El Partido Laborista de Reino Unido, el que una vez expresara con orgullo su solidaridad con las víctimas del terrorismo, parece haberse convertido hoy, bajo el posible liderazgo de Jeremy Corbyn, en un refugio para los antisemitas, los islamistas y sus apologetas.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Es difícil creer que el partido que fue liderado por el primer ministro Tony Blair, y que ayudó al presidente Bush encabezando la guerra contra el terrorismo y luchando contra los movimientos islamistas expansionistas, esté ahora liderado por un hombre que votó en contra de proscribir a Al Qaeda como organización terrorista meses después de que ésta asesinara a más de 200 personas en los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar es Salam.
Jeremy Corbyn alega que él se encuentra en una plataforma donde “no hay lugar para el antisemitismo o cualquier otra forma de racismo en el Partido Laborista ni en cualquier otra parte de la sociedad”. También dice que los laboristas han tomado “medidas decisivas”.
A pesar de que Corbyn protesta diciendo que él es un antirracista declarado que condena el islamismo, y que condena constantemente el antisemitismo, bajo su liderazgo se ha tolerado el discurso antiisraelí y antisemita y los islamistas han sido atraídos al Partido Laborista. Cuando se le pidió a Corbyn que hiciera algo para resolver el creciente clima de antisemitismo, en el que la diputada laborista Louise Ellman ha recibido insultos antisemitas, su hermano, Piers Corbyn, tuiteó: “¡ABSURDO! Todos los Corbyn son comprometidos antinazis. Los sionistas no pueden soportar que alguien defienda los derechos de Palestina”.
Ese comentario sugiere que el antisemitismo es solo un prejuicio reciente, creado solo para ayudar a los sionistas, como respuesta al movimiento propalestino, en lugar de un movimiento de personas que han habitado esa región –una considerable parte de lo que incluso se le llama Judea– durante casi 3.000 años. Hasta 1948, los palestinos ni siquiera existían, salvo como el nombre aceptado para los árabes cristianos y los judíos que vivían bajo el Mandato británico (1923-1948) tras el derrumbe del imperio otomano.
Los seguidores de Corbyn, sin embargo, no parecen tan dispuestos como él dice a condenar la creciente cultura de mitología antisemita que sus autoproclamados acólitos tienden a difundir.
El partido que afirma ser el epítome del antirracismo ha sufrido en los últimos meses, con justicia, a causa de los medios británicos que han expuesto su tolerancia al racismo, y en este caso, su antisemitismo. Es una postura que a menudo parece ir de la mano de los apologetas del islam extremista y el terrorismo islamista.
John Tummon, por ejemplo, pidió repetidas veces en el congreso de 2014 de Unidad de la Izquierda el restablecimiento del califato, poniendo en peligro a todo Oriente Medio. Dijo que con un califato, con imposición estricta la sharia, “la diversidad y la autonomía se protegen y promueven, y la masa de la población puede controlar de manera eficaz la autoridad ejecutiva”.
Pero lo que la estricta aplicación de la sharia suele contemplar es la supresión de los derechos individuales, económicos y políticos de la mujer. En realidad, los derechos de minorías religiosas como los yazidíes, los alevíes y los bahais; y la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT) y los judíos también sufrirían persecución extrema, como ya ha ocurrido, a menudo con llamadas al exterminio del tipo: “Hamás, Hamás, los judíos a la cámara de gas”.
La idea de que un único califato totalitario pudiera traer más democracia y estabilidad –y no digamos más derechos civiles y políticos– a un Oriente Medio cada vez más fragmentado, corrupto e inestable parece más bien una fantasía pueril que va contra toda lógica.
La moción de Tummon también condena la política laicista descreditando ideas como el derecho a la libertad de culto sin sufrir persecución por ello y la separación entre el Estado y la Iglesia, “variantes eurocéntricas del laicismo” que, según él, obligan a la población de Oriente Medio a abandonar su fe religiosa.
Pero… un momento. ¿No son normalmente las sociedades laicas las que protegen los derechos de las minorías religiosas, incluidos los de los musulmanes, a practicar su religión? ¿Y no son las que evitan que los extremistas religiosos dominen la política nacional e impongan su fe a los demás? Los cristianos vestidos con el mono naranja que fueron degollados por el ISIS, ¿podían practicar su religión? ¿Podía practicar su religión la cristiana pakistaní Asia Bibi, que se encuentra en el corredor de la muerte por haber bebido agua del mismo pozo que los musulmanes y negarse a convertirse al islam?
¿Son países como Arabia Saudí a los que Tummon aspira a emular? ¿Países donde rige la sharia, la cual no permite ni un solo lugar para el culto fuera del islam?
John Tummon ha descrito al Estado Islámico –una organización terrorista que intenta convertir o borrar de la faz de la tierra a los yazidíes, kurdos y cristianos en Siria e Irak– como una organización con un “potencial progresista”.
¿”Potencial progresista”? ¿Por qué Tummon no defiende los derechos de la comunidad LGBT en lugar de defender a una organización que tira a los gais de los tejados?
¿Por qué Tummon no defiende los derechos de las mujeres en lugar de defender a una organización que obliga a sus esclavas sexuales a tomar anticonceptivos para que puedan ser violadas sin consecuencias? (En el islam, está prohibido violar a una mujer si está embarazada).
¿Qué clase de persona querría ser asociada con un partido cuyos miembros tienen tales opiniones?
Los quebraderos de cabeza del Partido Laborista no terminan con la defensa de Tummon de un califato; también ha dicho: “Y defiendo un apoyo vital al desarrollo [del] ISIL”. ¿Está sosteniendo que Reino Unido debería proporcionar ayuda militar al ISIL, una organización que comete genocidio contra las minorías religiosas que según Tummon quedarían protegidas con un califato?
Veamos también el caso de Gerry Downing, que hasta marzo era miembro del Partido Laborista. En marzo se negó en un programa en directo de la televisión británica a condenar el asesinato de 2.996 personas en los atentados del 11-S, apostillando que “nunca deberían ser condenados”. ¿Es que considera entonces que hay algo defendible en el 11-S?
Downing fue readmitido en el Partido Laborista tras ser suspendido de militancia, después incluso de que el partido hubiese conocido sus comentarios en diversos blogs. El primer ministro, David Cameron, pidió cuentas a Corbyn en el Parlamento por las opiniones de Downing, pero Corbyn no respondió a la pregunta.
Corbyn no solo parece reaccionar con lentitud en la cuestión del antisemitismo; tampoco parece mostrarse solidario con las víctimas del terrorismo. ¿Se supone que eso cuenta como mérito para ser líder del Partido Laborista? ¿Era la vinculación de Gerry Downing al Partido Laborista deseable o incluso moralmente correcta?
Otro miembro del Partido Laborista, Vicki Kirby, fue suspendida de militancia en 2014 por tuitear que “Hitler era un dios sionista” y que “inventamos Israel cuando los salvamos [a los judíos] de Hitler”.
Las opiniones de Kirby dicen mucho más de ella, y posiblemente de otras personas que se unan al Partido Laborista de Corbyn, que de Israel o los judíos.
Kirby parece no entender en absoluto la naturaleza del sionismo, que no consiste en despojar a los árabes de sus derechos a la tierra o en formar un Estado israelí expansionista, sino en proteger a los judíos de los ataques y salvaguardar sus derechos. También dijo que “el ISIS debería atacar a Israel”, una opinión nada amistosa. Tampoco se ahorró el cliché de que “los judíos tienen la nariz grande”, obviando que también muchos italianos, árabes, etc.
A mediados de marzo incluso a Corbyn le debió de resultar evidente que Kirby podía ser un lastre. Aún hay pendiente una “investigación” de sus comentarios. Kirby sigue suspendida de militancia.
Y cuál fue la respuesta de Corbyn a Beinazir Lasharie, que dijo que “mucha gente sabe quién estuvo detrás del 11-S y que sabe también quién está detrás del ISIS. ¡No tengo nada contra los judíos…! ¡Solo digo lo que hay!”. Esos comentarios, que atribuyen erróneamente los atentados islamistas a los judíos, parecen buscar que éstos sean marginados en Gran Bretaña. No es de extrañar que los judíos británicos puedan sentirse en peligro.
Tras ser expulsada del Partido Laborista por sus opiniones antisemitas, Lasharie fue discretamente readmitida en diciembre.
Olvidé mencionar a Tony Greenstein, quien supuestamente ha dicho que los judíos apoyaron las Leyes de Núremberg del Tercer Reich; leyes que vetaban a los judíos en prácticamente todos los ámbitos, incluida la participación en la política, la vestimenta, el matrimonio, el trabajo y, al final, en su propia existencia. ¿Por qué, entonces, hay tantos miembros árabes en la Knéset de Israel? Greenstein afirma que no es antisemita.
Jadim Husain, concejal laborista y exalcalde de Bradford, parece seguir la misma pauta. Husain publicó una imagen que rezaba: “El sistema educativo [de Reino Unido] solo habla de Ana Frank y de los seis millones de sionistas que fueron asesinados”.
No solo mezcla falsamente a los judíos con los sionistas; lo preocupante, como mínimo, es que su comentario insinúa que el exterminio de seis millones de personas merece, o debería merecer, el olvido. También insinúa que la historia de la joven Ana Frank, que tuvo que esconderse y que después fue enviada como al ganado a un campo de concentración, donde murió por el “crimen” de pertenecer a un grupo étnico y religioso –una circunstancia que ella no eligió y que no le ha sucedido a nadie más en Europa– no es una historia que tenga que enseñarse a los niños.
Es, y sigue siendo, absolutamente necesario enseñar a los niños lo que las personas son capaces de hacerse unas a otras cuando el asesinato cuenta con la aprobación oficial.
Si son estos los tipos que conforman el Partido Laborista de Corbyn –tipos que defienden el 11-S, que defienden el ISIS, que marginan a los judíos y comparan a Israel con Hitler–, ¿esperan de verdad que salgamos corriendo a votarles?
Yo era miembro del Partido Laborista, hasta que se corbynizó. No me apetece ensalzar a Hitler, menospreciar el Holocausto, difundir calumnias raciales sobre los judíos –o sobre cualquiera– o afirmar que el islamismo y la sharia son “progresistas”.
No soy judío, y no tengo vínculos con el judaísmo. Pero si ser judío ofende a los racistas antisemitas, entonces estaré encantado de llamarme judío, y de dar la cara y ser contado entre los judíos, una minoría que se enfrenta a cada vez más persecución en toda Europa.
Cuando era niño, mi abuelo me enseñó una foto:
“Sé como él”, me dijo. “No importa cuál sea el coste personal, porque siempre estarás haciendo lo correcto”. Mi abuelo tenía razón. Quiero ser ese hombre de la foto que se enfrenta al antisemitismo que resurgía entonces en Europa y decir: basta ya. Ojalá hubiese más personas en el Partido Laborista británico la mitad de admirables y con la mitad de su temperamento.
Fuente: Gatestone Institute – Robbie Travers
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