A la edad de diez años,se trasladaron a Jerusalem.
Después de la escuela secundaria, se unió al ejército y entró en un curso de formación de paramédicos donde estuvo 13 meses. En 2006, fue responsable de la formación médica de la Brigada Blindada 401, pero hacia la mitad de la segunda guerra de Líbano, su experiencia como paramédico fue necesaria para la compañía de reconocimiento de la brigada.
Su amigo y compañero en el ejército, el sargento, Itay Steinberger, era a la vez su “enlace” a la unidad y también el responsable de su protección.
Inicialmente la compañía de reconocimiento llevó a cabo algunas misiones cortas, entrando en el Líbano de “24 a 48 horas” antes de volver, pero cerca de dos semanas antes de terminar la guerra, su unidad fue llamada para llevar a cabo “la gran misión” – la “Operación Cambio de dirección 11”- el desastroso “jalón” final de las FDI en la guerra.
Cuando entraron en el Líbano, la gravedad de la situación – junto con la deshidratación – golpeó a Wailand.
“Unos siete kilómetros adentro, vomité. Mi comandante se acercó a mí y dijo: ‘Cuando lleguemos al punto de encuentro, seremos capaces de reemplazarte. En realidad nunca hubo punto de encuentro”.
Wailand se recuperó y su unidad se acercó al Valle de Saluki, donde podría encontrarse con una columna de 24 tanques de la Brigada 401ª. Antes de llegar, Wailand recibió la noticia de que un grupo de soldados había sido emboscado y necesitaba su ayuda.
“Creamos un área para atender a los heridos. Había un jóven- el Sargento Aharon Yehezkel – quien murió a su llegada y no tuvo ninguna posibilidad, pero conseguimos sacar al resto fuera de Líbano, en helicópteros”.
Su equipo terminó el tratamiento de los pacientes justo antes del amanecer, y Wailand se apoyó contra su bolsa de 66 libras (30 kg) de suministros para tomar unas pocas horas de sueño.
“A las 8:30 de la mañana, mi compañero Itay me dijo, ‘Tenemos varios heridos, te necesitamos”.
Cargando el pesado equipo sobre la espalda y frente a una pendiente pronunciada, Wailand se dirigió a la montaña, donde un grupo de soldados habían sido alcanzados por un misil.
Cuando se encontraba sacando suministros necesarios para el tratamiento de los soldados heridos, oyó un oficial gritar, “¡Al suelo! ¡Abajo!”
Wailand se dejó caer sobre una rodilla, y su compañero Steinberger, se colocó sobre él.
“Lo siguiente que oí fue un silbato, y sentí caer a Itay, impactado por un misil. Revisé a Itay y vi que tenía un pulso muy, muy débil y había perdido mucha sangre”
“Mi comandante dijo que si no conseguíamos salir de allí en este momento, todos íbamos a morir. Le pedí poner a Itay en la camilla, pero en el momento en que lo hicimos, ya había muerto. Itay, básicamente, dio su vida para salvarme”.
Esa pérdida personal fue solo el preludio de “un infierno en la tierra”, dijo Wailand. “Fue uno de los peores días de mi vida”.
La columna de tanques que, se suponía, debía encontrar la unidad de Wailand tuvo que atravesar el valle de Saluki, donde fue presa fácil de misiles antitanque Kornet de Hezbolá.
Comenzando a las 2:00 am del 12 de agosto de 2006, Wailand trabajó con dos médicos y un pequeño equipo de médicos durante casi 24 horas seguidas: “No comimos, no bebimos y no dormimos” para lograr el tratamiento de 60 soldados heridos, llevando a cabo cinco operaciones de campo.
“Mi amigo había muerto en mis brazos, y yo tenía que seguir tratando a los heridos”.
Una vez que entramos “en ritmo” fuimos capaces de funcionar “en piloto automático”, para no permitirnos pensar demasiado acerca de la situación.
En su centro improvisado de tratamiento, cinco personas, incluyendo a Itay, fueron declarados muertos, pero los heridos restantes se salvaron. En total, 12 personas murieron en la batalla de Wadi Saluki”.
Poco después de este combate, Israel y Hezbolá declararon un alto el fuego. La unidad de Wailand permaneció en el Líbano dos días después del armisticio y luego se puso en marcha de regreso a Israel:
“Fue una caminata de 14 kilometros de vuelta a la frontera. Llegamos allí por la mañana, y dije Shehechiyanu-una oración judía de agradecimiento – al llegar a la frontera, la cual crucé lo más rápido que pude”.
Pero la transición de vuelta de la guerra fue del todo fácil para Wailand, quien fue diagnosticado con trastorno de estrés post-traumático.
Después de la guerra, completó su título en medicina de emergencia, pero optó por dejar el campo de la medicina para dedicarse a la industria de alta tecnología, donde trabaja en la actualidad.
Wailand, de ahora de 31 años, vive en Zijron Yaakov con su esposa y su hija de tres meses de edad. “La vida es bastante buena”.
Pero la transición de vuelta de la guerra fue del todo fácil para Wailand, quien fue diagnosticado con trastorno de estrés post-traumático.
“Estoy feliz de decir que estoy en tratamiento. Hablo mucho sobre mi historia, y no es algo que esté tratando de ocultar. Hasta hoy, sigo yendo a la terapia, y me es muy útil”.
“Sin embargo, una canción en la radio o un avión de combate, me desencadenan miedos, es una cicatriz emocional, y si pones dedo sobre una cicatriz, piensas en como la obtuviste. Esos factores me desencadenan”.
Después de la guerra, Wailand fue premiado por el jefe del Comando Central de las FDI por su “determinación, profesionalismo al salvar las vidas de numerosos soldados incluso al poner en peligro su propia vida.”
Hay amenazas de Hezbolá y se dice que la próxima guerra será en el frente libanés, ¿qué opinas?
No estoy metido en cuestiones políticas, pero vemos que gente nos quiere hacer daño o matarnos, todo el tiempo. Tenemos que ser fuertes y mostrarle al mundo que podemos lidiar con cualquier problema que surja. Llevamos haciéndolo por casi 70 años y esperamos que siga por muchos años más.
¿Qué fue especial de la Guerra de Líbano? Porque ahora hay muchos reportes de atrocidades están saliendo a la luz.
Creo que fue una guerra muy grande, y muy sorpresiva. Comenzó con el secuestro de dos soldados, y de Gilad Shalit; realmente tomó a Israel por sorpresa. Lo que la hace única es el hecho de que fue la guerra más grande que tuvo Israel en dos décadas. Hubo muchas bajas en ambos bandos.
No creo que la guerra sea buena para nadie; si puede ser evitada, debe intentar ser evitada.
EJ ¿Qué aprendiste de Hezbolá en esta guerra? ¿Cuál fue tu lección?
Lo principal es que ellos son mucho más inteligentes de lo que se cree. Tácticamente toman decisiones inteligentes, y no les importa necesariamente la muerte, porque es en aras de una causa mayor.
Por otro lado, mi trabajo es salvar vidas; el suyo es matar gente.
¿Crees que habrá paz algún día?
Espero que sí, soy un optimista. Creo que un día encontraremos la manera de vivir en paz con nuestros vecinos y tener fronteras normales, como los países de Europa.
Desafortunadamente, no muchos israelíes son optimistas
¿Crees que haya socio para la paz?
Creo que tendría que haber un cambio de poder en Líbano, y alguien más debe ser nuestro socio.
Si hay un socio que quiere paz del otro lado, Israel definitivamente hará todo para conseguir una frontera pacifica para la gente que vive en el norte y todo Israel.
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