La singular vida de Rubén Rada… y su familia judía

ANA JEROZOLIMSKI

Rubén Rada no precisa presentación. Es desde hace muchos años un ícono en la música uruguaya. Todos saben también cómo su talento y determinación le permitieron abrirse camino, luego de haber pasado una niñez con mucho amor, pero también con no pocas carencias.

Lo que no todos conocen a fondo, es parte de su vida personal, aunque también sus hijos se destacan en el ámbito artístico. Dos de ellos son, como él los describe, “negros y judíos”, hijos con su segunda esposa, Patricia Jodara, su compañera desde hace más de 30 años.

Sobre esto, sobre su condena del antisemitismo y el racismo en general y su vida en general, es esta entrevista.

Has sido siempre y sigues siendo, multifacético en tus actividades en el mundo de la música y el espectáculo. Pero el resumen va más allá de la enumeración de las actividades que hiciste… ¿Cómo resumirías tu vida?

Diciéndote que fue una vida muy trabajosa pero que tengo que estar muy feliz, no sólo con lo que he hecho con mi carrera sino porque tengo tres hijos maravillosos, que están divinos: Lucila, que ya me ha hecho abuelo de un nieto que se llama Salvador. Lucila es una gran actriz, una gran cantante. También Matías me ha dado una nieta, Sofía. Matías toca con un grupo Illya Kuriaki en Argentina, con Martín Buscaglia y conmigo. Es un guitarrista muy reconocido en la vecina orilla. Julieta a la que le está yendo muy bien. Julieta es negra, judía igual que Matías.

Tienes hijos negros y judíos…

Patricia, mi mujer, es Patricia Jodara Leizerovich. Es turca y asquenazí, de las dos barras. Pero yo nunca les hablo de nada. Ellos no son ni católicos ni judíos; son respetuosos de todo. Les digo que tienen que tener respeto, varias cosas tienen que respetar: primero, ya que son negros, el respeto por la persona que es más oscura, pasa a ser negra. Después, que son judíos y que los abuelos son judíos, divinos… Víctor Jodara y la abuela que se llama abuela Leizerovich y festejan a veces las fiestas con ellos y que tienen que ser muy respetuosos. Mi mujer es argentina y la madre de Lucila también. Lucila es negra vasca; la madre es María Fernanda Vivanco. Y bueno, tienen varias cosas que cuidar y que respetar que les va a ayudar mucho en la vida. Vienen de una fábrica linda de madres de parte de las dos que son personas super inteligentes, buena gente, sin prejuicios.

Y para ti, esto no es sólo una cuestión personal, sino una visión de mundo…

Claro. Hace falta muchos cambios en este mundo, que el ser humano tiene que quererse, respetarse, olvidarse de los nombres y las marcas que tenemos, negro, judío, árabe, todas las etiquetas que uno tiene y a mí me ponen muy mal, más en un país como éste, donde el racismo está escondido. Pero aparentemente es un país libre, no está permitido en la Constitución que alguien trate mal a un negro, que un negro o un judío puedan ser presidente de la República… está todo abierto. Yo les digo a mis hijos: hasta que a ustedes no les digan que no, métanle y si les dicen que no, peleen.

¿Sientes en tus hijos, al menos en dos de ellos, que los enriquece el tener un papá negro y una mamá judía? ¿O han tenido problemas por eso?

Han vivido todas esas cosas. A veces sienten las miradas de la gente. Por otro lado, por un lado puede ser una ventaja ser los hijos de Rada, pero también una desventaja. Por ejemplo, a Matías se le hace más difícil cantar. Toca la guitarra como los dioses, pero nunca quiere cantar por temor a que lo comparen conmigo. El día que Matías entró al Latino… fueron al Latino porque es un colegio donde hay mucha gente de otros lugares, de Méjico, de Chile, con padres separados, muy abierto y el día que entró lo aplaudieron porque era el hijo de Rada. Y se quería ir del colegio ¿entendés?

Muy fuerte esa vivencia. ¿Qué edad tenía en ese momento?

Nueve años creo que tendría, es horrible. Yo sé que nuestro amor creó esos dos chiquilines y mi amor con Fernanda creó a Lucila. Había gente que decía “después los hijos sufren en la escuela”… pero si es así, nadie va a poder enamorarse de alguien, uno se enamora de un ser humano. El amor es el amor; vinimos a este mundo para amar, no para estar todos los iguales, sintiéndonos unos más que otros… yo soy de romper esas barreras. Me enamoré. Soy un negro casado con una mujer judía, socialista, músico, me visto raro, siempre fui un luchador.

A PRIMERA VISTA

¿Cómo se conocieron con tu esposa?

Yo estaba tocando en un boliche que se llama Teatro de la Cortada. Ella fue con una amiga, ni sabía quién era yo. La gente iba a verme porque era distinto, tocaba música diferente a la de Charlie, la de Fito, la de Spinetta… y ella fue a verme, sin saber quién era Rada. La vi pararse y yo estaba con Navarro, un pianista amigo mío y le digo: “Si esta mujer me da bola me muero”, entonces fui, le hablé, le dije que me encantaba, le prometí que la iba a llevar a Bahía, a la playa -odio la playa- y ahí nos conocimos.

Hace ya más de 30 años que estoy con Patricia. Yo tenía 37 y ella 21. Después ella dijo que se iba, la situación no era buena para ella, se fue a vivir a Francia y estuvo un rato largo, como dos años viviendo allá. Al volver yo ya estaba separado. Nos encontramos de nuevo y nos fuimos a vivir juntos.

¿Hubo complicaciones, con la familia?

Sí, al principio fue complicado. La mamá le preguntó ¿cómo es él? ¿es joven? No, tiene 37 años, es grande. ¿Y qué hace? Es músico. ¿Es judío? No, no es judío. Y justo frente a la casa hay un afiche mío “Rada en Obras” y la madre se empezó a enfermar del corazón, que se moría, todo fue terrible. Y ahora, no sé, me ama, me adora y conozco cantidad de judíos que se casaron con psicólogos, con médicos, con profesionales y ahora están separados y nosotros seguimos juntos. Una vez una psicóloga me dijo: ustedes van a estar mucho tiempo juntos porque la lucha de sus dos razas los une más fuerte.

UNA ACTITUD FAMILIAR

Tienes mucha conciencia sobre el tema de la identidad, desde una óptica muy abierta. Para el tema de los negros, de los judíos, en general. Supongo que Patricia debe ser igual ya que si no, no funciona.

Totalmente. El padre de Patricia era judío bolche. El viejo Víctor Hodara es una cosa maravillosa y a ella le inculcaron sobre los negros, los blancos, la igualdad en la vida… por supuesto, cuando aparecí yo se encontraron con la realidad; la palabra no es lo mismo que la realidad. El padre reaccionó maravillosamente bien. El viejo es una cosa divina. Nos queremos mucho, me entiende, me tiene mucho respeto. Hace más de 30 años que estamos juntos y le dimos su primer nieto que es Matías, nos llevamos bien, nos queremos mucho y nos llamamos todos los días, soy amigo de las hermanas. Tenemos una linda relación. Lamentablemente, no está mi madre que murió, mi tía, toda la parte mía, no quedó nada de la parte mía. Los padres de Patricia son longevos. Él tiene 90 y ella 86.

¿Festejan juntos las fiestas judías de Pésaj (Pascua) y Rosh Hashaná (el Año Nuevo)?

Cuando estamos juntos sí y cuando no, no. A veces festejamos en la casa de otra gente. Me pongo la “kipá” en la cabeza que no me entra en la cabeza y vamos a la casa de un amigo. Cuando estábamos en Méjico lo pasábamos en la casa de una amiga que se llama Alicia, él era rabino y lo pasábamos divino con ellos. Por lo general, yo trabajo mucho en las fiestas de la colectividad judía, en los casamientos, siempre me llaman para tocar. Cuando vivíamos en Villa Crespo, que es el barrio judío en Buenos Aires, andaba caminando por ahí y salía Simón o Jacobo y decían: “Radita por qué no hacés un pequeño sacrificio? Estás a un paso”.

LA VISIÓN DEL MUNDO JUDÍO

Bromas aparte, al casarte con Patricia descubriste seguramente nuevos elementos de un mundo que de hecho no te era extraño ¿verdad?

Sin duda. Conocí cosas distintas. Las comidas, la forma de ser, la crianza de los hijos, la madre sufrida, la madre demasiado consentidora: el nene es lo más grande que hay, lo más divino del mundo. Aprendí muchas cosas. Yo vengo de una familia muy humilde. Mi madre Carmen y mi tía eran mellizas; éramos pobres, muy pobres. Vivíamos siete en una pieza.

Aprendí lo importante que es la educación. En mi casa Matías decía que no al liceo y Patricia decía: “En casa de eso no se habla; estudiar hay que estudiar de cualquier manera. No hay arreglo”. En cambio, en mi casa había que buscar un laburo, había que laburar.

En mi familia, yo, mis hermanos, ninguno terminó liceo y yo tenía también esa idea en la cabeza que era muy importante que mis hijos estudiaran. Aprendí un montón de cosas de la crianza judía, la familia, la unión, de estar juntos, de ayudarse, los problemas con los árabes, la gente que está a favor de Israel y la gente que no está a favor de Israel, que entiende que Israel es un país maravilloso, que los judíos anduvieron por el mundo, me tuve que leer todo, 40 años de desierto, que encontraron su lugar y que ese lugar está compartido por otra gente de otra religión que son los árabes. Todo un tema.

LA REALIZACIÓN PERSONAL, CONSEJOS Y RECUERDOS

Eres feliz con lo que haces ¿no?

Sí, me gusta mucho. Si no estaría todo arrugado. Los dolores están adentro. Los huesos, el estómago, pero la parte de afuera, el rostro está igual que siempre. Me dejo la barba, me tiño las motas de arriba, si no parecería el Tío Tom.

No terminaste el liceo, pero saliste adelante fruto de tu empeño. ¿Qué le dirías a los niños  que tienen un sueño, ya sea en la música u otra cosa?

Primero elegir lo que les gusta en la vida y aunque no ganen dinero, hacer eso siempre. Si eres tenista, juega al tenis, aunque no llegues a ser Top Ten. Trabaja, vive lo que quieras, pero mantén siempre la parte lírica de la vida, hacer lo que más te gusta. Si un tipo maneja un taxi, pero tiene herramientas, fabrica sillas, tambores, mesas, que no deje de hacer lo que más le gusta y va a ser feliz. Yo siempre supe que iba a ser músico, a veces ganaba plata y a veces no ganaba un mango y a veces eres más feliz tocando gratis con amigos que tocan maravillosamente y aprendiendo de ellos que ganando plata. Yo me vine de Estados Unidos ganando tres mil dólares por mes con todo pago y me vine a Uruguay y mi madre me dijo: “M’hijo ¿qué hace acá, usted extraña el hambre?”. La vieja nunca me mandó cartas de cómo estás, cuándo venís. La vieja nos ayudó muchísimo en eso, pobre, pero jamás mostró debilidad. Cuando me fui nunca me acompañó al aeropuerto.

¿Alcanzó a verte famoso?

Sí, sí y alcanzó a conocer a Lucila.

Estaría orgullosa de ver que sigues en lo tuyo…

Ya había llegado acá, había grabado con Totem, ya había hecho El Show del Mediodía con Cacho de la Cruz, había vivido en la Argentina. Yo la llevaba a la Argentina a ver los conciertos. Lamentablemente, la vida tan dura de mi madre y de mi tía, eran las dos sirvientas, trabajando, lavando platos, pisos, con poco dinero para la salud… ahora la gente es más longeva porque si te encuentran un tumor o algo, te operan y podés vivir diez años más. Ese tipo de cosas mi familia negra no la tuvo y se fueron cuando Dios quiso. Creo que sí, que estaría orgullosa.

“El pueblo es más racista con los judíos que con los negros”.

Poco tiempo después del asesinato de David Fremd en Paysandú, después de la multitudinaria marcha por las calles sanduceras, en expresión de repudio a la violencia y en favor de una convivencia en paz, se convocó a una concentración en la Plaza Libertad en Montevideo, con el mismo espíritu. El Profesor Oscar Destouet, promotor de la iniciativa, nos comentó luego, al filmarse los spots publicitarios destinados a concientizar sobre la importancia del llamado: “Ruben Rada fue el primero en llegar y el último en irse”. Este es un resumen de lo que Rada nos comentó sobre el tema.

Rubén, quería pedirte tu opinión sobre el tema de la violencia y el odio, no sólo por lo que dijiste en aquellos spots publicitarios de cara a la Marcha por la Convivencia en Paz, sino por lo que tu figura representa. Pero ineludiblemente creo que lo primero es preguntar, aunque pueda parecer casi retórico, ¿por qué participaste con tanto entusiasmo -si cabe el término- en esa movida? ¿En qué te afectó el asesinato de David Fremd?

Hay algo que tiene que ver conmigo, con mi vida, con haber nacido negro en un país racista y vivir en países racistas como Argentina, Perú, Chile… Conocemos la historia de los negros de acá, ¿no? Y encima de eso, haberme enamorado y casado con una mujer judía, empezar a conocer muchísimo la historia de los judíos y la historia del mundo porque gracias a Patricia yo crecí muchísimo intelectualmente. A pesar de que tenía una cierta inteligencia que es la que te da Dios, Alá, Jehová o Hare Krishna para que te arregles, ella me ha ayudado muchísimo. Hace unos años le pegaron a una negra uruguaya en un boliche que se llama Azabache y hubo marchas en las calles, un escandalete… Y aparentemente fue una pelea de tres minas locas que se insultaron. Entre ellas había una negra y le pegaron, pero no por negra. Le pegaron porque se pelearon, se insultaron y salió todo el mundo a la calle a protestar y hubo marchas para ayudar a esta persona negra.

Te refieres a Tania…

Tania. Y después viene lo de este muchacho en Paysandú y no pasa nada, nadie se entera de nada. Yo no podía entender que nadie se preocupara de que hayan matado a una persona nada más que por ser judía. ¡En Paysandú! Luego se movió sí un poco la cosa y por eso esas filmaciones en el Sodre. Pero hay acá un problema.

¿En Uruguay esa es tu vivencia?

Totalmente. Y con los judíos son tremendos. Yo no le contaría a Patricia ni la mitad de los tipos que encuentro por la calle que hablan de “Estos judíos de m…”. Eso es todo el día. Porque la gente dice cosas por decir, porque se le antoja.

Eso es el antisemitismo popular…

Claro, ignorante. Todo el mundo puede llenarse la boca. “A los judíos de m… solamente les interesa la guita…” y otras cosas. Y yo digo: “Entonces todos los negros son borrachos, todos los alemanes son nazis…”. Realmente habría que parar con todo eso. Yo creo que el pueblo es más racista con los judíos que con los negros.

Tu vivencia es un caso especial porque la luchaste fuerte, después tuviste éxito y sos hoy una persona muy querida… Pero igual entiendo que te quedó adentro la sensación de vivencias difíciles…

De la tristeza… Sí, porque yo fui de los dos a los cuatro años tuberculoso, fui raquítico, fui negro, fui ignorante… Pasé por todas. Ser un ignorante fue la peor. Mi única ventaja era abrir la boca y cantar. Aprender las canciones por fonética, meterme en las conversaciones, tanto en Italia, como en Francia, como en Suiza, hablando francés, hablando todos los idiomas como un loro, ¿no? Aprendiendo, diciendo disparates. Mi vida fue bastante difícil. Como fue difícil, sin tener nada y viniendo de la nada, que me doy este lujo de decir que estoy en contra de tanta pelea.

Ahora, volviendo a lo del asesinato en Paysandú. Te indignó ver algo así contra un judío…

Me dio mucha rabia.

Pero aparte, ¿vos te decías “Esto es contra la sociedad uruguaya”?

Sí, me da rabia porque como uruguayo me da vergüenza que pase eso. Yo no puedo soportar que maten a un judío por ser judío, me parece un disparate. O a un sirio por ser sirio, o a un negro por ser negro.

Rubén, yo mencioné antes esas cortas filmaciones que hicieron de cara a la ceremonia en la plaza… Con eso, transmitían un mensaje. ¿Pero alcanza? El tema acá es educar para poder cambiar conceptos ¿no?

Yo creo que lo que hay que hacer es llamar la atención con el mensaje. Qué bueno que se reunió un montón de gente a controlar a ver qué pasa, porque de repente está pasando algo en Paysandú que no sabemos. Hay que alarmar enseguida para que no pase. Lo que está pasando en Suecia, que matan gente los skinheads, en Alemania… Y cada vez que aparece en la televisión parece que Hitler no murió. Y me tiembla todo. Porque sé que hay gente loca todavía. ¡Hay gente que revindica a Hitler todavía!

¿Qué se puede hacer contra eso?

Yo soy sólo un músico, nada más, no lo sé. Me gustaría juntarme con mucha gente y poder hablar de eso, y ver de qué manera se puede solucionar. Y si puedo ayudar a brindar un poco de amor por la gente y laburar para que esto se arregle. Para que alguien se dé cuenta de que caen tres gotas y nos inundamos todos, así que no puede ser que estemos con ese orgullo de creernos que somos superiores a otros hombres. Si hay un tsunami, por más que corran, mueren todos los hombres por igual. Así que somos iguales, no hay superiores.

En un momento los seres humanos vamos a tener que hablar. Yo metería 50.000 tipos en un lugar, muchachos jóvenes, de 18 o 19 años, que crezcan y que traten de diseñar un mundo distinto. Judíos, negros, verdes, árabes, sirios, lo que sea. Porque nosotros estamos equivocados. Nosotros no tenemos solución, me parece a mí.

Y las cosas que vos decís no pasan solamente por el hecho de que estás casado hace muchos años con Patricia, que es judía, sino que va más allá de eso.

Va más allá. Nosotros nos criamos con los judíos. Pero como una cosa maravillosa del barrio, como el tipo que vendía pollo, que vendía ropa. En aquellas épocas andaba la gente vendiendo gallinas y pollos por la calle para fin de año. Yo cantaba en la sinagoga de la calle Buenos Aires.

¿Qué cantabas ahí?

Cantaba con Los Hot Blowers en las fiestas. A los 15 años estaba tocando ahí en la calle Buenos Aires con Pedro Ferreira, haciendo música. Y el barrio Palermo era como Brooklyn: mitad negros, mitad judíos. Y hacíamos chistes unos con otros. Y todo eso, forma parte de mí.

Muchas gracias por esta entrevista. Es un gran honor.

Gracias a ti.

Fuente:montevideo.com.uy

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