio de la Merced, volviéndose un conocedor de cada una de sus calles, de sus casas y de sus vecindades. Sí, era una familia de bajos recursos, pero, como bien lo decía Jacobo, “éramos tan felices que no nos dábamos cuenta de nuestra pobreza”.

Su papá vendía retazos de tela en el mercado Hidalgo mientras que su mamá se dedicaba al hogar, no había lujos pero disfrutaban de una cómoda y amorosa unión familiar. Compraban libros usados y los conocimientos se convirtieron en alas, aprendieron que la pobreza no es pretexto para la ignorancia.

Un día, una mudanza más lo llevó a un nuevo hogar que lo esperaba con una sorpresa especial; era la calle de San Jerónimo, una vecindad en cuya azotea vivía Luis Felipe Ureña, corrector de pruebas del periódico El Nacional. Este singular vecino despertó el interés de Jacobo por el periodismo, y al poco tiempo, Jacobo ya estaba trabajando en “la hora exacta” en Radio Continental, en donde ganaba de $5 a $10 por columna, siendo este su primer sueldo formal.

Llego la hora de entrar a la Universidad, hubiera sido extraordinario que Jacobo hubiera estudiado para periodista, pero estudió derecho por una simple razón: la carrera de periodismo aún no existía. La UNAM se convirtió en su amada casa, y los barrios aledaños de San Ildefonso fueron el escenario en donde conoció al amor de su vida: Sarita Nerubay, con quien estuvo casado más de 60 años y procreó tres hijos: Abraham, Jorge y Diana.

Paralelamente al avance de su inquieta vida, la tecnología también avanzó, y en 1950 se inauguró en México la televisión. Hay quienes cometieron el error de preguntarle a Zabludovsky sobre su ingreso a este medio, a lo que él respondía con humor: “Yo no entré a la televisión, cuando la televisión llegó, yo ya estaba aquí”.

De este modo, Jacobo inauguró en México un nuevo oficio, el periodismo televisivo.

El lunes 7 de Septiembre de 1970 dio inicio el primer noticiero nocturno en México: 24 horas; el proyecto estaba planeado para estar al aire 3 meses pero debido al éxito del programa, Jacobo se mantuvo al frente del noticiero número uno de México por 28 años.

En 1988 inició Eco, un canal de televisión dedicado exclusivamente a la información; por este medio, la imagen de Jacobo llegó a Estados Unidos, parte de Canadá, Argentina, Chile, Ecuador, Panamá, Perú, Paraguay, Venezuela, África y Europa. Después de 12 años, Eco llegó a su fin.

Las transmisiones radiofónicas y televisivas de Jacobo son memorables, en 1948 le informó a México sobre la reciente creación del Estado de Israel, le tocó transmitir también sobre el asesinato de John F. Kennedy, el funeral del ex mandatario británico Winston Churchil. En 1968, recibió con los brazos abiertos a la televisión a color y ese mismo año fue duramente criticado por sus comentarios indiferentes sobre la matanza de Tlatelolco. Un año después, el 20 de Julio de 1969 las familias se reunieron en las salas de sus casas para que, en punto de las 8:56 pm, Jacobo les narrara la llegada del hombre a la luna. Pero sin duda, la transmisión más inolvidable fue el 19 de Septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.1 grados sacudió la Ciudad de México a las 7:19 am. La señal televisiva fue interrumpida durante 5 horas, de modo que la radio era el único medio de comunicación en las primeros momentos posteriores al temblor. En aquellos minutos de incertidumbre y pánico, desde el teléfono de su coche, Jacobo realizó una conmovedora crónica en la que describía la destrucción y el dolor que veía a su alrededor. Este reportaje le valió el premio de periodismo “Rey de España” al año siguiente.

En muchas ocasiones hizo a un lado al comunicador serio para dar paso al ameno entrevistador; así entrevistó a personajes como Salvador Dalí, Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, Jorge Luis Borges, Mario Moreno Cantinflas, María Félix, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Salvador Allende, David Ben Gurion, Shimon Peres, Alberto Fujimori, Juan Pablo II, Ronald Reagan, Mijael Gorvachov, Jacques Cousteau, por sólo mencionar a algunos. En los instantes en los que la Revolución cubana llegaba a su clímax Jacobo entrevistó a Fidel Castro y al Che Guevara, convirtiéndose en el único periodista mexicano que reportó este histórico hecho.

Después de 50 años de trabajo en Televisa, presentó su renuncia con la firme convicción de un padre que se solidariza con su hijo; en la escala de valores de Jacobo no había nada más arriba que su familia y así lo demostró. No hubo discursos ni grandes despedidas, no hubo tampoco una indemnización por 50 años de trabajo en Televisa, Jacobo volvió a la radio y su gran cantidad de seguidores no dejaron de escucharlo.

El Licenciado Jacobo Zabludovsky fue amante de su profesión, amante de la fiesta taurina y del tango, amante de la buena comida y la buena compañía, amigo de presidentes y grandes personalidades. Incansable lector, llegó a tener 20,000 libros aproximadamente; siempre acompañado de su corbata negra que no era otra cosa que un símbolo de respeto. Toda una vida estudiando en instituciones públicas, abogado de oficio y periodista por vocación. No existe, hasta el momento, un periodista mexicano tan premiado. Múltiples galardones lo convirtieron en un ícono de la comunicación, y es que durante 7 décadas formó generaciones enteras de reporteros. Miembro honorable de la Comunidad Judía de México. Superó tiempos difíciles de un amenazado periodismo pero se superó día con día a sí mismo, venció al cáncer en tres ocasiones, manteniendo siempre la palabra precisa y la postura erguida.

Un jueves nublado Jacobo fue enterrado en el panteón Israelita de México, medios de comunicación nacionales e internacionales se dieron cita para lograr una toma de la última morada del periodista más importante del siglo XX. Personalidades como Emilio Azcarraga Jean, Presidente de Televisa, la primera Dama Angélica Rivera, el jefe de Gobierno del Distrito Federal Miguel Ángel Mancera, el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, Joaquín López Dóriga, entre otros periodistas, políticos, artistas, familiares y amigos.

Un inmenso agradecimiento al padre de Don Jacobo, el Sr. David Zabludovsky por reaccionar a tiempos violentos y por escoger a México para continuar su vida, no sólo salvó a su familia del Holocausto nazi, sino que regaló a México a sus 3 hijos: un gran arquitecto, una admirable mujer y un periodista ejemplar.

Jacobo Zabludovsky, la muerte calló tu voz, pero tu eco se escuchará por siempre. Descansa en paz.

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