BERNARD OSSER
Bogdan Bialek ha pasado años trabajando para conmemorar el asesinato de decenas de judíos en Kielce el 4 de julio de 1946
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Setenta años después que decenas de sobrevivientes del Holocausto polaco resultaran golpeados hasta la muerte en el Pogromo de Kielce, el psicólogo Bogdan Bialek tiene la intención de conciliar a los polacos y los judíos.
Durante años, el católico de 61 años ha organizado marchas conmemorativas anuales en Kielce, una ciudad de 200.000 habitantes a 150 kilómetros (93 millas) al sur de la capital, Varsovia.
“Aunque estuviera solo, caminaría para recordar a los muertos. Un hombre solo, que ya es una gran multitud, es una ciudad entera”, dijo Bialek antes de salir en una marcha el fin de semana.
El 4 de julio de 1946, Kielce estalló en un frenesí de odio después de que extendiera el rumor de que una familia judía había tenido a un niño cristiano en una bodega durante la noche.
Antes de la guerra, los judíos constituían un cuarto de los 80.000 habitantes de Kielce, sólo alrededor de 500 de los cuales según estiman los historiadores han sobrevivido al Holocausto.
Sin embargo, un año después de que terminara la guerra, la ciudad fue batida en un nuevo frenesí anti-semita, alimentado por cuentos de judíos que necesitan transfusiones de sangre de niños cristianos para sobrevivir, o usar sangre de los cristianos para hacer matzot.
La policía comunista, soldados y obreros de una acería cercana allanaron una casa en la calle Planty 7/9 de protección de los sobrevivientes del Holocausto, incluyendo algunos del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.
Al menos 42 judíos fueron asesinados y más de 40 heridos en el peor ataque antisemita en la Polonia de la posguerra, de acuerdo con el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos con sede en Washington.
El pogrom fue uno de los momentos más oscuros de los mil años de historia de los judíos polacos.
Una investigación polaca formal deja el número de muertos judíos en 37, con otras víctimas que incluyen a tres polacos no judíos y dos personas que murieron durante un robo.
Después del pogromo, decenas de miles de judíos abandonaron el país para siempre.
Nueve personas fueron condenadas a muerte por su participación en los asesinatos, pero las autoridades comunistas de la época trataron de culpar a los opositores al régimen por el delito.
Con el tiempo, un silencio de plomo envolvió el caso, con el régimen comunista prefiriendo mantener en secreto.
“Cuando llegué a Kielce en 1978, me sorprendió el silencio; nadie quería hablar de ello”, dijo Bialek.
Cuando la caída del comunismo en 1989, los locales en Kielce llevaron a cabo un memorial para las víctimas del pogromo.
Pero para Bialek era demasiado poco y demasiado oficial.
“Hubo muchas ceremonias, pero a ellas asistieron políticos o líderes municipales. Eso no me convenció, teníamos que seguir el corazón, no la cabeza”, dijo.
En 2000, él y un amigo decidieron organizar la primera Marcha de la Memoria y la oración.
En su primera visita a Kielce en medio siglo en 2004, Marek Edelman, el último líder superviviente del Gueto de Varsovia, se encontró con “una ciudad completamente diferente.”
Hace varios años, el hijo de uno de los trabajadores que participaron en el pogromo asistió a la ceremonia de conmemoración, donde pronunció un discurso corto desgarrador y abrazó a uno de los sobrevivientes.
Años después, la matanza sigue siendo un favorito de los teóricos de la conspiración, con la extrema derecha negándose a aceptar que los polacos eran responsables.
“Me gustaría eliminar esto, es una mentira”, dice a Bialek un hombre de unos cuarenta años, apuntando a una placa conmemorativa de “disturbios antisemitas” en la fachada blanca del edificio en la calle 7/9 Planty.
“Los polacos no hacían esto, era una provocación de los comunistas para mostrar que los polacos son antisemitas”, dijo.
Aunque no todo el mundo en Kielce aprueba la iniciativa conmemorativa de Bialek, su mensaje de tolerancia parece estar llegando a los jóvenes, más de 2.000 de los cuales han participado en los talleres organizados por su fundación.
Bialek apunta a varias señales de esperanza: la ciudad está desprovista de pintadas antisemitas, tiene una baja incidencia de delitos y los aficionados al fútbol locales racistas no se dedican a los cantos racistas.
Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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