Un enviado del Jerusalem Press Club México, el crítico de cine José Valdés, acudió a la edición número 33 del Jerusalem Film Festival. En exclusiva para Enlace Judío, éstas son sus impresiones acerca de este gran evento.
JOSÉ VALDÉS PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- El Jerusalem Film Festival es, de por sí, una celebración del arte cinematográfico en una de las ciudades más místicas del mundo, consumada a través de la proyección de lo mejor del cine proveniente del mundo entero, presentado previamente en festivales como Berlín y Cannes, además de una importante representación de la industria fílmica local con lo más destacado de su producción reciente. Lo distinto es que esta edición coincide con el 50 aniversario de la Jerusalem Foundation, la institución no gubernamental encargada de promover lo mejor de la cultura de Israel en el mundo entero y un elemento imprescindible en las mejoras continuas de la ciudad y la forma de vida de sus habitantes.
Con su sede principal en la Cinemateca de Jerusalén, el festival reunió a miles de ciudadanos de todas las edades en torno a su programación, compuesta por un aproximado de 150 a 200 películas, entre cortos, medios y largometrajes de ficción, animación, documental y cine experimental. Un toque importante es el interés del certamen por encontrar cintas acerca de la experiencia judía en Israel y en el mundo, seleccionando así cintas con una visión crítica alrededor de temas imprescindibles como la identidad y el futuro de toda una cultura ante el devenir histórico de nuestro mundo.
Mi visita al 33 Jerusalem Film Festival se hizo posible gracias al capítulo México del Jerusalem Press Club, comandado por el licenciado Isaac Fridman. De ahí surgió el contacto con el centro de la institución en Israel, con Uri Dromi, su director general, a la cabeza. Él mismo, con la asistencia indispensable de su compañera Raya Koval-Umansky, espléndida anfitriona si las hay, nos hicieron vivir una experiencia inolvidable, tanto a un servidor como a mis compañeros críticos de cine que fueron seleccionados por el JPC para cubrir el festival. Entre ellos estuvieron Diego Lerer (Argentina), Xu Jia (China), Tereza Fischer-Schmid (Suiza), Massimo Lechi (Italia), Violeta Kovacsics (España) y Feisal Khan (India). Todos ellos reconocidos críticos de cine en sus respectivos países y cuya cinefilia los hizo la mejor compañía para vivir al máximo esta experiencia increíble.
1. La importancia de los festivales de cine
Me parece pertinente, para una más ágil lectura de un público en general, hacer ciertos comentarios con respecto a la importancia de los festivales cinematográficos en la maquinaria de la industria fílmica mundial. Más allá de las llamadas “alfombras rojas” o la presencia de las estrellas internacionales, un festival de cine está concebido tanto como un escaparate de excepción para la producción fílmica local y como un evento de intercambio entre distintas cinematografías que coinciden, puede ser de manera competitiva o meramente como una exhibición. Se calcula que diariamente se inauguran cerca de 30 festivales de cine en el mundo entero. La razón es que un certamen de éstos, sobre todo si es de carácter internacional, atrae capitales e intereses del mundo entero, que confluyen e impactan en diversas ramas de la industria. En los festivales se compran y venden películas, se otorgan financiamientos para proyectos inconclusos y los filmes mismos ganan prestigio al ser vistos por críticos de cine del mundo entero. Este impacto también se extiende a toda la industria turística, desde aerolíneas, hoteles y restaurantes hasta el mercado mismo de artesanías locales. El escaparate es general y alcanza a todos, reunidos en torno al fenómeno cinematográfico. Existen festivales dedicados a una programación más general y algunos otros que están centrados en una temática o género por sí mismos, como el Festival de Cine Romántico de Verona, Italia, o uno muy exitoso, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges en Cataluña, España, dedicado a lo mejor de la Ciencia-Ficción y el Horror en el mundo entero.
Los festivales de cine son un fenómeno de la posguerra, tomando fuerza los cuatro más importantes en cuestión de pocos años. En 1946, el gobierno francés inauguró el de Cannes, considerado el de mayor prestigio en el mundo por la calidad extraordinaria de su competencia internacional y su mercado del filme, en donde se entrega la codiciada Palma de Oro. Berlín, iniciado en 1951, ha encaminado siempre sus pasos a premiar al cine experimental y de vanguardia con el célebre Oso de Oro. El más antiguo de todos, fundado en la Italia de Mussolini, es la Muestra Internacional de Arte Cinematográfico de Venecia, donde el León de Oro es entregado. Finalmente, el último de los cuatro más grandes festivales de cine del mundo es el de Donostia-San Sebastián, surgido en 1953 y es considerado un espacio en el cual, particularmente el cine iberoamericano ha conquistado su principal galardón, la Concha de Oro. A lo largo y ancho del mundo, los festivales de cine luchan por ascender en categoría, mejorando su programación, la naturaleza de sus premios y la capacidad de cada evento por reunir a todas las voces de la industria. En México, los festivales de Guadalajara, Morelia y Guanajuato, gracias a convenios internacionales con Cannes y su Semana de la Crítica o la Berlinale, entre otros, siguen en el camino hacia la excelencia, creciendo exponencialmente año con año, tanto en su programación como en organización y alcances.
Cannes, Berlín, San Sebastián y Venecia son los festivales de cine que más huella han dejado a lo largo del paso del tiempo, sirviendo como modelos a seguir por los festivales que han nacido en los años posteriores, mismos que han adecuado sus contextos propios a los modelos propuestos. Es interesante añadir que tres de estas ciudades son notorios centros turísticos, ubicados en zonas costeras, mientras que Berlín, cuando ocurre, en el mes de febrero, es un festival bajo un clima gélido invernal. La razón de su nacimiento tiene que ver con el interés de las tropas de ocupación estadounidenses en reactivar la economía local tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
2. El Festival de Cine de Jerusalem. Historia y organización.
En 1984 ocurrió la primera edición del Festival de Cine de Jerusalén (JFF por sus siglas en inglés). La primera cinta que se exhibió fue El baile (1983), una obra maestra del cineasta italiano Ettore Scola en la cual, a través de 13 número musicales, se recorren la moda, los ritmos y el sentir de Francia a través del siglo XX. Personalidades como Lillian Gish, emblema del cine silencioso, o del cine contemporáneo, como Jeanne Moreau o Warren Beatty, también estuvieron presentes. De sus tres semanas de proyecciones en su primera edición, el JFF fue poco a poco adoptando su forma, duración y secciones que mantiene hasta la actualidad. Su duración se estableció en diez días, mientras que su programación quedó dividida de la siguiente forma: Competencia israelí en largometraje, cortometrajes israelíes, competencia internacional (con premios de distintas asociaciones de la industria y la crítica cinematográfica nacional y extranjera), En el Espíritu de la Libertad (filmes de denuncia o con alto contenido social de resonancias universales), Debuts (un espacio creado para óperas primas de nuevos realizadores), Masters (filmes de grandes maestros del cine mundial aún en activo), Panorama (una sección para el cine de vanguardia), Into the Night (una cuidada selección de filmes de culto contemporáneos, exhibidos en funciones de medianoche), JFF Series (un nicho para lo mejor de la televisión israelí), JFF Classics (clásicos restaurados en pantalla grande) y Cinemanía (una selección de documentales acerca del cine mismo).
Pero, por encima de todo esto, se encuentra el hecho de que el JFF se realiza a unos cuantos metros de la mítica ciudad de Jerusalén, con su muralla, sus millones de peregrinos, sus religiones que conviven de una forma muy compleja en un espacio deseado por muchos a través de los siglos porque es nada menos que el centro mismo del Universo. De la espiritualidad de millones de almas en el mundo entero. Bajo su cobijo, es como si el cine uniese lo inmediato con lo eterno a través de las imágenes en movimiento.
La Cinemateca de Jerusalem es la organizadora y sede principal del JFF. Ubicada en el valle de Hinnom, justo a las afueras de la ciudad antigua, éste lugar nació gracias a la iniciativa compartida entre George Ostrovsky y el matrimonio compuesto por Wim y Lia van der Leer, quienes administraban el archivo fílmico de Israel al mismo tiempo que llevaban a cabo funciones en ciudades como Haifa y Tel Aviv. Con el apoyo de la Jerusalem Foundation y las donaciones de miles de cinéfilos de todo el mundo (especialmente de Hollywood), la Cinemateca de Jerusalén se convirtió en una feliz realidad en 1981, cuando se inauguró, con Lia van der Leer como su directora general, puesto que ocupó hasta 2015, año de su fallecimiento.
La Cinemateca de Jerusalem es miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF), institución que regula los estándares de calidad bajo los cuales se lleva a cabo la preservación de los materiales fílmicos de todo el mundo. En sus bóvedas resguarda cerca de 10 mil títulos de cine israelí e internacional; sus responsables aseguran que casi todo el cine producido en Israel se encuentra preservado en la Cinemateca, en todos los formatos posibles, bajo las normas de almacenamiento y temperatura marcadas por la FIAF. Actualmente, la institución gestiona la construcción de su Laboratorio de Restauración Digital, un implemento obligado para todo archivo fílmico, pues hace posible la digitalización y restauración de materiales en formato cinematográfico que se encuentren en riesgo. Los trabajos de restauración que realiza hasta este momento la Cinemateca los lleva a cabo con la colaboración del Archivo Fílmico de Rumanía, en donde existe un laboratorio de las características mencionadas.
También la Cinemateca de Jerusalem cuenta con una rica y muy variada colección de carteles cinematográficos clásicos, expuestos en sus pasillos.
La Cinemateca de Jerusalem cuenta con tres salas de exhibición que alojaron a los miles de cinéfilos que asistieron a las concurridas funciones del JFF. Una de ellas, con capacidad para 400 espectadores. Otra para 300 y una más para 100. Todas ellas muy cómodas, con aire acondicionado, proyección digital en Alta Definición, subtitulaje electrónico, un sonido espléndido y asientos numerados desde la taquilla. Vale la pena mencionar que en la misma Cinemateca se encuentran un estupendo restaurante y una muy interesante tienda de alquiler y renta de películas en video. Actualmente, su directora general es la doctora Noa Regev, quien también funge como directora del JFF.
Finalmente, el Jerusalem Press Club (JPC por sus siglas en inglés) constituye una importante pieza en la difusión de las actividades del festival, tanto en Israel como en el extranjero. Su misión es servir como un anfitrión para todo aquel periodista o persona relacionada con los medios de comunicación que desee conocer más a profundidad la realidad política, social o cultural de la nación israelí. Sus oficinas se ubican en las instalaciones de Mishkenot Sha’ananim, un antiguo recinto de descanso convertido actualmente en hotel y centro cultural, con capacidad para albergar conferencias, eventos varios y muestras de pintura y fotografía por igual.
La Jerusalem Foundation, el Jerusalem Press Club y la Cinemateca de Jerusalén son los pilares sobre los cuáles descansa el Festival de Cine de Jerusalén. Sus esfuerzos combinados dieron lugar al certamen internacional que describiremos en detalle a continuación.
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