El Premio Nobel escribió libros incluido ‘Noche,’ se expresó contra la opresión y el mal en todo el mundo
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El Premio Nobel y sobreviviente del Holocausto, Elie Wiesel, cuya muerte a los 87 años fue anunciada el sábado, resumió su misión en 1986 cuando aceptó el Premio Nobel de la Paz: “Siempre y cada vez que los seres humanos padezcan sufrimiento y humillación, toma partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al atormentador, nunca a los atormentados.”
Durante más de medio siglo, Wiesel, nacido rumano, expresó sus creencias apasionadas ante líderes mundiales, celebridades y públicos en general en el nombre de las víctimas de la violencia y la opresión. El escribió más de 40 libros, pero el más influyente por lejos fue “Noche”, un clásico clasificado con el diario de Ana Frank como lectura estándar acerca del Holocausto.
”Noche” fue su primer libro, y su viaje a la publicación cruzó a la vez tiempo e idioma. Comenzó a mediados de la década de 1950 como una historia de 800 páginas en idish, fue cortada a menos de 300 páginas para una edición publicada en Argentina, cortada nuevamente a menos de 200 páginas para el mercado francés y publicada finalmente en los Estados Unidos en 1960, en apenas más de 100 páginas.
“‘Noche’ es el relato más devastador del Holocausto que he leído,” escribió Ruth Franklin, una crítica literaria y autora de “Mil Oscuridades”, un estudio de literatura del Holocausto publicado en el año 2010.
”No hay epifanías en ‘Noche.’ No hay detalles superfluos, ni análisis, ni especulación. Hay sólo una historia: el relato de Eliezer de lo que sucedió, hablado en su voz.”
Wiesel comenzó a trabajar en “Noche” apenas una década después del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los recuerdos eran muy crudos para muchos sobrevivientes como para intentar siquiera contar sus historias. El diario de Ana Frank había sido un éxito accidental, un libro descubierto después de su muerte, y sus entradas terminan antes que ella y su familia fueran capturados y deportados. El libro de Wiesel estuvo entre los primeros relatos populares escritos por un testigo de lo peor, y documentó lo que ella difícilmente podría haber imaginado.
”Noche” era tan sombrío que los editores dudaban que atrajera a los lectores. En una entrevista en el año 2002 con el Chicago Tribune, Wiesel recordó que el libro atrajo poca atención al principio. “La traducción al inglés salió en 1960, y la primera impresión fue de 3,000 copias. Y llevó tres años venderlas. Ahora, tengo 100 cartas por mes de niños acerca del libro. Y hay muchos, muchos millones de copias en impresión.”
En un párrafo especialmente inquietante, el Sr. Wiesel resume sus sentimientos a su llegada a Auschwitz:
”Nunca olvidaré esa noche, la primera noche en el campo, que ha convertido mi vida en una larga noche, siete veces maldita y siete veces sellada. Nunca olvidaré ese humo. Nunca olvidaré las caritas de los niños, cuyos cuerpos ví convertidos en espirales de humo debajo de un cielo azul silencioso… Nunca olvidaré estas cosas, aun si estoy condenado a vivir tanto como el Mismo Di-s. Nunca.”
”Noche” estuvo basado directamente en sus experiencias pero estructurado como una novela, llevando a un debate sobre cómo categorizarlo. Alfred Kazin estuvo entre los críticos que expresaron dudas tempranas acerca de la exactitud del libro, dudas que Wiesel denunció como “un pecado mortal en el sentido histórico.” El editor de Wiesel llamó un libro de memorias al libro aún cuando algunos revisores lo llamaron ficción. Una revisión editorial de Amazon.com etiquetó al libro “técnicamente una novela,” aunque tan cercana a la vida de Wiesel que “es leída generalmente—y no en forma inadecuada—como una autobiografía.”
En el año 2006, una nueva traducción regresó a “Noche” a la lista de más vendidos después que fue seleccionado por el club del libro de Oprah Winfrey. Pero la elección también revivió preguntas acerca de cómo categorizar el libro. Amazon y barnesandnoble.com, que habían registrado a “Noche” como ficción, lo cambiaron a no ficción. Wiesel, mientras tanto, reconoció en una nueva introducción que él había cambiado la edad del narrador de “no llegando a los 15” a la verdadera edad de Wiesel en la época, 15.
”Lamentablemente, ‘Noche’ es un embajador imperfecto para la infalibilidad del libro de memorias”, escribió la Srta. Franklin, “debido al hecho que muy a menudo ha sido tratado como una novela.”
La corriente prolífica de discursos, ensayos y libros de Wiesel, incluidas dos secuelas de “Noche” y más de 40 libros generales de ficción y no ficción, surgió de la impotencia de un adolescente deportado de Hungría, la cual había anexado su pueblo natal rumano de Sighet, a Auschwitz. Tatuado con el número A-7713, él fue liberado en 1945—pero sólo después que su madre, padre y una hermana habían muerto en campos nazis. Otras dos hermanas sobrevivieron.
Después de la liberación de Buchenwald, en abril de 1945, Wiesel pasó algunos años en un orfanato francés, luego aterrizó en París. El estudió literatura y filosofía en la Sorbonne y luego se volvió un periodista, escribiendo para el diario francés L’Arche y Yediot Ahronot de Israel.
El escritor francés François Mauriac, ganador del Nobel de 1952 en Literatura, alentó a Wiesel a romper su silencio prometido acerca de los campos de concentración y comenzar a compartir sus experiencias.
En 1956, Wiesel viajó en una asignación periodística a New York para cubrir las Naciones Unidas. Mientras estaba allí, fue atropellado por un coche y quedó confinado a una silla de ruedas por un año. El se volvió un neoyorquino de por vida, continuando en periodismo escribiendo para el diario en idioma idish Forward. Su contacto con los muchos sobrevivientes del Holocausto de la ciudad apuntaló la resolución de Wiesel de seguir contando sus historias.
Wiesel se convirtió en ciudadano estadounidense en 1963. Seis años más tarde, se casó con Marion Rose, una compañera sobreviviente del Holocausto, quien tradujo algunos de sus libros al inglés. Ellos tuvieron un hijo, Shlomo. Radicado en New York, Wiesel viajó regularmente a la Universidad de Boston durante casi tres décadas, enseñando filosofía, literatura y estudios judaicos y dando una serie de clases populares en el otoño.
Wiesel también enseñó en la Universidad de Yale y en la Universidad de la Ciudad de New York.
En 1978, fue elegido por el Presidente Jimmy Carter para dirigir la Comisión del Presidente sobre el Holocausto y planificar un museo estadounidense recordatorio para las víctimas del Holocausto. Wiesel escribió en un informe para el presidente que el museo debe incluir negar a los nazis una victoria póstuma, honrando los últimos deseos de las víctimas de contar sus historias. El dijo que aunque las víctimas del Holocausto no fueron todas judías, fueron víctimas. Wiesel defendió que el museo enfatice la aniquilación de los judíos, mientras aún recordaba a los otros: hoy las exposiciones y archivos reflejan eso.
Entre las palabras más memorables que pronunció estuvieron en 1985, cuando recibió una Medalla de Oro del Congreso de manos del Presidente Ronald Reagan y pidió al presidente que no haga un viaje planificado a un cementerio en Alemania que contenía las tumbas de los guardias personales de Adolf Hitler.
“Nos hemos reunido cuatro o cinco veces, y cada vez salí enriquecido, porque sé de su compromiso con la humanidad”, dijo Wiesel, mientras Reagan miraba. “¿Puedo, Sr. Presidente, si es posible en lo absoluto, implorarle que haga algo más, encuentre una forma, encuentre otro camino, otro sitio? Ese lugar, Sr. Presidente, no es su lugar. Su lugar es con las víctimas.”
Reagan visitó el cementerio, en Bitburg, a pesar de las protestas internacionales.
Wiesel también habló en la inauguración del Museo Estadounidense Recordatorio del Holocausto en Washington en 1993. Sus palabras están talladas en piedra a su entrada: “Por los muertos y los vivos, tenemos que dar testimonio.”
Wiesel defendió a los judíos soviéticos, a los indios misquito de Nicaragua, a los refugiados camboyanos, a los kurdos, a las víctimas de la hambruna africana y a las víctimas de la limpieza étnica en Bosnia. El fue un simpatizante de largo tiempo de Israel, aunque fue criticado a veces por su cercanía con el Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Cuando el Sr. Netanyahu dio un discurso controvertido ante el Congreso en el año 2015, denunciando los esfuerzos del Presidente Barack Obama para alcanzar un tratado nuclear con Irán, Wiesel estuvo entre los invitados de honor.
“¿Qué estabas haciendo allí, Elie Wiesel?” escribió el columnista Roger Alpher de Haaretz en la época. “Netanyahu es mi primer ministro. Usted no es un ciudadano israelí. Usted no vive aquí. La amenaza iraní de destruir a Israel no se aplica a usted. Usted es un judío que vive en Estados Unidos. Este no es su problema.”
La Fundación Elie Wiesel para la Humanidad, que estableció Wiesel en 1988, exploró los problemas de odio y conflictos étnicos en todo el mundo. Pero como un número de otras muy conocidas organizaciones de caridad en la comunidad judía, la fundación cayó víctima de Bernard Madoff, el financista que fue arrestado a fines del año 2008 y acusado de manejar un esquema Ponzi de u$s50 mil millones.
Wiesel dijo que terminó perdiendo u$s15.2 millones en fondos de la fundación, más las inversiones personales propias suyas y de su esposa. En un panel de discusión en febrero del 2009, Wiesel admitió que compró la mística de Madoff, “un mito que él creó alrededor suyo que todo era tan especial, tan único, que tenía que ser secreto.” El llamó “un estafador, un ladrón, un sinverguenza”, a Madoff.
A pesar de la misión de Wiesel de recordar al mundo los errores pasados, la mayor decepción de su vida fue que “nada cambió”, dijo en una entrevista.
“La naturaleza humana siguió siendo lo que era. La sociedad siguió siendo lo que era. Demasiada indiferencia en el mundo, hacia el Otro, su dolor, y angustia, y esperanza.”
Pero personalmente, él nunca se rindió, como fue reflejado en su novela “La ciudad más allá del muro.”
El protagonista judío de Wiesel, Michael, regresa a su ciudad natal en la ahora comunista Hungría para averiguar por qué sus vecinos lo habían entregado a los nazis. Sospechado de espía occidental, él aterriza en la cárcel junto con un hombre joven cuya locura lo ha dejado catatónico.
El protagonista asume el desafío de “despertar” al joven por cualquier medio, desde hablar para obligar que su boca se abra—una tarea tan desgarradora como las misiones humanitarias de Wiesel.
“El día en que el muchacho repentinamente comenzó a dibujar arabescos en el aire fue uno de los más felices de la vida de Michael.…Ahora él hablaba más, como deseando almacenar ideas y valores en el muchacho para sus momentos de despertar. Michael se comparó con un granjero: meses separaban las plantas de la cosecha. Por el momento, él estaba sembrando.”
Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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