IRENE HDEZ. VELASCO
Una asociación de psicólogos ofrece tratamiento a radicales musulmanes.
En el gabinete de la doctora Amélie Boukhobza, situado en la avenida Feliz Faure en pleno corazón de Niza, hay un coqueto diván de color burdeos a cuyos pies se extiende una suntuosa alfombra persa. Pero no es en ese diván donde se tumban los yihadistas que vienen aquí a recibir tratamiento de rehabilitación, una veintena desde que este centro pionero en Francia abriera sus puertas allá por 2005. “Los yihadistas se sientan en esa misma silla en la que está usted acomodada. La terapia la hacemos hablando frente a frente, mirándonos a los ojos”, nos aclara esta especialista en psicopatologías clínicas.
Cuando el jueves Mohamed Lahouaiej Bouhlel llevó a cabo con su atentado en el paseo marítimo de Niza con la ayuda de un camión de alquiler, los teléfonos de este centro sonaron furiosamente durante horas. “Llamaron un montón de padres y madres, temerosos de que un hijo suyo pudiera ser el autor de la masacre. Hasta que no trascendió la identidad del responsable, los teléfonos no callaron. Eso da una idea de la magnitud del problema”.
Al principio, cuando esta asociación llamada “Entre Otros” abrió sus puertas hace 11 años en Niza, eso del yihadismo sonaba aún bastante exótico y aquí prestaban servicio sólo tres personas. Ahora cuenta con sedes en París, Marsella, Belfort, Lyon y con un equipo de unos 30 psicoanalistas y psicólogos por todo el país, de los cuales sólo una decena están adscritos a este centro de Niza. “No damos abasto: el otro director de la asociación, Patrick Amoyel, y yo viajamos cada semana tres o cuatro días por varios lugares de Francia para atender todos los casos para los que nos requieren”, cuenta Amélie Boukhobza. “El yihadismo ha crecido mucho, y por desgracia va a seguir haciéndolo. Como mínimo, se necesitarán 20 años para erradicarlo, y ni siquiera sé si lo conseguiremos”.
Colaboración
El personal de Entre Otros trabaja en estrecha colaboración con las instituciones públicas. Por un lado se dedican a formar en yihadismo a profesores, educadores sociales, policías, gendarmes… Les explican en qué consiste ese fenómeno y cuál es el perfil del radical islámico, para que puedan prevenirlo, detectarlo y combatirlo. Pero también trabajan en la rehabilitación de yihadistas. Una tarea en la que con frecuencia no obtienen éxito.
“Le voy a decir la verdad: cuando están al principio del proceso de radicalización aún es posible trabajar con ellos. Pero cuando ya son yihadistas no hay modo de rehabilitarles, es imposible. Cuando te dicen que realmente quieren ir al paraíso, que están dispuestos a sacrificarse por Alá y por sus hermanos musulmanes, no hay absolutamente nada que hacer. Hablamos con ellos, sí, pero no sirve de nada, están convencidos de estar en posesión de la verdad absoluta. En ese caso, hacemos lo único que podemos hacer: alertar a la policía”.
Tienen pacientes de todas las edades, pero la mayoría son hombres que rondan los 30 años. Cuando son menores de edad, son generalmente sus familias las que los arrastran hasta aquí y les obligan a hacer terapia. Pero el problema son los mayores de 18 años. “Algunos se presentan porque su madre se lo suplica de rodillas. Asisten a una sesión y luego no suelen volver más”, cuenta Boukhobza. Aquellos adultos que vienen de una manera más constante suele ser porque un juez les ha impuesto, como parte de la pena, seguir un tratamiento de rehabilitación “Vienen, se sientan, escuchan, hablan, pero con frecuencia no hay nada que hacer”, explica.
Ahora, por ejemplo, están tratando a un yihadista padre de cinco hijos que les ha mandado un magistrado para que decidan si se le debe retirar o no la custodia de esos cinco menores, ante el temor de que pueda contagiarlos y también ellos acaben radicalizados. “Aún no hemos tomado una decisión. Es un caso muy, muy difícil”.
También pasan por aquí mujeres, pero son minoría. “Lo típico es que quieran tener hijos de yihadistas, dar a luz a la siguiente generación de combatientes de la guerra santa”, explica la codirectora de Entre Otros.
Múltiples rostros
Los especialistas de esta asociación aseguran que no hay un único perfil de yihadista. Pero sí un primer punto de arranque común a todos ellos. Son personas que se sienten fuera de la sociedad, marginados, que suelen caer en el victimismo, que culpan a los demás de sus desgracias y que con frecuencia creen que hay un complot contra ellos y contra los musulmanes. A partir de ahí, algunos dan el salto a la radicalización religiosa y, después, a la radicalización política. “Hacen responsables de su marginalización a la sociedad y a las autoridades, y deciden vengarse. Pero la radicalización religiosa es un paso que se pueden saltar. Los que deciden cometer un atentado lo hacen por radicalización política, aunque en el momento de cometer la acción suelen darle un sentido religioso, de sacrificio por los demás en nombre del bien supremo”.
Para empezar, nos cuentan, no todos los musulmanes que viajan a Siria o a Irak son yihadistas. “Algunos lo hacen por romanticismo o por razones humanitarias… Pero, por supuesto, muchos de los que van allí sí que lo son y, cuando regresan a Francia es posible que traten de cometer atentados. Pero no todos los que viajan a Siria o Irak son yihadistas, y en cambio muchos de los que no van sí que lo son y no les conocemos, o al menos no a todos ellos”. Es el caso de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el autor del atentado de Niza, quien no había puesto el pie en Siria ni en Irak, que estaba fichado por los servicios secretos y que, según las autoridades, se radicalizó en un tiempo récord. Aunque Amélie Boukhobza no cree en la teoría de la radicalización express.
“Es imposible que alguien se radicalice de un día para otro. Puedo entender que Bouhlel tomará rápidamente la decisión de cometer el atentado, pero la radicalización es un proceso que lleva tiempo, generalmente años”.
El responsable de los atentados de Niza ha sido descrito como un tipo violento, que pegaba a su ex, que consumía alcohol, que frecuentaba a mujeres… Alguien, en fin, que cometía ‘pecados’ contra el Islam. “La única posibilidad para alguien así de entrar en el paraíso es cometer un atentado y dar su vida por la de los demás musulmanes”, apunta Amélie Boukhobza, quien cree que existen motivos de fondo para que muchos musulmanes se sientan fuera de la sociedad. “Existe discriminación, racismo, sin duda alguna. Pero lo que aquí intentamos es convencer a los fundamentalistas de que la venganza no debe ser a través del yihadismo sino en modo positivo, demostrando a la sociedad que tienen grandes cualidades”.
Fuente:elmundo.es
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