JUAN BRODERSEN
No hemos descubierto ningún cadáver que pueda ser definitivamente identificado como el de Hitler y por consiguiente no podemos formular ninguna declaración acerca de su muerte.
Mariscal Georgi Zhukov (ex URSS)
United Press, Berlín, 9 de junio de 1945
El 30 de abril de 1945 apoyó el cañon de su pistola Walther PPK sobre su cabeza, y ella fue por la pastilla de cianuro. O, al menos, eso dice la historia oficial. Al poco tiempo la falta de evidencia, junto al hermetismo alemán, fue alimentada por los rumores de la ex URSS y el mundo empezó a barajar la posibilidad de que tanto Adolf Hitler como Eva Braun no se hubieran quitado la vida. Dentro de las distintas teorías que aparecieron, una se tornó particularmente inquietante: el rumor de que el Führer había escapado a la Argentina se esparció hasta que fueron apareciendo documentos que aportaron evidencia para creer que, lejos de ser un mito, el escape a la Patagonia era una realidad.
“Hay documentos desclasificados que aseguran lo que dijo Stalin: que Hitler escapó a la Argentina”, explica Abel Basti, quien acaba de publicar “El exilio de Hitler”, en lo que es su quinto trabajo en torno a la polémica figura del genocida alemán. Con este, pretende ordenar las pruebas de su presunta fuga a la Argentina. Lo que sucedió en el Führerbunker sigue siendo un gran misterio, y son numerosos los estudios que ponen en duda la versión oficial.
Que la muerte de Hitler en sí misma sea un enigma es algo fuera de discusión. En 1945 el historiador y líder de la Inteligencia británica Hugh Trevor Roper recibió el encargo gubernamental de investigar el hecho y derribar así la versión soviética de que el líder nacionalsocialista se encontraba bajo la protección occidental de los aliados. Aunque el resultado oficial fue “suicidio”, el mundo sospechaba de los resultados de su investigación.
Uno de esos documentos es del FBI y está fechado el 4 de septiembre de 1944. Advertía por aquel entonces que “una gran colonia alemana, saludable en Argentina, proporciona grandes posibilidades para proveer de un refugio a Hitler y sus secuaces”. El escape de una gran cantidad de jerarcas nazis a Sudamérica siembra el terreno para sospechar aún más en el destino de Hitler: Josef Menguele -el “Ángel de la muerte” de Auschwitz- vivió en Argentina, Paraguay y Brasil, Klaus Barbie vivió en Bolivia y Adolf Eichmann, conocido como el “arquitecto” de la solución final, vivió bajo el falso nombre de Ricardo Klement en San Fernando. Hasta que fue secuestrado por el Mossad y ejecutado en la horca en Israel.
Como si fuera poco, hace dos semanas un hombre con pasaporte argentino desembolsó 600 mil euros durante una subasta en Munich para comprar 56 piezas de Hitler. Y hasta uno de los últimos sacos que usó el dictador.
Más allá de la suma de indicios, ¿qué decía la prensa soviética? ¿Qué se inscribía en los comunicados oficiales? ¿Por qué se desclasificaron documentos recién hace unos años? Basti, especialista en estudios sobre el nazismo en Argentina radicado en Bariloche, reconstruyó esta trama que apunta a que el Führer vivió en la residencia Inalco, una casa a orillas del Nahuel Huapi en la hermosa ciudad patagónica de Villa La Angostura.
– ¿Qué se sabe de la misteriosa residencia Inalco?
– Fue una de las casas de Hitler durante su exilio en Argentina. Luego, la propiedad fue comprada por el banquero José Rafael Trozzo, ya fallecido, quien fuera titular del Banco de Intercambio Regional (BIR), relacionado a un sector reaccionario del clero vinculado con el Opus Dei. Trozzo, que se fue a vivir a México cuando en Argentina se lo acusó por un fraude millonario, dijo que Hitler vivió en Inalco unos dos años, entre 1947 y 1949.
– Según lo que pudo investigar, ¿quiénes apoyaban a Hitler en Estados Unidos y por qué?
– Varias empresas apoyaban a Hitler –desde los Estados Unidos se lo financió con líneas de crédito para que llegara al poder- porque era el líder de un movimiento anticomunista, esto es el nazismo. Los norteamericanos temían que sus empresas, radicadas o con filiales en Europa, fueran confiscadas por los soviéticos si el comunismo avanzaba hacia el oeste. El dique de contención del “peligro rojo” -liderado por Stalin- era Hitler, y por esta razón los norteamericanos lo sostenían y financiaban, más allá de los negocios conjuntos que hicieron los nazis con banqueros y empresarios estadounidenses.
– Hay un documento fechado el 4 de septiembre de 1944 que habla de un “posible escape de Adolf Hitler hacia Argentina”. ¿De qué se trata esta evidencia?
– Se trata de uno de los tantos informes desclasificados del FBI relacionados al escape de Hitler. En este caso, fue enviado al jefe del organismo, John Edgard Hoover, por el general Ladd, agregado militar norteamericano en Buenos Aires. El documento de inteligencia advierte que “una gran colonia alemana, saludable en Argentina, proporciona grandes posibilidades para proveer de un refugio a Hitler y sus secuaces; uno de sus miembros, el Conde (Carl von) Luxburg, ha sido mencionado como operando un ranch, el cual serviría para proveer un refugio (para Hitler)”. El documento destaca el hecho de que “Argentina guardó silencio a pesar de todas las acusaciones de que ella serviría de punto terminal para Hitler, después de un vuelo sin parada de 7.375 millas desde Berlín, en un avión construido especialmente, o como pasajero en un largo viaje en submarino”.
– Hay una idea que ronda el libro en torno a la hipótesis de la conveniencia de la existencia de Hitler. ¿Podría explicar esto?
– Al principio los estrategas, tanto nazis como norteamericanos, pensaban que Hitler podía desaparecer y eventualmente luego entrar nuevamente en escena, en caso de que estallara una guerra entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese sentido, se pensaba que su figura carismática llevaría a los alemanes a unirse, bajo su consejo, a los Estados Unidos, para pelear juntos contra los soviéticos. Pero esto no pasó de ser una mera especulación. La explosión de la primera bomba atómica contra Hiroshima, y la segunda que destruyó Nagasaki, marcó un hito ya que a partir de ese momento quedó claro que el poder lo tendrían los países que tenían esa arma terrible, pasando a segundo plano la importancia de los caudillos como Hitler. A partir de ese momento, el Führer dejó de ser un personaje con importancia estratégica para los círculos de poder occidentales.
– ¿Qué se supo en aquel entonces de Eva Braun?
– Hitler murió en 1971, y ella lo sobrevivió. Tras la muerte del jefe nazi, ella vivió un tiempo en Bariloche, y luego en Buenos Aires. En los años ochenta, Larry Birns, un funcionario norteamericano, públicamente dijo que ella estaba viviendo en Argentina y que los Estados Unidos tenían la seguridad de que el suicidio de Hitler y su amante había sido un fraude armado por los nazis. Hasta los años noventa Eva Braun estaba viva, viviendo en Recoleta, de acuerdo a los datos que yo pude conseguir. Después le perdí el rastro.
– El libro pretende ordenar la documentación que apunta a un posible escape de Hitler a la Argentina. ¿Cuáles son las principales pruebas para sostener esta hipótesis?
– Mi primer trabajo de investigación fue buscar todas las informaciones públicas -aparecidas en diarios, revistas, cables de agencias de noticias, etc.-, relacionadas a qué ocurrió con Hitler en 1945. La sorpresa, si se analiza ese material de época, es que más del 80 % de esas noticias dan cuenta del escape del jefe nazi. En ese entonces, el líder soviético, Joseph Stalin, confirmó que Hitler había escapado a “España o Argentina”, y pidió que –a pesar de que los nazis decían que se había pegado un tiro- fuera juzgado, en ausencia, en Nüremberg. La misma aseveración, que Hitler escapó, está registrada en los documentos secretos ahora desclasificados, como el “Informe Nordon” de la inteligencia norteamericana, donde se asegura que en el búnker de Berlín se montó una farsa para simular el suicidio de Hitler. Pero que finalmente escapó. Por no haber sido hallado su cadáver, el Estado alemán de posguerra no declaró muerto a Hitler, hasta diez años después, en presunción de fallecimiento. Durante esos diez años (1945-1955), para el Estado alemán, Hitler tenía el estatus legal de una persona viva, sin condena ni proceso en su contra. Y consecuentemente, sin orden de captura.
– ¿Cuál sería la principal razón por la que Hitler escapó?
– Mucho antes de que terminara la guerra, Hitler disponía de un Plan B de evacuación en el caso de que el Tercer Reich fuera vencido, tal como finalmente ocurrió. El objetivo era la transferencia a Occidente de las divisas, el oro, la tecnología y los hombres, para que ese capital alemán no quedara en manos de los soviéticos, quienes terminarían invadiendo Berlín. En ese programa de evacuación, que contemplaba varios países incluido los Estados Unidos, la Argentina había sido elegida para que fuera el refugio de Hitler, y de miles de nazis que cruzaron el océano para radicarse en el sur del mundo al terminar la guerra.
– ¿Cuáles son los mejores argumentos para sostener que Hitler se exilió en Argentina? ¿Y cuáles son los que contradicen esta idea?
– Respecto a evidencias lo son los testigos -cuyos testimonios están en mis libros- que estuvieron con Hitler en Argentina, y la documentación, especialmente del FBI y de la CIA. Lo único que contradice la posibilidad de que el Führer se haya exiliado en nuestro país es la versión del escape, lanzada solamente por una camarilla nazi en 1945, y que fuera recogida por el agente británico Trevor Roper, para convertir ese relato nazi en la “historia oficial”. Hasta hace pocos años se presentaba como única evidencia tangible de ese cuento un fragmento de cráneo, con un agujero producido por un balazo, que se atribuía a Hitler, y que está guardado en los Archivos Federales de Moscú. Sin embargo, un estudio, realizado por un equipo científico norteamericano, reveló que el ADN de esa pieza es femenino, o sea que el occiso era una mujer, razón por la cual hay que descartar que se trate de una prueba que permita demostrar que Hitler se suicidó en el búnker de Berlín.
Fuente:cciu.org.uy
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