NATALIA SANCHA
Al tiempo que el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) pierde territorio en Siria e Irak, sus secuaces incrementan el número y envergadura de ataques fuera de las fronteras del califato. En tan solo una semana y finalizando el Ramadán (mes sagrado de ayuno musulmán), el ISIS ha matado a unas 300 personas en la ola de atentados suicidas que ha sacudido Turquía (44 muertos), Bangladés (20), Irak (entre 165 y 213 según las fuentes), Yemen (40) y Líbano (5). Desde que Abu Baker el Bagdadi anunciara la creación de su particular califato en junio de 2014, y por lo tanto la escisión definitiva de su mentor Al Qaeda, el ISIS ha perpetrado un centenar de atentados fuera de Siria e Irak, segando la vida de más de 1,400 personas.
“El ISIS necesita mantener una imagen de éxito y victorias para atraer seguidores. Si no puede decir que está construyendo un Estado Islámico, y si de hecho está perdiendo ese estado, necesita ganar en otros sitios”, valora en una entrevista vía correo electrónico Daniel Byman, analista en el Brookings Institute.
En Siria, el ISIS pierde terreno y efectivos. El Ejército regular sirio, las milicias kurdas y rebeldes así como los bombarderos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos amenazan a los yihadistas en su propia capital, Raqa.
En Irak, el Ejército nacional recuperó la estratégica localidad de Faluya, expulsando al ISIS y abriendo el camino para hacerles frente en Mosul. “ISIS ha perdido el 45% del territorio que controlaba en Irak y el 20% del sirio”, cifró el Coronel Steve Warren, portavoz del operativo internacional lanzado contra el ISIS bajo el liderazgo de Washington.
Debilitado en su territorio, el Estado Islámico se lanza en la guerra global, confirmando el giro en su modus operandi que inició con la masacre de París en noviembre de 2015. Su internacionalización abre tanto nuevos desafíos para sus líderes, como incógnitas en la lucha antiterrorista. “Implica un reto económico y un dilema estratégico para el ISIS a la hora de priorizar qué objetivos y qué grupos yihadistas financiar. Una expansión que también conlleva una mayor exposición a los servicios de inteligencia en la lucha contra el terrorismo”, explica Byman.
Son ya 60 las naciones que se han sumado a la guerra internacional contra ISIS, sin por ello tener muy claro la naturaleza del enemigo al que se enfrentan. Con lobos solitarios como el del ataque de Orlando (Estados Unidos), grupos yihadistas locales como Jamaat al Muyahidin en Dacca (Bangladés), o redes afiliadas extranjeras en Estambul (Turquía), ISIS diversifica tanto su logística como estrategia. “Los lobos solitarios siguen siendo el mayor desafío para los servicios de inteligencia en la lucha contra el terrorismo. Son más difíciles de monitorear que las redes ya asentadas, como en Turquía, a las que llevan años siguiéndoles la pista”, puntualiza Maya Yahia directora del Centro Carnegie de Beirut.
En los dos años de existencia del ISIS, la guerra que libran los bombarderos occidentales desde el cielo y las botas de milicianos y soldados regulares sobre el terreno, ha logrado acabar con un tercio de los 35,000 yihadistas que se estiman conforman sus filas. A pesar de que los expertos coinciden en que el ISIS recluta menos y pierde territorio, el grupo se impone como líder ideológico en la lucha yihadista y ello ampliando su presencia en terceros países sumidos en guerras fratricidas. “La vía militar no es en absoluto la solución para deshacerse del ISIS. Mientras prevalezcan las causas por las que se enlistan en sus filas miles de jóvenes frustrados sujetos a gobiernos represivos, a un vacío de legitimidad política y religiosa, o al deficiente sistema educativo entre otros, el ISIS seguirá existiendo. Y si se le expulsa físicamente de Irak o Siria, otro ISIS bajo otra forma vendrá a ocupar su lugar”, advierte Yahia.
¿Hacia una re-Alqaedización del ISIS?
Los atentados perpetrados esta semana por ISIS confirman un giro en su estrategia. Sin embargo, éste ha sufrido numerosas metamorfosis desde que se gestara una década atrás su primera versión en un centro de detención clandestino de Irak, Camp Bucca, hasta devenir lo que hoy se conoce como Estado Islámico. Inicialmente embarcados en una guerra de guerrillas contra el enemigo cercano: los gobiernos de Siria e Irak, el caos generado por el conflicto sirio ha permitido que amplíe sus objetivos en una guerra total contra milicias kurdas y rebeldes. ISIS se distanció precisamente de su mentor Al Qaeda al que acusó de priorizar los objetivos internacionales, para emprender una campaña de exterminio contra toda minoría religiosa en la región, con un especial fervor contra los musulmanes chiíes.
Hoy, la internacionalización del ISIS, evoca una re-Alqaedización del movimiento a través de sus tentáculos en Occidente. Si embargo, los ataques contra objetivos internacionales y en suelo occidental siguen siendo la excepción, frente a su prioridad por ahondar la división sectaria regional. De hecho, todos los atentados perpetrados esta semana han tenido lugar en territorio musulmán. Según Hassan Hassan, analista del instituto Chatham House, la transformación del ISIS se produce sobre todo en el ámbito ideológico-religioso, en el que intenta colmar el vacío de un liderazgo suní con una interpretación más brutal y salvaje del salafismo yihadista. En esa competición ideológica radicalizada frente a Al Qaeda, ISIS también castiga a las potencias suníes que rivalizan por el liderazgo regional como Turquía y Arabia Saudí.
“ISIS se ha ganado el apoyo de un número importante de grupos yihadistas como Boko Haram en Nigeria, o Ansar Bayt al Maqdis en Egipto. En 2015 sumó siete provincias más al Estado Islámico, entre ellas en Libia y Yemen”, valora el experto norteamericano Daniel Byman. Compitiendo por ganarse la lealtad de la miríada de grupos yihadistas, ISIS suma a su guerra local y global un tercer frente a través de proxies. En Siria se enfrenta a Al Nusra y rama local de Al Qaeda, y en Yemen, al AQAP (rama local de Al Qaeda en la península Arábiga por sus siglas en inglés).
Fuente:elpais.com
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