RICH TENORIO
Más de 65 millones de personas se convirtieron en desplazados en 2015. En los juegos del próximo mes, diez atletas sin estado competirán juntos con el objetivo de ganar no sólo conciencia sino también medallas
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El 5 de agosto, un equipo histórico de 10 atletas marchará en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro en penúltimo lugar (el anfitrión Brasil es el último) en el desfile de las naciones que abren los Juegos Olímpicos de 2016.
A diferencia de otros equipos, estos 10 atletas no marcharán bajo una bandera nacional, sino la de los anillos olímpicos, ya que todos han huido de sus países de origen por conflictos que han desplazado por la fuerza a 65 millones de personas en todo el mundo solo en 2015.
Para estos atletas se trata de una oportunidad única.
Por primera vez, el Comité Olímpico Internacional (COI) da la bienvenida a un equipo de atletas refugiados a los Juegos Olímpicos. Los seis hombres y cuatro mujeres atletas fueron nombrados para el equipo olímpico de refugiados en junio. Entre ellos hay nadadores de Siria, judokas de la República Democrática del Congo y corredores de Sudán del sur y Etiopía.
“Al principio, cuando me enteré de que había una posibilidad de competir en los Juegos Olímpicos, pensé, ‘¿Cómo es posible? ¡Soy una refugiada!’ “, exclamó Yolande Bukasa Mabika, una judoka de la República Democrática del Congo, que ahora entrena en Brasil. “No lo podía creer hasta que me lo explicaron”.
“Jamás pensé que esto fuera posible, llegué al judo sin saberlo. Ahora estoy realmente emocionada. Pienso en ello todo el tiempo, y no lo puedo creer”, dijo.
La historia de Mabika y sus nueve compañeros de equipo habla de lucha contra la adversidad – la guerra, la pérdida de seres queridos, la vida en los campos de refugiados. Los atletas se proponen sacar el mayor partido de esta oportunidad.
“Estoy entrenando mucho porque quiero ganar una medalla”, dijo Mabika. “Creo que puedo ganar”.
El COI creó el Equipo Olímpico de Refugiados como una manera de hacer frente a la crisis mundial de refugiados y ayudar a los atletas refugiados individuales.
“Será un símbolo de esperanza para todos los refugiados en nuestro mundo y hará al mundo más consciente de la magnitud de esta crisis”, dijo el presidente del COI, Thomas Bach, en un comunicado. “También es una señal para la comunidad internacional de que los refugiados son nuestro prójimo y enriquecen la sociedad”.
“Mostrarán al mundo que a pesar de las tragedias inimaginables que han enfrentado, pueden contribuir a la sociedad mediante sus talentos, habilidades y fuerza del espíritu humano”, continúa el comunicado.
El equipo está totalmente financiado por el COI a través de la Asociación Solidaridad Olímpica, dijo Nora Sturm de la oficina de prensa del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Ginebra.
“El equipo olímpico de Refugiados se compone exclusivamente de atletas refugiados – Todos forzados a abandonar sus países y buscar asilo en otro lugar”, dijo Sturm.
Mabika y su compañera judoka congoleña Popole Misenga huyeron por primera vez durante la guerra civil de Bukasa en su región de origen, luego, maltratadas por su entrenador nacional, escaparon a Brasil. Los nadadores Rami Anis y Yusra Mardini escaparon de la guerra civil siria a Bélgica y Alemania, respectivamente. El corredor de maratón Yonas Kinde dejó los campos de refugiados de Etiopía para entrenar en Luxemburgo.
La otra mitad del equipo proviene de Sudán del Sur y está entrenando en Kenia. Yiech Pur Biel competirá en los 800 metros, al igual que Rose Nathike Lokonyen. James Nyang Chiengjiek en los 400. Anjelina Nada Lohalith y Paulo Amotun Lokoro los 1.500.
Con 23 años, Nathike está entre los atletas más jóvenes, sin embargo, es la refugiada reconocida oficialmente por más tiempo, desde 2002.
El entrenador de los corredores de Kenia es el entrenador de todo el equipo olímpico de Refugiados: Tegla Loroupe, miembro del equipo olímpico tres veces por Kenia y récord mundial en la maratón de 20Km, 25Km y 30Km. Loroupe, la primera mujer de África en ganar el maratón de Nueva York, trabaja con los corredores de refugiados a través de su Fundación Paz.
Existe un precedente para los atletas refugiados compitiendo en los Juegos Olímpicos. En los Juegos de Verano en Londres en 2012, el refugiado de Sudán del Sur Guor Mading Maker compitió bajo bandera olímpica y terminó 47º en el maratón.
“Era un hombre sin país”, dijo a la BBC el año pasado. “Si corriera por Sudán, estaría traicionando a mi pueblo, deshonrando a los dos millones de personas que murieron por nuestra libertad. El COI vio mi caso y dijo: “Sí, es un refugiado, así que correrá bajo la bandera olímpica'”.
Esta vez, competirá en Río, bajo la bandera de Sudán del Sur, la nación más nueva del mundo; regresó a su tierra natal en 2013.
“Es una gran sensación de alivio que Sudán del Sur pueda competir en los Juegos Olímpicos de Río”, dijo a la BBC. “Estar en la línea de salida con la camiseta de mi país será increíble. Muchos perdieron sus vidas por la libertad que tenemos ahora. Por eso corro, esa es la razón por la que quiero ir y representar a la bandera”.
Pero los miembros del equipo olímpico de los refugiados no han tenido la oportunidad de volver a sus países de origen – y en algunos casos, tampoco quieren.
“Para mí, la vida en Brasil es mucho mejor”, dijo Mabika. “En el Congo, había guerra todo el tiempo. Había un mes tranquilo y luego empezaban de nuevo los problemas. No quiero volver. Tengo amigos aquí, aunque no tengo familia. Quiero que alguien busque a los míos pero yo quiero estar aquí y un día tener mi propia familia”.
Nathike tenía nueve años cuando se convirtió en refugiada. Pur, ahora de 21 años, fue reconocida oficialmente como refugiada en 2005, cuando tenía 10. Amotun, de 24 años, fue reconocido oficialmente como refugiado hace casi 10 años. Nyang, 28 y Nadai, de 21 años, no se convirtieron en refugiados oficiales hasta 2014, pero todos escaparon de Sudán del Sur a Kenia mucho antes, en 2002. Antes se habían refugiado en el campamento de Kakuma, en el noroeste de Kenia.
Por el contrario, Anis, de 25 y Mardini, el miembro más joven del equipo con 18 años, participaron en competiciones internacionales de Siria antes que la guerra civil hiciera la vida insostenible.
Anis cumplió 20 años cuando comenzó la guerra y trató de evitar el reclutamiento en el ejército. Él y su familia decidieron unirse a su hermano en Estambul.
“En 2011 me fui de Siria cuando comenzaron los secuestros y las explosiones”, dijo Anis en árabe durante una entrevista en vídeo en la web del COI. “La situación es muy peligrosa y no podía seguir en el país … Cuando me fui, creí que duraría dos o tres meses y podría volver”.
En cambio, cinco años más tarde, Anis y su familia se alejaron más aun de su tierra natal cuando salieron de Estambul para reunirse con parientes en Bélgica.
“Salí de Estambul a Izmir y allí subí a un bote de goma y me dirigí a Grecia”, dijo Anis al COI. “En Grecia caminamos hasta Macedonia, y luego hasta la frontera con Serbia, después, Hungría, Austria, Alemania y por fin Bélgica”.
“Por supuesto también tomamos autobús y viajamos en tren”, dijo. “Nos tomó 10 días llegar de Esmirna a Bélgica. Fue una experiencia terrible. No teníamos comida adecuada, vivíamos a base de frutas y zumos. Tampoco podíamos dormir ya que la mayoría de las veces tuvimos que cruzar las fronteras de noche”.
Mardini, que vivía en Damasco, tuvo que recurrir a sus habilidades de natación para escapar y ayudar a sus compañeros.
Ella, su hermana Sarah y otros 20 pasajeros quedaron varados en un barco en la costa de Turquía. Las hermanas Mardini se metieron en el agua y comenzaron a empujar el barco hacia Grecia. Yusra Mardini perdió sus zapatos, pero todos se salvaron, llegando a la isla de Lesbos.
“Algunos no sabían nadar”, dijo Mardini a la oficina de ACNUR. “Habría sido una vergüenza que la gente de nuestro barco se ahogara. No iba a quedarme sentada quejándome de que me iba a ahogar”.
Mabika y Misenga enfrentaron dos períodos separados de dificultad en la vida: la primera vez como niños refugiados, luego, como atletas maltratados por sus compañeros.
Nacieron en Bukasa, descrita por el COI como la región congoleña más afectada por la Segunda Guerra del Congo de 1998-2003.
Misenga, de 24 años, fue separado de su familia cuando tenía nueve años, durante los últimos años de la guerra.
Popole Misenga es un refugiado de la República Democrática del Congo, que ahora vive en Brasil.(Comité Olimpico Internacional)
“Mi padre trabajaba, mi hermana estaba en la escuela. Mi madre estaba muerta”, dijo Misenga. “Corrí días por el bosque y luego fui rescatado por UNICEF”.
Mabika, de 28 años, fue separada de sus padres a los 10 años, durante la Primera Guerra del Congo de 1996-1997.
“Sólo recuerdo que un día estaba saliendo de la escuela y luego nos separamos”, dijo. “Veía a mis amigos ir a la escuela y de repente no tenía escuela. No tenía a nadie que me ayudara a estudiar. Todo era tan duro. Me rescató un avión militar que llevaba sobrevivientes a la capital, Kinshasa”.
Mabika y Misenga encontraron lo que parecía un camino hacia el éxito en la vida, el arte marcial japonés de judo del siglo 19.
“Tenían algunos proyectos que incluían deportes [en Kinshasa] entonces aprendí judo”. dijo Mabika. “Unos años más tarde empecé a entrenar en otros clubes”.
Cinco años después, lo invitaron a unirse al equipo nacional congoleño.
Misenga, también, aprendió judo en un proyecto deportivo y fue suficientemente bueno para recibir un puesto en el equipo nacional con Mabika.
“Empecé a viajar a campeonatos africanos, gané algunas medallas”, dijo Mabika.
Sin embargo, dijo, “En el Congo, la vida para los atletas era difícil. Si no ganabas te ponían en habitaciones pequeñas durante siete días cada 10 sin comida adecuada. Sólo un café y un panecillo. Pero el judo era lo único que tenía que me gustaba”.
Y demostró ser una vía de escape para los dos judokas cuando viajaban con el equipo nacional de Brasil al Campeonato Mundial en 2013.
“Nuestro entrenador se llevó nuestros pasaportes y nos dejó sin comida durante días”, recordó Mabika. “Tenía hambre. No podía competir así, estaba débil”.
“Fue un momento muy duro”, dijo Misenga. “No tenía casa, dinero ni comida. Carecía de todo en la vida. Tenía hambre, pero luché en el campeonato del mundo”.
“Sólo pensé, ‘Es mi oportunidad de quedarme en este país'”, dijo. “Me escapé, pero regresé por Popole. Caminamos días por las calles tratando de comunicarnos, encontrar otros africanos. Una comunidad africana en Río nos ayudó”.
No fue fácil – no hablábamos portugués – pero un compañero de refugiados de Angola los llevó a Caritas, una organización católica que ayuda a los refugiados en Brasil.
El equipo olímpico de Refugiados ayuda a los desplazados forzosos a encontrar una segunda oportunidad en la vida.
De cara a los Juegos Olímpicos de 2016, los comités olímpicos nacionales (CON) de todo el mundo recibieron solicitudes para identificar atletas refugiados que potencialmente pudieran calificar para Río. La lista inicial incluyó 43 competidores.
Los 10 que componen el equipo fueron seleccionados por los CON de sus países de acogida y origen, junto con las federaciones internacionales y ACNUR.
“Además de tener la condición de refugiado verificada por ACNUR, los atletas debían cumplir los estándares de calificación establecidos por las distintas federaciones en sus respectivas disciplinas”, dijo Sturm, de la oficina de prensa del ACNUR.
Diez meses después de huir de la capital de Siria, Damasco, el nadador refugiado de Siria Yusra Mardini ha sido seleccionado para formar parte del Equipo Olímpico de Refugiados (ROT) en los Juegos Olímpicos de Río 2016. (COI)
Dos de los atletas que pasaron la selección ya estaban en Brasil: Mabika y Misenga.
Los ex miembros del equipo nacional congoleño volvieron a entrenar, en el Instituto Reação, bajo Geraldo de Moraes Bernardes, ex entrenador de la selección de Brasil.
En los últimos años, la Fundación Tegla Loroupe Paz realizó pruebas de atletismo en el campamento de Kakuma, en Kenia. Los que estaban en forma podían recibir una invitación para entrenar con la fundación. Nyang recibió una invitación así en 2013. Sus actuales compañeros de equipo de refugiados de Sudán del Sur se unieron a la fundación el año pasado – Pur y Amotun pasando pruebas, Nadai y Nathike después de participar en una maratón de 10Km.
Anis dijo al COI que el equipo olímpico de refugiados “es una gran idea como apoyo del COI a los refugiados. Sin ello no habríamos sido capaces de participar en un gran evento como los Juegos Olímpicos”.
En menos de un mes, los atletas de refugiados realizarán su sueño de participar en los JJOO. Una vez olvidados por el mundo, ahora competirán en el escenario mundial.
Los atletas se han estado acercando a este momento con una mezcla de emoción y reflexión.
“Estoy muy feliz de representar al equipo de refugiados, poder luchar en los Juegos Olímpicos”, dijo Misenga. “La vida me ha dado esta oportunidad y lucharé para ganar. No sé si será bronce o plata, pero quiero una medalla”.
Al igual que su compañero de equipo y amigo, dijo Mabika, “Realmente quiero ganar. Pero es un honor estar en unos Juegos Olímpicos. Nunca habría imaginado que llegaría aquí, ahora quiero ganar!”
En contraposición está el hecho de que muchos de los millones de refugiados no pueden llegar aquí, y la crisis de refugiados no sólo continúa sino que está creciendo.
“Estamos asistiendo a los más altos niveles de desplazamiento forzado registrado por varias razones”, dijo Sturm, de la oficina de prensa del ACNUR.
Las situaciones que “provocan las grandes corrientes de refugiados están durando más tiempo”, citando conflictos de Somalia o Afganistán que están ahora en sus tercera y cuarta décadas, respectivamente. “Surgen situaciones nuevas o se vuelven a encenderlas antiguas”, “siendo la más grande la de Siria, pero también en los últimos cinco años países como Sudán del Sur, Yemen, Burundi, Ucrania, República Centroafricana”.
“La velocidad para encontrar soluciones para los refugiados y desplazados internos ha estado en tendencia a la baja desde el final de la Guerra Fría”.
Anis fue quien mejor lo resumió en una entrevista con el COI.
“Espero transmitir una buena percepción y representar a los refugiados de todo el mundo”, dijo. “Y también espero que para los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020, no quede un solo refugiado, y todos los atletas del mundo puedan competir por su propio país. Un sirio por Siria, un iraquí por Irak. Que acaben las guerras y vuelvan a participar y representar a sus países”.
Mientras tanto, todo lo el equipo puede hacer es mostrar al mundo que los refugiados pueden prevalecer contra todo pronóstico cuando el equipo olímpico de Refugiados haga su entrada en el Maracaná el 5 de agosto.
Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico
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