Al rescate

ANA JEROZOLIMSKI

“Llevó solamente un minuto matar a todos los terroristas […] Tomamos control de todo el edificio y así neutralizamos el peligro inmediato para los rehenes”, dijo Amir Ofer, soldado israelí que participó del operativo de rescate en Entebbe.

27 de junio de 1976, un avión de Air France que había salido de Tel Aviv y había hecho escala en Atenas, en camino a Estados Unidos, fue secuestrado por terroristas palestinos y alemanes que lo desviaron al aeropuerto de Entebbe en Uganda, donde contaban con la colaboración del dictador Idi Amin.

Ya en Entebbe, separaron a los pasajeros israelíes y judíos de los extranjeros, a los que luego liberaron, y a cambio de los israelíes exigieron la liberación de 54 terroristas presos en Israel y varios en otros países. De lo contrario, dijeron, los rehenes serían ejecutados.

El gobierno encabezado por el primer ministro Itzjak Rabin, con Shimon Peres como ministro de Defensa, decidió que no se negociaría con los terroristas, aunque públicamente anunció lo contrario, para ganar tiempo.

El 4 de julio se hizo historia cuando tropas élite de las Fuerzas de Defensa de Israel aterrizaron en el aeropuerto de Entebbe y rescataron a los rehenes. El precio del operativo fue la muerte de Yonatan Netanyahu, comandante de “Sayeret Matkal”, la unidad selecta que tuvo a su cargo la toma de la terminal misma en la que estaban los rehenes. Asimismo, murieron tres rehenes y uno de los soldados, Surin Hershko, quedó inmovilizado para siempre por un disparo de un soldado ugandés en la columna.

A 40 años desde aquel imponente operativo, entrevistamos a uno de sus protagonistas directos, Amir Ofer, hoy de 62 años, que aquel 4 de julio de 1976 fue el primer soldado en irrumpir a la terminal, ante la incrédula mirada atónita de los rehenes, que luego de intensos disparos, comprendieron que las Fuerzas de Defensa de Israel habían llegado hasta allí, a 4 mil kilómetros de Israel, para devolverlos a casa.

Este es su testimonio.

Amir, ni sé por dónde empezar… porque los 40 años son un símbolo, un aniversario redondo… pero para comprender el significado de lo que ustedes hicieron, no hace falta un aniversario tan grande.

Cuanto más pasa el tiempo, más cabalmente entendemos que lo que hicimos es algo que se hace una vez en la vida. Lo vemos cada vez como algo más grande. Objetivamente, el hecho es que pasaron 40 años y desde entonces, nadie en el mundo logró hacer algo así. Los rusos lo intentaron en Bislan, en el teatro en Moscú y otros sitios, y no pudieron. Sin duda fue algo extraordinario, sumamente especial.

Cuando les presentaron a ustedes el plan, ¿qué fue lo primero que pensaron? ¿Que se habían enloquecido?

Justamente. Eso es lo que dijimos, que se habían vuelto locos. Teníamos, claro, una mezcla de sentimientos. Por un lado, estábamos muy orgullosos de que nos hayan elegido a nosotros para hacer un operativo así y para, dentro de ese operativo, estar en el foco central. Por otro lado, era sumamente peligroso, daba miedo. O sea que por un lado queríamos que eso se llevara a cabo y por otro no queríamos. Pero por sobre todo, no creíamos que finalmente se aprobara el operativo, que se diera luz verde para ponerlo en práctica. Estábamos segurísimos de que no lo autorizarían, que el gobierno no lo aprobaría, que nos entrenaríamos dos días, perderíamos tiempo y luego tendríamos que volver a casa. Te recuerdo que mi equipo ya había terminado el servicio militar tras cuatro años en Tzahal, estábamos en casa en las vacaciones previas a la liberación, cuando nos llamaron.

Más allá de la sorpresa al serles presentada la idea del operativo, al entrar en detalles para ver cómo implementarlo, ¿todo parece más loco todavía, más difícil de realizar?

Sin duda. No era la primera vez que se nos presentaba una situación similar, de atentado con rehenes. Ya habíamos estado en el atentado en el hotel Savoy, donde había muerto uno de nuestros compañeros y otro había resultado herido, algunos habían estado en el atentado en la escuela de Maalot y sabíamos perfectamente bien lo que puede pasar en situaciones de ese tipo. Éramos muy conscientes de los peligros. Sabíamos que nuestro papel en Entebbe sería entrar a la terminal en la que los terroristas tenían a los rehenes y que eso sería especialmente peligroso. Y en efecto lo era.

“DE REPENTE, VI QUE ESTABA SOLO”

Amir, tú fuiste el primer soldado que irrumpió en la terminal en la que estaban los rehenes. Es una fuerte carta de presentación que llevarás siempre contigo ¿no?

Sí, así es. La verdad, no por vanagloriarme de nada, aquello realmente fue algo muy especial. Y fue un honor, es un honor, haber estado en esa posición. Aunque, te diré, fue por error.

¿A qué te refieres? ¿Al hecho de que entraste primero?

Así es. Entré a la terminal y recién allí me di cuenta de que era el primero, que no había nadie más de la tropa. El plan original era que fuéramos ocho, algo se alteró y por suerte, al final salió bien.

¿Podrías explicarme cómo llegaste a esa situación, cómo fue tu irrupción a la terminal?

Bajamos del avión, empezamos a viajar hacia la terminal. Todo estaba en silencio. Veíamos la terminal desde lejos y nos fuimos acercando. Súbitamente vemos dos soldados ugandeses junto a las luces de la pista. Había muchos más pero vimos solamente a los que estaban al lado de las luces. Uno de ellos levantó el arma para dispararnos, del primer coche le dispararon a él porque no había alternativa. Hubo disparos y el aeropuerto se despertó. Estaba claro que teníamos que correr muy rápido…

Porque se había terminado la sorpresa.

Así es. Sabíamos que en algún momento eso ocurriría, pero no sabíamos cuándo, si sería al aterrizar el avión, cuando lleguemos a la guardia exterior, a la guardia pegada a la terminal, o si estarían todos durmiendo. Desde el momento que se terminara la sorpresa, estaba claro que habría que correr sumamente rápido. Yo salté del jeep que estaba atrás y por un segundo me temblaron las rodillas, no pude correr, por lo cual me agarré fuerte del jeep, miré a mi derecha, miré a mi izquierda y no vi a mi comandante, y pensé que como yo me había demorado un segundo, él ya había avanzado y empecé a correr con gran velocidad para alcanzarlo.
Lo que no sabía era que él estaba detrás de mí. Así que yo corrí rapidísimo para alcanzarlo, por error, y él corrió rapidísimo para alcanzarme a mí. Corrimos más rápido que todo el resto y llegamos a la terminal mucho antes que todos.

¿Qué es “mucho” en una situación así?

Quince segundos. Es muchísimo. Yo no sabía que él había corrido detrás de mí. Además era difícil reconocer la entrada a la terminal. Yo me percaté de un pequeño toldo y entendí que era ahí .A otros les resultó un poco más difícil reconocerlo. Al llegar a unos 20 metros de la terminal aproximadamente, oí que alguien gritó que Yoni había sido herido. Lo vi de lejos desplomarse. Seguí corriendo y vi de repente que todos los vidrios de la terminal se rompieron. Uno de los terroristas me había disparado desde adentro. Las balas me pasaron rozando pero ninguna me pegó. Yo alcancé a dispararle de vuelta, recuerdo que vi cuando le pegué y murió.

Entré a la terminal y ahí me di cuenta que estaba solo. Capté que el peligro era enorme. Tendríamos que haber sido ocho, entrando por dos puertas, tomando posiciones junto a la pared, para ir eliminando a los terroristas. Pero estaba solo en una pieza con 100 rehenes. Sabía que había otros terroristas en la pieza pero no es que se los ve enseguida, no llevaban uniforme. Además podían tener el arma escondida debajo de una manta…
Miré a la izquierda y vi que mi comandante, Amnon, que en el interín había llegado, alcanzó ya a matar a dos terroristas que ya estaban apuntando a mi espalda, a solamente tres metros de distancia. Durante unos 15 segundos estuvimos los dos solos. Yo tenía un megáfono dentro de la mochila y el parlante estaba conectado sobre el hombro. Al no ver más terroristas, por un segundo moví una mano hacia el hombro para tocar el parlante y dije en hebreo e inglés “Kulám lishkav, Everybody lie down”, o sea “Todos, acostarse”, dos veces. Y quería devolver enseguida la mano al arma porque tenía clarísimo que de inmediato vendrían otros terroristas.

Llegaron otros cuatro de nuestros soldados, así que éramos seis.

LOS SÍMBOLOS

O sea que la primera frase no fue “vinimos a devolverlos a casa”, como afirmaron varios testimonios.

Eso vino un poco después. Pero también hay que tener en cuenta que los testimonios de los rehenes sobre esos minutos del rescate, son problemáticos, porque estaban acostados, al principio no entendían lo que estaba sucediendo, y cuando oyeron disparos, sabiendo que había un ultimátum, pensaron que habían venido a matarlos. Lo que ellos vivieron fue una sensación de ejecución. Me consta que algunos de los rehenes quedaron alterados emocionalmente para siempre y nunca lograron recuperarse.

Los rehenes seguramente no comprendían todavía lo que estaba pasando…

Por supuesto, de repente uno de los rehenes saltó contrariamente a lo que habíamos indicado y dos de los soldados, que estaban seguros que era un terrorista que saltaba para detonar una carga explosiva, le dispararon y lo mataron. Recién después uno de los rehenes dijo que ese era uno de ellos, no un terrorista. Ese fue un error.

En esa misma pieza, con los cien rehenes, había cuatro terroristas y los eliminamos a todos. Llevó solamente un minuto matar a todos los terroristas, los cuatro de la pieza central, otros siete que estaban por otro lado y unos 20 soldados ugandeses. Tomamos control de todo el edificio y así neutralizamos el peligro inmediato para los rehenes.

Los refuerzos de nuestras tropas tomaron posiciones en cuatro puntos para garantizar que nadie pueda llegar a nosotros. Uno de ellos vio a una distancia de unos 500 metros a toda la Fuerza Aérea de Uganda y la hizo volar toda para que no pudieran luego perseguirnos.  Esto, mientras todo el tiempo había disparos por todos lados y era difícil sacar a los rehenes de la terminal. Disparamos en forma muy intensa hacia la torre de control hasta que la neutralizamos y pudimos sacar a los rehenes.

¿Fue ahí, entonces, que hubo cierto diálogo con los rehenes?

Recordemos que estamos hablando de un tiempo muy corto. Yo creo que estuve dentro de la terminal, aproximadamente un minuto y medio. El “diálogo” era de hecho una serie de órdenes, primero que se queden en el piso como conté antes, luego cosas puntuales, que se levanten, que tomen sus zapatos, que vengan a la puerta, que corran… los que no podían, los llevábamos… Y ahí sí, claro, mi comandante Amnon y yo, les dijimos: “Venimos a llevarlos a casa”. No puedo decir que esas hayan sido las palabras exactas aunque sí el espíritu por cierto.

Y eso se convirtió en uno de los símbolos del rescate de Entebbe. Porque ahí justamente estaba el mensaje central. Que volaron 4 mil kilómetros para devolverlos a casa.

Exactamente. Y los sacamos, después de esperar un rato junto a la puerta por el peligro de los disparos, y allí fueron, algunos corriendo, otros caminando, otros en los jeeps, tras una semana en la que estaban seguros de que los matarían. Nosotros teníamos armas cuando llegamos, pero ellos pasaron todos esos días a la voluntad de los terroristas. El gran desafío era rescatarlos con vida. Por eso un operativo de rescate de rehenes es tan delicado. El tema no era matar a los terroristas, eso es fácil, sino devolverlos a casa con vida.

Hoy podemos resumirlo como un imponente éxito, pero en ese momento, seguramente muchos pensaron que no volverían con vida.

Por supuesto. Más que comprensible. Una de las rehenes dijo después algo así: “Oímos los disparos desde lejos, luego se iban acercando, súbitamente hubo muchos disparos en la habitación en la que estábamos, yo estaba segura que venían a matarnos, que morirían también mis hijos, estábamos allí en el piso y yo rezaba para que no me doliera, para morir enseguida y morir antes que mis hijos”. Y agregó: “De repente los disparos cesaron y yo no sabía si estaba viva o muerta, si estaba en la Tierra o en el Paraíso”. Así lo dijo. Y agregó: “No me paré, sólo di vuelta la cabeza y vi un soldado con un uniforme tipo camouflage, con un arma grande, que de repente empezó a hablar hebreo. Y si hubiera tenido alas, yo habría estado segura de que era un ángel, pero no tenía alas”.

Estaba hablando de ti.

Sí, estaba hablando de mí. Creo que no puede haber un elogio más grande que eso, que alguien piense si soy un ser humano o un ángel, aunque claro que no era por mí sino por la situación.

Pero más allá del impresionante logro operativo, militar, el punto central por el cual tantos años después esto sigue erizando la piel, es el mensaje que transmitió el rescate en Entebbe.

Y todo lo que se diga está más que justificado. La gloria, el orgullo, la sensación de “juntos” que todos vivíamos. Eso fue algo fuera de lo común, que no sé si se puede repetir. El Estado de Israel mostró de qué habla cuando dice que en el pueblo de Israel “arevim ze la ze”, o sea que hay mutua solidaridad, uno cuida al otro. Además, esto puso fin a los grandes atentados de secuestros y rehenes. Claro que hubo otros puntuales, pero nunca a esa escala. En los últimos 40 años no hubo ningún gran atentado con rehenes de esa índole, con ciudadanos israelíes.
Hace unos años vi una película en la BBC, en la que entrevistaron a un alemán, ex terrorista en Baader Mainhof, que era amigo o pareja de una de las terroristas alemanas en el secuestro de Entebbe. Hoy seguramente tiene más o menos mi edad y ya no mata gente cada mañana. Le preguntaron cómo se sentía con lo que había pasado y dijo ante todo que estaba triste por su amiga muerta pero que además, se había retirado de las “Células Revolucionarias”, creo que se llamaban así. Le preguntaron por qué y él dijo: “Because the enemy is too strong”, o sea “porque el enemigo es demasiado fuerte”.
Así es, sin duda. Éramos “too strong” para ellos. Así lo dijo ese perro… y era cierto.

“OTRA SELEKTZIA NO, SE TERMINÓ”

Pero el gran mensaje de Entebbe iba mucho más allá del éxitoso operativo, militar.

Sin duda. Mostramos que nos cuidamos unos a otros. El mensaje fue algo fuera de lo común: no se metan con nosotros, con rehenes, y no hagan “selektzia” a judíos. Se terminó. En 1945 se terminó. No habrá otra “selektzia”. No íbamos a permitir que otra vez lo hagan. En Entebbe lo hicieron con judíos que ya en la Shoá habían pasado “selektzia” y que tenían el número en el brazo. Cuando nos enteramos de eso, nos enloquecimos. Era inaceptable totalmente.

El término acuñado durante el Holocausto, de la separación entre los judíos que iban directo a las cámaras de gas y los que aún podían trabajar y servir así a los nazis, reapareció en Entebbe, cuando los terroristas separaron a los pasajeros judíos del resto, de los extranjeros. Y entiendo que este aspecto fue uno de los que te tocó en especial.

¿Tu familia vivió la Shoa?

Exactamente. Mi madre tenía 9 años cuando un día antes del estallido de la guerra, mientras vivían en Polonia en la frontera con Alemania, su madre, que sentía en el aire que los alemanes estaban por llegar, decidió separar a la familia. Era como el juicio del rey Salomón, para tratar de salvar a alguno. Mi abuela se quedó con su hijo menor, el hermano de mi mamá, y a mi madre la mandó a un lugar alejado a 150 km de allí, a lo de una tía. Pensó que si los separaba, alguno sobreviviría. Mi madre, una niña, en un lugar alejado, cuando empiezan los bombardeos alemanes. Estuvieron del lado alemán, luego pasó al lado ruso, tuvo que llegar a Siberia, se moría de hambre… mejor ni te cuento los detalles.
Cuando le contamos a mi madre luego que en el rescate matamos también a los terroristas alemanes, aunque no nos dijo nada, creo que se alegró en especial.

La historia de mi padre es más especial todavía. Él, su hermana y su madre iban en el último tren que había salido de Belgrado antes de la entrada de los alemanes. Llegaron a un punto en el que el puente había volado, no podían pasar, y la zona estaba repleta de hombres que buscaban a los judíos para matarlos. Un hombre se le acercó a mi abuela, que estaba con sus dos hijos chicos, y le preguntó si es judía. Ella no iba a decir que no, no tenía nada que hacer, y estaba segura que moriría al instante. Dijo que sí, y el hombre le dijo en voz baja “me llamo Cohen, vengan conmigo”. Los escondió dos semanas, los salvó, luego ya no supo qué pasó con él. Pero él le salvó la vida.

Después de Entebbe mi padre me dijo que todos los días, al levantarse, mira al cielo y le agradece a aquel señor Cohen que los salvó sin saber quiénes eran. Le conté la historia una vez a alguien de Hollywood que vino a entrevistarme y le dije que yo quiero pensar que nosotros fuimos como Cohen en aquel puente, para los rehenes de Entebbe, a los que tampoco conocíamos. Y resultó que decidió hacer una película sobre el tema, que se llama “Cohen on the bridge”, que está siendo presentada ahora en el marco de la exposición sobre los 40 años del rescate de Entebbe, que se presenta en el Centro Rabin en Tel Aviv.

NO TRANSAR CON EL TERROR

Está también, claro, el mensaje que no se transa con el terrorismo ni se negocia con él.

Sin duda. Eso es más que obvio.

Tú te has manifestado en términos críticos sobre lo que ha pasado desde Entebbe en cuanto a negociaciones con terroristas.

Creo que lo que pasó con Gilad Shalit, la cantidad de terroristas que fueron liberados para rescatarlo, fue un error fatal. No encuentro palabras para condenarlo. Hay que hacer un cambio en el encare y volver a lo anterior. Pero esto empezó mucho antes. Hay que calcular de nuevo la ruta a seguir y volver a lo que hacíamos antes. Podemos.

Amir, gracias mil por tu tiempo y por esto que has compartido conmigo. Es como tocar la historia. Gracias.

A ti por tu interés.

Fuente:montevideo.com.uy

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