Paseo por las sinagogas y cementerios judíos del Líbano

Sinagoga de Beirut, diciembre de 2015

SABYL GHOUSSOUB

En abril de 2016, Sabyl Ghoussoub fue en busca de rastros de presencia judía en el Líbano, por las ruinas de sinagogas y cementerios. Y relata su viaje.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Libanés judío, algo que suena como una mala combinación, tipo chocolate de tomate. Sin embargo, los judíos libaneses existen. Antes de 1948, había veinte mil en el Líbano, luego su número aumentó, incluso se duplicó con la llegada de los judíos sirios e iraquíes escépticos respecto a Israel. Después de la “Guerra de los Seis Días” de 1967, y luego sucesivamente la guerra civil en 1975 y la invasión israelí del Líbano en 1982, la gran mayoría de los miembros de esta comunidad se asustaron. Simplemente no se sintieron más en su lugar, y se exiliaron.

Hoy quedan entre cincuenta y dos mil judíos libaneses. Conozco algunos, pero de sus lugares de culto, nunca había oído hablar. Investigando un poco llegué a la Sinagoga Maghen Abraham en Beirut. Construida en 1926 y en otros tiempos conocida por ser la más bella de la región, se encuentra en Wadi Abu Jmil, el antiguo barrio judío de Beirut, y fue restaurada en 2010. Algunas de las imágenes que circulan en Google me hicieron querer echarle un vistazo. Tomé un vuelo a Beirut y fui a verla.

Pero en el lugar indicado por mi GPS, me encontré frente a un puesto de control militar. Y esa barrera, ¿cómo decirlo? Es infranqueable. Puedes ser francés, cristiano, judío, incluso un periodista, se necesita un permiso. ¿De quién? El soldado no sabe, pero hay que tenerlo.

Así que pregunté a periodistas de Solidere, la sociedad libanesa para el desarrollo y la reconstrucción (Solidere), y pedí a los miembros del Instituto Francés de Beirut que me permitan acceder, pero nadie lo consiguió. En paralelo, continué mi investigación en Internet. Un nombre que se menciona a menudo en artículos sobre judíos libaneses es Nagi Georges Zeidan. Descrito como investigador e historiador, podía ayudarme. Fui a su encuentro. Al principio pensé que era judío luego historiador e investigador, para al final comprender que era ortodoxo griego, no tenía bachiller y era tan investigador e historiador como yo Papa y rabino. De hecho, tiene una obsesión: los judíos del Líbano. Desde 1996, recoge todo lo que puede encontrar con la esperanza de un día publicar un libro que se llamará “Historia de los judíos del Líbano” que lo haría rico y famoso “como Amin Maalouf”.

– Nagi, ¿puede llevarme a la sinagoga en Beirut?
– Para entrar, debe ponerse en contacto con Samir Touma, pero no le dejará entrar. Ni siquiera me dejó a mí, su gran amigo.
– ¿Quién es Samir Touma?
– El segundo hombre de la comunidad judía en el Líbano, tiene las llaves de la sinagoga.
– Y ¿me puede dar su número de teléfono?
– No, no puedo. Se enfadaría conmigo.

Pero conseguí su número por un periodista amigo, aunque nunca respondió. La sinagoga de Beirut no se puede ver, es así. Al igual que el cementerio judío en Beirut, no se puede entrar. Corre un rumor de que tres días después de la reapertura de la sinagoga, un tonto arrojó una bomba molotov en el interior, de ahí que se deniegue el acceso en la actualidad. Vaya usted a saber.

Descartado Beirut, quedan otras cinco sinagogas en el Líbano y un segundo cementerio, me dijo Nagi. Como era el único que sabe tanto sobre el tema, lo seguí durante una semana. Por primera vez en Aley, localidad de mayoría drusa. “Su sinagoga Ohel Jacob fue construida en 1895 por Ezra hijo de Yacoub Anzarut”.  En la entrada, un escalofrío me recorre el cuerpo al ver una escritura en hebreo. Una sensación extraña viendo la inscripción sagrada del enemigo en el Líbano. Dentro de la sinagoga el techo está abierto. Construida en 1890, fue decapitada por proyectiles una vez en 1976 y luego en 1983.

Inscripción en hebreo en la sinagoga Ohel Yaakov, en Saïda. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

Continuamos hacia Bhamdoun, a pocos minutos de Aley, una ciudad predominantemente habitada por cristianos ortodoxos. La sinagoga fue construida en 1910. Al llegar a una carretera desierta, tuve la sensación de estar en 1991 con mis padres, mientras caminaba por las ruinas de Beirut. El paisaje era idéntico.

Inicio de la judería de Bhamdoun. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016

Nagi entonces me dio una lección de historia. “El 25 de junio de 1982, el ejército israelí está en Bhamdoun. La sinagoga estaba intacta en las palabras del oficial israelí Rafi Setton. Desde 1975, la comunidad judía en Bhamdoun estaba bajo la protección del Partido Social Nacionalista Sirio y el palestino Fatah. El 3 de abril de 1983, el ejército israelí deja Bhamdoun y la sinagoga sirve de línea divisoria entre los socialistas y las fuerzas libanesas. Los socialistas bombardearon con el fin de desalojar a las fuerzas libanesas de Bhamdoun. Tras el bombardeo, la sinagoga quedó dañada”.   Al verla, recordé una imagen de la guerra del Líbano, donde soldados del ejército israelí posaban marchando … era la sinagoga de Bhamdoun.Todos los edificios de alrededor habían estado previamente habitados por judios; ahora son destruidos y se niega el acceso, como la sinagoga, todavía en pie a pesar de su estado de abandono.

Sinagoga de Bhamdoun. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

Al día siguiente fuimos a Sidón, ciudad del Líbano meridional predominantemente sunita.

Sinagoga de Aley. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

En el antiguo zoco, Nagi se pierde, no recuerda exactamente dónde se encuentra el antiguo barrio judío. Es viernes y como se acerca la hora de la oración, la mayoría de las tiendas están cerradas y es difícil encontrar a quién preguntar. Entonces le propuse inocentemente seguir las esvásticas. Un centenar de metros más adelante, llegamos, pero “la plaza de los judíos ” pasó a llamarse “plaza de Gaza”.

Un joven se acerca.

– ¿Qué hacen aquí ? Están en nuestra casa.
– Visitamos la sinagoga, respondió Nagi. Soy historiador.

Esvásticas en el viejo soco de Saïda o Sidón. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

El niño empieza a golpear una enorme puerta negra que hay en la plaza, nadie contesta. Llama a otra puerta. Tampoco. No podremos entrar. No entiendo. Nagi me explicó que la sinagoga hoy está habitada por sirios y que para verla, hay que entrar por su casa. Como me decepciona no poder tomar fotografías, el chico me dijo que lo siguiera.

El pequeño empuja una cortina, aparece una escalera. Subimos, pasamos por una puerta de hierro oxidado, giramos a la izquierda, subimos al tejado y luego a otro, y allí hay un callejón sin salida: una pared. Él baja, yo bajo con él (Nagi nos abandonó abajo en las primeras escaleras).

– ¿Ves allí? No, no había nada, un agujero negro de tres metros de profundidad.
– Vamos a saltar y te mostraré algo.

Él salta, yo salto detrás, volvemos a bajar, levanta una tela y ante mí se ve el techo de la sinagoga, el techo de la casa de los sirios.

– ¿Cómo se han establecido allí?
– Mi padre me dijo que en 1982, se fue de Sidón la última familia judía. Los Levy, si no recuerdo mal. Después de su partida, la sinagoga fue abandonada y muchas familias comenzaron a ocuparla ilegalmente. Incluso soldados israelíes y funcionarios sirios vivieron aquí.

Interior de la sinagoga de Aley. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

Desciendo a la famosa plaza y me dirijo a la tienda a comprar un refresco. El tendero me pregunta qué hago, explico que estoy en busca de rastros de la comunidad judía en el Líbano. Me dijo que esperara cinco minutos. Una hora más tarde me muestra el contrato de arrendamiento de su negocio. Estipula que su tienda es propiedad de una familia libanesa de judíos que emigraron. “Soy palestino y fui expulsado de mi casa en 1948. Los judíos robaron mi casa, es justo que yo robe la suya aquí”.  No lo podía creer.

Cementerio judío de Saïda o Sidón. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

De pie sobre una lápida en el cementerio judío de Sidón, sólo había que poner el teléfono en modo cámara para filmar las tumbas destrozadas, actos de vandalismo, cubiertas de hierba falsa cuando el muecín decidió gritar en voz más alta durante su sermón. Instintivamente, bajé la cabeza y me pregunté, mirando la tumba de Ilan Cohen a mis pies, ¿cómo se podía matar dos veces a un muerto?. Dejé de filmar.

Nagi reformó hace menos de un año el cementerio de Sidón, que data de 1922. Cuando me llevó allí, no reconocía nada. Incluso tuve que decirle: ” Creo que es donde hay una tumba que sobresale un poco de la maleza”.  Pieles de ovejas sangrientas colgaban en bastidores, una montaña de basura, olor de matadero … Imaginar que judíos con kipá caminaron en este paisaje inhumano hoy, parece poco probable.

Entrada al cementerio de Saïda o Sidón. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

Tres días después de Sidón (Saïda) vamos en dirección a las dos últimas sinagogas, Deir Al-Qamar realizada por el Instituto Francés y Hasbaya. Según nuestro historiador-investigador, la de Hasbaya, hasta ahora nunca nadie las ha visto ni fotografiado. Para ir a Hasbaya, hay que viajar tres horas y pasar por la frontera con Israel.

– ¿Eres tú, hijo mío?
– Me voy al sur, mamá.
– ¿Qué vas a hacer allí?
– Voy a ver la sinagoga de Hasbaya para mi artículo sobre los judíos libaneses.
– Que Dios te proteja, hijo mío! Que Dios te … ¡¡¡Hasbaya !!! ¡Pero hay que cruzar la frontera israelí ! ¡Te prohíbo ir allí! – ¿Cómo te lo tomaste, mamá, cuando estabas en París?

Mis padres dejaron el Líbano en 1975 como muchos de sus compatriotas al comienzo de la Guerra Civil, separándose de sus familias y poniendo fin a sus sueños de la infancia. Este evento también marcó el comienzo de los infernales domingos por la mañana con el sonido de Despedida de mi país, de Enrico Macias.

– Voy a llamar a tu padre.

Me desperté de madrugada, recogí a Nagi en Beirut y emprendimos el camino. Después de uno o dos errores de trayectoria, llegamos. Primer sopresa, un muro, el mismo que en Palestina. Si nuestros recuerdos son buenos, nunca había estado allí. ¿Desde cuando un muro nos separaba de Israel?

– ¿Dónde estás?
– En la frontera con Israel, papá.
– Eso es bueno, lanza una piedra.

Nos detenemos en una estación de gas instalada frente al muro y preguntamos al propietario cuándo fue construido, y si podemos filmar. Estamos en el sur de Líbano, a pocos metros de Israel y supongo que mi cámara me va a causar algunos problemas con Hezbolá o incluso con la FPNUL.

Frontera israelí libanesa. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

– Se construyó hace tres años, querían ver cómo iban a reaccionar. Bueno, fue una explosión. De todos modos, filma todo lo que quieras. Incluso me aconsejó ir más lejos, donde acaba el muro se ve todo, un hermoso paisaje. Pueden subir a mi techo mientras les hago un café, hay unas vistas impresionantes.
– Y podemos tomar fotos de Israel sin problemas, ¿está seguro?
– Sí, se puede fotografiar Palestina, sí.

Fotografié el país de nuevo.

Cuando Nagi me pidió que lo fotografíe con la bandera israelí detrás, no había duda. Estrellas de David, de acuerdo, pero la bandera de Israel, no hay que exagerar.

De nuevo estábamos en el camino yendo a Hasbaya, un pueblo situado en las montañas Chouf. Cuando entramos, no había sinagoga en el horizonte. Preguntamos al peluquero de la esquina si alguna vez oyó hablar de presencia judía allí. “Si espera diez minutos, le llevaré a la sinagoga”.   Quince minutos más tarde, nos encontramos en medio de un estacionamiento al aire libre entre un Citroën C5 y un Mercedes 190E. De hecho, la sinagoga se encuentra debajo pero él lo recuerda bien, exactamente allí estaba el primer peldaño para bajar. Incluso había ido allí varias veces de pequeño. Después de deslizarle diez dólares para agradecerle que nos mostrara un aparcamiento, fuimos a Deir Al-Qamar.

En el Instituto Francés, la sinagoga se convirtió en salón de clases y conciertos. El director explica que al final de la guerra civil, la Dirección General de Antigüedades puso el monumento en ruinas a su disposición. Siguió un largo debate entre él y Nagi sobre la veracidad del rumor de que en 1982, Ariel Sharon, ministro de Defensa de Israel entonces, habría venido a asistir a la última boda judía celebrada en esta sinagoga. Como sucede a menudo en el Líbano, cada uno pegado a su posición y la discusión terminó en torno a una copa de arak. En todo caso, todo signo religioso del templo había desaparecido y hoy no se encuentran más que paredes vacías. En el camino de vuelta, pregunté una docena de veces a Nagi si realmente era imposible entrar en la sinagoga y el cementerio en Beirut. “Si Samir Touma no le contesta, no. ”   Di por acabadas mis visitas.

Cementerio judío de Beyrouth. © Sabyl Ghoussoub, abril de 2016.

Sin embargo, al día siguiente, durante el almuerzo, Nagi me llamó veintiocho veces. Mi teléfono en modo silencio, no dio cuenta de la llamada hasta el final de la comida. ” Estoy en el cementerio de Beirut, ven”     , decía un mensaje. Llegamos allí con un amigo al cabo de treinta minutos. La puerta del cementerio judío de Beirut bloqueada por una cadena que yo creía infranqueable, estaba abierta. Yo estaba justo al otro lado de la rejilla. Descubrí, con estupor, que en el año 2013 una judía libanesa, Annette Finkelftein Samuel, fue enterrada allí. Y el dueño del café que rodea el cementerio tenía la llave y por lo tanto derecho de paso. Todavía había algo que Samir Touma tenía que decir y lo juró por Dios. No le pregunté a Nagi si era un farol o no, lo importante era poder acceder.

Disculpándose por no lograr meterme en la sinagoga de Beirut, Nagi me había traído un cuadro con fecha de 1991.

En la imagen, detrás de la sinagoga Maghen Abraham, incluso se ve el edificio de la Alianza Israelita que ya no existe.
Nos sentamos, mientras Nagi iba en busca de los muertos que aún no tenía registrados. Absurda situación de dos jóvenes modernoos fumando un cigarrillo en silencio en el cementerio judío de Beirut. Para los vecinos de los balcones vecinos, la escena era irreal.

Todos los teléfonos de la esquina nos tomaban fotos. “Pero, ¿por qué te importan los judíos libaneses?”       Le pregunté a mi amigo. ” Porque de niño, me llamaban sucio judío. Por mi nariz. Tengo nariz judía”.     Y ¿qué es una naríz judía para el resto de los mortales? Una nariz ganchuda grande. Sin embargo, yo soy cristiano libanés. En Francia, fui “sucio judío” o “sucio árabe”, según el día. En el Líbano, “sucio francés” y “sucio judío” todos los días. Por último, la historia de los judíos en el Líbano es también un poco la mía. Debido a toda esta suciedad, me forjé las más bellas identidades. Una identidad de chocolate-tomate-pimienta, porque me siento árabe, francés y judío.

Fuente: Orient XXI – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico

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