IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Otra vez Francia, y además en una fecha emblemática. Un sangriento atentado terrorista ha dejado a decenas de muertos mientras se celebraba el Día de la Bastilla, fecha vinculada con el inicio de la Revolución Francesa, uno de los movimientos sociales parte aguas en la Historia de occidente, plataforma de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, base de nuestras modernas democracias.
El Estado Islámico –el más probable responsable del ataque, hasta el momento– ha golpeado otra vez.
Pero era previsible. Francia es un gigante de la democracia, pero lento y torpe como la mayoría de los gigantes; es un prócer añejo, debilitado y miope. Un guerrero anciano que piensa que la guerra terminó después de su última victoria, muchos siglos atrás.
Como buen exponente de este tipo de discursos, Hollande –el inepto, el incapaz, el indolente, el mediocre– se ha unido al coro de naciones europeas que prefieren gastar sus municiones presionando a Israel, que hacer frente común a la amenaza del terrorismo real. Para Hollande ha sido siempre una prioridad complacer a los palestinos.
Y no hay mucha reflexión que hacer al respecto: los palestinos incitan a la violencia, niegan el derecho de Israel a existir, premian a los terroristas y a sus familias con dinero, llaman “mártires” a grotescos asesinos y ponen sus nombres en plazas y calles, le inculcan a sus niños que esa es la mejor manera de morir: intentando matar judíos.
¿Y qué hace Hollande? Los premia. Arremete diplomáticamente contra Israel; exige nada a los palestinos.
¿Qué otra ruta podría tomar el Estado Islámico, si ya vio que la violencia sin freno y sin sentido le funciona a los palestinos? ¿Por qué comportarse razonablemente con Francia, si Hollande ya demostró que ante el mensaje –implícito o explícito– de violencia islámica radical, sonríe complacido y dice que la culpa de los nulos avances en el proceso de paz la tiene Israel?
Hollande ha extendido un cheque en blanco a favor de la violencia integrista, y el Estado Islámico le va a cobrar cada centavo, cada gota de sangre, de ese cheque.
Cuando hace ya año y medio se cometió el bárbaro ataque contra Chrlie Hebdo, aquí señalamos que eso sólo era el principio, porque Francia no estaba tomando las medidas adecuadas para controlar la agresión terrorista. El tiempo nos dio la razón: el ataque al Bataclán demostró que, además de todo, Francia tampoco estaba depurando sus sistemas de control ni poniendo a punto a sus servicios de inteligencia.
La evidencia contundente nos ha llegado hoy. Nos queda claro que Hollande aceptó negociar con quienes sólo saben usar el lenguaje del odio, y estas son las cartas con las que ellos juegan: franceses en el piso, desangrándose.
Francia ya perdió. Por supuesto, lo que sigue no es la islamización del país. No es esa la derrota que se ha producido, ni siquiera la que pretendía ISIS. Lo que viene es el triunfo de la Derecha racista y xenófoba, la única que se atreve a hablar directamente del severo problema que ha puesto de luto a toda una nación, varias veces.
Y no es que la Derecha tenga soluciones. De hecho, es casi seguro que no las tiene. Pero por lo menos habla del tema, y eso –en este momento– a muchos franceses les resulta imperativo.
Lo más probable es que Francia sea el siguiente país donde el derechismo se anote su próxima victoria (Inglaterra, con el Brexit, fue el anterior).
Y ¿por qué no? Luego puede ser Estados Unidos.
A fin de cuentas, tienen a un presidente tan inepto, miope y mediocre como Hollande. Barack Obama se ha rehúsado a llamar las cosas por su nombre, y durante sus siete años de presidencia ha polarizado a su propia población, al grado de hacer posible la victoria de un desquiciado como Donald Trump.
Obama también ha querido jugar a ese absurdo, peligroso e insano juego de querer imponer un cambio político en Israel, pero no en Irán.
De paso, ha hecho de los Estados Unidos una nación porosa en la que el terrorismo puede golpear en cualquier momento.
Y eso es lo que quiere el Estado Islámico: el triunfo de las derechas, la llegada al poder de sus rivales antagonistas, pero idénticos, extremistas que no se tocarán el corazón para lanzarse a la guerra.
Incendiar el mundo, porque las pseudo-profecías de ambos fundamentalistos dicen que sólo así llegará el Reino de los Cielos.
De momento, ya no contamos con Francia. Sólo hay que esperar el próximo atentado, las próximas lamentaciones, el triunfo de la Derecha y la guerra abierta contra los musulmanes de ese país, guerra en la que los justos van a pagar por los pecadores y que, si no hay un mínimo de sensatez y cordura, culminará en un baño de sangre como el de la guerr civil yugoslava, el primer experimento donde occidente probó cómo se podía masacrar a poblaciones musulanas enteras.
Mientras, nosotros los Sionistas, insistiremos en esta difícil labor de intentar tomar caminos de cordura.
Obligar a los inmigrantes asiáticos y africanos que llegan a Europa a que se integren a la sociedad europea; a que vivan como europeos; a que se sometan a las leyes europeas; no es una violación a sus Derechos Humanos. Es una necesidad imperiosa para evitar que se sigan reproduciendo los ghettos donde se cultivan los extremismos que terminan en atentados como el de Niza.
Obligar a los palestinos a que se sienten a negociar la paz –no la guerra– sin condiciones; fiscalizar el dinero que reciben como ayuda, para que no termine como salario de los terroristas; si insisten, cortar de tajo el financiamiento.
Obligar a Irán a cerrar su programa nuclear y sus programas balísticos; reactivar las sanciones económicas hasta que cumpla con sus obligaciones.
O está la otra opción: quejarse de Israel y exigir que ceda al lenguaje de violencia de los palestinos, y fingir que en el resto del mundo no pasa nada.
Pero entonces, esperen más atentados como este. La experiencia ha demostrado, una y otra vez, que esa es la fórmula infalible para que un loco al grito de “D-os es grande” en árabe deje una estela de muerte y dolor a su paso.
Dice la sabiduría empresarial que si quieres resultados diferentes, hagas cosas diferentes.
Hollande y Obama ya lo deberían haber entendido.
Hollande ahora está sumido en su crisis.
Barack Obama está esperando su turno.
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