Mohamed Lahouaiej Bouhlel no estaba en ninguna lista de vigilancia de terroristas, pero ya había sido arrestado.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La primera señal de problemas en el ataque terrorista que mataría a 84 personas junto a la Riviera francesa llegó un día antes, cuando Mohamed Lahouaiej Bouhlel no regresó su camión rentado a tiempo.
En su lugar, él estacionó el vehículo a través de la ciudad hasta la noche del 14 de julio, cuando pedaleó su bicicleta y se puso al volante.
El camión refrigerado de 21 toneladas era normalmente utilizado para transportar alimentos perecederos. En las manos de Lahouaiej Bouhlel, un conductor profesional de 31 años de edad, se volvió un arma simple pero letal: lo suficientemente grande como para romper un perímetro policial alrededor de la exhibición de fuegos artificiales del Día de la Bastilla y lo suficientemente ágil como para encargarse de los juerguistas dispersos.
Un tunecino viviendo legalmente en Francia, Lahouaiej Bouhlel no es conocido por tener alguna conexión con grupos terroristas y no aparecía en ninguna lista de vigilancia, dijeron los funcionarios de seguridad. El fue arrestado hace poco, sin embargo, recibiendo una sentencia de seis meses en suspenso en marzo por atacar con un pedazo de madera a una persona involucrada en un accidente en la ruta.
Después del ataque terrorífico del jueves por la noche que dejó unos 200 heridos además de los muertos, los investigadores franceses investigaron a través de artefactos electrónicos en el camión y en la casa de Lahouaiej Bouhlel, buscando enterarse si otros estaban involucrados.
El arma prosaica elegida fue una medida de cuan desalentador se ha vuelto para las autoridades el desafío de impedir ataques terroristas contra los llamados objetivos blandos.
Durante el año pasado, militantes islámicos han atacado objetivos desde veredas de cafeterías a un tren de alta velocidad en ataques en Francia y Bélgica. Pero esos todavía se basaron en rifles automáticos y chalecos explosivos. Una pistola de mano fue la única arma de fuego que esgrimió Lahouaiej Bouhlel mientras avanzaba a través de la multitud.
Su objetivo era inherentemente vulnerable. La policía había creado una vasta zona pedestre junto al afamado paseo marítimo de la ciudad vallado en su mayoría por divisores de metal, no baluartes de concreto. Y el gentío dentro era una Torre de Babel: turistas extranjeros y locales que luchaban por comunicarse mientras se aproximaba la amenaza.
Lahouaiej Bouhlel alquiló el camión el 11 de julio de Via Location, una agencia en el extremo oeste de Niza, por un camino trasero lleno de hoyos que corta pastizales altos. El luego lo manejó a la parte este de la ciudad y lo estacionó.
Mientras el sol se ponía en el Día de la Bastilla, él regresó a su lugar de estacionamiento “en una bicicleta, solo”, dijo François Molins, el fiscal principal de París que está supervisando la investigación del ataque.
Para el momento en que él abordó el camión a las 9:34 p.m., las festividades estaban bien en marcha en el Promenade des Anglais. Las banderas francesas flameaban desde balcones de hierro forjado y postes de luz. Desfiló gente vestida como soldados de Estados Unidos y combatientes de la resistencia francesa. Bandas de jazz y rock hacían sonar música desde cinco escenarios en una colección de actuaciones nombradas como “La Fiesta de Graduación.”
Najib Trad, un turista libanés de 63 años, y su esposa consiguieron una mesa justo en el límite de cantos rodados de Playa Azul. “Todos estaban felices, disfrutando. Los niños estaban jugando. Todos los restoranes estaban llenos”, dijo él. Los fuegos artificiales comenzaron, llenando el aire de explosiones crepitantes que encendieron el cielo y cautivaron a la multitud de 30,000 personas.
A las 10:45 p.m., el vehículo de Lahouaiej Bouhlel se arrastró sobre el paseo desde el extremo oeste, según los fiscales, pasando por un hospital de niños. Ante él, la franja formaba una vasta pista alineada por tiendas de un lado y un terraplén hundiéndose del otro. La multitud estaba encajonada dentro.
El espectáculo acababa de terminar, y los juerguistas estaban alejándose de los fuegos artificiales y fluyendo hacia el camión.
Al principio, se arrastró por la franja sin atraer mucha atención, según imágenes de video tomadas por testigos. Cuando el camión pasó por delante de un puesto de control policial, policías de a pie comenzaron a correr detrás de él.
Lahouaiej Bouhlel aceleró.
Ange Eliassi, un fotógrafo de Montreal, estaba tomando fotos cuando repentinamente sintió el temblor del suelo.
“Sentí el temblor cuando el camión montó la curba. Lo vi—bam, bam, bam—impactando gente. Pensé que no lograba frenar al principio”, dijo él.
En cambio, el pie de Lahouaiej Bouhlel estaba sobre el acelerador. Mientras los juerguistas se dispersaban en pánico, el camión comenzó a zigzaguear por el paseo a toda velocidad, haciendo difícil evitar su acometida. El rugió por las aceras, aplastando bancos mientras los padres retiraban a sus hijos de su camino.
Los gritos alertaron a Justine Boulay, una trabajadora médica de 34 años, de lo que estaba sucediendo. Ella tomó a su hijo de cuatro años y saltó fuera del muro de contención a una franja rocosa de playa debajo.
“Nos perdió por 10 pies y un cuarto de segundo,” dijo la Sra. Boulay.
Otros niños fueron menos afortunados. Murieron diez, dijeron los fiscales.
Jose Fernandez, de 56 años de edad del vecino pueblo de Cagnes, se esforzó por advertir a los turistas corriendo hacia él gritando en idiomas extranjeros. Él nunca vio el camión, sólo el caos.
“No hubo tres palabras de francés allí dentro,” dijo él. “Nadie entendía nada. Todos se estaban preguntando que había sucedido.”
Todavía al volante, Lahouaiej Bouhlel disparó a la policía frente al Hotel Negresco, el lugar frecuentado por las celebridades marcado por una cúpula de color rosa. La policía respondió a los disparos, dijeron los fiscales, pero la embestida continuó.
El camión blanco siguió, aplastando al menos a media docena más mientras pasaba una parada junto a las columnas art decó del hotel Palais de la Méditerranée.
Una pareja de policías con chalecos anti-balas convergió sobre la cabina, según una imagen de video de un testigo, descargando una andanada de disparos que llenó su parabrisas de agujeros de baja.
Adentro, Lahouaiej Bouhlel cayó muerto sobre el asiento del acompañante. En el interior, también había una pila de pistolas falsas, incluida una Kalashnikov falsa, y una granada hueca. “Está neutralizado, neutralizado”, gritó un oficial en el video.
La policía abrió las puertas traseras del camión. En el interior había pilas de cargadores vacíos—y su bicicleta.
Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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