Brexit, el otro escenario: ¿Y si termina desincentivando otros “exits”?

MAURICIO MESCHOULAM

La fragmentación de la Unión Europea aún no ocurre. Podría estar comenzando o puede que, al contrario, esto le devuelva algo de cohesión.

En el fondo del Brexit y de muchas otras cuestiones que hoy golpean a Europa se encuentra, como uno de los componentes centrales –no el único- una crisis estructural que tuvo su pico en 2008 y que se ha prolongado desde entonces, la cual ha vulnerado no solo el bolsillo de gran cantidad de personas, sino, sobre todo, la percepción de esas personas al respecto de ciertas certezas que se mantenían como los pilares que daban fuerza a partidos políticos tradicionales, a estados multinacionales, o a diseños institucionales como la propia Unión Europea. El Brexit (así como diversos movimientos nacionalistas y separatistas) busca presentar una especie de relato que dice: las respuestas a todos esos y otros problemas se pueden encontrar mucho mejor si lo hacemos solos, porque esa serie de problemas, en buena medida, se originan debido a que estamos unidos con otros, a que dependemos de ellos, y a que somos nosotros quienes tenemos que pagar sus ineficiencias. Hasta ahora, no había precedentes de un movimiento euroescéptico que lograra lo que el Brexit logró el 23 de junio. Por ello, la decisión británica puede funcionar como un incentivo para movimientos similares (Frexit, Nexit, Italeave y más). Sin embargo, también pudiera ocurrir lo inverso, y de eso se habla menos. Es decir, para saber si el Brexit resulta o no resulta en una decisión que aporte los beneficios que sus promotores ofrecieron, faltan muchos años. Pero, ¿qué pasaría si mucho antes de ello, en el corto y mediano plazo, el Brexit es percibido no solo en RU, sino en otros países como un movimiento que fracasó y que terminó por profundizar los males que decía que iba a curar?

La crisis

  1. Las ideas que hay detrás de la salida de Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE) no son nuevas, y toda esa temática que tiene que ver con el nacionalismo inglés, o con la añoranza por ser la siempre poderosa superpotencia independiente, ahí están latentes desde mucho tiempo atrás.
  2. Sin embargo, este tipo de ideas tienden a tener mucha mayor aceptación en medio de crisis económicas, o, como ahora, ante crisis de inmigración. (Reino Unido, por cierto, no es hoy en día el país más presionado de la UE por el flujo de refugiados políticos, lejos de ello. Tampoco es un país que en la última década haya sido brutalmente golpeado por el terrorismo. Lo que sí hay es una importante masa de migrantes económicos y una importantísima parte de esos migrantes procede de otros países de la UE).
  3. Más allá de los factores materiales que impactan a la economía y al sistema político británico, importa la forma como esos factores materiales son percibidos por muchas personas. Es decir, una cosa son las solicitudes de asilo político reales que fueron procesadas y aceptadas por RU en 2015 (únicamente 14,000), o el número de trabajadores que llegan de otros países miembros de la UE, y otra distinta es la sensación de las hordas de inmigrantes cruzando fronteras de las que “no tenemos control” para “llegar a robarnos nuestros empleos”, de por sí escasos y golpeados debido a una crisis económica que sigue arrojando secuelas.
  4. Basta entonces montarse sobre los factores materiales reales y sobre la forma como estos son percibidos, para elaborar un discurso convincente que indique que la respuesta más adecuada ante toda la problemática que se vive consiste en recuperar para el RU, la soberanía que la Unión Europea “le ha robado”.
  5. El Brexit, entonces, no es otra cosa que una propuesta de respuesta ante la crisis o la serie de crisis existentes. Por lo tanto, la percepción de su éxito o fracaso depende de su eficacia en cuanto a mitigar esas crisis.

Brexit como incentivo

  1. Como explicamos, hay una gran cantidad de movimientos en Europa que proponen a sus países retirarse de la Unión Europea, por razones similares a las que imperan en RU.
  2. El voto del referéndum británico del pasado jueves sienta un precedente, y, por tanto, en sí mismo funciona como un incentivo para esos otros movimientos existentes en otros países. Es un mensaje que dice “Sí se puede”. Basta con convencer a una mínima mayoría de la opinión pública de que las mejores soluciones ante las crisis que viven pueden darse fuera de la UE, y la salida se vuelve factible.
  3. Por consiguiente, es natural que, en los próximos meses, veamos el fortalecimiento de dichos movimientos euroescépticos, los cuales ya estaban activos, pero que en este momento adquieren foco, publicidad y momentum por el resultado del Brexit.
  4. Incluso, surgen ya análisis por docenas que hablan sobre el inescapable fin de la Unión Europea a raíz del potencial éxito de estos movimientos separatistas y el debilitamiento a que la integración europea está siendo sometida.
  5. Sin embargo, como dijimos, no hay precedentes; estamos en un terreno de incertidumbres. Y en estas circunstancias, lo menos simple es asegurar que las cosas van a caminar en un sentido o en otro. El incentivo no es la única posibilidad.

Brexit como desincentivo

  1. El día de ayer hubo elecciones en España. La coalición Podemos-Izquierda Unida, la cual según las encuestas estaba proyectada para arrebatar al PSOE el segundo lugar, finalmente terminó en tercero. De hecho, Podemos se desempeñó peor que en diciembre del 2015. Las encuestas, como ya lo hemos comentado acá, pueden haber estado mal, o haber leído la situación inadecuadamente. Pero también podríamos pensar en un “componente Brexit” en el electorado español. Quizás, no sabemos, algunos españoles que iban a votar por Podemos, al observar la turbulencia desatada tras el Brexit, cambiaron de opinión, y prefirieron votar mucho más conservadoramente, lo que arrojó al PP muchos más votos de los que se esperaba. Es difícil que conozcamos qué sucedió, pero acá se dibuja una posibilidad.
  2. Reino Unido seguirá formando parte de la UE por lo menos dos años más. Apenas entonces, se empezarán a poner en marcha los elementos bajo los cuales podremos comenzar a medir y evaluar la dimensión y efectividad de las políticas que le independizarán de la unión. Aún después de eso, para saber si RU está mejor o peor sin la UE que con ella, tendrá que transcurrir una buena cantidad de años para efectuar balances adecuados. Pero para todo ello, hace falta muchísimo tiempo. Las percepciones normalmente se mueven de manera mucho más veloz.
  3. Al estudiar la economía conductual, Thaler explica que somos mucho menos pacientes de lo que creemos. Preferimos ganancias inmediatas, aunque sean menores, en lugar de optar por invertir y esperar. Valoramos positivamente lo que podemos ver. Y a la inversa, valoramos muy negativamente las pérdidas inmediatas.
  4. Si las peores predicciones se cumplen, la debacle sobre la Libra Esterlina seguirá golpeando las finanzas del RU y podríamos estar ante un panorama de una potencial recesión con inflación, algo que impactaría, y pronto, sobre los bolsillos de los ciudadanos británicos provocando de manera rápida toda una serie de sentimientos negativos.
  5. ¿Cómo influiría eso en el propio RU, en su política interna, en sus próximas elecciones, o en la convocatoria de nuevos referéndums? No lo sabemos. Estamos, repito, en territorio desconocido. Londres ni siquiera ha informado a Bruselas su intención de abandonar la UE.
  6. Pero lo que sí es un hecho, es que muchos ciudadanos de otros países podrían percibir esta serie de factores de manera muy negativa, y podrían optar por curarse en salud y mejor no respaldar a los movimientos separatistas en sus propios países.
  7. Si esto último ocurre, en lugar de un proceso de desmantelamiento de la UE, podríamos estar ante un proceso distinto, seguramente con muchos replanteamientos, mucha reflexión, pero no necesariamente ante su final.
  8. Por ello, muchos gobiernos buscan que Londres pague, y caro, por su decisión. Hay, sin embargo, otros países, sobre todo aquellos cuyos comercios y economías dependen más de RU, quienes preferirán que los costos se reduzcan. La cuestión es que el elevar o reducir los costos, no siempre es algo que está en manos de los políticos y líderes.

Conclusión

La fragmentación de la Unión Europea aún no ocurre. Podría estar comenzando. Pero también podría suceder que lo que está detonando esa fragmentación sea precisamente la fuerza que le devuelva algo de cohesión. Seamos humildes, sugiero, y esperemos.

Fuente:eluniversal.com.mx

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