JAVIER ALONSO LÓPEZ
Arte adivinatoria, magia, reunión de conocimientos ocultos o canal de comunicación con la divinidad. Son algunas de las ideas que durante siglos se han vertido sobre la principal doctrina mística judía. Pero, ¿qué es en realidad la Cábala?
Consciente de la dificultad de dar una explicación racional a la pregunta ¿qué es la Cábala?, el rabino español Moisés de León, autor del Zohar, la principal obra cabalística, se valía de una metáfora amatoria para describir la experiencia que vivía aquel hombre dedicado al estudio de la Torá, la Ley de Dios, mediante la Cábala.
La Torá es una bella amada que se esconde en las estancias de su palacio. Tiene un amante secreto, el sabio de corazón, que por amor a ella, día y noche ronda la casa. Ella lo sabe y, durante un instante fugaz, se asoma y le muestra su sonrisa para esconderse de nuevo. De todos los presentes, solo él la ve, y todo él, su corazón y su alma, se vuelve hacia ella, porque sabe que durante ese mismo instante, ella también ha ardido de amor por él. Y solo entonces se le vuelve claro el verdadero sentido de la Torá, con su texto literal al que no se le puede cambiar nada. Por eso, hay que estar atentos a la Torá, para convertirse en su amado, tal como está escrito.
La palabra cábala, procedente del hebreo qabbalah, “recibir” (por tradición), es una doctrina religiosa y filosófica que intenta mostrar al ser humano cómo alcanzar la unión mística con Dios. ¿Cómo se puede logra esto? Mediante el estudio de la Torá, la Ley que Yahvé entregó a Moisés en el Sinaí y que está contenida en los libros de la Biblia hebrea. La cábala es, en realidad, la parte oculta y secreta revelada de esta Ley, y sus enseñanzas se transmitían en origen oralmente, de un sabio a otro, de ahí la etimología de su nombre.
Esta forma de interpretar el judaísmo, una religión que en origen se sostenía sobre dos pilares, el cumplimiento de la Ley y el culto del templo de Yahvé en Jerusalén, es, en cierto modo, marginal. Por una parte, porque no busca la interpretación literal de los textos sagrados, sino la simbólica y, por otra, porque resta mucha, si no toda, importancia a la relación del judío con Dios a través del Templo y sus sacerdotes y ofrece una “línea directa” de comunicación con Dios para la que no es necesaria una jerarquía religiosa.
Por lo general, las épocas de mayor impulso de las doctrinas cabalísticas coinciden con momentos de la historia judía en los que se producen grandes desgracias y se ve amenazada incluso la existencia del pueblo judío.
Las primeras reflexiones pre-cabalísticas comienzan en el siglo VI a. C., cuando el profeta Ezequiel describe cómo son las moradas divinas, el trono de Dios e incluso la propia divinidad. Estas visiones, que aparecen en los tres primeros capítulos del libro de Ezequiel, cautivaron la imaginación de algunos judíos exiliados en Babilonia y que habían perdido su patria y su templo.
Al desaparecer finalmente el Templo, en el 70 d.C. al final de la Gran guerra de los judíos contra Roma, el judaísmo se refundó sobre un dogma principal, la unicidad de Dios. Su morada ya no se encontraba en el templo de Jerusalén, sino en la palabra dada por Dios, la Torá, y el deber de todo ser humano sería el estudio de esa palabra. En el siglo II d. C. aparecen las dos primeras grandes figuras cabalísticas: Rabí Akiva y, sobre todo, Shimón bar Yojai.
Durante la Edad Media surgen las dos primeras figuras que podemos considerar auténticos “cabalistas”: Judá el Piadoso y Eleazar de Worms. En España, destacan Azriel ben Menahem de Gerona, su discípulo Nahmánides, y Moisés de León, autor de la obra cumbre de la cábala, el Zohar o Esplendor, una compilación de toda la ciencia cabalística acumulada hasta ese momento. Tras la expulsión de España de los judíos en 1492, los sabios cabalísticos se establecen en Safed (Israel), donde Isaac Luria el Ashkenazi, Moisés Cordovero y Josef Caro, con la ayuda del Zohar, buscan en la Torá explicaciones para las desgracias de su pueblo.
La cábala continúa su evolución durante hasta el siglo XVII, contribuyendo al surgimiento del movimiento jasídico (piadoso) de los judíos de Europa oriental y ayudando a la preservación del carácter nacional de la comunidad judía en la diáspora. Tras unos siglos de cierto descrédito, los estudios cabalísticos experimentaron un renacimiento a principios del siglo XX de la mano del israelí Gershom Sholem.
Funcionamiento de la cábala
Debemos distinguir entre dos tipos de cábala: la cábala teórica, que explica la naturaleza de Dios y de su creación, y la cábala práctica, que se ocupa del empleo de la magia y las fuerzas sobrenaturales.
Según la cábala teórica, toda la creación tiene su origen en el interior de la divinidad, en un lugar inalcanzable para el entendimiento racional. De esta divinidad única surge todo el universo material por medio de emanaciones (diez sefirot en total). Por lo tanto, toda la creación, incluido el ser humano, participa en diferentes grados de sutileza de la esencia divina de la que procede.
¿Cómo se puede alcanzar la gloria divina y unirse con la divinidad? Estudiando la Torá, pero no solo en su vertiente racional, sino también en la mística, cabalística. La cábala será la escalera que permitirá al hombre ascender los sucesivos niveles de la creación hasta reunirse con Dios, la causa suprema.
En la Torá, todo está relacionado y nada es arbitrario. Para ir más allá del sentido literal del texto y concentrarse en el estudio de los valores íntimos y universales del texto se emplean varias técnicas que parten del hecho de que la Torá está escrita en lengua hebrea y con caracteres hebreos.
El alfabeto hebreo consta de 22 consonantes que poseen un valor numérico de acuerdo a su posición en el alfabeto. Además, cada letra representa un principio simbólico diferente. Puesto que Dios crea el mundo mediante la palabra, toda frase, toda palabra, toda letra escrita en la Torá ofrece información sobre conceptos numéricos y significados concretos.
Para leer la Torá del modo correcto, se desarrollan herramientas que relacionen las letras escritas con los arquetipos divinos de los que proceden. Los tres mecanismos básicos de la cábala son la gematría, el notaricón y la temurá.
La gematría extrae la esencia del texto mediante el valor numérico de cada letra, palabra o frase. Una vez hallado el valor del conjunto analizado, se pone en relación con cualquier otro fragmento o palabra de la Torá que presente un valor idéntico, con lo que se pueden intercambiar sus significados.
El notaricón consiste en la formación de palabras, con su correspondiente sentido, por medio de acrósticos, es decir, tomando la primera letra de cada palabra de una oración.
La tercer técnica, la temurá, obtiene nuevos sentidos alterando el orden de las letras, sustituyendo unas letras por otras de acuerdo a unas determinadas reglas, o bien separando las palabras de manera alternativa a la clásica o racional desde un punto de vista gramatical.
Se llega así al fin para el que nació la cábala: alcanzar la salvación, la unión mística con Dios, gracias al estudio y la especulación cabalística que ayudan a conocer la Torá, que es igual a conocer a Dios, en algunos casos a sentirse incluso unido de nuevo con él. Las buenas obras acercan al ser humano a la divinidad, mientras que el mal los aleja. Puesto que los ámbitos humano y divino están unidos, las acciones buenas o malas tienen una influencia en todo el sistema. De donde el cabalista deduce que se pueden utilizar ciertos poderes místicos, una cábala práctica, para ayudar a la gente. En este sentido, sí podría decirse que hay magia en la cábala.
Fuente:cadenaser.com
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